Partida Rol por web

Media sonrisa se dibujó en mi cara. - Ya veo. - Dije. Entonces así era aquello. Por increíble que pareciese, debía ser lo que realmente parecía. El recuerdo de la sangre era aún tan fuerte en mis labios, que hacía más plausible aquella locura. Al palpar mi propio cuerpo, lo noté más rígido. No por una especie de rigor mortis, más bien como una dureza inesperada. Me sentía en cierta forma poderoso, y eso me gustaba. Y mucho.

- Tengo muchas preguntas, como ya imaginarás.

Dejé que fuera ella quien me diera pié a ello. Tampoco quería mostrar la impaciencia que se apoderaba de mí por saber, por sentir, por disfrutar de aquella nueva existencia que parecía abrirse ante mí.

-Ya me lo imagino -respondió ella sin que su sonrisa desapareciese- las contestaré todas, todo a su tiempo. 

Sin decir nada más, se fue hasta el armario y se cambió de ropa sin ningún pudor. Cuando estuvo bien vestida, con unos vaqueros y una camisa color lila, fue hasta la mujer que continuaba tendida en el suelo, la levantó con una facilidad pasmosa y se la echó al hombro. Salió de la habitación con ella, sin mencionar nada más. Apenas un par de minutos después ya estaba de vuelta, sin moverse de la puerta, miró a Jack. 

-Ahora que estás saciado, Jack -comenzó- vayámonos. Hay un sitio que debes conocer. 

Esperó a que el joven se preparase, pacientemente, sin quitar aquella enigmática sonrisa de su rostro en ningún momento. Cuando él estuvo listo, salieron a la calle. No había luna aquella noche y las farolas titilaban, ofreciendo una amarillenta luminosidad que casi les hacía incluso daño a los ojos. 

-Vayamos caminando, no está lejos y tendremos tiempo para hablar -ella lo condujo por callejones pequeños, apartados de las vías principales, con menos gente y menos luz y, sorprendentemente, Jack notó que se sentía más cómodo yendo por ahí.

Caminaban sin prisa, pero a buen ritmo; parecía como si Zoe quisiera llegar al sitio en cuestión rápidamente por alguna razón, pero al mismo tiempo quería darle la oportunidad de que preguntara, al menos las cosas más urgentes. 

-Me temo que has llegado a nuestra comunidad en un momento convulso -dijo en un momento dado, dando pie a una conversación- pero sé que lo harás bien y, al fin y al cabo, ha sido ahora cuando te me has cruzado y yo, como buen Ventrue, no creo en las casualidades. Dime, ¿qué quieres saber?

Mis pasos me llevaban por aquellas callejuelas como si se tratase de un frondoso y colorido jardín. El contraste de aquella sensación fue placentero y relamía los instantes cuando ella me dio pié a hacer preguntas.

- ¿Ventrue? - Repetí con extrañeza, pues jamás había oído esa palabra. De todas formas, lancé mis preguntas antes que perdiera la oportunidad de formularlas.

- ¿Cómo funciona lo de beber sangre? ¿De verdad somos inmortales? ¿Es cierto lo de que no nos puede dar la luz del sol, así como otras cosas que salen en las películas? Me refiero a crucifijos, ajos, estacas en el corazón, ataúdes y cosas por el estilo. ¿Qué... poderes tenemos? ¿Hay muchos vampiros por ahí?

Vomité de esa manera las principales preguntas que se me habían agolpado en mi mente. Quizá las expuse demasiado vehementemente, pero la situación primaba respuestas.

—Ventrue —repitió Zoe, sonriendo— tu clan a partir de ahora y para siempre. Algo así como tu familia, los únicos en los que realmente podrás confiar... y quizá no en todos —añadió algo pensativa—... ¿por qué? Es sencillo, porque te he Abrazado yo. Yo soy Ventrue así que tú ahora también. 

A continuación esperó a escuchar toda la retahíla de preguntas de Jack, sonriendo con paciencia.

—Es lógico que tengas tantas dudas —respondió—, es un mundo completamente nuevo para ti. Un mundo que hasta ahora sólo habías visto en cuentos y leyendas. Veamos... El sol, sí, te matará. Ni se te ocurra asomarte de día; busca un sitio oscuro y seguro para dormir... Ángela te dejará estar en el Elíseo hasta que lo encuentres, supongo. Ni el más mínimo rayo de luz ¿entendido? Es una de las cosas más letales para nosotros. El resto... bueno, los ajos no suelen afectar a casi ninguno de nosotros, nos dan asco a algunos, sí, pero poco más; el agua bendita o los crucifijos, depende del cainita... a algunos los afectan más que a otros, pero si mantienes tu humanidad, y de momento lo has hecho bastante bien, no te afectarán demasiado; aunque, por supuesto, si puedes evitarlos siempre es mejor. Las estacas son otra cosa, si te clavan una en el corazón, te paralizará por completo. No te matará, pero si te atraviesan el corazón estarás vendido. Y a todo esto, la inmortalidad. Sí y no. No envejeces, pero existen formas de matarnos. Difíciles, sí, pero las hay. Respecto a nuestros poderes...

