Partida Rol por web

Calaveras y Grilletes

Prólogo: Puerto Peligro y sus peligrosas tabernas

Cargando editor
17/08/2016, 16:33
Bardo

Ah, Puerto Peligro. Su nombre lo dice todo. Lugar en el que se refugian algunos de los rufianes más peligrosos de todos los mares. Bajo la atenta mirada del Rey Huracán la ciudad prospera. Los Capitanes Libres lo consideran uno de sus puertos de destino, donde vender las riquezas arrebatadas en alta mar. Y donde gastarlas, por supuesto. Jajajaja.

Pero no solo se reúne en la capital de los Grilletes lo más destacado de la pirateria. Marineros de agua dulce, desposeídos, locos y demás ralea pueblan sus burdeles y tabernas.

Y es en uno de estos tugurios donde comienza nuestra historia...

Cargando editor
17/08/2016, 16:47
kosarev

"La Doncella Imponente" es un mugriento bar cercano a las embarcaciones amarradas. Sus bajos precios y bebida abundante lo hacen el lugar ideal para que los marineros de los barcos se reúnan. Todo aquel interesado en la mar también se acerca aquí, pues la posibilidad de escuchar noticias de nuevos abordajes y tesoros encontrados es alta.

Esta noche el local se encuentra abarrotado. Apenas hay sitio para andar, pues las tripulaciones de varias flotas piratas están de permiso.

Pero no solo hay bucaneros bebiendo. También podemos encontrar a cuatro individuos bebiendo y escuchando lo que los piratas gritan y vociferan..

Cargando editor
17/08/2016, 18:43
Kissia Fastclaw

Kissia había abierto la puerta del local y entrado rápidamente. Al principio, le asaltó un gran elenco de olores, lo cual saturó su nariz. Sabía que en poco tiempo habría reconocido las pautas y le permitiría saber más de lo que allí dentro se cocía.

La fácil sería decir a todos los presentes algo como "Hola, soy Kissia, ¡Y quiero ser una pirata!", pero era una idea absurda. Sí que quería ser pirata, pero tendría que encontrar un barco que tuviera un buen futuro. Con un capitán que supiera lo que hacía. No quería enrolarse en un navío y que luego el alto mando se dedicara a surcar el mar sin saber dónde estaban los buenos botines.

La félido era una mujer atlética y llamó la atención de más de uno. Para otro félido sería muy atractiva, pero su rostro no podía competir en belleza al de una mujer humana, o una con sangre élfica. La joven, claro está, no tenía ningún ánimo de coquetear. Lo que quería era investigar y escuchar acerca de los diferentes capitanes.

Si por ella fuera, se quedaría escuchando historias todo el tiempo que fuera necesario. Pero era consciente de que no tenía trabajo, pues la Mantaraya había ardido completamente, así que tendría que juzgar con rapidez.

Se sentó y pidió algo de beber. Se giró para ver a las gentes del lugar, por ver si alguien estaba particularmente bien visto. De ser así, indicaría que tenía buena reputación, lo que podía ser sinónimo de que su barco era apropiado para ella.

Cargando editor
18/08/2016, 15:51
Jask Smizt

Todos los piratas le parecían iguales. Después de haber trabajado en varios barcos y con piratas, bucaneros y marineros de todo tipo, a Jask solo le importaba el trabajo, su medio de subsistencia.

Hace unos días, viendo que su último trabajo le llevó a Puerto Peligro, y que se estaba quedando sin monedas, decidió preguntar donde podría encontrar algún trabajito. Es así como la delgada y escueta figura de este marinero dieron a parar con sus huesos en el bar de La doncella imponente. A juzgar por la cantidad de gente que había y el alto nivel de testosterona reinante, cualquiera podría pasar por alto. Trató de sentarse con una jarra de "algo que le sirvieron" en un rincón, esperando el devenir de los acontecimientos y buscando a algún capitán de barco con quien poder hablar sobre trabajo.

Notas de juego

dire, tienes unas anotaciones en la pestaña Notas.

Cargando editor
18/08/2016, 21:59
Padre Ramah

Un hombre alto, delgado, y de pelo azabache largo hasta los hombros, se encuentra en su salsa en la barra de la posada. Cerca, el posadero mismo está limpiando vasos, y sirviendo, con una oreja en lo que explica el hombre. Éste se encuentra apoyado con los codos en la barra, de espaldas al posadero, mirando hacia su pequeña audiencia. A decir verdad, no queda claro quién le está escuchando, aunque hay varios malcarados, aburridos o irrespetuosos energúmenos en primera fila, en las mesas más cercanas.

