Partida Rol por web

Abrí los ojos desmesuradamente para intentar captar algo más de aquel extraño, pero no podía ver bien, los ojos se me tornaban vidriosos y notaba cómo la sangre se me escapaba a chorros de un agujero en el cuello. No podía hacer otra cosa que centrarme en mi dolor, no podía pensar con claridad y al principio ni siquiera entendí las palabras del hombre.

Fue entonces cuando al intentar inhalar aire tosí  violentamente y vi cómo escupía sangre hacia arriba y entonces lo supe. Tenía miedo, miedo de morir allí, en un callejón solitario sin nadie junto a mí y tomé una decisión: haría todo lo necesario para vivir.

-hazlo...

Ni siquiera pensé en las consecuencias o en qué era en lo que me iba a convertir ni cuál era el favor que me pedían. Todo era como un sueño en el que yo sólo podía decidir sí o no y elegí sí.

Entonces, Rafa vio -o más bien sintió- cómo el hombre le colocaba su propia muñeca delante de la boca. Un líquido frío y espeso le corrió por los labios.

-Bebe -le dijo la figura- bebe, chiquillo.

Bebió. 

Bebió y de pronto se sumió en la mayor sensación de placer jamás experimentada. Un escalofrío recorrió su cuerpo y su mente se relajó, dejándose llevar por las nubes de niebla que envolvían poco a poco su consciente y su subconsciente, durmiéndolo, acogiéndolo... abrazándolo.

Y luego, de pronto, todo fue oscuridad. 

Mel lo había pasado muy bien aquella noche. Cansada, ya casi de madrugada, volvía satisfecha a su casa sabiendo que había hecho mejores amistades con algunos de sus compañeros. 

De pronto, una extraña sensación le recorrió la espina dorsal. Esa sensación de nuevo, la misma. Estaba a punto de sacar la llave para abrir la puerta de su casa. Pero entonces se dio la vuelta y lo vio, allí, al fondo de la calle, saliendo de entre las sombras: el mismo hombre que la había detenido antes mientras caminaba por Arenal. 

mel intento sacar la llave de el bolsillo con firmeza entrar en la casa y cerrar la puerta con llave y llamar a la policia

Ha entrado a través de la puerta con una velocidad tal que ni te has dado cuenta, pero ya estabas llamando a la policía con el móvil así que cuando te lo ha quitado y lo ha colgado, ya has conseguido que te lo cogieran y decir "socorro". No dice nada, sólo cierra y te mira fijamente, cortándote la salida. Dime si haces algo más y mañana te actualizo.

Mel adopto una pose defensiva y le pregunto.

Quien eres? y que quieres de mi?

El hombre se quedó un momento mirándola perplejo, como si no supiera de qué se trataba. De pronto sacó de no se sabía dónde un boli y un papel de firmas y se los ofreció.

-Que me firmes la petición.

Mel no pudo evitar esbozar una expresión de extrañeza, a lo que siguió una gutural risa femenina, salida de ninguna parte y de todas a la vez, como si de una ópera se tratase. Al punto, la misma voz comenzó a hablar:

-Hay que ver, qué chistoso se nos ha vuelto el chico...

Entonces, en menos de lo que se tarda en parpadear, Mel se encontró envuelta en el abrazo de unos férreos pero suaves brazos que la inmovilizaron por completo por detrás. De pronto, un leve pinchazo en el cuello y luego se vio sumida en la sensación más placentera que jamás hubiese podido imaginar. Fue como si, poco a poco, a medida que su consciencia daba paso a la subconsciencia y quedaba relegada en lo más profundo de su mente, ella fuera elevada por jirones de nubes que la ascendían hacia el oscuro cielo de la noche. Entonces, en medio de ese sueño de brumas y humo, la melodiosa luz sonó en su cabeza, tentadora, irresistible:

-Bebe -dijo la voz- bebe mi chiquilla, bebe y sé una de las nuestras. 

Un líquido frío de olor dulzón chorreó entonces por sus labios. 

mel agarro el brazo con fuerza , bebió asta intentar quedase satisfecha 

Bebió.

