Partida Rol por web

Castillos de arena

Tinta tus sueños

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28/02/2016, 21:19
Director

Con la segunda campana giras el pomo a la puerta, y en ese momento, el infinito se rompe en tantas perlas rojizas que te resultan imposible de contar y estas corren por las vetas de la madera hasta tu mano, pero incluso antes de llegar a ella, has pisado un nuevo mundo, una tercera campana suena, lejana, más que ninguna de las que has escuchado hasta el momento.

Bajo tus pies se extiende un desierto que se pierde en todos los horizontes, y justo a tu lado ves unas huellas de pisadas humanas. Solo dos, quietas a lado de tus pies.

Una brisa empieza a juguetear con tu pelo, meciéndolo al principio para después soplar con fuerza para enmarañarlo y con ese viento llegan unas palabras susurradas atrapadas en él: Aduéñate del tiempo.

La brisa desaparece con la afirmación y sobre ti empieza a  caer una columna de arena que te entierra en el desierto. Al alzar la cabeza a su origen, descubres un techo de cristal, y un pequeño orificio por el que gotea la arena. Es entonces, al descubrir el cristal sobre tu cabeza que el desierto se hace más reducido a tus ojos, y le ves limitar en las paredes con las que ese mismo cristal te rodea.

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28/02/2016, 21:45
Director

Con la segunda campana oyes la respuesta de Nicole y ves su mano girar el pomo a la puerta, y en ese momento, el infinito se rompe en tantas perlas rojizas que te resultan imposible contar.

Sientes tu mano solitaria, y cuando la puerta termina por abrirse, te ves pisando un nuevo mundo. Solo.

Una tercera campana suena, lejana, más que ninguna de las que has escuchado hasta el momento cuando descubres tus pies sobre una verde pradera que se extiende en todos los horizontes, y justo a tu lado, un camino dorado de arena empieza hasta perderse en el horizonte al que apuntan tus ojos.

En cuanto quieres mover los pies, descubres que la hierba te lo impide, que una tallo ha escalado por tu pierna amarrándote hasta la rodilla y cuando tus ojos llegan a él florecen de ese fino hilo verde dos campanillas de jazmín.

Una de ellas, se desprende y vuela sin viento, alejándose de ti, y siguiendo el camino dorado.

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28/02/2016, 22:04
Austin Garret-Jolley

La segunda campanada trae una respuesta y una sonrisa. En el tiempo entre esta y la tercera, en cambio, miro mi mano solitaria y por un momento me pregunto si no me falta algo. O si no me sobraba antes.

Al escuchar esa nueva campana miro alrededor, sintiéndome de repente como Alicia en el País de las Maravillas. Una sonrisa boba puebla mi cara mientras examino esa pradera infinita, y una frase de ese mismo libro viene a mi mente. «Siempre llegarás a alguna parte si caminas lo bastante», me digo. Y me dispongo a echar a andar antes de darme cuenta de que es imposible.

Y es entonces cuando comprendo la infinitud de este lugar. No es infinito, sino eterno. Mi pierna se ha quedado atrapada aquí para siempre, aunque... Anda, mira, jazmín. Mola.

Observo esas dos flores crecer, y decido esperar y ser sus sostén hasta que estén listas para abandonarme. Luego ya arrancaré mi pierna a mordiscos aunque sea. Si llevaba años esperando a que alguien llegase para poder crecer la verdad es que sería muy egoísta privarle de ese sustento.

Sonrío al ver nacer esas dos flores, y cuando a una se la lleva el viento mis ojos se quedan prendidos en la otra, preguntándome cuál de ellas soy yo. Ladeo la cabeza entonces, curioso.

—¿No quieres seguir a tu hermana? —pregunto en un susurro, intrigado. A lo mejor lo que pasa es que se ha enamorado de mí.