El hombre habla con vehemencia, su voz una de las más potentes de la posada, ayudando a crear la atmósfera de local abarrotado en ebullición. Él no se da cuenta, pero lleva ya unas copas de más encima, como delata su pronunciación pastosa. A su lado hay una mugrienta jarra a la que va pegando tragos de vez en cuando.

... Hace cuatro años, está diciendo en este momento, cuando tenía veintitrés, me pasé bebiendo. Nada fuera de lo común, todo sea dicho de paso. Pero ese día terminé, de noche, en unas rocas cerca del puerto de mi cochambroso pueblo, al este de aquí, discutiendo a grito pelado sobre la inutilidad de Besmara y de la fe, con un clérigo itinerante y sus dos guardaespaldas. Era un tipo acaudalado aquél, lo cual me daba más rabia. Robaba a los demás infundiendo miedo, amenazando con maldiciones. Desgraciado. La escupidera a los pies del hombre resuena al echarle éste un salivazo con desprecio. Digamos que fui corto de miras. Al final, tras un forcejeo, mientras un guardaespaldas me inmovilizaba el otro me pegó unos cuantos puñetazos que me dejaron molido. Después, hicieron un hueco entre las rocas, y me tiraron ahí dentro, donde me hice una herida en la nuca aunque ya ni me enteraba. Quedé desparramado, boca arriba. Me taparon con varias piedras enormes que no podía mover, y me dejaron allí, insultándome, diciendo que la marea ya haría el resto. Sus ojos bizquean, mientras su historia prosigue, alimentando la noche de la Doncella Imponente...

Cargando editor
18/08/2016, 23:03
Kissia Fastclaw

La posada estaba muy concurrida, llena de marineros. La verdad es que estaba acostumbrada a tales multitudes. En la Mantaraya se respiraba el mismo ambiente muy a menudo. Se alegraba de haberse podido marchar de allí, pero ahora no tenía claro qué hacer. En fin, sí. Tenía que estar atenta a ver... quizá a ver quiénes manejaban más dinero. El caso era escucharles. De momento, la única historia era la de aquél hombre que hablaba de cómo habían tratado de eliminarlo. Estaba ahí de pié, hablando a la gente. ¿No había nadie jactándose de sus aventuras, sus conquistas o sus tropelías? No podía creer que con todo el alcohol que estaba circulando nadie más se estuviera soltando de la lengua.

 

Cargando editor
18/08/2016, 23:57
kosarev

De repente, la puerta de la “Doncella” se abre de un portazo. Por ella entran tres hombres. En cuanto las antorchas de la estancia alumbran sus caras, la concurrencia empieza a murmurar.

“...no es ese Azotes?” “...Harrigan…” “...se había hundido…”

Los tres hombres se dirigen a la barra. A la cabeza va un hombre alto y delgado, con una barba negra e hirsuta acabada en una larga trenza. Su tres cuartos le hace parecer aún más enclenque de lo grande que le queda. Flanqueado por un gordo semiorco y un feo enano, los pocos que se encuentran todavía en su camino se arrepienten.

Cargando editor
19/08/2016, 00:01
Chiste Hictérico

"Grr"

Cargando editor
19/08/2016, 00:02
Tam Tate "el Narval"

Mi amigo dice que te apartes.

Cargando editor
19/08/2016, 00:03
kosarev

Cuando llegan a la barra el espigado humano suelta una pesada bolsa de monedas en la barra.

Cargando editor
19/08/2016, 00:04
Maestro Azotes

Mesonera! Esta noche la cuenta la paga el Capitán Harrigan! Que estás ratas de cloaca se olviden de sus penurias escuchando el relato de nuestros últimos meses en la mar.

Cargando editor
19/08/2016, 00:05
kosarev

El semiorco agarra un taburete y el hombre delgado se sube a el. Mientras la tabernera comienza a servir cerveza para toda la concurrencia, empieza su perorata…

Cargando editor
19/08/2016, 00:05
Maestro Azotes

Hace meses partimos de Puerto Peligro rumbo al norte. Tras sortear el Ojo de Abendejo, nos dirigimos a las costas chelias. Cobardes como vosotros no se atreverán jamás a robar a demonios. Pero Harrigan es uno de los más grandes piratas que ha pasado por los Grilletes y no se amedrenta fácilmente. Vimos una vela...

