Murray cogió un taxi que lo llevó a la Iglesia de La Hermandad tan rápido como el conductor pudo. Lyona no había despertado en el trayecto. Al llegar a la Iglesia, el taxi desapareció, dejándolos solos ante la puerta de la Iglesia.
Ni se molestó en ser educado. Dejó unas pocas caras del cardenal al taxista, sin importarle siquiera si había pagado la mitad de la carrera. Con ello, salió disparado. Patadas eran su llamada a la puerta. Ni timbre ni voces ni ostias. Patadas. Tendrían que ser sus botas acorazadas lo suficientemente resistentes para soportar el castigo. No se molestó en la resistencia de la puerta, el ruido ni las horas que pudieran ser. Traía una urgencia y los modismos quedarían para más tarde. La cortesía y educación también.
- Por el coño de tu prima, abrirme la puta puerta maldita sea. Por el coño de tu prima y la estampa del cardenal. Abrirme ya.
Abro la puerta corriendo e indico al soldado que corra hacia la enfermería. Yo le voy guiando con mis pasos.
- ¡Vamos! - Le apremio.
Corremos como podemos por los pasillos de la Iglesia hasta llegar a una sala blanca como el mármol, llena de camillas.
- ¡Déjala ahí!
Le indico una camilla donde hay varias mujeres vestidas de blanco impoluto esperando a ver a Lyona y dar un diagnóstico. En el momento en que la suelta, cojo del brazo al soldado y le indica que nos vayamos.
- Ya no puedes hacer nada más por ella. Salgamos.
Bastante preocupado y algo mejor que hacía un rato, siguió a la monja, sin comentar ni nada.
Estaba luchando por respirar. La carrera había sido extenuante, ya que había dado todo lo que su cuerpo podía dar. Le corrían algunas dudas por la mente ... pero esperó a que ella hablara primero. Si no, ya le comentaría algo para que ... Quería formar parte de esto. De La Hermandad ... y quería saber.
Salimos fuera de la Iglesia, por la puerta de atrás, donde se ve un terreno bastante hermoso, despejado, con una nave de unos 200 metros cuadrados en el fondo, en apariencia abandonada. Saco una cajetilla de cigarrillos, me enciendo uno y le ofrezco otro al soldado.
- Me da igual lo que haya pasado. Sobre todo a Lyona. - Movía los pies y mi cara era de nerviosismo. Reflejaba todo lo contrario que mis palabras. - ¿Te vas a quedar aquí hasta que sepamos algo? ¿O prefieres que te llame?
- Hermana, confesó, mientras hacía un gesto rechazando el piti, realmente mi intención es alistarme a la hermandad, pero si no es ya, y se informa a mi unidad, me tendré que presentar allí en breve, para que no me den porfalto ... o algo peor. Suspiró. - Se que tiene una relación especial con esta ... chica. No quería decir tipa ni nada que pudiera sonar ofensivo. Esas cosas ya las pensaba ella solita de por si. - Si con esto, ella le debe algo, seguro que igual...o puede encontrarse usted en una situación mejor, o de poder, y ella le debería un favor. Se relajó. - Esperaba que eso mejorase la relación que tienen de alguna manera.
Si no entro en la hermandad, he de regresar a mi unidad, hasta que me llamen ustedes o me recluten, a lo cual seré totalmente voluntario.
Miro durante un largo rato a aquel hombre, que estaba perdido. Dudo que hacer o que decir ante lo que mis oídos han escuchado. Ahora mi mano tiembla y mi cigarrillo está apunto de caer e mis dedos. Mi otra mano tienda a ir a por la pistola, pero la sujeto para que no haga ningún movimiento brusco y permanezca con el paquete de cigarros en ella.
- Será mejor que te largues de aquí antes de que te mate.
- De nada, hermana. Y sin más se marchó para regresar a su unidad.
Al llegar a la habitación del cuartel, ves que Donovan no está.
¿LLego dentro de la hora de Regreso de Francos?
Marcho corriendo al control de accesos de la base. Allí sabrán si han salido, o si no, y si lo han hecho, hará cuanto. Y tal vez, como ponerse en contacto con ellos.
En el control de acceso, le pido la identificación antes de dar información. En cuanto Murray me la da, me pongo con mi ordenador a buscar lo solicitado.
- Salieron hace 2 horas aproximadamente. En dirección norte con un Helicóptero de combate. Lo que no me sale aquí es la dirección exacta. Parece ser que Harding lleva la misión secreta gracias a los de arriba.
Si, soldado, tiene razón. Es lo que tiene luchar contra la corrupción, que no se puede enterar nadie hasta que cumples con toda la misión Asiente. Luego, entusiasmado, pregunta: ¿Podemos ponernos en contacto con la aeronave?
Igual podría llegar como refuerzo.
- Perteneces a la misma unidad. Sólo los altos cargos de la misma unidad pueden contactar con su misma unidad. Pero actualmente, en el cuartel, tú eres el más alto cargo de la unidad. Por lo que si me perdonas un momento, te pongo en contacto. - Tecleo mi ordenador y le paso un teléfono móvil. - Ahí lo tiene.
El teléfono te lo tienen que descolgar desde el otro lado. Ahora mismo sólo está haciendo llamada.
Voy hacia allí y en cuanto me indique, descuelgo.
- ¿Mi alférez?
Nadie respondo al otro lado. No han descolgado la llamada.
Vuelvo a marcar para reenviar la llamada una vez más.
Sobre las 10 de la mañana aproximadamente.