Bebió y entonces la sensación se acrecentó. Se sintió flotar, volar, perdida en el limbo entre el sueño y la realidad, sumida en una delgada y quebradiza franja cristalina entre la vida y la muerte. 

Y luego, de pronto, la sensación terminó y Mel cayó irremediablemente en una vorágine de oscuridad. La más profunda, completa y absoluta oscuridad...

No me detengo, pero miro por encima del hombro, más por curiosidad que por inquietud, pues pese a la hora no creo que pueda ocurrir nada malo en esa zona.

No me detengo, pero miro por encima del hombro, más por curiosidad que por inquietud, pues pese a la hora no creo que pueda ocurrir nada malo en esa zona.

Patrick vio una vaga sombra, pero nada más. Un atisbo, un fugaz destello, pero nada más... aparte de un gato que se lo quedó mirando fijamente un rato. Apretó el paso, por si las moscas. Una calle más adelante giró, tratando de acortar por un callejón estrecho que daba directamente a una calle más ancha, más concurrida; una sensación extraña no dejaba de atenazarle la nuca. 

De pronto vio otro destello a un lado. En un edificio que parecía en desuso, a su izquierda, la puerta estaba entreabierta. Las ventanas estaban selladas con maderos y ni una gota de luz se colaba por ellas, pero por el resquicio de la puerta, fogonazos de extraños colores dejaban escapar durante décimas de segundo sus extrañas luces al exterior. La curiosidad pudo con él. Sin que su cerebro se diera cuenta de lo que estaba haciendo hasta que ya era demasiado tarde, sus pies lo acercaron al edificio. Asomó la nariz hacia el interior y lo que vio lo dejó estupefacto: tres mujeres, dos rubias, muy parecidas entre ellas y una de pelo negro como ala de cuervo y un joven de ojos claros y cabello oscuro se encontraban en el centro de la habitación. A su alrededor, varias figuras se movían con una gracia felina, rodeándolos. Parecía una pelea. Era una pelea. El joven peleaba sin arma alguna contra varios a la vez, se sucedían entre ellos una serie de patadas, puñetazos y golpes tan rápidos que era muy difícil para el ojo humano captarlos. La mujer de cabello de ébano se las apañaba bastante bien contra varios más y era más sorprendente aún si cabía: de vez en cuando, desaparecía en humo y volvía a aparecer en otro lugar; movía las manos y las sombras a su alrededor parecían cobrar vida y moverse a su voluntad. Entre ellos dos retenían a la mayoría de las personas que los rodeaban pero había uno diferente, uno que peleaba sólo contra las dos mujeres rubias a las que parecía que les estaba costando bastante lidiar con él. El hombre movió las manos y, de pronto, ante él aparecieron tres siluetas transparentes, como fantasmas, con los ojos huecos y la mirada perdida, que se lanzaron etéreamente contra las dos mujeres. Éstas se apartaron de un salto, una hacia cada lado; una de ellas cerró los ojos un segundo, se concentró y, cuando los abrió, fue capaz de agarrar a dos de las tres siluetas con ambas manos y hacerles una llave, al tiempo que impulsándose en ellas se levantaba y arremetía contra la tercera con una patada, todo al parecer sin importarle que los tres fantasmas fueran intangibles, hechos del aire del que parecían estar formados. La otra, mientras tanto, apuntó con su mano al hombre, que se retorció por unos momentos; en la cara de ella había concentración, esfuerzo, en la de él, dolor y esfuerzo también. Cuando esto reclamó su atención, los tres espíritus desaparecieron y, sin que pasara ni medio segundo entre una cosa y la otra, la otra mujer salió corriendo a una velocidad pasmosa y le acertó con un placaje. 

De pronto alguien gritó. En ese momento Patrick se dio cuenta de que uno de los otros lo estaba señalando; se había quedado tan anonadado con lo que estaba viendo, que había descuidado a los del otro lado y lo habían detectado.

-¡Humano! -oyó gritar. 

