Partida Rol por web

Kisho la pide que se calam y ella como poco consigue  hablar despacio y en bajito para no despertar a su hija, pero su cuerpo tiembla y un sudor frío empieza a cubrirle la piel.

-Me estaba quedando dormida y vi una sombra que cruzaba la habitación. Pensé que serían cosas mías pues estaba medio medio.. pero después volví a verla y... y... oí una risa... una risa fría-la voz la tiembla terriblemente, cais no consigue pronunciar bien las palabras-. Créeme, por favor.

"Real, era real"

- De acuerdo querida, claro que te creo. Acariciándole la espalda intentando calmarla. - Si te quedad más tranquila iré a ver si hay alguien deambulando por el pasillo. Kisho se incorporó lentamente, en el mayor silencio posible.

- Quédate aquí y cuida de Mitsuko. En un susurro casi inaudible.

Lentamente deslizó la puerta corredera, y observó el exterior. Avanzó unos pasos hasta cruzar la puerta, y miró el oscuro pasillo de un lado a otro, con la puerta aun abierta detrás de él.

 El pasillo alargado estaba totalmente oscuro. A la izquierda de Kisho quedaba el pequeño espacio que daba a la puerta delantera, por donde habían llegado, y a la trasera que daba al lago y al bosque. En frente de su habítacion habia otra y a su lado otras dos terminando el pasillo. Todas las puertas estaban cerradas y no había nadie ni se escuchaba ruido alguno. Apenas se veia salvo por la luz de la luna y la unica luz que había era la pequeña vela, casi consumida que tenian  en su habitacion.

 Kisho abrió la puerta y salió al pasillo. Ryoko miró a su hija, que seguía dormida ajena a todo el movimiento que habia a su alrededor. Por la ventana entraba la luz plateada de la luna y titilaba la llama de una vela casi consumida por completo. La sombra de los arboles se movía en la pared en una extraña danza, mecidas por el viento. Todo estaba oscuro y en silencio ahora pero Ryoko seguia temblando. Sabía que alli había algo que la observaba, algo que las acechaba y no se dejaba ver...pero, ¿que?

Mitsuko empezó a desperezarse y a frotarse los ojos mientras sus padres parloteaban, aunque ni siquiera entendió de qué porque estaba demasiado dormida.
Cuando consiguió incorporarse sentada en su futón y enfocar lo que la rodeaba, comprobó que su padre abandonaba la habitación y ésta se quedaba en un silencio y oscuridad un tanto tensos.

-Mamá, ¿a dónde va papá?- preguntó algo confusa mientras tanteaba el tatami para alcanzar la vela -¿Hay cerillas por aquí...?- añadió recordando que en teoría no les habían facilitado ninguna cajetilla.

Kisho se deslizó sigilosamente por el pasillo, en dirección a la puerta trasera. Con los sentidos alerta intentaba vislumbrar entre las sombras.

El corazón en un puño y los nervios a flor de piel. No le gustaba pasearse a oscuras como un ladrón en casa ajena. Y además, había esa extraña sensación de peligro que las palabras de su mujer habían puesto en evidencia.

-Bueno, hemos escuchado unos ruidos, seguro que es uno d elos inquilinos, pero ha ido a investigar.

"Sea lo que sea no le voy a decir que ha sido aquí dentro dónde he visto algo"piensa para sí.

Intenta ayudar a su hija a buscar una cerilla mientras espera paciente a su marido.

"Si tarda mucho en llegar salgo a buscarlo"

-Nena, intenta dormir, no te preocupes-intenta tranquilizar a su hija, no quiere que se ponga nerviosa.

El señor Kisho se asomó a la entrada. Los dos pasillos de la casa se veían oscuros y sombras se movían por todos los lados. Quizas se estubiera volviendo paranohico. Pero debía asegurarse. Aquella sensacion de que alguien o algo lo observaba no lo dejaba tranquilo. Miro fuera y vio aquellos troncos de bambu mecidos por el viento. Se agitaban hacia los lados como cadaveres y las ramas susurrabanal rozarse. El lago se veia calmado, sin nada que perturbara la superficie. Todo estaba muy oscuro y apenas podia ver lo que había mas alla, de no ser por el reflejo de la luna en el agua. 

Un ruido se escuchó dentro de la casa, como si un jarrón de barro cayera al suelo y se rompiese en pedazos. Parecía provenir del lado izquierdo, donde estaba la salita...

El señor Kisho se alejo de la habitación hacia el pasillo. Se le podia escuchar andar pero la señora Ryoko se sintio aterrorizada de nuevo. Se sentia en peligro y aunqeu solo fueran unos metros le daba miedo que su marido se alejara.  Las mascaras de aquella habitacion, la pintura en la pared, los extraños inquilinos...y aquella sombra. Todo eso la hacia sentirse extraña y con miedo ante lo que fuera que ocurriese allí.
La joven Mitsuko apenas se había despertado, pero algo estaba ocurriendo. Su madre estaba muy nerviosa. Miro la vela que se consumia lentamente, dibujaba extrañas sombras por la habitacion y hacia que las mascaras parecieran terribles. Dio un suspiro cuando empezo a imaginar todos aquellos cuentos de brujas y duendes. No eso no era real, solo eran cuentos.

Un ruido se escuchó dentro de la casa, como si un jarrón de barro cayera al suelo y se rompiese en pedazos. Parecía provenir del lado izquierdo, donde estaba la salita...

