Partida Rol por web

8:00 AM

Las Unidades Móviles de los diferentes medios de comunicación se despliegan frente a las puertas de los Juzgados de Plaza de Castilla, hoy la noticia está en  el juicio de Valmayor, un caso que trae cola desde hace meses por lo repugnante y lo macabro del asunto. Antena 3 y Telecinco han hecho varios especiales del caso e incluso de la infancia del otrora afamado neurocirujano, en estos momentos, los reporteros se preparan para conectar en directo con Ana Rosa y con Susana, respectivamente.

Los cámaras montan los trípodes de manera que al colocar las cámaras, éstas cubran a la perfección la puerta de los juzgados. El Juicio comenzará  a las 9:00-9:10, de manera que a no mucho tardar aparecerá por allí el propio médico.

Además de los medios más convencionales, periodistas de diversos diarios de internet y de medios locales o provinciales daban vueltas alrededor de la pequeña plaza que daba acceso a la las puertas. Había personal cuya misión era ir mirando los taxis que se acercaban para ver si descubrían en alguno al susodicho.

Había un par de lecheras aparcadas a poca distancia, media docena de policías de la Nacional esperaban a la llegada del taxi o del coche particular para escoltar al acusado, pues en el otro lado de la plaza, había dos docenas de personas con camisetas con la foto del pequeño Pau, y con el lema : "Justicia para Pau ¡Ya!", los ánimos se iban caldeados y a nadie se le escapaba que la multitud iba a intentar linchar al hombre.

El Secuestro y el intento de experimentación con un niño con Síndrome de Down era de lo más deplorable que se podía hacer en esta vida, incluso a reporteros con una larga trayectoria como Raúl Mora, que se hallaba en estos precisos momentos fumando un cigarrillo con su mano derecha mientras que con la izquierda se colocaba bien el flequillo, el tema les asqueaba.

Allí frente a la puerta, había otra reportera de un medio digital, la cual se limitaba a observar y a tomar notas para redactar la correspondiente crónica. Había venido en metro, y cuando el médico saliese se iría a su pequeño piso a subir la crónica en internet.

Gabi es un friki del audiovisual y sabe estar en su sitio cuando se requiere, pero lo estoy viendo que está loco por fumarse un canuto. A mí mismo se me están abriendo las costuras, no recuerdo haber estado tan nervioso en mi vida. Me bailan los datos en la cabeza, no asimilo ni una coma más de estas cartulinas que me ha apañado la Martita. ¿El chavalito sobrevivió al secuestro o no? ¿Me sienta realmente bien esta chaqueta? Me llama la atención una colega aplicada, plantada junto a la puerta, y como ya ensayé varias entradillas contra el fondo de la masa de los manifestantes, y he grabado una serie de entrevistas entre sus miembros más exaltados,  dejo que Gabi se recree en los que tengan más cara de querer formarla y me arrimo a ella, para ver si puedo sonsacarle algo.

-¿Qué lío, eh? ¿Fumas? Parece que se retrasan –la abordo con una sonrisa. Y poniendo cara de admiración: -Estás sacando humo de ese bloc.

Aquel día lo que me había despertado no había sido el zumbido impaciente del despertador sino la musiquilla de videojuego que tenía en el móvil. Eran las seis de la mañana, ¿quién demonios me llamaba a esas horas? La voz ansiosa de Javier, mi jefe, fue la que me respondió, contándome atropelladamente no sé qué milonga de que Antonio había tenido un accidente y que yo tenía que presentarme ante los juzgados para cubrir la noticia más impactante de los últimos tiempos. En ese momento, la niebla que cubría todavía mi mente se despejó por completo y de un salto me levanté con los nervios de punta. Por fin, esa era la oportunidad que llevaba tanto tiempo esperando... al fin iba a cubrir una noticia que valía la pena.

Pasé como una exhalación por la ducha mientras se iba haciendo el café. Me vestí con ropa cómoda -vaqueros, camiseta y deportivas- para aguantar bien las largas horas que debería estar de pie. Y después de intentar darle un par de mordiscos a una magdalena más dura que una piedra y casi quemarme con el negro líquido, cogí una chaqueta y mi bolso donde ya estaba metido el bloc, los bolígrafos y la grabadora. Eché a correr hacia el metro y conseguí llegar ante las puertas de los Juzgados a la vez que otros reporteros.

No podía desperdiciar ni un sólo instante, así que me puse manos a la obra intentando sonsacar algo al resto de colegas e interrogando a los curiosos que pululaban por allí. De vez en cuando miraba el reloj impaciente por la llegada del médico... seguro que estaba a punto de llegar. Intentaba adelantar algo de trabajo enfrascada en mi cuaderno cuando una voz a mi lado alteró mi concentración.

