Partida Rol por web

-¡Voy contigo! -de pronto Lucy se encontraba a su lado, en el portal de la calle- Yamir me ha dicho que vaya aprendiendo si quiero ayudarte y ¿qué mejor forma de aprender que ir contigo? 

Lucy sabía que Isaac sería reticente, pero trató de elegir bien sus próximas palabras.

-Es de noche, ahora no puedo hacer nada con Francisco ni con la empresa y sería demasiado sospechoso que se me viese por ahí la noche del día en que he estado "enferma". No tengo sueño porque he estado durmiendo a ratos mientras tú dormías y además, si quiero poder ayudarte, necesito saber -remarcó esa palabra, haciendo énfasis en ella-; no me puedes dejar fuera pensando que haré lo que me digas sin entender nada. No molestaré, no haré ruido, nadie notará mi presencia, te lo prometo...

Buenas noches, si he dormido bien, gracias. Verónica se levanta y ve la bolsa de plasma, decide guardarla porque ya se alimentó hace poco y asiente al comentario de Rafa Sí, salgamos a ver que podemos hacer.

- Aún no conozco a este Yamir y ya me cae bien - Sonrió Isaac a Lucy - El solo hecho de que te acepte me da tranquilidad. La realidad es que tenía miedo por ti de la posible reacción de mis nuevos amigos.

Acompañó a Lucy al coche y se puso en marcha, en dirección al Elíseo. En el coche Isaac siguió hablando.

- Verás muchas cosas extrañas, pero no debes asustarte. Piensa que son gente en muchos casos que ha vivido muchos años, son raros. Pero pase lo que pase recuerda que siempre estaré a tu lado. Procura estar cerca de mi y todo irá bien.

Madrid a las primeras horas de la noche, como cualquier capital, presetnaba un trafico denso y poco fluido pero lentamente se acercaban a su destino. Isaac buscaba aparcamiento por la zona próxima al Elíseo.

Isaac y Lucy, la mujer rubia que lo acompañaba, aparcaron en el parking por horas de Colón y caminaron hacia el Café Gijón. 

John, Lola y Victoria, la niña pequeña que no se separaba del brazo de la mujer, aparecieron también por el paseo central de Recoletos. 

Se encontraron todos en el semáforo anterior a la fachada del Elíseo, esperando a que el mismo se pusiera en verde porque aún quedaban coches en esas horas tempranas de la noche que pasaban por la calle. John no sabía quién era la mujer rubia que caminaba junto a su compañero de andanzas nocturnas, como tampoco Isaac tenía mucha idea de quién era esa niña. 

John caminaba de la mano de Victoria, los 3 casi parecían una familia, tranquilamente desplazándose por la calle rumbo al Elíseo, la noche acababa de empezar y sin duda alguna llegar rápido al Elíseo podría la seguridad a favor, a pesar de que John intentaba estar pendiente de su entorno cada rato Victoria le distraía pidiendo helados y golosinas lo cual no le había permitido enfocarse adecuadamente.

Esta bien Victoria era lo único que este decía al momento que Lola reía y verificaba el área.

Luego se encontró con su amigo y le saludo, Buenas noches. Hola Isaac, todo bien? dijo al momento de verlo.

Tras aparcar el coche, Isaac y Lucy salieron a la calle. No estaban muy lejos de Elíseo, solo había que cruzar un par de calles. Justo llegando al Elíseo, en el semáforo anterior se percató de la presencia de John y sus dos acompañantes. A Lola ya la conocía, pero no a la niña. La niña parecía normal por lo que no causó especial atención por parte de Isaac.

Respondió de inmediato al saludo de John.

- Hola John. Sí, todo bien, descansado y listo para lo que haya. ¿Y tú que tal? - Hago un gesto a Lucy que estaba ligeramente apartada que inmediatamente se acerca. - Te presento a Lucy, una buena amiga de total confianza que antes era mi secretaria en la empresa que tenía. - Tras la presentacion me dirijo a Lola y la niña - Hola Lola, ¿cómo estás? y esta niña - con una sonrisa - ¿qué tal?, soy Isaac, amigo de John.

-Me llamo Victoria -murmuró la pequeña, sin salir de detrás de Lola.

La niña no parecía demasiado convencida de lo que estaba sucediendo. No sabía muy bien por qué de pronto había salido del cole, por qué ahora dormían por el día y hacían cosas por la noche ni por qué su madre estaba tan alterada. Miró a Isaac con la misma actitud con la que miraba a John: le parecía simpático, le caía bien, pero le picaba la nuca. No era una niña tonta, de hecho, era brillante y sabía que, si le cambiaban los hábitos de aquella forma, algo pasaba.

