Partida Rol por web

Mientras los dos hombres siguen ahí, escuchas en el silencio. Parece que en el pasillo hay un intercambio de tiros. Alguien cae y otro se arrastra mientras dispara.

Incluso parece que alguien habla en otra habitación, pero no puedes escuchar bien qué dice.

Mis ojos empiezan a irradiar un brillo rojizo como dos luces de lets que aun no se atreven a encenderse.

Totalmente inmóvil, escucho como alguien combate fuera de la habitación. Sea quien sea cae y dispara mientras se arrastra. Si es un amigo le ayudaré, si es un enemigo no dudaré en terminar con él.

Antes debo desembarazarme de los dos humanos que intentan acostumbrar su visión a la oscuridad. Mirando con cierto recelo las espadas que me regaló el Príncipe me rio ante mi propia nostalgia por la teatralidad. Ya no hay peleas de espadas en este siglo, como no las hubo en el mío. Eso es cosa de mucho antes y en esta época seguimos resolviendo los asuntos a tiros, que son armas más limpias y efectivas...aunque menos placenteras.

Con un impulso y repimiendo rugir, dejo caer ambas hojas al suelo y antes de que tintineen entre ellas o siquiera toquen el suelo trato de destripar a golpes a ambos enemigos a la vez. Puede que no los mate pero si consigo aturdirlos tal vez logre que no den ningún grito de alarma.

De nuevo vuelvo a salir de detrás de la cama para volver a disparar al humano que estaba tratando de dañarme.

Saltas sobre los hombres antes de que se puedan dar cuenta de que ocurre algo. Caes sobre ellos, derribándoles.

Actúas con velocidad. Tus garras se mueven casi a la par que tus pensamientos. Tus manos penetran su piel como si fuera agua. Con rápidos movimientos abres su espalda mientras la sangre empieza a cubrir el suelo. Las costillas las rompes como si fueran simples ramas, destrozando por dentro todos sus órganos.

Cuando te vas a dirigir al segundo hombre, éste no se mueve. Se debe haber quedado inconsciente al golpearse con la cabeza en el suelo.

Disparas a uno de los humanos, dándole en el pecho. Cae al suelo y no se vuelve a mover.

El otro se pone a gatas, buscando la pistola que ha perdido

Bueno, has sido útil después de todo- dice Alexander, mira a su alrededor buscando algo que pueda servirle para atar al tipo. En caso contrario debería nockearle. 

Vuelvo a disparar contra el que anda a gatas.

Pues no ha sido tan difícil, me digo contemplando ambos cuerpos desplomados y jactándome de mi propio sobresalto y lo fácil que estos bastardos me habían sumido en el miedo.

Abriéndole la canal maestra al que ha quedado inconsciente dejo que se termine de derrochar contribuyendo al lamentable estado de la habitación. Puesto que ya hay sangre en las paredes, por todo el suelo y cubriéndome desde la cara hasta las rodillas no hay necesidad de ser remilgados.

Acto seguido me acerco a la puerta y, si no escucho nada raro o demasiado cerca saco la cabeza para echar un vistazo a mi próxima victima.

Las balas resuenan junto a mi cabeza mientras impactan contra la puerta tras la que me encuentro. Por suerte para mi, la puerta parece ser bastante resistente, por lo que las balas no la atraviesan.

Viendo que tras la puerta estoy razonablemente seguro, al menos por el momento, me tomo mi tiempo para apuntar de nuevo al humano, y esta vez, el proyectil alcanza su objetivo.

Buscas por la habitación y lo único que encuentras son las sábanas de la cama, que pueden servir para atar al hombre

Consigues acabar con el último hombre que está en tu habitación. Te paras a escuchar y oyes varios disparos, pero esta vez parece que están en el pasillo

Escuchas ruido fuera de la habitación. Concentrándote un poco, escuchas unos disparos en una habitación no muy lejana a la tuya, y también más tiros por el pasillo

Antes de salir de la habitación me preocupo en registrar los dos cadáveres que hay en la sala, para ver que objetos tenían de interés y ya de paso quedarme con las armas que llevaban encima. Después salí por la puerta para ver de donde venían esos disparos.

Tus balas vuelan y parecen que las diriges con la mente. Golpean a tu enemigo en el pecho. Cae al suelo y la pistola se le va de las manos. A pesar de que sigue respirando, su pecho sube y baja cada vez más lentamente.

A pesar de solo tener las sábanas -de algo le podría servir- decide actuar con contundencia. Le realiza un potente golpe para dejarle inconsciente. Hecho esto le ata con fuerza, brazos y piernas. Por último, se acerca al segundo tipo que había tumbado y comprueba su pulso.

Una vez despejado el pasillo, abro la puerta con cuidado y me dirijo hacia las habitaciones donde duermen mis compañeros, con la pistola lista para dispar a cualquier nueva amenaza con la que me encuentre.

Al pasar junto al hombre caido, no puedo evitar sentir remordimientos por el sufrimiento que le he causado. A diferencia de los otros, éste va a tardar un rato en morir. Por un momento me planteo pararme y acabar con su vida de una forma más misericordiosa, pero al final decido apartar la vista y continuar mi camino a su lado.