Partida Rol por web

Vas corriendo hacia la tienda, por el camino te encuentras a Hanson, que se dirigía también a la tienda. Se gira y te ve venir hacia él.

- Pero... ¿Aditus? ¿Cómo es que has venido? ¿Ya tenéis solucionado lo de las habitaciones?

- ¡Bah! Eso a mi no me preocupa! Aditus ha dormido otras veces en el raso, y puede volver a hacerlo. Además, la habitación que sobre, será la mía y, si no sobra ninguna, nada mejor, ¡me cuelo en la de Sixta jaja!

Ahora que lo pienso, colarme en la habitación de Sixta no acabaría siendo una gran idea, la verdad, más bien sería un gran suicidio! Jeje, me imagino la actitud de ella "Cómo te has colado aqui? Mueere, mueree...!"

Suelto una risita, mientras me imagino la escena. Entonces, me percato de que Hanson sigue mirandome, esperando respuesta a la pregunta de qué hago aquí.

- Eem... He venido para ver qué armamento puedo escoger. O quizá no puedo escoger y tu eres el que elije?

- Bueno, en el ámbito de la tienda yo no soy quién manda, el tendero es quién os dará las armas que necesitéis y las que él crea convenientes para vuestra experiencia.

Hanson se acerca a la entrada de la tienda, una vez en la puerta se gira hacia Aditus.

- Creo que os tenía preparada una sorpresita...

La puerta se abre y los dos entráis a la tienda, la sala es pequeña, las cuatro paredes están plagadas de armas colgadas: hachas, espadas, alabardas, lanzas, dagas... En la esquina derecha, un pequeño mostrador. En la esquina opuesta, una gran vitrina con un bastón dentro. El bastón era largo, curvado por ambos extremos y con tres esferas en cada extremo y en el centro que brillaban con un tono rojizo.

- ¡Vaya, Hanson! ¿Se murió tu tío abuelo rico o qué? No me pregunto como has conseguido tanto material... ¿Puedo probar alguno de esos arcos? - encuriosido, me acerco a las armas. Sin embargo, algo llama mi atención; un báculo con esferas rojizas está colgado en una vitrina.

Me gusta... mucho.

- ¿Qué es? ¿Qué hace?

Hanson se acerca al báculo y se coloca al lado de Aditus.

- ¿Esto? Este báculo perteneció al gran mago que nos ayudó a crear el campamento, se podría decir que fué uno de los fundadores. Con este báculo, el hechicero abrió el portal que conduce aquí desde el bosque y que hace que nadie lo vea aunque traspase los árboles sin pronunciar las palabras correctas.

El humano se calló por un momento y miró al tendero lanzandole una mirada de compenetración.

- No deberías saber esto, pero se dice que el báculo no tiene ningún poder, únicamente el hechicero podía utilizarlo. Quizá el báculo sea una simple vara decorada o quizá tenga algún poder oculto. Ninguno de los magos del cónclave que han pasado por aquí lo han hecho funcionar.

El tendero salió corriendo de la barra, era un hombre menudo y regordete.

- ¿Arquero también?

Sin dar lugar a una respuesta, fué directamente hacia una de las paredes de la tienda, donde había colgados varios arcos.

- Bien, veamos que tenemos por aquí...

El tendero dió unas cuantas vueltas a la habitación, fijandose en todas las paredes para encontrar el arma apropiada. Finalmente, se detuvo en una de ellas.

- ¡Ajá! Creo que esto irá bien.

Corrió hacia detrás del mostrador y sacó una pequeña banqueta, sobre la que subió para recoger el arco. De un salto, bajó de la banqueta y se acercó a Aditus.

- ¿Qué te parece esto? -dijo, ofreciendole coger el arco en sus manos- Es uno de los pocos arcos mágicos que tengo de momento, dicen que da suerte a su portador. Pero si no te gusta también puedo ofrecerte algo más común.

El arco que Hynan sostenía entre sus manos era un arco alargado, de una madera más clara que los típicos arcos que teníais, casi blanca. En la empuñadura del arco, había dibujado un pequeño trébol de cuatro hojas bajo relieve.

- ¿Es para mí? Claro de quién si no... ¡me gusta mucho! ¿Es verdad eso de la suerte? ¡Qué suerte! Jeje, con esto no voy a fallar ni borracho. - paso las manos por sobre la blanquecina y fina madera, como si estuviera acariciandolo y, en cierto modo, eso es lo que en verdad hago. Al llegar a la altura del trévol de cuatro ojas, paso el índice por todas las rugosidades, apreciando cada milímetro. Con una sonrisa en los labios, me giro hacia el tendero y digo: No hará falta, gracias, este es perfecto por ahora... me gusta mucho.

Me pongo como si estuviera en posición de ataque y, girandome hacia la puerta, tenso la cuerda y la suelto, varias veces. Satisfecho, vuelvo a girarme.

Ideal, de momento servirá. Además es muy bonito!

- Jeje, me encanta. Emm... ¿os debo algo, chicos?

Hanson se acercó a donde estaba Aditus para echarle un vistazo al arco.

- Vaya, Hynan, tienes en alta estima a nuestro jóven arquero por lo que veo. Debes saber, Aditus, que este arco lleva ahí colgado desde que se encontró, hace ya algún tiempo, puedes considerarlo un regalo.

Mientras tanto, el tendero sacaba un saco de debajo del mostrador, por el que asomaban varios arcos y puntas de espada. Hanson recogió el saco y lo echó a su espalda.

