Partida Rol por web

Después de que Bruto te obligara a abandonar las riquezas y lujos de los que te habías rodeado toda la vida, pasaste a vivir arrendada en una casa en un barrio indeseable. Llevabas suficientes joyas encima para vivir unos cuantos meses, pero el dinero empezaba a escasear y lo único que podías vender ahora era a tu esclavo. 

O encontrabas quien te mantuviera o tendrías que venderlo en el próximo mercado. 

Vivía encerrada en casa, el sentimiento de vergüenza y de orgullo herido era demasiado para ella y evitaba salir a la calle a toda costa, mandaba a su esclavo a comprar cuanto era necesario, que dicho sea de paso era muy poco, pues Atia había estado racionando el dinero y apenas comía.

Su esclavo estaba hambriendo, Atia podía notarlo pero prefería prescindir de él antes que vender alguna de las pocas joyas que le quedaban, aunque probablemente tendría que hacer ambas cosas, excepto... que saliera ahí afuera, a la selva de la vida y utilizase sus contactos de antaño para volver a relacionarse como es debido, e incluso, quién sabe. Encontrar un marido rico tal vez.

Aquella noche durmió peor de lo normal( que ya era poco) y anduvo toda la noche dando vueltas por toda la casa, intentando pensar con claridad. Al amanecer sólo pudo llegar a la conclusión de que debía salir de allí. Si su destino era arruinarse, lo haría peleando, no metida en casa. Así que llamó a su esclavo, se dio un baño en el que gastó lo que quedaba de jabones y hierbas aromáticas, se puso su mejor vestido y sus mejores (y únicas) joyas y salió a la calle.

Las calles estaban llenas de mendigos, viejos y huérfanos... aunque pese a ser el peor de barrio de Glamour, sin duda era mejor que cualquier aldea barbara a las afueras. Las calles estaban empedradas y el alcantarillado evitaba los malos olores y las peores enfermedades. 

Tu fiel esclavo te acompañaba de cerca, como siempre, siendo tu único protector.

En el foro se hacía publicidad del día de mercado de esclavos, sin duda el lugar estaría repleto de gente de todo tipo, tanto curiosos como adinerados.

Se acercó a su Tracio, pequeño de cabellos rubios , mentón prominente y de nombre Dardanio y le posó la mano derecha en el hombro

- Lo siento mi buen Dardanio, has sido fiel y útil pero ya sabes que a duras penas tengo para alimentarme y no quisiera que murieses de hambre. Debo venderte... no queda más remedio, pero no sufras. Pues procuraré que el que te compré sea un hombre de posibles e indulgente, no te venderé a uno de esos mercaderes sin escrúpulos ni irás a la arena. Eso te lo garantizo.

Y así, tras dar una explicación a su esclavo - cosa que no estaba obligada pero su conciencia se lo pedía - anduvo el día de mercado de esclavos con su fiel Dardanio a su diestra, como de costumbre, abriéndose paso entre el gentío y con pena de su dicha y de la situación tan precaria en la que estaba.