Y así la conversación transcurrió en voz queda, calle tras calle, paso a paso*. La mente de Jack absorbió toda la información que ella le iba contando, como si se tratase de una esponja. Siempre había tenido un cerebro bastante ágil pero descubrió que ahora, de una forma u otra, aquello se había acrecentado. 

Cuando, finalmente, Zoe se detuvo, el joven se dio cuenta de que habían acabado casi en pleno centro de Madrid. Estaban en la calle Recoletos, cerca de la Biblioteca Nacional, de pie frente a un local con un letrero que rezaba: Gran Café de Gijón. La sonrisa de Zoe se agudizó.

—Bienvenido al Elíseo, mi querido Jack —le susurró, mientras llamaba al timbre del café que, evidentemente, a quellas horas de la madrugada estaba cerrado. 

Atento a todo lo que me explicaba, la oleada de información inundó mi cerebro y éste la recibió con la misma avidez con que antes había bebido la sangre de aquella mujer.

En aquel momento sólo cabía esperar a la entrada del Elíseo, tal como ella lo había nombrado, y esperar a ver qué más sucedía.

Se diría que cuando se abriera aquella puerta, me daría entrada a una nueva vida... o no-vida, como mi sire había dicho que debía llamar a mi existencia a partir de ahora.

-If one cannot handle the darkness... -sonó entonces desde el interior una voz de soprano.

-...then one should not deserve light -respondió automáticamente Zoe, en voz baja. 

La puerta del Elíseo -el Gran Café de Gijón- se abrió entonces y la joven cuyos rizos asemejaban llamaradas de fuego rojo, que estaba la noche anterior con Zoe y las demás, les flaqueó la entrada. 

-Bienvenida, Zoe, llegáis justo a tiempo.

-Gracias -respondió su Sire, haciendo un gesto hacia él-, éste es Jack. Es mi nuevo chiquillo. 

La pelirroja lo observó con unos profundos ojos verdes, sin apartar al mirada de la suya. Lo contempló durante largo rato con una expresión seria dibujada en su rostro y, a continuación, esbozó una amplia sonrisa mientras cerraba y aseguraba la puerta. 

-Bonita aura -dijo a modo de recibimiento; luego se dirigió a Zoe y le guiñó un ojo-, la verdad es que te pega bastante. Seguidme, Ángela no ha podido recibiros porque el discurso de la Príncipe ya ha empezado. Álex también está allí así que me ha tocado a mí daros la bienvenida de su parte a su humilde refugio. 

Los condujo bajando unas escaleras hasta el salón interior del famoso café, donde se dirigió directamente hacia la pared de ladrillo del fondo. Allí tocó un par de bloques anaranjados y, para sorpresa del joven, la pared comenzó a retraerse hacia los lados, plegándose los ladrillos sobre sí mismos, abriendo un pequeño boquete que daba paso a un corredor sin una sola luz. 

La puerta se cerró tras ellos al tiempo que la pelirroja avanzaba despreocupada, al frente de los tres. Zoe, sin embargo, se quedó atrás, pegada a la pared de entrada del corredor, mirando hacia delante. De pronto su rostro se había alterado y la tensión de sus músculos era casi palpable. 

-Eileen, ¿huele a...?

-Sí, hay un garou ahí dentro. Y dos magos también -respondió ella sin siquiera volverse antes de que Zoe terminara, como si supiera lo que iba a decir; entonces se detuvo, se volvió y los miro con una expresión de gravedad en el rostro-; esto nos supera, Zoe. A todos. Si los tres colectivos no cooperamos... bueno, al menos si no hacemos el pacto de no interferir los unos con los otros... no lograremos nada y el Sabbat seguirá controlando Madrid. Vamos, Rafael me está diciendo que están empezando a contarlo todo, igual llegamos a tiempo para que escuchéis el plan. 

La mujer suspiró; por su expresión parecía que las palabras de la joven no le habían hecho demasiada gracia pero, resignada, continuó caminando y le hizo un gesto a su chiquillo para que la siguiera sin separarse demasiado de ella. 

Finalmente, cuando alcanzaron el fondo del pasillo, la tal Eileen abrió con cuidado la puerta, tratando de no hacer ruido, y los tres entraron a un gran salón de piedra, de estilo tardorrománico; era una sala cuadrangular con un pequeño estrado al fondo, rodeado de columnas y con puertas cerradas en las paredes; entraron en silencio, quedándose atrás para no molestar, escuchando y observando lo que sucedía en aquel gran salón.

Un primer vistazo le sirvió a Jack para, a pesar de la gran cantidad de vástagos que no conocía, localizar a las mujeres que estaban con Zoe la noche anterior: la morena estaba de pie, al fondo, delante de unas puertas dobles de madera de roble, como si las vigilara; la gemela de Zoe estaba con la otra joven, la de las mechas moradas, y ambas hablaban en voz muy baja con un hombre de pelo largo y una gabardina de cuero negro. 

Otro hombre estaba en el estrado y comenzaba a hablar en ese mismo momento.

-Vamos a ver qué dice -le susurró su Sire-, después de diré rápidamente quiénes de los que hay aquí son importantes, a quién te tienes que presentar y cómo se espera que te comportes.