Casi no tuve tiempo en la primera sacudida para clavar el brazo derecho dentro de la parte que había conseguido levantar de aquella armadura quitinosa. Mi brazo se hundió hasta el codo haciendo que, aunque en aquel primer movimiento mis pies y mano izquierda perdieran total contacto con el cuerpo de aquel monstruo, siguiera aferrada a su espalda.
Un ligero dolor me recorrió el brazo derecho tras el tirón, recordándome que si seguía aferrada de esa manera no tardaría mucho en que fuera mi brazo el que también se separase. Quizá fuera el miedo de perder un brazo o la adrenalina del momento, pero mi mente consiguió llegar a dos posibles soluciones antes de que el siguiente zarandeo, hacia el otro lado, llegara.
Podía intentar clavar el brazo izquierdo también en el tejido blando para sostenerme o soltarme en la siguiente sacudida haciéndome salir despedida. Mi movimiento cuando llego el balanceo no había sido decidido aun así que, confundida y aun con la duda mi cuerpo actuó intentando realizar los dos movimientos Mi mano izquierda se movió dando un ultimo zarpazo mientras mi mano derecha se soltaba arrastrando toda la garra a través de aquel tejido.
Y fue entonces cuando note aquella sensación de ingravidez, estaba volando hacia la pared de uno de los edificios. Podía usar la pared como punto de apoyo para saltar de nuevo al ataque a por el gastrea. Así lo creía, se lo había visto hacer a muchos superhéroes en las series del orfanato.
Me coloque en posición en el aire para poder pisar la pared y tomar impulso. Mi mirada estaba dirigida hacia el suelo. Era extraño ver aquello desde esa perspectiva. Sabia que la pared llegaría y tenia las piernas flexionadas para tomar el impulso.
En ese momento fue cuando note al fin contacto con mis pies sobre superficie solida. Estaba empezando a usar mis piernas como resorte cuando un pequeño sonido desvió mi atención. Un sonido de roto se escucho detrás de mi y note como la solidad pared que esperaba cedía.
Obviamente aquello no era una serie de superhéroes y yo tampoco era algo parecido. Sobre lo que había llegado a chocar no era pared solida, si no un fino cristal que había cedido ante mi impacto. Note como aquella superficie solida se quebraba y seguía proyectada varios metros hacia el interior del edificio.
Quizá no era tan ágil como pensaba con mis poderes, o quizá la fuerza de la sacudida había sido mayor de lo que esperaba, pero aquello ahora no me preocupaba. Me levante del suelo lleno de cristales y salí corriendo hacia el gran ventanal roto para saltar sobre la criatura una vez mas.
En aquellos momentos la venganza empezaba ser suplantada a partir del miedo a la muerte, sobre todo al ver esas tremendas fauces capaces de tragarlo entero. Sin embargo, la agilidad ganada en los entrenamientos lo ayudó y en cuanto pudo ver por encima del hombro a la minigastrea luchando, sintió determinado incremento en el ego. La peque, quisiese ella o no, estaba influenciándolo y si daba lo mejor de sí en pos de derrotar a ese monstruo, él tendría que actuar igual.
Ni bien se alejó del peligro, volteó prosiguiendo a recargar el arma y vio a Rumia en siendo zarandeada. Confiaba en el buen criterio de la chica para salir airosa de una posible caída, pero atento aguardó a estar obligado a ayudarla.
—¡Trata de bajar! —exclamó—. ¡No puedo dispararle contigo encima!
Dicho lo anterior apuntó a las patas y apenas escuchó el click de la bala entrando en la recámara, disparó varias veces. Mas cortó la balacera viendo volar a la rubia, a la cual supervisó en aras de decidir si brindarle asistencia o no. En el trayecto del vuelo la percibió intentar proyectarse desde la pared al monstruo y en cuestión de segundos la perdió de vista. En consecuencia chasqueó la lengua y corrió al edificio.
—¡Rumia!
Seguía teniendo piel de humano y un vidrio clavado en el ojo o el cuello de la niña sería el fin de la batalla.
—¡Rumia! —volvió a hablar y la vio salir volando de la construcción.
Dispuesto a brindarle soporte a su compañera, cargó contra el bicho y le disparó al lomo destrozado.
—¡No te cruces! ¡Le estoy disparando a la espalda!
Perdón, exámenes.
A consecuencia de atravesar una ventana y caer a un suelo lleno de cristales, varios raspones aparecieron en la piel de la niña maldita, pero eso no seria problema para su alta regeneración Gastrea que rápidamente pudo curarlos.
