Partida Rol por web

La joven respondía cortés a los halagos y a los presentes que se le ofrecían. Hacía unas semanas que las cosas le iban cuesta arriba, y un respiro, siempre ayuda. Ante el ofrecimiento de Marcus, una sonrisa sincera afloró entre sus labios.

-Una buena comida y un buen lecho son siempre de agradecer para el viajante. Soys muy amable señor.

Dijo aceptando de buen grado la cena. Al terminar, sintiendo como la modorra amenazaba cerca. Ante el inusual ofrecimiento del guardia local, la muchacha asintió mudamente primero, para mirar a sus acompañantes antes de responder, esperando ver su actitud.

-Que las autoridades locales se esfuercen en contactar con nosotros y en invitarnos para conocernos, no puede ser más que correspondido que con un hasta mañana caballero, contad por lo menos con mi presencia. Enna la Roja.

Fue a dar un vistazo al dormitorio y, de nuevo, una sonrisa iluminó su rostro.

-Eso será un buen descanso como hace tiempo que no he tenido. Gracias de nuevo.- Luego su mirada se escapó hacia sus ropas manchadas por el polvo, así como en su clara piel y en el antaño lustrosa melena.- Disculpe señor Marcus, ¿no habría la posibilidad de disponer un sitio donde asearme... y tal vez tomar un baño caliente? Sin lugar a dudas agua y jabón obrarán bien para limpiar la herida que me dejó la bestia del camino.

Avery agradeció a Marcus sus atenciones y disfrutó de las viandas con sus compañeros.

Cuando los guardias se acercaron a su mesa asintió brevemente, pero sin intervenir, adoptando un discretamente segundo plano, dejando que sus compañeros se llevasen todo el crédito y sonriendo vez en cuando. No podía evitar sentir cierta suspicacia, deformación profesional, sin embargo, sentía mucha curiosidad por que el Burgomaestre de la ciudad tuviera que ofrecerles.

Una vez en la habitación Avery se estiró y se tendió sobre una de las camas.

—¡Oh esto es vida! —gimió de placer—. Las monedas, sí por supuesto —se incorporó ante la petición de Dulce—. Estas cosas es mejor hacerlas una vez dejado atrás el peligro inminente y lejos de ojos indiscretos —Guiñó un ojo a la cazadora dejando caer las monedas sobre la cama y haciendo montoncitos equitativos—. Tres para cada uno.

Si estaba ofendido con las insinuaciones de sus compañeros no lo demostró. Satisfecho con el reparto se asomó discretamente a la ventana para observar la plaza y cualquiera que pudiera estar apostado observándoles. Su naturaleza desconfiada le había salvado en el pasado y no podía dejar de pensar que todas aquellas lisonjas le parecían excesivas para una pareja de campesinos como los Tejedora, que ni siquiera podían pagarse un pasaje en una caravana a Robleda.

Turno 7.1

La posada es modesta, pero cómoda y acogedora, y pasáis una noche muy agradable en ella.

Avery hace por fin el reparto del dinero de Enrico cuando el grupo llega a la habitación. Enna pregunta a los presentes en la posada por noticias acerca del Camino de la Mantícora, pero apenas consigue recolectar algunos rumores sobre una oveja perdida, tópicos sobre el tiempo y un rayo caído la pasada primavera que reventó uno de los árboles del camino.

A petición de Kenneth y de Enna, el gordo posadero les ha ofrecido baños calientes en pequeños habitáculos de piedra preparados para ello antes de acostaros. Sin embargo el servicio no es gratis;

(Sigue...)

Ya anochece cuando Marcus guía a Kenneth y a Enna hasta la bodega con una lámpara de aceite. Os preguntáis cómo consigue moverse tan bien en un pasillo tan estrecho ocupando tanto. Os lanza una sonrisa embarazosa al llegar a la zona de baños. "Señores, el hermano de los Tejedora es muy apreciado en Robleda, pero el coste de calentar los baños a esta hora ha sido considerable... deberán abonar al alba las dos platas que cuesta el servicio, cuatro platas en total, ¿sí?".