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28/02/2016, 21:54
Nicole Nazar

Una parte lejana de mi mente va contando las campanadas de forma inconsciente. Una para un susurro que se pierde en el viento. Dos para abrir la puerta. Tres para viajar con los ojos fijos en mi propia mano, surcada de rojo. 

El desierto acaricia mi espíritu. Me hace sentir libre y viajera. La arena se siente caliente bajo mis pies descalzos y en cuanto mis dedos se entremezclan con los granos sé que estoy en África, en busca de un unicornio que no es más que un rinoceronte. Mi pecho se sacude con una risa que se mezcla en la brisa y mis ojos se detienen en esas huellas que me acompañan. Entonces me doy cuenta de que hay algo que se ha perdido en un solo paso. O quizá alguien. 

Pero eso ahora no importa, porque un susurro se enreda con mis orejas y mis cabellos y sus palabras me hacen sentir una determinación firme, como si lo que sugiere no fuese más difícil que girar con el viento. Quiero correr, caminar hasta el oasis, hasta encontrar un elefante o un león. 

Me encojo, sobresaltada cuando la arena cae sobre mi cabeza y frunzo el ceño, sintiendo que algo va mal. Y cuando la libertad empieza a transformarse en encierro me pregunto si realmente no ha sido así siempre.

—¡Para! —grito entonces, mirando hacia arriba— ¡Déjame!

Me dejo la garganta desgañitándome en una orden tan absurda que va dirigida a una arena que sigue cayendo y sepultando mis pies. 

«Aduéñate del tiempo», recuerdo. Pero es el tiempo el que se está adueñando de mí.

Trato de caminar dificultosamente hasta el borde, con la garganta rasposa por el viento y la arena y los cabellos enredados. Me escuecen los ojos y echo de menos unas huellas que ya no están. Busco una pared de cristal que golpear y me rebelo ante la idea de nadar en arena, de respirar arena o dormir bajo ella.

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28/02/2016, 22:33
Director

No obtienes respuesta de la flor, no al menos directamente de sus pétalos, pero tras tu pregunta vuelve a sonar una cuarta campanada, y el jazmín recostado en tu pierna se cierra y se hunde en el tallo.

Las dos flores han desaparecido pero el verde sigue enredado en ti, y avanza en su camio de hacerse contigo, estirándose hacia la otra pierna y escalando a tu alrededor, serpenteando, y estrujándote, sin llegar a dañarte pero con clara vehemencia.

Los dedos de tus pies sienten el frescor de la arena enterarlos y cuando tus ojos vuelven al suelo te ves descalzo sobre el camino dorado, y frente a sus dedos, unas pisadas entrentadas a ti esperan. Una junto a la otra, con todos los dedos del mismo largo y ninguna cavidad que permita identificar aquellos pies como derecho o izquierdo, o dos derechos, o dos izquierdos.

Te esssperaba —sesea una voz atercipelada dentro de tu cabeza, y fuera de ella, ocho campanadas se apresuran a tocar-. 

Y con la última de ellas, sientes tu cuerpo enfriarse tan rápido que parece que miles de agujas se claven en tu piel y tiren de tu alma para arrastrarte fuera de ese mundo que tanto te ha esperado.

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28/02/2016, 22:57
Director

Una cuarta campanada escucha tu grito, y una quinta acompaña el segundo, pero la arena no se detiene, sigue descendiendo como si su cometido atendiera a razones mayores de las que jamás cree que podrías comprender.

Sigue aumentando el desierto que te encierra pero casi parece concederte paz cuando empiezas a caminar y el torrente dorado se inclina para no volcarse sobre de tus pies, de tus pasos o de tu camino. A tu espalda empieza a formarse una duna que cierra uno de los falsos horizontes a tus ojos, pero frente a ti, el camino se libera para que tus pasos, aun dificultosos, puedan llegar al cristal.

Un sexta campana resuena con tu primer golpe en la pared que te encierra, y su respuesta resuena en tu cabeza. Sigues golpeando, una y otra vez, hasta que la duna de tu espalda se desborda y resbala para rozarte los tobillos. Y es entonces, cuando tu siguiente golpe rompe el cristal, el mundo y la barrera del sonido. 