Cargando editor
19/08/2016, 09:06
Kissia Fastclaw

Estaba sucediendo algo interesante. Aquél hombre dejó la bolsa de monedas y había de sobra para invitar a todo el mundo. Llegó y se subió a un taburete, deseando contar sus historias. Tampoco era muy común que alguien quisiera llamar tanto la atención. Por las conversaciones de los otros piratas, los daban por muertos. ¿Quizá querían demostrar que los rumores eran falsos? Lo que pensó Kissia es que alguien había manchado la reputación de ese Harrigan y ahora venían a tratar de enmendar aquello.

Otra opción era que estuvieran buscando reclutas y quisieran destacar premeditadamente. Sea como fuera, las rondas estaban pagadas y eso era un alivio para su bolsillo. Podría beber un poco y estudiar a esos marineros, mientras soltaban sus bravatas.

Tampoco tenía claro lo que haría el otro que estaba charlando. Lo mismo le sentaba mal que le quitaran el protagonismo. Y ya que estaba atenta a todo, había también un joven con un pañuelo azul. Parecía recién llegado, porque andaba sólo. Seguramente buscaba también algo en aquella taberna. Los hombres no solían ir sin sus colegas a ningún lado. Se imaginó que le podía haber sucedido como a ella, que un giro del destino la había dejado tirada.

Cargando editor
19/08/2016, 10:50
Padre Ramah

... Y recé. Vaya si recé. Reconozco que no fue... eeh... de pronto unos recién llegados interrumpen la oratoria del hombre ebrio. Tras lanzarles una mirada furibunda, mira también la bolsa de oro. Bueno, quizá no pase nada por dejarles soltar su perorata, disfrutar de su oro, y después ya habrá tiempo para seguir aleccionando a estos marineros de alma errante, piensa. Con una tos tonta, se tira de las puntas del cuello de la camisa blanca que asoma por debajo de su jubón de cuero tachonado, y se aparta un poco para dejar sitio en la barra.

Cargando editor
19/08/2016, 12:14
kosarev

El tiempo pasa, y el hombre sigue hablando. Parece que las historias sobre Harrigan no tienen fin.

Cargando editor
19/08/2016, 12:16
Maestro Azotes

... toda esta taberna se hubiera acojonado ante la aparición de aquella monstruosidad. Pero Harrigan no. Porque los tiene bien puestos, a diferencia de vosotros. Agarro un arpón y salto a las fauces de aquel pulpo y se lo clavó...

Cargando editor
19/08/2016, 12:27
kosarev

Mientras tanto, la cerveza y el vino corrían a raudales. Los murmullos acallados, las voces de la audiencia eran cada vez más balbuceantes cuando gritaban o se reían ante las aseveraciones del barbudo enclenque.

Cargando editor
19/08/2016, 17:23
Kissia Fastclaw

Vaya, que el hombre del látigo estaba haciendo una gran campaña a favor de su capitán. Al principio, creyó que Harrigan era el tipo de pirata que buscaba, pero con el tiempo, el hombre seguía contando historias una tras otra, hasta que se fueron volviendo inverosímiles. Eso de arrojarse a las fauces de un kraken era un poco extremo, salvo que hubiera abordado la embarcación y no hubiera riesgo de caer al mar.

- Y Harrigan, ¿cómo de generoso es, amigo?

Era una de las preguntas que le interesaban. Más que nada sentía curiosidad por cómo lo intentaban vender. Si el charlatán se ponía a decir que daba fortunas a diestro y siniestro, sería un buen motivo para sospechar.

Mientras, se fijaba en el joven del pañuelo azul, pues le parecía que debía de estar buscando algo que hacer. El otro hombre, el de los veintisiete, le resultaba más misterioso.
 

Cargando editor
20/08/2016, 19:12
Jask Smizt

Se acercó para escuchar el relato del hombre del látigo. Aquella historia le recordaba a las que el propio Jask utilizaba una y otra vez para ganar unas monedas en tabernas y bares de mala muerte como lo era aquel mismo. De pronto, mientras paraba unos segundos para coger aliento el narrador, vió como una félido preguntaba, queriendo saber más sobre aquella historia. Era bien conocida esa faceta de los de su raza, pensaba. Esperaba, desde una distancia prudencial, que aquello no fuese tomado por una interrupción y comenzasen a volar golpes y mobiliario por el local. La experiencia había hecho del delgado espadachín un desconfiado y siempre pensaba en lo peor, cosa que por otra parte, le había servido para librar a las heridas y a la propia muerte. Al menos, hasta ahora.