Partida Rol por web

Club House

10 de Septiembre, 2001 – 06:03

A través de las ventanas se colaba una claridad mortecina que anunciaba el inminente amanecer, y consigo traía una inquietante calma interrumpida por los leves ronquidos de los members que habían sucumbido al cansancio y los delirios de Walter en la habitación contigua. A ratos era silencio seguido de un leve murmullo, pero a veces parecía escucharse los berridos de un animal al ser sacrificado. Abbie se había hecho cargo de la situación con ayuda de Eliot y Oscar como ayudantes, y eran los únicos que tenían permiso para estar con ella. De tanto en tanto alguno salía y regresaba con otro barreño de agua, toallas y pocas palabras que compartir, y las horas se deslizaban lentas y tortuosas sin nada que hacer salvo esperar al veredicto.

Tras la dramática salida de Sarah, a carcajada limpia, el silencio se había apoderado del lugar. Laura permanecía sentada en el suelo junto a la puerta; Darryl la había visto cabecear pero a pesar del cansancio se mantenía despierta y se negaba a moverse de allí. Mark seguía en la sala de reuniones: a ratos bufaba como un toro encabritado; a ratos solo paseaba en silencio, pero hacía media hora que no se le escuchaba en absoluto. Había dicho que se hablaría más tarde, cuando Walter estuviese de vuelta entre los vivos. Parecía el más reticente a sopesar en una posible muerte. Christopher se había tratado las heridas él solo a base de alcohol y vendas limpias. Dormitaba en un sofá, como Max. Dimitri había consumido un paquete de tabaco entero, varias botellas de cerveza, y parecía incapaz de mantenerse en el mismo lugar por más de cinco minutos, así que montaba guardia junto a los Prospects en el exterior.

La verdad había asomado aquella noche acompañada de sangre y decepción, y resultaba difícil y doloroso al mismo tiempo tratar de comprender el porqué de aquella mentira. Se había ido del Club durante un año, y parecía haber sido suficiente como para perder absolutamente todos los privilegios incluso con los más cercanos. No habían confiado en el y al final todo aquello había acabado en una masacre poniendo la vida de Walter en jaque. Garous, vampiros… La sombra de aquel mundo paralelo jamás parecía separarse lo suficiente de él como para olvidar. Siempre encontraba la forma de colarse en su vida como un aguijón envenenado emponzoñándolo todo, y cada vez resultaba más evidente que jamás se desligaría de ella.

La puerta se abrió y Laura, que estaba acurrucada junto al marco, se levantó del susto tan rápido que tuvo que apoyarse en Abbigail.

-Cuidado -dijo sujetándola por el antebrazo. Llevaba los guantes empapados de sangre y salpicaduras por todas partes, y aquel sutil y dulce olor le llegó a Darryl como una ráfaga de aire fresco despertando unos sentidos adormecidos que hicieron que se le removieran las entrañas del asco-. Walter se pondrá bien. Ha perdido mucha sangre, pero creo que está fuera de peligro. Necesita descansar.

La frágil máscara que había mantenido a Laura en vela y alerta todas aquellas horas se resquebrajó al escuchar sus palabras. Abrazó a la muchacha brevemente musitando atropelladas frases de agradecimiento y entró en la habitación. Abbie esbozó una sonrisa enternecedora y avanzó hacia el resto quitándose los guantes y pasándose la mano por la frente. Bajo el foco amarillento resaltaron los signos de cansancio: tenía los ojos pequeños y cristalinos, y bordeados por oscuras ojeras. Pero también había calma en su expresión. Permanecía serena a pesar de todo.

-¿Hay algún herido más? -preguntó sin alzar demasiado el tono.

El ghoul había pasado también la noche en vela, dormitando breves minutos para volver a despertarse súbitamente, sin poder evitar darle continuas vueltas a la cabeza por todo lo que había ocurrido en las últimas horas. Había sentido rabia cuando vió salir y su primera reacción fue salir disparado hacia ella e intentar romperle el cuello. El instinto de supervivencia volvió a contener su ira y no se movió del sitio, pues de lo contrario habría hecho a Sarah muy feliz, permitiéndole acabar con su vida con un motivo de peso.

Max había terminado confiándole el secreto de por qué se encontraba de vuelta. A priori pensó que todos eran unos cobardes por no haberlo dejado claro desde el principio, pero supo en su interior que realmente había sido lo mejor. De haber ido con la verdad por delante, quizás no habría vuelto, puesto que era muy hipócrita que le pidieran ayuda por su participación en un mundo que tanto habían criticado en el pasado.

Ahora ya era tarde para echarse atrás: se sentía responsable por Walter, por Mark, y por todos los demás en extensión. Desconocía la historia de Christopher, pero él estaba allí al igual que él (aunque no le cabía duda que él conocía los motivos). Quería demostrar que estaba por encima de toda aquella mierda...

...y quizás irse con la cabeza bien alta, si conseguía terminar vivo.