No llegas a oír más campanadas, pero tu corazón bombea seis más de dejar que el frío se apodere de tu cuerpo y se clave en ti como miles de agujas directas a tus huesos. Como si el hielo fuera capaz de trazar un tatuaje dentro de tu piel.

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28/02/2016, 23:08
Director

Y con la doceava, los temerarios profesores vieron sus mentes liberadas, y sus cuerpos se sintieron preparados para despertarse. En ese momento o en cuanto la realidad empezara a añorarles. Pero en cualquier caso, sus corazones se supieron a salvo.

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28/02/2016, 23:14
Austin Garret-Jolley

En el mismo instante en que mis ojos se abren mi respiración está contenida y mis pupilas dilatadas. Tardo en ubicarme en mi cuerpo, en ubicarme en el cuerpo de al lado y en el de Federico y Clint, que duermen sobre la cama, cerca de nosotros. Y para cuando lo consigo libero todo el aire de mis pulmones en un largo y denso suspiro.

Por algunos segundos miro a mi compañera de cama de esta noche dormir antes de llevar la vista al techo. Estiro el brazo, cogiendo edredón y cubriéndonos con él, pero tras un par de minutos acabo por levantarme. No tengo en mente hacer demasiado: preparar un par de tazas de chocolate caliente, cortar algunos trozos de bizcocho y volver a la cama. De camino, sin embargo, echo un vistazo a ese dibujo de la serpiente en la pared y no tardo en dejar el chocolate al fuego mientras cojo un spray y lo cubro, para después tapar también el aerosol con una nueva frase: «Siempre llegarás a alguna parte si caminas lo bastante».

Hecho esto tomo lo que será el primer desayuno de la mañana —o tarde, dada la hora que será— y lo dejo en la mesilla. Vuelvo entonces al salón, y llevo también los medicamentos que sé que ella deberá tomarse pronto.

Con un cuaderno vuelvo a tenderme en la cama, boca abajo, y empiezo a esbozar frases y dibujos en un cuaderno. De vez en cuando doy sorbos de una de las tazas, según me va apeteciendo. No tengo prisa porque Nicole se despierte, y mientras tanto tengo pocas ganas de volver a dormirme.

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29/02/2016, 00:20
Nicole Nazar

Aún envuelta en la oscuridad me siento dividida. Una parte quiere abrir los ojos y gritar, aliviada y angustiada al mismo tiempo. Pero otra se aferra al terciopelo, suplicando cinco minutos más para apaciguar las convulsiones que agitan una sangre ficticia hecha de luciérnagas. 

Pero es inevitable. Poco a poco voy tomando conciencia de que hay cosas que me duelen. Me duele la cabeza horrores, como si me hubiera bebido mil cervezas o más. O peor: como si hubiera mezclado las cervezas con medicamentos. Y me duele la muñeca, que cuelga inerte del colchón. ¿Por qué me duele la muñeca? Joder. Me cago en la puta. Las pizzas del infierno. 

Aún me resisto a abrir los ojos, percibiendo ahora los estímulos que me rodean. El tacto de unas sábanas ajenas y de algo suave encima del pie. Algo suave que respira. El olor del chocolate reciente y del sexo pasado. Y un rastro lejano de... ¿pintura? El sonido de un rasgar cercano y de otra respiración más. 

Cuando los abro ya estoy ubicada y centrada la noche anterior en mi memoria, al menos todo lo que recuerdo de ella, porque no estoy segura de no tener alguna laguna hacia el final. Me siento la boca terriblemente pastosa, mataría por un cepillo de dientes ahora mismo. Y al subir la muñeca de vuelta a la cama un leve gemido sale de mis labios. Tomo una nota mental: no dejar que la mano lesionada cuelgue mientras duermo. Me giro, intentando no mover el pie capturado, aunque aún no sé por cuál de los dos compañeros de piso de Austin y al encontrarlo dibujando junto todas mis fuerzas en una sonrisa, somnolienta y dolorida.