Y entonces todo sucedió muy rápido. Algo indeterminado chocó contra él, haciéndolo rodar por el suelo, dentro del edificio, y perder el sentido de la vista por unos momentos por el golpe que se había dado en la cabeza. Escuchó gritos, llamadas. Notó cómo era levantado en el aire. Más gritos. Golpes. De pronto lo arrojaron al suelo con furia de nuevo. Su visión borrosa volvió a aparecer, poco a poco. Vio siluetas, contornos. Unas intentaban acercársele; otras se ponían delante de él, parecía incluso como si lo estuviesen defendiendo. De pronto una explosión y todo se volvió demasiado luminoso de modo que tuvo que volver a cerrar los ojos. Tirado como estaba en el suelo, sólo podía confiar en su fortuna y su fortuna había dictado sentencia. 

De pronto notó que de nuevo alguien con una fuerza sobrehumana lo cogía y lo inmovilizaba. Entonces un pinchazo en el cuello y de pronto se vio sumido en una sensación de placer como no la había sentido nunca. Sus músculos se relajaron, su conciencia se adormiló y se sintió como en el cielo. Y entonces, poco después, una profunda y aterciopelada oscuridad se adueñó de su mente...

Oscuridad.

Todo era oscuridad.

Y de pronto un frío y espeso líquido que goteaba sobre sus labios. El olor que alcanzó sus fosas nasales lo embargó, oxidado, dulzón. 

-Bebe, mi chiquillo -dijo una voz de mujer, dulce, serena- bebe si no quieres morir. 

Bebió. 

Bebió y de pronto se sintió como nunca antes. Un frío gélido lo envolvió pero, en lugar de ser desagradable, lo reconfortó sobremanera. Se vio sumido en una sensación de placer mayor aún si cabía que la anterior. Su cuerpo flotó, etéreo, y su mente fue, poco a poco, sumiéndose en una cálida y acogedora, muy acogedora, sensación de placer. Y entonces, poco a poco, todo tornó en oscuridad. 

El club Ananda*, como cada noche, estaba abarrotado de gente. Hombres y mujeres de entre los 20 y los 30 se agolpaban en la barra, pidiendo bebidas, y se distribuían por el local y la amplia terraza, que quedaba cerca de la estación de Atocha. Allí, Jack podía relajarse y empaparse de los comportamientos y las palabras de los ricos y pijos de la ciudad, aprendiendo, que era lo que mejor se le daba. Había gente variopinta, parejas, grupos de amigos, gente que salía sólo para encontrar pareja... y luego estaban las intocables, mujeres despampanantes pero completamente fuera del alcance mortal. Ellas eran las que siempre llamaban la atención de todos, pero nadie se atrevía nunca a acercarse, ya que todo el mundo se creía muy por debajo de su nivel. En aquel momento, había cinco de ellas sentadas en dos de los cómodos sofás de la terraza, pues a pesar de ser otoño, esa noche hacía calor. Había una pelirroja, una con el pelo negro con mechas moradas, una morena y dos rubias que, muy seguramente, serían gemelas. La de las mechas no parecía encontrarse demasiado a gusto en aquel lugar, pero las cinco hablaban en voz muy baja entre ellas, como si estuvieran en una especie de club privado. Un camarero se les acercó varias veces, pero ellas lo rechazaron. Entonces, otra camarera, una jovencita alegre, se acercó hacia su mesa directamente, sin preguntar, con unas copas de lo que parecía vino y se las sirvió a las cinco. Algunos chavales jóvenes que las estaban observando para tantear se extrañaron, aquel no era un local de vinos, sino de copazos, pero supusieron que eran intocables incluso para eso, así que pronto se aburrieron de dudar y se marcharon hacia la barra, para encontrar víctimas más fáciles. 

Jack se dio cuenta de que se había quedado embobado mirándolas, como todos los demás, durante unos segundos, así que apartó la mirada rápidamente, antes de que se le notara demasiado, y trató de hacer memoria. Las gemelas le habían recordado a algo, le sonaban, creía haberlas visto en algún lugar, pero no recordaba dónde, ni de qué. Además, la morena también hacía que sintiese algo así. Estaba seguro de haber visto a las tres mujeres en otra parte, pero no recordaba muy bien dónde**.