Él se encontraba sentado en uno de los sillones del Clubhouse, con la cabeza baja y el pelo tapándole la cara: desde fuera parecía dormir, pero sencillamente estaba pensando con los ojos cerrados. Alzó un poco la cabeza al escuchar la puerta abrirse y escuchó la breve conversación, si se le podía llamar así, entre la médico y Laura. Se levantó mientras la hija de Walter entraba dentro y desentumeció sus músculos.

La miró directamente y aunque intentó mostrar una expresión amable, su expresión cansada y el mal humor que traía encima no le fueron de mucha ayuda. - Nos las hemos arreglado en mayor o menor medida, creo que no hay nadie más que necesite ayuda 'urgente'. - había visto a Chris encargarse de sus propias heridas y supo que tampoco era la primera vez que pasaba por aquello. Casi todos allí lo habían pasado, de hecho. - Muchas gracias. -

La mujer repasó el lugar evaluando la situación, pero decidió confiar en su palabra.

-De acuerdo -asintió con brevedad-. ¿Puedo usar el teléfono para llamar a Sarah?

-Claro -contestó Max desperezándose desde el sofá. Se cubrió la boca con el antebrazo bostezando y se incorporó con lentitud-. Muchas gracias, Abbie. ¿Puedes apuntar medicamentos o cuidados que necesita?

-No hace falta. Eliot y Oscar saben cómo tratarlo y me pasaré por aquí regularmente durante los próximos días. Pero si os quedáis más tranquilos, por supuesto.

Maxwell pidió por favor que lo hiciera, y la médico se sentó en un taburete de la barra con papel y lápiz para tomar nota de las precauciones que debían tomar para mantener con vida al viejo. 

El motero suspiró mientras la mujer iba a tomar nota y se pasó la mano por la cara, notando un cosquilleo por todo el rostro que demostraba el cansancio que traá encima.

Le miró la espalda durante unos segundos, recordando aquella sensación que había tenido hacía horas, cuando habían cruzado la mirada. No estaba cómodo con aquella sensación y quería saber a qué diantres venía.

Andó un poco hasta acercarse a la barra y sentarse en un taburete junto a Abbie. Lanzó una única mirada al papel que estaba escribiendo, pero no quiso parecer muy cotilla y sencillamente la miró antes de comenzar a hablar. - Creo que ya te lo hemos dicho muchas veces, pero gracias de nuevo. Yo soy Darryl, por cierto. Si no te importa, me gustaría hablar contigo cuando las cosas se hayan calmado un poco. -

A pesar del regusto metálico que le dejaba el olor a sangre, no le costó distinguir el persistente aroma animal que muchos garous desprendían. Christopher, por alguna razón, había escapado a su fino olfato, pero no Abbigail. Estaba en toda ella, igual que en Sarah y otros con los que se había cruzado, lo que la convertía directamente en parte de la manada que les estaba jodiendo la vida. No encajaba con lo que había demostrado hasta el momento, pero no había otra explicación.

-No, claro. Yo soy Abbigail -Le tendió la mano, la cual estrechó sin mucha fuerza-. Si me dejas terminar esto podemos salir fuera un momento.

Aguardó hasta encontrar un signo de asentimiento antes de volver sobre el papel, donde estaba realizando un listado de cosas garabateadas sin mucha pulcritud.

Doggy se acercó por su espalda y le puso una mano en el hombro al ghoul.

-Voy a avisar a Mark y a despertar al resto. Tenemos que hablar sobre esto -comentó con la culpa impresa en el tono de voz.

Giró su cabeza un momento para mirar a Max, asintiendo. - De acuerdo. Estaré con vosotros en unos minutos. - le contestó con seriedad. Miró a Abbie, planteándose su posición en todo aquello. Si pertenecía a la manada era en cierta manera una enemiga. Sin embargo, allí estaba, había salvado a Walter y parecía dispuesta a hablar. No era como Sarah ni como el resto de los perros...

- Estaré fuera echando un cigarro mientras terminas. - se dirigió al exterior y una vez fuera encendió uno de los cigarros que tenía en la cajetilla, llevándoselo a los labios. Aquello ya estaba haciendo mella en él y sabía que nisiquiera estaba por empezar. Los próximos días se antojaban terribles... y empezaba a sentir la llamada de la sangre de una forma demasiado desagradable

La médico no tardó demasiado en salir en su búsqueda abrigada por una manta cosida a retazos. Darryl desconocía quién la había tejido, pero estaba compuesta por parches de algunos members, pedazos de banderas y dibujos de temática totalmente diferente. Con el tiempo se había vuelto algo así como un símbolo del Club, un tesoro; alguien debía habérsela prestado.

Abbie se recogió el pelo tras las orejas mientras avanzaba hacia él, deteniéndose a una distancia familiar. Sostenía una taza humeante de té verde.

-¿De qué querías hablar? -preguntó, aunque no había urgencia o inquietud en su forma. 

El olor fuerte del tabaco ahuyentó un poco el de la sangre y se sintió algo renovado. Casi había conseguido mantener todos aquellos pensamientos fuera de su cabeza cuando Abbigail salió del clubhouse, cubierta con aquella manta. La miró de reojo y cuando le formuló aquella pregunta, se giró un poco para no parecer un maleducado.