—Buenos días —digo, con voz ronca, estimulada mi curiosidad por esa libreta que está garabateando, pero sintiéndome débil como para asomarme a mirar. Así pues, la única solución que queda es preguntar—. ¿Qué haces?

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29/02/2016, 01:03
Austin Garret-Jolley

En cuanto siento el movimiento de Nicole a mi lado mis cabeza deja de apuntar hacia lo que tengo entre manos, aunque mis ojos tardan un segundo en seguirla. Veo su sonrisa y su expresión y le devuelvo la primera, tomándome un instante para desperezarme.

—Aún no lo sé —respondo con la naturalidad de quien está acostumbrado a trabajar sin saber qué va a regalarle el lápiz—. Ahora te lo enseño, pero antes... —enuncio después, y estiro la mano para coger el vaso de agua, el antiinflamatorio y el analgésico. Le tiendo el primero y el segundo, pero el tercero lo mantengo un instante en mis manos. Cojo una vez más un par de cucharillas y las uso para pulverizarlo.

—Toma, anda —le digo con tono amistoso, arrastrando un poco las palabras—. Pensé si despertarte para que te lo tomaras, pero no estaba seguro de si te estaría haciendo una putada. También tienes chocolate y bizcocho si te apetece —enuncio antes de formar una media sonrisa—. Y no lleva maría.

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29/02/2016, 01:11
Nicole Nazar

Cuando mi mirada se cruza con la de Austin, un breve flash superpone su rostro en otra imagen, en otro lugar. Pestañeo una, dos veces, intentando atrapar un pensamiento que se escurre de entre mis dedos como un puñado de arena. —Arena... «Cap ou pas cap?» —Y en el tercer pestañeo termina por disolverse, dejándome una sensación extraña pero que no tiene dónde sustentarse. 

Sacudo la frente y hago una mueca cuando una punzada me golpea la sien. 

—Oh, dios... —digo, con una mirada llena de agradecimiento cuando el vaso y la pastilla entran en mi campo visual—. Te adoro. Te acabas de ganar el cielo. 

Me lo trago sin miramientos y sin preocuparme por tener algo en el estómago antes. Puede que algún día me arrepienta por esto, cuando una úlcera sangrante me haga retorcerme de dolor. Pero ahora ni siquiera puedo pensar en eso. Me apoyo en el codo para darle unas vueltas al analgésico y me lo bebo después de un trago, sonriendo con una pizca de diversión. Que Austin me lo aplaste entre dos cucharas me hace sentir una niña pequeña a la que cuidan en su enfermedad. Y eso es una monada, aunque al mismo tiempo un impulso en mi pecho se rebela ante la indefensión que eso parece aplicarme. 

Después dejo caer mi cabeza de vuelta sobre el colchón y aplasto un poco el edredón para poder mirar hacia abajo y comprobar que es el hurón el que ha decidido usar de almohada el pie que se ha escapado de las mantas. Ese bicho también es una monada, a pesar de su cara de vaquero agrio. 

—Tengo una resaca muy espesa. ¿Qué hora es? —pregunto, haciendo una mueca. 

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29/02/2016, 01:25
Austin Garret-Jolley

Dedico una nueva sonrisa a Nicole cuando me dirige aquellas palabras. Luego me encojo de hombros, con la actitud del que cree tener la certeza de que cualquiera haría lo mismo.

Luego, al ver cómo busca con la mirada el origen de su aplastamiento de pie la miro de manera un poco más cómplice.

—Creo que lo has domesticado —comento con tranquilidad antes de extender una mano y tomar mi chocolate. Bebo un trago antes de responder a su pregunta.

—Cuando me levanté eran las tres menos algo, y no hace mucho. No creo que lleguen a y media —respondo antes de ladearme un poco para colocarme de cara a ella.