- Perdona ¿qué decías? ¿Un cigarro? No gracias, lo estoy dejando. -Observé con ojo crítico al hombre que tenía al lado. Su cara me sonaba pero era incapaz de ubicarle, pero por su aspecto seguro que era el típico presentador chulo y prepotente de cualquier cadena de máxima audiencia.- Seguro que están al llegar, no pueden retrasarse mucho más. -Hice un gesto con el bloc quitándole importancia a su comentario.- Oh, sólo estoy adelantando un poco el trabajo, nada más. ¿De qué cadena eres? Me suena tu cara pero no sé de dónde.

Devuelvo el paquete al bolsillo, al tiempo que le señalo con la punta del cigarrillo los logos en la cámara que lleva Gabi, un muchacho de movimientos parsimoniosos y con el pelo demasiado largo.

-Hasta ahora, sólo he hecho noticias de poca monta –completo la respuesta. -Un colega tuvo un percance y me pasaron esta bomba. Te juro que no me llega la camisa al cuerpo. Por cierto, soy Raúl.

“¿Y tú? Tienes pinta de trabajar para un medio de divulgación.

Mientras la prensa se congregaba en la puerta de los juzgados, un taxi se detiene en el extremo occidental de la pequeña plaza, allí un taxista de piel oscura se baja del taxi y abre la puerta trasera, descendiendo de ella un personaje engalanado en un elegante traje, de porte imponente, no es otro que Julián Valmayor, el Ojo del Huracán.

Rápidamente, los despistados policías que había junto a la lechera corren hacia el hombre y cogiéndolo por los brazos delicadamente, caminan hacia la puerta de los juzgados. Buena parte de los periodistas congregados en la plaza, corren como en estampida hacia el hombre con la alcachofa en la mano.

Se acabó lo de contemporizar.

Corro raudo hacia donde Gabi, recupero el micrófono y pugno por alcanzar la primera fila de la multitud, mientras por debajo de la axila le voy susurrando al cámara:

-Graba todo el pasillo, pero en cuanto entren, tenemos que echarle la zarpa ese taxista.

Procurando que mi acreditación cuelgue bien visible de la solapa, voy lanzando preguntas al enjuiciado:

-¿Se arrepiente de lo que hizo, señor Valmayor? ¿Sometió al niño a algún tipo de abusos durante los días que lo tuvo retenido? ¿Por qué está obsesionado con la discapacidad mental?

-Vaya... pues parece que tenemos algo en común, yo también vengo sustituyendo a alguien. Pero espero que a partir de.... Oh, ya está aquí.

Ni siquiera me preocupé en terminar la frase. El actor principal de aquella trama acababa de llegar y eso era lo más importante. Eché a correr buscando una buena posición desde la cual poder formular todas las preguntas que había estado preparando. Pero la misma idea la habíamos tenido todos, no sólo los reporteros, los cámaras y los presentadores, sino también los curiosos, los seguidores y los detractores del doctor. A empujones me fui abriendo hueco hasta quedar cerca de donde pasaría el acusado protegido por la policía.

-Doctor Valmayor ¿le ha pedido perdón a la familia? -Oía el bombardeo de gritos a mi alrededor, casi todos interesándonos por hacerle las mismas preguntas.- ¿Considera que ese atroz asesinato ha servido para algo? Doctor... un segundo por favor...

Pero estaba claro que no iba a responder a ninguna de las preguntas. Mientras lo veía pasar en dirección al interior de los Juzgados, por el rabillo del ojo seguía atenta al taxista que le había llevado. No se me podía escapar, quizás él hubiera hablado algo con el acusado, quizás habían comentado algo de interés. Me demoré sólo el tiempo justo de asegurarme que Julián Valmayor no se detendría a hacer algún tipo de declaración

El Doctor pasa entre la marea de periodistas escoltado por dos parejas de policías nacionales, dos a los flancos empujando cámaras y alcachofas y los otros dos le llevan de los brazos al interior de los juzgados. Al menos debe de haber un centenar largo de personas congregadas en torno al doctor, el cual en un momento dado escucha una pregunta que capta su atención y a la cual responde sin miramientos:

- ¡ Yo no estoy obsesionado con la discapacidad mental! ¿ Es que no lo entienden? Había descubierto la forma de inhibir el bloqueo mental, ¡ De acabar con el retraso mental para siempre!

Decía mientras le metían a la fuerza por la entrada principal de los juzgados.

¡Bien, he dado en el clavo! Es imposible no esbozar una sonrisa de triunfo. Estas reivindicaciones desesperadas azuzan el interés de los telespectadores.

Cuando es imposible subir un peldaño más, me giro y aviso a Gabi con una palmada en el hombro para que eche a correr hacia el taxi. ¡No puedo dejarlo escapar!

-¡Caballero! ¡Caballero! –le grito. -Por favor, quisiéramos hacerle algunas preguntas.

En su locura, el doctor Valmayor cree haber encontrado la cura para la deficiencia mental, justificando de esta burda forma el secuestro y tortura del pequeño Pau... El bolígrafo corría a toda velocidad sobre el papel mientras escuchaba las parcas palabras que le dejaron decir.