- Si no te importa iré al grano. ¿Nos hemos visto antes? Creo que no coincidimos antes de que yo me fuera de aquí y sin embargo, me suena tu cara por algún motivo. - le dijo entrecerrando un poco los ojos, como si fijándose más en ella fuese a descubrir por qué le provocaba aquella extraña sensación.

La muchacha entrecerró los ojos reticente ante su pregunta. Claramente, no tenía la misma sensación que él.

-Creo que no. -La frase le sonó demasiado vaga, por lo que se sintió en la posición de ofrecer alguna aclaración de más-. No llevo mucho tiempo en contacto con Mayhem, pero estoy segura de que no te he visto antes. Me acordaría de ti casi seguro. Quizá en el pueblo o... No sé.

Se encogió de hombros sin mucho más que añadir, sonriéndole a modo de disculpa.

Umh. El motero se quedó en silencio unos pocos segundos, alternando la vista entre la chica y algún punto indeterminado del aparcamiento, entre las motos. ¿A qué venía aquella sensación, entonces?

Intentó llevar aquello por otros derroteros. Quizás así encontrara algún punto de unión con los actos que habían tenido lugar desde que conoció a Raven. Era muy improbable que conociera a la chica antes de eso.

- ¿Y de qué conoces a Sarah? Te escuché antes decir que querías llamarla por teléfono. Si no es mucho preguntar, vaya. - esperó que le respondiera pese a la cortesía. Aunque perteneciera a la manada, quería saber cuál era su relación con ella

-Am... No, claro. -Respondió dubitativa cruzándose de brazos, aunque un instante después cambió de parecer y decidió que estaba más cómoda con las manos escondidas en los bolsillos del pantalón-. Ella es mi tía. Soy parte de la Parentela del Clan. Sabes... ¿Sabes lo que es eso?

Darryl lo sabía, más o menos. No eran chuchos pero eran al Clan lo que la familia de los members al Club. Sin embargo, él sabía que no era así; su olfato le decía que era tan garou como Sarah, lo que la convertía en una mentirosa. Y si mentía sobre lo que era, también podía mentir sobre todo lo demás por muy inocente que pareciese.

- Sí, por desgracia lo sé. - dijo con un tono más resentido del que realmente quería demostrar. El cigarrillo se acaba y sabía que no quedaba mucho hasta que Doggy saliese a buscarle para la reunión express. Abbie mentía y realmente no sabía los motivos que podía tener para hacerlo... pero seguro que Sarah estaba metida en ello. Aun así, había salvado a Walter: tenía que darle un voto de confianza por ello.

- ¿Estás estudiando Medicina? Por un momento creí que eras como la manada y hacías cosas de Gia para curar las heridas graves. - puso una cara un poco extraña, consciente de que algo no le había sonado como debería - Gaia. Perdón. -

Así creía recordar que llamaban los perros a la madre naturaleza. Todo un alarde de originalidad, sin duda, pensó Darryl.

Los labios de la chica se curvaron un poco más y evitó su mirada deliberadamente.

-No. Bueno, estudié varios años pero ya no. Sé hacer algunas "cosas de Gaia" -Se calló un momento con la mirada fija en la puerta-. ¿Te importa si...?

Señaló hacia la puerta haciendo ademán de avanzar, pero aguardó a su respuesta.

Al notar su reacción se dió cuenta de que se estaba pasando con ella, pero era demasiado tarde. - Perdóname. Ha sido una mala noche. - dijo frotándose la cara, para luego hacer un gesto al interior - Si, será mejor que entremos dentro. -

Intentaría hablar otro día con ella, con un café delante y sin una noche de mierda detrás. Quizás así conseguiría ser ligeramente amable...

Abbie balbuceó una vaga excusa, pero ambos sabían que era un mero formalismo entre dos personas que apenas se conocen lo que, de alguna forma le dejó un regusto amargo. En el interior del club se respiraba un ambiente agrio: una asfixiante mezcla de sudor, tabaco y sangre. Darryl nunca había estado en prisión, pero se le antojaba como algo bastante similar a aquello; un lugar del que uno no puede escapar, infestado de resentimiento y cuyas paredes parecían cernirse cada vez más sobre ellos.

Como almas arrastrándose hacia la puerta del purgatorio, los members se deshicieron de los móviles y se fueron congregando en torno a la mesa. La sala parecía un campo de batalla, y Mark uno de los despojos que todavía luchaba por respirar. Tenía una bolsa de hielo en la diestra y un café humeante en la otra. Cuando todos estuvieron sentados, dejó caer el mazo sobre la placa de madera para dar comienzo a la reunión con un denso silencio.

-¿Qué ha pasado en esa maldita casa? –inquirió en un tono desagradable pero demasiado abatido como para sonar a él.

El silencio se prolongó unos segundos más antes de que Maxwell, quien parecía más lúcido de todos los presentes, se animase a alzar la voz.

-Travis Preston le vendió terrenos a Anthony Ogden. Fuimos a por…