—¿Cómo está tu muñeca?

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29/02/2016, 01:36
Nicole Nazar

Le devuelvo la sonrisa después de contemplar al bichillo y me hace sentir una extraña satisfacción la idea de haberlo domesticado. Me dan ganas de agacharme para cogerlo y ponerlo cerca de mí para poder acariciarlo, pero tengo la sensación de que si lo intento se irá, así que lo dejo estar y devuelvo mis ojos hacia Austin. 

—Duele —respondo, frunciendo el ceño—. Pero es soportable. Aunque de conducir la moto me olvido y mañana voy a morir dando clase. 

Suspiro, asumiendo mis propias quejas con una resignación que anoche me faltaba, pero que ahora ya aparece por sí misma sin ser llamada. Y finalmente estiro la mano para coger el vaso y beber un buen trago de chocolate que al menos endulza un despertar que a pesar de la buena compañía ciertamente no ha sido de los mejores que he tenido.

—Qué tarde —digo entonces, empezando a estresarme un poco por todo, por la hora, por la muñeca y por las dos semanas que me esperan—. Tengo que llamar a Ted para que venga a por mí, ¿me dejas tu teléfono? —Hago una pausa antes de añadir otra pregunta, escrutando los ojos de Austin. —¿Te estoy estorbando? Si necesitas que me vaya, no te cortes y dímelo. 

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29/02/2016, 01:49
Austin Garret-Jolley

Frunzo el ceño cuando Nicole lo hace en respuesta a sus primeras palabras. Es un gesto reflejo, de pura empatía, y le hago un gesto para que me tienda la mano herida. Realmente no voy a poder examinarla con la muñequera, ni nada, pero que no sea por no intentarlo.

—Ya te lo dije, pero por si acaso: si puedo hacer algo dímelo, ¿vale? —pregunto desviando la mirada hacia ella.

Ante sus palabras posteriores busco el teléfono en mi mesilla, pero ni siquiera recuerdo dejarlo ahí.

—Claro —respondo—. Ahora lo busco, no te preocupes. —Después escucho su última pregunta y no se me pasa por alto cómo me mira fijamente, como queriendo prevenir cualquier intento de mentir por compromiso. Niego con la cabeza antes de reír un poco. —Si me molestases te habría despertado disimuladamente o algo para echarte, no te preocupes —afirmo con la sinceridad de quien suele ser claro con todo, así como la de quien no sabe por qué iba a molestar. ¿Iba a impedirme ponerme a pintar si me apeteciera, acaso? Dicho eso me pongo en pie de manera perezosa. Al volver traigo mi teléfono, que es un terminal que poco tiene de smartphone, y el botiquín.

—Ven, vamos a curarte eso —digo después, haciendo un gesto indefinido para referirme a los tatuajes. La verdad es que lo mejor habría sido destaparlos hace varias horas, pero el sueño, la poesía y el destino nos lo han impedido.

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29/02/2016, 02:04
Nicole Nazar

Asiento a su oferta, pero no es difícil ver que no lo hago muy convencida. Y es que no tengo la intención de darle la lata si puedo evitarlo. Ted es diferente, es colega de toda la vida y en bastantes movidas me he metido yo por su culpa. Pero mi independencia me impediría ir pidiéndole favores a todo el mundo sólo por haberme lesionado. 

Y después asiento de nuevo, esta vez con más firmeza, segura de que dice la verdad y si quisiera que me fuese me lo diría. Cuando se levanta para salir de la habitación se me van los ojos detrás y al menos la visión me pone de mejor humor. Me siento extrañamente apagada y taciturna, y no creo que sea solo por la muñeca. Tal vez el día de ayer fue demasiado intenso, demasiado cargado de adrenalina y de subidones y ahora me queda poca energía para afrontar las consecuencias y la resaca. 

Me incorporo hasta quedar sentada y estiro la mano buena para hacerle un mimo al hurón. Cuando Austin vuelve mis ojos viajan a sus manos y sonrío divertida al ver su teléfono. Le pega todo tener ese cacharro. 