Mierda... ¿dónde va ése? Joder que se me adelanta. Había visto a... ¿Raúl dijo que se llamaba? echar a correr hacia el taxista micrófono en mano. Aquel imbécil iba a ganarme por la mano sacándole las primeras palabras. Miré de nuevo hacia donde desaparecía el protagonista de la historia, pero me di cuenta que ya no le dejarían decir algo más y dentro de los Juzgados nosotros no éramos bien recibidos precisamente. Así que, tomé mi decisión.

Seguí la estela del presentador, convencida de que no le importaría demasiado. Total él daría la noticia en directo mientras que yo todavía tenia que llegar a casa y escribirla decentemente para colgarla en la web. Llegué junto a ellos y, desplegando una de mis poco habituales sonrisas encantadoras, me quedé bolígrafo en mano dispuesta a tomar nota de todo.

- Va a salir en la tele amigo. -Le dije al taxista creyendo que de esa forma quizás se soltara a hablar. Al fin y al cabo la gente se volvía loca por salir en la tele.

La cosa parecia un circo, sin saber como tenia el taxi rodeado de chismosos y no podia salir.

-¿Como? ¿la Tiele?, No gracias tengo prisa he de entrar en los juzgados

Me retiré con un gran esfuerzo para que pudiese descender del automóvil. Si le he soltado algún codazo a alguien, podría jurar que no fue intencionado. Insisto en preguntar con un vivo interés:

-¿Por qué ha requerido el juez su presencia? ¿Está usted implicado en el caso de algún modo?

La nube de periodistas se dispersó rápidamente al poco de entrar el acusado en el interior de los juzgados, los reporteros se retiraron unas decenas de metros para entrar en directo en las diferentes televisiones cuando procediese y los reporteros de crónicas se largaron de allí como si les hubiesen puesto un petardo en los respectivos traseros.

Lástima que aquellos pobres desgraciados no tuvieran los recursos y el ingenio de un reportero como Raúl Mora, adalid del periodismo marrullero para unos y de "investigación sutil", para el propio Raúl.

Su contacto en Plaza de Castilla, Jaime "el pichilla", vestido con el uniforme verde tan característico de la Guardia Civil, se acercó al periodista que se encontraba cerca del cámara, del taxista  y de Lucía y dijo al reportero

- Hoy te tengo que cobrar más por el favor. Lo del médico ese bien lo vale*-y le guiñó el ojo al reportero.

Que el pichilla era un cabronazo lo sabías desde hacía mucho tiempo, pero que fuera un HIJO DE LA GRAN PUTA, era nuevo para tí. El tío se estaba aprovechando en demasía de la situación de hoy, de que nadie había conseguido nada, ninguna declaración y de que las televisiones se iban a llevar un palmo de narices, excepto que un avezado reportero pudiera "ser colado" en el interior del recinto por un Guardia Civil amigo de la infancia que le cobrase una tarifa abusiva.

Normalmente, Jaime te colaba por una puerta lateral por 150 euros. Pero hoy todo pintaba que te iba a sablear, claro que si lograbas ser el único en entrar ibas a empezar a estar mirado con otros ojos dentro de la cadena y eso sin contar que ya no era como antes, cuando no podías "ceder" el vídeo del reportaje a otra cadena sin pasar por la que te pagaba la nómina.

En otras palabras, por mucho que te cobrase el Pichilla te saldría rentable porque harías un vídeo con la cámara oculta que siempre llevaba Gabino preparada para casos de emergencia y antes de mandar el vídeo a tu cadena se lo venderías a otras tantas. Negocio redondo.

Fui interrumpido en el acto de arrimarle la alcachofa a aquel moro que se hacía el estrecho, y me giré una pizca para reconocer al sujeto. Le sonreí como si me hubiese encontrado con el director de la cadena –aunque por dentro me estaba nada más que cagando en su puta madre- y lo saludé con efusividad:

-¡Hombre, me cago en la mar, qué gusto verte!

Miré de reojo a la notas aquella, cuyos trazos ya comenzaban a rechinarme como el chasquido de la rémora en el casco de un barco, y proseguí entre murmullos:

-Claro, Jaime, claro que sí, que yo sé que te juegas mucho. Pero no te encarnices demasiado, tío, que sabes que esto sale de mi bolsillo y no me va a llegar este mes para pagar la renta…

El picoleto ni corto ni perezoso estaba "haciendo un favor ilegal previo pago" delante de todos vosotros y de varias personas más que se encontraban allí cerca. La discrección brillaba tanto por su ausencia que las personas que estaban cerca pensaron que era una broma y siguieron a lo suyo.

Se acercó más a Raúl y le dijo entre dientes

- ¡Venga! Que te vas a forrar, no me seas rata Raúl...

Estaba claro que ambos se conocían bien.