- Bueno, Hynan, muchas gracias por todo esto. Ya vendré a verte más adelante. -girandose hacia Aditus- Vamos a reunirnos con los otros en la residencia, Aditus. ¡Adiós, Hynan!

- ¿Ya nos vamos? De acuerdo, adiós Hynan, ¡y muchas gracias por el arco! Espero que nos veamos pronto. - dirigiendole una sonrisa y una pequeña reverencia, me giro y sigo a Hanson hasta la puerta. - Oye, ¿crees que esto va a impresionar a Sixta? ¿Y a Althana? ¡Seré el rey de la fiesta!

Me pongo la capucha, y el arco en la espalda.

Aditus, no te pases...

- Pero bueno, lo primero es lo primero. ¿Ya podremos empezar a entrenar?

Hanson cerró la puerta de la tienda y se volvió hacia Aditus. En el campamento había empezado a anochecer, la situación del campamento, en mitad del bosque, dejaba ver un precioso cielo estrellado sobre los árboles.

- ¡Jajaja! Por supuesto, seguro que las impresionas, pero cuidado, las mujeres pueden ser mucho más peligrosas que una flecha envenenada. Sobre el entrenamiento... sois libres de usar los dominios del campamento como os plazca. -mientras caminábais, miró al cielo- Son preciosas, ¿verdad? Las estrellas... Bueno, ya está empezando a anochecer, lo mejor es que vuelvas a la residencia y les des estas armas a tus compañeros.

Deja el saco que cargaba a su espalda en el suelo.

- Mañana será otro día, yo creo que iré a mi cabaña a terminar unos asuntillos que dejé a medias. La residencia es aquella. -dice señalando con el dedo a un edificio grande de madera- Mañana, si no tenéis nada que hacer, buscadme y os intentaré encontrar algo para hacer. ¡Buenas noches, amigo!

Hanson comenzó a andar hacia el lado contrario, al fondo del campamento, unas cuantas cabañas pequeñas, casi inmersas en el bosque del fondo.

El campamento parecía casi vacío, al frente, la residencia, por alguna de las pequeñas ventanas del edificio se podía ver alguna que otra sombra, proyectada por las pequeñas velas que iluminaban las habitaciones. Un poco más al fondo, los campos de entrenamiento, todos vacíos.

A la derecha, un pequeño camino daba a una plaza pequeña, con tres o cuatro edificios de los que colgaban algunos carteles que, desde donde estaba Aditus, no podían distinguirse las letras escritas en ellos. Al fondo, las pequeñas cabañas en las que todavía se veía la figura de Hanson dirigiendose hacia ellas.

Creo que va siendo hora de ir a dormir. Mañana quiero estar al máximo rendimiento, quiero dar lo mejor de mí. Por otro lado... uhmm... podría ir a practicar con el arco, pero no tengo flehcas y la visibilidad no es muy buena. Ir de nuevo con Hanson... no, mejor no, creerá que soy un pesado. Mejor opción, descansar.

Empiezo a andar hacia el edificio de madera.

- ¡Mañana empieza la nueva vida de Aditus Zerpa! - grito, a pleno pulmón, rebosando felicidad.

- ¡Me alegro, pero la gente quiere dormir!

Mientras caminabas, una voz resuena de fondo, seguramente proveniente de la residencia.

Al llegar a la puerta del edificio, ves las puertas abiertas todavía, el interior del edificio desprende un delicioso calor hogareño. El interior podría asemejarse a cualquier posada pueblerina.
Nada más entrar, a la derecha, un mostrador. Al fondo podían verse unas escaleras que giraban a la izquierda. Y a la izquierda de la sala, un pequeño recibidor con una mesa y tres o cuatro sillas alrededor. Tras el mostrador, una pequeña cortinilla daba lugar a otra pequeña sala.

Un enano rubio, con cara de anciano, sale del mostrador y se pone frente a Aditus, mirandolo de arriba a abajo.

- ¿Y tú quién eres? Nadie me ha dicho que reservara otra habitación individual. -el enano se rasca la barba, pensativo- Estaba la reserva de la habitación para seis, la del mago y la de aquel guerrero...

- Ah... habrá habido una confusión... yo vengo de dar una vuelta con Hanson. Hemos ido a la tienda, y el tendero me ha regalado este arco. - mostrándoselo - ¿Es bonito, verdad? Pero bueno... la habitación, ya le digo, seguramente se trata de una equivocación. Busque el nombre de Sixta, ella es mi novia, vamos en la misma habitación. Doble, supongo y espero. - a pesar de la mentira y aguantandome sin reir manteniendo una expresión seria, se me escapa una pequeña carcajada, que camuflo con un falso tosido: Cof, cof... pperdón. ¿Lo encuentra, señor?

El enano volvió corriendo al mostrador, parecía que era un hombre ocupado, por su manera de correr a todas partes. Una vez detrás del mostrador, sacó un libro enorme que puso encima del mismo, lo abrió y empezó a hojearlo.

- Sixta, sixta, sixta... ¡Aquí!

Volvió a correr fuera del mostrador y se puso frente a tí.

- ¿Y por qué llegas tarde? Tu eras el sexto guerrero que ha reservado la habitación grande, ¿verdad? No me han avisado tus amiguitos, pero creo que se han perdido por arriba, así que vamos a buscarlos. ¡Corre!

El enano empezó a subir las escaleras corriendo, dobló la esquina y se perdió a la mirada de Aditus.