Al fijarme en el botiquín, asiento por tercera vez y mi mano buena deja al animal para palpar con cuidado por encima del apósito de mi cadera. Joder. Si es que parece que haya venido de una guerra o algo así. 

Finalmente, me tumbo y empiezo a tirar con la punta de los dedos para destapar yo misma la boa que no es un sombrero. 

—¿Y qué estabas pintando? —pregunto entonces, cayendo en una contradicción conmigo misma y dejándome curar en lugar de hacerlo yo.

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29/02/2016, 02:24
Austin Garret-Jolley

Me siento en la cama a la vuelta, dejando el teléfono al alcance de Nicole. Al ver cómo ella empieza a quitarse el apósito la dejo hacer, desviando sólo un instante mis ojos al resto de su cuerpo. Como despertar no está mal, desde luego. Mientras tanto voy abriendo el botiquín y preparo una gasa húmeda con desinfectante para retirar la tinta que el dibujo haya supurado.

—No es gran cosa —le digo mientras termino de prepararlo. Y una vez ella ha acabado de retirar el apósito le tiendo la libreta—. Sólo algunas cosas que he soñado.

Dentro de la libreta y en orden inverso puede verse lo que parece una flor de jazmín voladora. Lejos de donde esta se encuentra, más en primer plano, hay otra inacabada y cuyo tallo parece estar enredado en algo, pero no hay nada más dibujado. Al pasar las páginas hacia atrás Nicole podrá encontrarse el esqueleto de un poema sobre la necesidad de un sustento para crecer, con unos ojos azules que no creo que reconozca como suyos, el proceso de conversión de varios dientes de león en bandadas de cuervos, una serpiente enredada en las nubes, algunas frases inconexas sobre la aprensión y varios dibujos de castillos deshaciéndose al convertirse en quién sabe qué, algo pequeño y poco detallado. Los dibujos son más bocetos que otra cosa y todos tienen un punto onírico e imposible. En todos hay, además, pequeños detalles adicionales, como un infinito de color rojo repetido en varios ocasiones y los ojos de aquella serpiente en distintos lugares. Además hay algunas frases anotadas, como «Siempre llegarás a alguna parte si caminas lo bastante», quizá conocida por ella.

Mi mirada se alterna entre la cadera de Nicole, donde me dedico a limpiar su herida, y su expresión mientras examina mi trabajo. Después me levanto sin decir nada un instante para ir al baño, lavarme las manos en condiciones y volver para extenderle la crema. La acaricio con suavidad, consciente de que entre la muñeca y la resaca este tiene que ser un día de mierda para ella, y tratando de transmitirle a través de mis dedos que no tiene por qué ser así.

—Yo voy a hacer comida para mí —digo mientras tanto, buscando sus ojos de nuevo—. Me da el mismo trabajo hacerla para dos, o para tres.

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29/02/2016, 02:49
Nicole Nazar

Voy contemplando los dibujos de la libreta primero con una simple curiosidad que se va convirtiendo en algo más a medida que voy pasando las hojas ayudándome con la barbilla. Mi ceño se frunce con la serpiente, tan distinta de mi boa que a su lado parece una culebrilla inofensiva a pesar de ser capaz de comerse un elefante. Y mis pupilas se dilatan al encontrarse con el infinito rojo. Un cosquilleo extraño en algún punto de mi cráneo quiere llamar mi atención sobre algo, con esa sensación de déjà-vu de nuevo que no sé de dónde sale, pero late con fuerza al ver algunos de los bocetos.

Las caricias de la crema me hacen cerrar los ojos un instante. Ni siquiera era consciente de que mi piel la necesitaba, pero su frescor alivia ese malestar inconsciente y cuando los abro de nuevo, tienen un agradecimiento cosido en ellos. 

