Partida Rol por web

Isaac aparece un instante después de John y casi tropieza con la pareja que se había caído al suelo. Inmediatamente saluda a Verónica con un gesto de la mano mientras los evita y pasa rápido a su lado.

Isaac mira a su alrededor mientras ve a la príncipe y algunos de los vigilantes de Aaron luchando. Apunta con su pistola pero no dispara, está en la calle y piensa que un disparo llamaría demasiado la atención, ya es bastante lo que está sucediendo como para empeorarlo más. Espera que la lucha quede limitada solo alrededor del Elíseo y no implique a los mortales.

Agudiza sus sentidos para intentar seguir alguna pista del huído mientras esconde su pistola y sale corriendo hacia Cibeles en persecución.

"Si Rafael no ha podido con él ¿qué piensas hacer?" - piensa Isaac mientras corre, dudando sobre sus posibilidades. Al menos intenta no perder el rastro.

Bueno, por ahora no me ha ido mal- Pienso tras escuchar el mensaje telepático y mirar a la cainita en frente suya inmóvil.

Justo en ese momento veo a Azara volando por la sala. Sin mucha gracia ni dirección- Añado en mi mente. Tras deciidir mi próxima acción me acerco a la cainita enemiga y con toda la fuerza que logro reunir la pego un puñetazo.

El puñetazo la da de lleno y cae al suelo.

Hazme un favor y no te levantes en un buen rato, vale?- Digo mientras me dirijo a la zona de aterrizaje de Azara para comprobar si necesita algún tipo de ayuda.

Verónica choca con ellos y en una milésima de segundo se pone en guardia preparada para luchar contra los recién llegados, en cuanto los tiene de cara se sorprende gratamenteIsaac!!!John!! Estais bien! qué alivio desde el primer día siempre había tenido mas afinidad con ellos que con cualquier recién abrazado. Con ellos había compartido muchos momentos inmemorables. Enseguida se da cuenta de que seguian al misterioso personaje de ojos azules y ve como cada uno se dedica enérgicamente a luchar contra el enemigo. Voy a buscar a Rafael tengo algo importante que decirle, os quedáis fuera? Les grita Verónica que se había quedado atrás. Quería ayudar pero lo primero era compartir lo que sabía.

Yo me quedo, luego nos pones al corriente, decía el político mientras se defendía del ataque enemigo. Mucho cuidado!!!

Igualmemte ten mucho cuidado!, que cuando acabe todo esto tenemos que celebrarlo Levantó la vista para ver lo que pasaba alrededor y la media sonrisa que le había mostrado a John se le agrió. Se giró y se adentró en el local con la intención de cumplir su objetivo.

John solo pudo ver como la bella chica se adentraba en el otro campo de batalla, no tan fuerte como este pero sin duda un reto para alguien no muy dada a la batalla como lo era ella... Tras eso voltea rápidamente justo para cubrirla de un contrincante que se le acercaba con una espada dispuesto a atacarla... (Al fondo Verónica)

Lola pensó...

La Príncipe peleaba con uñas y dientes. Saltaba entre los árboles a toda velocidad, atravesando troncos que pasaban a su lado, flanqueándola, cual mudas sombras, perennes testigos de lo que aquella noche estaba por venir… De pronto se detuvo, alterada. Algo había captado su atención, algo había cambiado en el ambiente, algo había… despertado. Miró en derredor, sin poder creérselo…

—No puede ser… —murmuró— …no es posible…

A lo lejos restalló un relámpago, pocos segundos después escuchó un trueno.

Isaac y John, que se encontraban al aire libre, fueron los primeros en sentirlo. Fruncieron el ceño, pensativos, mirando al cielo. En realidad no sabía por qué miraba al cielo, si de verdad estaba sucediendo, no vendrían por allí… ¿En serio? ¿Precisamente en ese momento? No… no era posible… ¿o sí? Isaac lo había leído y a John se lo había contado Lola en algún momento... Entornaron los ojos, mirando a su alrededor, se les ocurrieron mil ideas, mil soluciones, pero no tenían claro si alguna funcionaría. Finalmente se miraron entre ellos, sin hablar, ambos sabían lo que estaba ocurriendo y lo que el otro estaba pensando...

—Y el mundo se volverá frío y cosas impuras brotarán del suelo y estallarán grandes tormentas —recitó el primero, sin saber muy bien de dónde se había sacado aquellas palabras.

 —Sus rayos causarán incendios, los animales se llagarán y sus cuerpos, retorcidos, caerán —musitó, casi de manera automática, el segundo.