Como era de esperarse, la araña no estaba para nada alegre. No podía continuar así, por lo que se dio la vuelta e intento correr por la calle para escapar del lugar, siendo que salió corriendo hacia una de las barricadas de los policias. Su boca se abrió de nuevo a consecuencia del dolor de su espalda, ya que ahora no sanaría por las balas que el promotor disparo aprovechando que le daba la espalda. Pensó que si seguía corriendo podría escapar y sobrevivir, lo que no se esperaba es que la niña maldita saltase desde el edificio al que fue a dar para caerle encima.
La altura desde la que saltó, la fuerza que uso, y las ganas de acabar con esa criatura: Fueron las cosas que permitieron a Rumia caer sobre aquella araña mientras preparaba sus garras para finalmente atravesarla de un solo zarpaso. Entró por arriba de la araña, y terminó saliendo por abajo, terminando arrodillada en el suelo de la carretera con la ropa y parte de la cara manchada en sangre verde. El Gastrea no podía mas; Sus ojos perdieron el color, y su cuerpo cayo hacia un lado totalmente inerte.
La pelea había terminado, y como el jefe pidió: No hubieron daños a civiles.
Aquel había sido el segundo... o mejor dicho el tercer gastrea que había matado. Me incorpore con dificultad. Mis brazos así como parte de mi pelo estaban manchados de aquella sustancia viscosa. Mis piernas mostraban pequeños cortes de cristal en ellas mientras caminaba para alejarme unos pocos metros de la criatura muerta. Cuando me había separado lo suficiente, mis piernas cedieron cayendo de rodillas con los pies hacia los lados.
No era una herida física lo que había provocado que me desplomara, si no psicológica. Cuando había visto al hombre transformarse mis recuerdos habían empezado a aflorar. Cuando había terminado con aquello en lo que se había trasformado, mis recuerdos del primer combate que tuve volvieron súbitamente.
El día del primer combate no solo había matado al gastrea que había aparecido, si no que también había acabado a mi amiga, que había sido herida de tal gravedad que se había trasformado poco después de que terminara con el primero. Mis recuerdos habían sido bloqueados hasta ese momento.
Mis ojos se turbiaron y perdieron la tonalidad roja que había tenido durante todo el día. El azul claro dio paso a pequeñas lagrimas que bajaban mezclándose con la sangre de la criatura fenecida. No habían estado mintiendo, había sido yo quien había matado a mi mejor amiga.
Cuando por fin presenció la muerte del bicho, suspiró aliviado viniéndole de repente un temblequeo de piernas. Lejos de tumbarse como Rumia, mantuvo la altivez y clavado en el sitio miró a la rubia actuar, ¿qué hacía? Él realmente no sentía nada a diferencia de ella, pues la venganza solía generar esa clase de sensación vacía. Pese a que matase cientos de gastreas, el tiempo seguiría su curso y el cauce natural de las cosas continuaría siendo igual de egoísta.
Sin embargo, vio a la chica tumbarse derrotada y sintió la inherente necesidad de ir a ayudarla. La peque era súper fuerte afuera y en extremo débil dentro o eso transmitía, en consecuencia el adolescente se reflejaba en la susodicha. Es decir, carecía de la experiencia de hermano mayor o padre, nunca había asumido tales roles, entonces lo más cercano a empatía sentida hacia la blonda podía traducirse en identificarse con el sufrimiento de la misma.
Dejando de lado la introspección, vació la recámara del arma y la guardó en la funda. Luego ignoró la burocracia relacionada a haber salvado la ciudad y avanzó a la niña. Las botas del muchacho resonaron indicando distancia cada vez menor entre ambos y pronto pararon de emitir el impacto del talón. Llegó y anotició el llanto silencioso, pero desinteresado en torno a fingir no verlo, hincó la rodilla en el suelo y le posó la mano en la cabeza repeinándola tras las orejas.
—Buen trabajo —murmuró sosegado.
Y prosiguió a acariciarle la nuca.
Y esa fue la primera misión del duo. Aunque la victoria fue indudable, aun les quedaban cosas por aprender, siendo una de las mas difíciles el entenderse ambos como compañeros. La relación entre los dos decidiría el comportamiento en las misiones y en público. ¿Que tanto tardarían en acostumbrarse a convivir con alguien del "bando enemigo"? Fuese el tiempo que fuese había algo claro, y era que de alguna forma se podían llevar bien, ahora solo faltaba que ambos se diesen cuenta.
Desde ese día, la vida de ambos comenzó a cambiar. Entre misión y misión, se fueron acercando poco a poco fortaleciendo su relación como compañeros, llegando a poder llamarse amigos. Las cosas iban bien para ambos, y es que tanto fuera como dentro de las misiones se hacían mas fuertes y la guardia civil lo reconocía, a ese paso tendrían una mejor casa en unos tres años. Pero como ambos bien sabían, la vida no era justa, y es que dos años después de la primera misión, en la actualidad, sucedería un evento que causaría un cambió radical en como ambos miraban a los demás y a ustedes mismos...