—Gracias —digo, buscando sus pupilas y sin especificar a qué me refiero, paso a responder a sus palabras con un leve asentimiento—. Le preguntaré a Ted ahora cuando le llame, pero seguramente ya habrá comido. 

Le tiendo la libreta de vuelta, echando antes un último vistazo al diente de león.

—Son... Intensos. Están muy bien, aunque no sé si me gustan del todo —digo, con total sinceridad, para intentar explicarme después—. Me revuelven algo molesto por dentro y no sé qué es.

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29/02/2016, 03:03
Austin Garret-Jolley

Asiento a sus primeras palabras con naturalidad. Ya he oído hablar varias veces de ese Ted, y la verdad es que me produce cierta curiosidad conocerle. Quizá hoy sea el día, quizá no, pero una pequeña sonrisa aparece en mi rostro al pensar en ello como un quid pro quo después de que ella conozca a Freddie.

Cuando me devuelve la libreta la dejo caer sobre la mesilla sin demasiado cuidado.

—Me alegro —le digo cuando dice que quizá no le gustan del todo—. Si lo hicieran al cien por cien significaría que estoy haciendo algo mal —especifico, haciéndole un gesto para que se dé la vuelta. Después, con naturalidad, comienzo a quitar el apósito de su nuca.

—A mí también me revuelven algo por dentro—explico con comodidad—. Esa es justamente la forma de sacarlo. —Después hago una pausa mientras preparo una nueva gasa y una sonrisa se va perfilando en mi cara al ver el resultado de mi trabajo—. Este no has llegado a vértelo, ¿verdad? —pregunto, empezando a limpiar la zona. Luego tomo la crema de nuevo y comienzo a hidratar y tratar su piel.

—Te aviso para cuando algún día me leas: hay cosas de todo tipo —advierto—. Pero que te hagan sentir cosas sólo significa que eres receptiva, y eso es bueno. Y no es nada que no se arregle con volver a la realidad —prometo después.

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29/02/2016, 03:17
Nicole Nazar

Me doy la vuelta y al ir a apartar el pelo me doy cuenta de que todavía tengo la trenza que me hizo en la ducha. Aunque ya no está cuidadosamente peinada, de hecho es más bien al contrario, mis cabellos escapan de ella disparados en todas direcciones creando una aureola alrededor. Después de tantas horas con ella, seguramente cuando me la quite se me quedará el pelo ondulado un buen rato y eso me hace cierta gracia.

—No —respondo, intrigada por el resultado—. Lo tapaste directamente. Pero es difícil que me lo pueda ver ahí, supongo que tendré que hacerle una foto o algo. 

Después escucho su advertencia y apenas he reflexionado un instante sobre ella cuando giro un poco la cabeza para mirarlo, llevándome los dedos de la mano buena al cuello inconscientemente.

—No hace falta que lo jures —digo, refiriéndome a lo que dice sobre que hay cosas de todo tipo—. Ya me he dado cuenta de que no te van mucho las moñadas —añado, medio en broma.

Todavía recuerdo la impresión del poema que me recitó en mi salón y un pequeño escalofrío se escapa por mi espalda hasta cruzarse con los engranajes que ahora viven en mi nuca.

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29/02/2016, 03:26
Austin Garret-Jolley

—Ahora podemos enseñártelo en el baño —propongo con tono amistoso mientras continúo trabajando. Acto seguido, cuando se gira para mirarme y dice esas palabras río suavemente.

—La verdad es que las detesto un poco —aseguro—, tanto al leerlas como al escribirlas. Es como un recurso demasiado fácil, la verdad, conectar con el que lee por ese camino, aunque hay excepciones. Y nunca he tenido la necesidad de escribir nada de eso.

Mientras tanto, he cambiado mi postura. En lugar de seguir sentado a su lado, como antes, por comodidad he pasado una rodilla a cada lado de su cuerpo, quedando sentado sobre ella, con el edredón separándonos.

—¿Y tú? ¿Nunca has intentado escribir nada-nada?