-Hoja jovencita -sonrió entonces Lucy, agachándose y tendiéndole la mano a la pequeña- mi nombre es Lucy. ¿Puedo ser tu amiga?

La niña, al ver la amplia sonrisa de la mujer que se había agachado, salió entonces de detrás de Lola un poco más y le dio la mano a Lucy, sonriendo también. 

-¡Tú también eres policía? -preguntó entonces Victoria, mirando a Isaac, haciendo que Lola diese un respingo.

-Sí, cielo -respondió entonces la mujer, antes de que Isaac pudiera decir nada-, él también es policía y es amigo de los tres que estuvieron en casa, ¿los recuerdas?

La niña asintió, recordando a una mujer pelirroja y a una morena con mechas moradas que habían jugado al escondite con ella. Entonces Lola le sonrió y se dirigió a Isaac y a Lucy.

-Ayer, antes de anochecer, entraron en casa unos... ladrones -empezó, dándole cierto énfasis a aquella palabra- ... mataron a la muchacha que tenía cuidando de Victoria y casi me matan a mí también... me pillaron durmiendo. Rafael, Eileen y Azara llegaron a tiempo, entre otros... policías... y logramos salir de allí; acabaron con varios de ellos, pero no lograron coger a ninguno con vida, se suicidaron antes de dejarse pillar. 

Entonces Lola se quedó mirando fijamente a Lucy.

-Tú no eres policía, como nosotros... -afirmó; luego miró a Isaac inquisitiva- ¿es simplemente una amiga?

Mientras hablaban, llegaron a la puerta del Café Gijón. Tras comprobar que nadie parecía seguirles, llamaron y esperaron a que Ángela acudiese a abrirles la puerta. 

Verónica, Rafa y Patrick aparecieron juntos en la sala común del Elíseo. Allí había mucha más gente de la que hubieran visto ningún otro día de los que habían pasado por el lugar. La Príncipe, vestida bastante más elegante que los días anteriores, se encontraba cerca de su sillón, hablando en voz muy queda con Aarón y Álex. Ángela, Rafael, Eileen y Azara se encontraban en uno de los rincones con sofás, hablando con tres personas más que ninguno de ellos reconoció. Por su parte, Diego se encontraba junto con Carlos y ambos conversaban de pie, apoyados en una de las columnas. No había, sin embargo, rastro alguno de las gemelas von Frizzt ni de Lola, John o Isaac aún. Y sin embargo, había muchos más:

Se habían colocado sillas a lo largo de toda la habitación. Daba la impresión de que, en un principio, se habían colocado en hileras, mirando hacia el estrado donde estaba el trono de Helena, pero ahora estaban la mayor parte descolocadas, porque muchos vástagos las habían amontonado formando círculos o grupos que hablaban entre ellos. Había cainitas de lo más variopinto. Había un grupo, bastante alejado del resto, conformado por seres totalmente deformados, feos, con largos colmillos, pieles putrefactas algunas, de colores enfermizos otras, ojos amarillos, rojos... este grupo, curiosamente, tenía varios ordenadores portátiles y estaban muy concentrados en lo que fuese que los afanaba. Había también nueve hombres y mujeres, que se repartían a lo largo y ancho de la sala, solitarios pero que claramente podía apreciarse que pertenecían al mismo "grupillo"; iban todos con armas encima y sus poses erguidas, sus brazos cruzados y sus rostros serios que lo observaban todo con ojos inteligentes hacía que no fuera difícil temerlos; eran los únicos que no hablaban. También había grupos de reunidos de diversa índole, unos hablaban más alto y gesticulaban, otros más bajo y sin hacer aspavientos... 

Lo que estaba claro, sin lugar a dudas, era que aquel lugar estaba más lleno que nunca. Parecía que algo iba a suceder y, por la pinta de aquello, iba a suceder pronto; aquella noche se estaba preparando algo y era algo grande. Ninguno de los tres jóvenes habló, pero los tres intuyeron que, en cuanto llegaran las personas importantes que faltaban, como las gemelas o Lola, se enterarían al fin de qué estaba sucediendo en el Gran Café de Gijón a aquellas altas horas de la noche. 

John solo se dedico a escuchar y esperar a que abriensen la puerta...