Verónica vio cómo Rafael se detenía en medio de su carrera hacia el exterior, donde se lo cruzó, y alzaba la vista, con los ojos abiertos como platos. Estaba a punto de preguntar qué sucedía cuando ella también lo sintió. Un cambio, una vibración diferente. A pesar de estar a cubierto, en aquel lugar escondido, recóndito, bajo los cimientos antiguos y perpetuos de la gran ciudad, lo sintió. Algo había cambiado de pronto y ella intuía qué había sido. No. No iba a dejarse cazar. No iba a dejarse atrapar de aquella manera. Verónica había llegado muy lejos para terminar así, no. No lo permitiría… y sin embargo, aquella sensación no cesaba… miró al cainita que tenía frente a él a los ojos.

—Los sires de nuestros sires se alzarán de la tierra, romperán su ayuno con la mejor parte de nosotros. Nos consumirán enteros... —recitó en un susurro gélido, como si de una letanía se tratase.

Víctor dejó de moverse en esos instantes. Él aún era muy joven, pero también se había percatado de aquel cambio sutil en el aire; aquella película invisible, en suspensión, que permanecía hierática sobre ellos, cubriéndolos cual transparente velo desde tiempos inmemoriales, se había roto. Algo la había hecho estallar, volviéndola añicos. Víctor no sabía qué pensar, no tenía muy claro qué hacer… no sabía qué vendría a continuación. Lo único que sabía era que tenía un problema mucho más grave que todos los demás. De pronto, como si algo hubiera llevado a su cabeza palabras que hasta entonces desconocía, murmuró:

—Y conoceréis estos tiempos finales por el Tiempo de la Sangre Tenue, marcado por vampiros que no podrán Abrazar, los conoceréis por los Sin Clan, que llegarán para gobernar, los conoceréis por los Salvajes, que nos cazarán hasta en la más poderosa ciudad…

Jack se detuvo unos instantes en medio de su movimiento, paralizado. De pronto levantó la cabeza y el arma que empuñaba casi le resbaló de la mano. Se había dado cuenta. Lo había notado… Habían despertado. Clavó una mirada penetrante en el cainita contra el que peleaba, quien no parecía entender aún aquel repentino cambio de actitud. Pero eso ya no importaba, ya nada importaba… Sonrió con sarcasmo. “¡Qué ironía!” pensó “…que al final todo termine así”.

—…los conoceréis por el despertar de algunos de los más viejos... —recitó con voz serena— y los que comen la sangre del corazón florecerán y los Vástagos se apiñarán y la vitae será tan rara como los diamantes...

Rio.

Patrick ya se había cambiado de ropa. Se había vestido rápidamente y se había puesto un atuendo cómodo. Corría por las calles, a mayor velocidad de lo que lo habría logrado hacer tan sólo unos días antes, contemplando cómo se movían las sombras a su alrededor, a su paso... Entonces se percató de la diferencia, del golpe del destino… Frenó en seco. Levantó la mirada, lentamente, contemplando la pared del edificio del fondo. Miró al cielo, al suelo, a un lado y a otro... ¿qué era aquello? ¿aquella sensación? No lo sabía, pero en el fondo lo sabía...

—¡Negro brilla el sol! —dijo de pronto, entonándolo con voz profunda, solemne— ¡Sangrienta brilla la luna! La Gehena se acerca…

“No” pensó. Pensaron todos. “No se acerca… está aquí”.

Y John en medio de aquella batalla se percato de, que ese día no esperado había llegado Demonios solo lamento no haberla visto una última vez, y así la oscuridad lo cubrió.

Isaac recordó la profecía, pero en el fondo había algo que no encajaba.

Recordó muchas cosas, cómo había llegado hasta aquí y todo lo que había dejado por el camino. La oscuridad le rodeaba pero aún en el último día de la creación su corazón seguía ligado por aquella a la que había descubierto, quizás demasiado tarde. Si quedaban unos minutos o unas horas quería pasarlos con ella. Salió a buscar a Lucy.

Solo le preocupaban todos los espíritus inocentes que iban a sufrir en un día como éste.

Tras terminar de pronunciar esas extrañas palabras y mirar la oscuridad que empezaba a rodearle, Victor no comprende que estaba pasando con la excepción que es algo inevitable y terrible.

Bueno, esta era una vida prestada de todos modos, habrá que irse a lo grande - Pensó mientras miraba desafiante a la oscuridad que estaba a punto de envolverlo.

Y ese fue su ultimo pensamiento, su ultimo acto de rebeldía.

Verónica lo vio tan claro, estaba tan segura de que eso era el fin que por su mente pasaron los momentos mas importantes de su vida ... y por ultimo pensó en Jordi, en la información que le había dado, lo valiosa que pensaba que podía ser y lo poco que importaba ahora...