Sobresaltado por el estrépito del ruido en la silenciosa noche, Kisho se giró asustado. Se dirigió cauteloso hacia el origen del ruido. Un sudor frío le recorría todo el cuerpo. El corazón le palpitaba más fuerte a cada paso que se acercaba a la salita. Con los puños cerrados, movía los pies lo más sigilosos que sus nervios le permitían.

Ryoko abrió muchos los ojos al oír aquel golpe.

-Mitsuko, voy a ir a ver de dónde viene el ruido ese. Tienes dos opciones te quedas aquí o vienes conmigo-le dice a modo de ultimatum.

"No me hace gracia que se quede aquí, pero tampoco que venga conmigo y no puedo quedarme aquí, necesito saber dónde está Kisho"

Se pone de pie esperándo la respuesta de su hija mientras la mira fijamente, aunque sus ojos incoscientemente vagan por las máscaras de las paredes y por el dibujo, además de las extrañas formas que dibujan en la pared las velas.

La joven mira a su madre preocupada. Sabe de manera inmediata, sólo con verla, que ha sucedido algo que ha tenido que asustarla mucho para que esté tan nerviosa y eso consigue asustarla, sobretodo con papá lejos de la habitación.

-Mamá ya no soy una niña, dime que...- ni siquiera termina la frase, tras el ruido estrepitoso ahoga un grito dando un respingo y se pone tan pálida como la cera por un instante.
En su propia casa ese ruido no hubiera sido más que un sobresalto pero en esa situación resultaba demasiado escalofriante para su gusto.

-¡No pienso quedarme sola!- espeta enseguida que su madre muestra sus intenciones de salir, por lo que se levanta precipitadamente de la cama trastabillando un poco y acaba por aferrarse a su mano con más fuerza de la habitual.

-De acuerdo-dice Ryoko resignándose a la testarudez de su hija-. Pero, no te separes de mi bajo ningún concepto-le dice a su hija muy seria mirándola fijamente a los ojos-. Y... es una suposición, pero... si me pasara algo... que no va a pasarme, peor si me apsara algo... corre, sal de aquí y no mires atrás.

No sabe por qué pero tiene la necesidad de decírselo, igual que tenía la encesidad de no entrar a esa casa y no le hizo caso, ahora prefiere seguir su intuición. Sin saber por qué se abraza a su hija.

"¿Me estoy despidiéndo?"

-Vamos-la dice decidida mientras salen de la habitación y van hacia la salita cogidas de la mano.

 Al salir del pasillo las dos mujeres se encontraron con el señor Kisho. Todos habían escuchado aquel sonido pero nada se oia ahora mas que el susurro del viento entre las hojas. Poco a poco se acercaron hacia la sala y antes de entrar vieron aquello que había provocado el ruido, un jarron estaba echo pedazos junto a la puerta de la sala. Se quedarón unos segundos mirandolo pero algo llamó su atención. Cinco siluetas estaban inmoviles en el centro de la sala. Un pequeño humo salia de donde antes habia una lumbre. La familia se quedo petrificada por el silencio y la quietud de aquellas personas.
Algo no estaba bien.

Mitsuko siguió aferrada a su madre, ahora más asustada que nunca tras una especie de despedida que le había puesto los pelos de punta y la había dejado sin habla.

Tras llegar a la sala y ver el jarrón roto, la joven permaneció tras las figuras protectoras de sus padres pero aún así apreció las figuras que permanecían de pie, inmóviles.

-Creo que nos estaban gastando una broma, ya podemos marcharnos...- musitó dando una explicación racional a su mente, la cuál no quería asimilar lo que podía llegar a ver si se adentraban más en la salita.

-Kisho... esto me huele muy mal-dice Ryoko con la voz temblorosa a causa del miedo-. ¿Quiénes son esas personas? ¿Son los que vimos cuando llegamos aquí? ¿Qué es? ¿Un ritual?

Ryoko asustada agarra a su marido del brazo clavándole sin querer las uñas. Automáticamente mete a su hija detrás de ella a modo de protección.

"¿Y si estos extraños nos quieren hacer algo? Tengo mucho miedo, no sé de qué va esto"

-Kisho, tal vez si volvemos a la habitación... igual ellos están con sus cosas, no deberíamos molestarlos.

Sabe que todo lo que dice suena ridículo, peor tiene la necesidad de llenar los silencios.

 La familia seguia en el umbral de la puerta. No se atrevía a dar un paso mas. Y las figuras de aquellas personas no se inmutaban ni un apice y el silencio, mas alla de los susurros y del ruido del bosque reinaba absoluto. Quietas como estaban tenian algo extraño, la familia no podia llegar a darse cuenta de que, pero algo no estaba bien. Aquellas personas....

Kisho notó como Ryoko le estrechaban con fuerza el brazo. Mitsuko estaba asustada, Ryoko estaba asustada, y él... Él también empezaba a estarlo.

Las cinco figuras inmóviles, parecían estatuas bajo aquella oscuridad. El silencio en que se encontraban, como fríos monolitos, inquietaba cada vez más al preocupado padre de familia.

Kisho escuchaba a su mujer rogarle que se fueran. Y sin duda era un buen consejo. Ryoko siempre había sido una persona muy sensata.

- Sssss. Susurro a su familia para que se calmasen. Con cierto nerviosismo, Kisho buscó las cerillas, que siempre llevaba junto a su pipa, en su obi. Intentando mantener la calma, prendió una de ellas. Quería ver lo escondía aquella estancia.