- Lucy es mucha más que una amiga. Ya sabe que soy... policia y de momento lo lleva muy bien. El propio Yamir la ha invitado a venirse, yo hubiera preferido que se quedara en casa - miro a Lucy con dulzura - pero ella es libre de decidir acerca de su propio destino. Espero que sea bien tratada.

Isaac toma suavemente del brazo a Lola y la lleva un poco más aparte.

- Lola, ¿qué planes tenéis con la niña? Está claro que es humana y no sabe nada.

Lola carraspeó, haciéndole un gesto a John para que distrajese un momento a Victoria. 

-Soy su tatarabuela -aclaró rápidamente cuando al fin la niña se fue a un lado con éste-, pero claro, ella piensa que soy su madre. Y no, no sabe nada y me gustaría que siguiera así. Al menos de momento. Sin embargo, ahora está en el punto de mira del Sabbat. Quieren hacerme daño por haberme unido a la Camarilla y ella es la mejor forma de lograrlo... y por desgracia lo saben. Alguien en el Sabbat lo sabe. 

Su mirada se desvió un segundo hacia la pequeña y luego hacia Lucy.

-No eres una de nosotros pero vas a estar ahí dentro hoy; es una noche importante para este Elíseo, se van a decir cosas importantes... necesito a alguien que se encargue de que no escuche cosas que no tiene que escuchar... le encanta leer, hay una biblioteca enorme y...

Cuando Lucy asintió, solícita, y respondió que se encargaría de Victoria un rato, Lola relajó ligeramente los hombros. 

-Gracias. 

En aquel momento se abrió la puerta, Ángela apareció, tan sonriente como siempre, miró a ambos lados de la calle y los dejó entrar. Se presentó ante Lucy y Victoria, a quien pareció caerle muy bien y, tras aclararles lo mismo que les había aclarado a los demás el primer día, sin importar su edad o condición, los condujo hasta la sala común. 

Allí había mucha más gente de la que hubieran visto ningún otro día de los que habían pasado por el lugar. La Príncipe, vestida bastante más elegante que los días anteriores, se encontraba cerca de su sillón, hablando en voz muy queda con Aarón y Álex. Ángela, Rafael, Eileen y Azara se encontraban en uno de los rincones con sofás, hablando con tres personas más que ninguno de ellos reconoció. Por su parte, Diego se encontraba junto con Carlos y ambos conversaban de pie, apoyados en una de las columnas. Verónica, Rafa y otro chico al que no conocían se encontraban al fondo de la sala, parecía que acabaran de salir por una de las puertas que flanqueaban el trono de Helena. No había, sin embargo, rastro alguno de las gemelas von Frizzt aunque había muchos más:

Se habían colocado sillas a lo largo de toda la habitación. Daba la impresión de que, en un principio, se habían colocado en hileras, mirando hacia el estrado donde estaba el trono de Helena, pero ahora estaban la mayor parte descolocadas, porque muchos vástagos las habían amontonado formando círculos o grupos que hablaban entre ellos. Había cainitas de lo más variopinto. Había un grupo, bastante alejado del resto, conformado por seres totalmente deformados, feos, con largos colmillos, pieles putrefactas algunas, de colores enfermizos otras, ojos amarillos, rojos... este grupo, curiosamente, tenía varios ordenadores portátiles y estaban muy concentrados en lo que fuese que los afanaba. Había también nueve hombres y mujeres, que se repartían a lo largo y ancho de la sala, solitarios pero que claramente podía apreciarse que pertenecían al mismo "grupillo"; iban todos con armas encima y sus poses erguidas, sus brazos cruzados y sus rostros serios que lo observaban todo con ojos inteligentes hacía que no fuera difícil temerlos; eran los únicos que no hablaban. También había grupos de reunidos de diversa índole, unos hablaban más alto y gesticulaban, otros más bajo y sin hacer aspavientos... 

Lo que estaba claro, sin lugar a dudas, era que aquel lugar estaba más lleno que nunca. Parecía que algo iba a suceder y, por la pinta de aquello, iba a suceder pronto; aquella noche se estaba preparando algo y era algo grande. Ninguno de los dos hombres habló, pero ambos intuyeron que, en cuanto llegaran las personas importantes que faltaban, como las gemelas, se enterarían al fin de qué estaba sucediendo en el Gran Café de Gijón a aquellas altas horas de la noche. 

Al ver la señal de Lola John se alejo un poco con Victoria, afortunadamente esta ya confiaba un poco en el y sin alejarse mucho empezo a conversar con esta de sus juegos y actividades preferidas...