Verónica entró corriendo en el Salón principal para encontrarse con una escena un tanto mejorada, respecto a lo que se habían encontrado los demás cuando fueron llegando uno a uno, previamente. A la derecha de la sala, al fondo, un hombre corría en dirección a Azara, que parecía haber recibido un golpe, pero se estaba volviendo a levantar con agilidad gatuna.

-Estoy bien, no bajes la guardia -dijo la joven, poniendo una mano en el hombro de Víctor mientras pasaba fugaz a su lado corriendo hacia donde estaba Rafael-. ¡Dime que ese no era An...!

Pero la mirada de su Sire lo decía todo. Junto la pared opuesta, Rafael observaba el suelo con los ojos vagamente perdidos, posiblemente en una marea de recuerdos sin control que afloraban a su mente en esos momentos aciagos. Levantó la vista y la fijó en su chiquilla unos instantes. Luego asintió con la cabeza y salió corriendo, en dirección a la entrada por la que llegaba Verónica, una vez libre del shock inicial. Azara miró inquisitiva a Ángela, pero ésta negó con la cabeza, sin dejar de organizar a los cainitas que quedaban para echar a los últimos atacantes y poner en orden su preciado Elíseo. 

Al fondo, Jack  se encontraba de pie, mirando fijamente a un enemigo aún no abatido todavía, pero que lo miraba a los ojos como si estuviese completamente hipnotizado por ellos, moviéndose de un lado a otro de forma casi serpentil. Jack tenía opción de hacer algo en ese preciso instante. 

La oscuridad que John había generado previamente, ya se había disipado por completo. 

John se encontró con un escenario poco halagüeño. Cuando se quiso centrar en la situación, descubrió que un amplio contingente de enemigos atacaba al Senescal y  a la Príncipe justo frente a la Biblioteca Nacional. 

-Puedo con esto, corre -decía en ese momento Álex, levantando una mano, a punto de hacer algo.

Helena asentía, sin dudarlo, y se giraba rápidamente, para escapar del círculo de un salto digno de un gran lobo. 

Al otro lado de la calle, en dirección a Colón, pudo ver cómo Briggitt se las ingeniaba para intentar defender a unos humanos que habían entrado sin querer en el área, desde la entrada de metro que ascendía del subsuelo, de unos cainitas que los atacaban con la simple intención de matarlos y hacer que cundiera el caos. 

Isaac desapareció en dirección opuesta, hacia Cibeles, persiguiendo al tipo de ojos azules que tanto le había costado encarar a Rafael. En todas partes, aquí y allá, aún quedaban cainitas peleando codo con codo y unos contra otros...

Isaac corrió hasta Cibeles y llegó allí, estaba desierto. De una forma u otra, el cainita había desaparecido. 

Por una parte Isaac se enojó al perder el rastro, pero por otra suspiró aliviado. Había sido un impulso seguir al extraño, pero por el poder que había demostrado seguramente hubiera sido un impulso suicida.

Por un momento pensó en el Sabbath... había leído al respecto, pero obviamente sólo tenía una versión de la historia y ninguna posibilidad de obtener una nueva versión.

Dió por perdido el rastro y se giró de vuelta hacia el Elíseo para ayudar a sus compañeros.

Al escuchar las palabras de Alex John asintio, luego volteo en dirección a Briggitt, esta parecia estar pasando un mal rato con todos los cainitas que le atacaban y por ello era el mejor lugar donde ir a ayudar, sin dudar salio corriendo hasta esta y empezo a brindarle ayuda para proteger a los humanos allí presentes.

Estoy contigo Briggitt dijo a esta mientras empezaba a hacer bailar sus espadas!

Cuando Verónica llegó a la sala principal vio con  sorpresa que la situación estaba más controlada de lo que pensaba. Por las advertencias de sus compañeros se había imaginado que encontraría un montón de gente luchando unos contra otros, y sí que habían algunos enemigos pero eran sólo unos pocos. Se paró en la entrada a echar un vistazo a toda la sala cuando vió a un hombre acercarse a ella...es Rafael!  Se alegraba de verlo tan rápido. Se acercó a él para llegar antes y poderle decir todo lo que sabía. - Rafael, tengo información útil que me ha dado Jordi. No acabé el cuadro porque me avisó de que Brig había avisado de que necesitabais ayuda, entonces Jordi me dio una pista. Me dijo que el de la banda de estos cainitas era Toreador que puede ser que alguien de nosotros lo recuerde, además me dijo también que seguramente escribieron sus nombres en algun lado, quizas en la estacion, así podremos identificar a mas de ellos y poder descubrir sus puntos débiles. 

Se dio cuenta de que no había dejado hablar a Rafael y tambien de que no había mencionado nada sobre la escena en el Coliseum, así que antes de que empezara a hablar él volvió a hacerlo ella. - Es horroroso lo que he visto, cuando nos separamos no me esperaba que llegaríamos a esta situación. Cuenta conmigo para lo que sea. No soy muy hábil en la lucha pero alguna vez tendré que empezar.

Miró a los ojos a Rafael esperando ver a través de ellos lo que pensaba y dejó que fuera él el que dijera algo.

Era viernes. 

El ya algo frio viento otoñal arrastraba las hojas caídas de los árboles de El Retiro y las hacía dar vueltas a su alrededor cual si de cantarines pájaros se tratara. Pájaros que, volátiles, se arremolinaban en torno al músico, otorgándole, si cabía, un aura de de etereidad que atraía a muchos transeúntes hasta su esquina, en uno de los corredores que salían desde el estanque central, en dirección a la Puerta de Alcalá.

Las manos de Roberto se movían rápidas sobre su instrumentos y éste desprendía un cálido sonido, fuerte y vibrante, que atraía la curiosidad de su ya cada vez más reducido público. Las farolas titilaban y el reflejo del atardecer terminaba de escaparse de las rizadas aguas del estanque, prófugo recuerdo de una tarde soleada pero gélida, voluptuoso y fantasmal...

Era viernes. 

El ya algo frio viento otoñal arrastraba las hojas caídas de los árboles del Paseo de Recoletos y las hacía dar vueltas a su alrededor cual si de cantarines pájaros se tratara. Pájaros que, volátiles, se arremolinaban en torno al joven, otorgándole al mundo un aura de de etereidad y misterio que se potenciaba con los anaranjados pero fríos rayos del atardecer, los cuales se derramaban sobre los edificios circundantes como un torrente. 

 Las farolas titilaban y el reflejo del atardecer terminaba de escaparse de las rizadas aguas del estanque central, prófugo recuerdo de una tarde soleada pero gélida, voluptuoso y fantasmal...

Isaac volvió corriendo a las afueras del Elíseo, deteniéndose un par de segundos al traspasar el umbral de la cúpula mágica de Briggit, porque desde fuera era como si todo estuviese en calma y allí no hubiera nadie paseando, era una ilusión; como si nada de lo acaecido hasta entonces hubiera sido real, como se se hubiese tratado de un mal sueño. Pero nada más cruzar la barrera, el fragor de la batalla volvió a estallar frente a él, despertándolo del mismo.

A lo lejos, casi en el otro extremo de la cúpula, divisó a John que, de un tajo seccionaba la cabeza de un cainita que se había lanzado, demasiado temerariamente, hacia la Akáshika, dejando desprotegido su flanco, que John había aprovechado sin lugar a dudas. 

En un lateral, proveniente de la dirección de la Biblioteca Nacional, se produjo un ruido muy parecido a una explosión y un destello y, al mirar hacia el lugar, de pronto ambos se dieron cuenta de que no había ya rastro de la Príncipe ni del Senescal. 

Quedaban pocos enemigos allí fuera también... en las manadas Sabbáticas solía suceder que si se lograba acabar con el líder, el resto de la comitiva caía o se dispersaba y así parecía que hubiese sucedido con aquella explosión; los pocos que no estaban corriendo calle arriba por aquí o por allá, se encontraban centrados en atacar a la maga que continuaba manteniendo la cúpula de ilusión sobre ellos y a los humanos alejados, haciéndoles olvidar lo que pudieran haber visto. 

En el lugar de la explosión, con una rodilla en tierra pero el rostro determinado y firme, un sai en cada mano y levantando rápidamente la cabeza tras el movimiento previo, siempre en guardia, ambos distinguieron a una joven, que podía aparentar perfectamente la misma edad que Ángela, con el pelo rubio y liso cayendo despeinado a ambos lados de su rostro y los ojos de un azul brillante*. 

El Eterita, por su parte, se concentraba en impedir que los últimos rezagados atravesaran la derruida entrada del Elíseo en dirección a su interior. 

El Malkavian la miró unos segundos mientras escuchaba, pero no la observaba a ella, era como si sus ojos la traspasaran para mirar más allá.

-Bien hecho -dijo, casi mecánicamente-, luego ponemos en orden la información que tenemos... -entonces escuchó el ofrecimiento de la joven y añadió, señalando un pasillo de los dos que salían de los lados de la tarima central, al fondo de la sala- El ala de invitados, nadie ha ido aún salvo Maeve y puede que allí todavía queden problemas...

Y, sin que mediara más palabra, el cainita salió corriendo hacia la salida, seguido de cerca por Azara quien, tras asegurarse con un vistazo de que su nuevo chiquillo se las apañaba, quiso acompañar a su Sire en persecución de aquel tal An-lo-que-fuera.