Después, con un ademán, os señala un pasillo de piedra con cinco entradas cubiertas por cortinas. Hay un brasero al fondo que ilumina el lugar, y se puede ver el vapor de agua surgir humeante desde dos de los marcos.

(Sigue...)

Cuando Kenneth y Enna se acercan pueden ver que cada entrada da paso a un pequeño habitáculo de piedra. El techo es de madera, surcado por grandes vigas, y sobre ellas debe encontrarse la sala principal del primer piso. Hay sendos ventanucos rectangulares que dan a pie de calle y desembocan en el discreto jardín trasero de Los Gamos.

Sobre el suelo de piedra de ambos habitáculos hay sendas tinas de madera repletas de agua caliente y humeante, con toallas secas, jabón y una bata en un anexo. El posadero se disculpa y se dirige a la sala principal para barrer, limpiar y prepararlo todo para el día siguiente.

Avery permanece descansando en la habitación, mientras Dulce, satisfecha con el pago recibido del ladrón e impulsada por quién sabe qué ignotos deseos, desciende las escaleras hacia los baños. La posada está en silencio, excepto por el canturreo de Marcus Delagua limpiando en el primer piso. La joven exploradora desea acercarse de una forma más carnal a Kenneth, así que llega hasta el pasillo de piedra junto a la bodega y echa un vistazo al interior del cubículo en el que el guerrero se está bañando, apartando ligeramente la cortina.

El fornido guerrero se encuentra desnudo en la tina, disfrutando del penetrante calor del baño, y parece encontrarse tan alerta como una piedra especialmente inatenta. Su musculoso torso desnudo asoma desde el agua con los poderosos pectorales brillando cubiertos de humedad, y la tranquilidad aporta a su rostro sin afeitar una ruda y franca honestidad. ¿Será éste el momento de un encuentro sin armaduras, piel con piel?. Por ahora, Kenneth no se ha percatado de la presencia de Dulce.

(Sigue...)   

Una hora después, todos menos Enna dormís en las confortables camas de la habitación. La joven maga permanece despierta, con los ojos abiertos y cubiertos por un tenue, mágico destello blanquecino. Tras unos minutos de ajena observación, los cierra cansada, y el sueño se apodera de ella.

(Sigue...) 

La luna ilumina los tejados de la gran villa de Robleda, situada en lo alto de un cerro bordeado por el lento y ancho cauce del río Arroyosauce. Desde el aire, los agudos ojos de tu familiar pueden ver la piedra y los ladrillos de la alta muralla que rodea casi toda la ciudad, así como sus calles limpias, empedradas y apenas transitadas a esta hora. Los edificios son de una o dos plantas, y están encalados de blanco. Una pequeña parte de la ciudad permanece extramuros, pegada a un puerto fluvial cercano. 

En el interior de los muros la disposición de los edificios es circular, con varias calles grandes que, como radios de la rueda de un carro, parten de la plaza central coronada por el gran Roble en la que se encuentra vuestra posada. El estado de los tejados y el tamaño de las viviendas te dan una idea de qué zonas de la villa son prósperas, y de cuales son pobres.

(sigue...)

Turno 7.2

Bien entrada la mañana, los cuatro os habéis presentado en la casona del Burgomaestre. Os encontráis en su despacho, sentados frente a un escritorio repleto de pergaminos y códices de cuentas y rodeados de mapas enmarcados y colgados de las paredes de madera. Una galería tras el escritorio ofrece una vista excelente de la Plaza del Roble, iluminada por la luz del alba.

El Burgomaestre es un hombre de mediana edad y aspecto inflexible y colérico, pero ahora mismo parece más o menos relajado. Cuando habla su voz es contenida e impositiva; no os cuesta imaginar un pasado militar.

(sigue...)

"Quizás no lo sepan ustedes, pero el tío del niño al que salvaron en el camino es un hombre popular en nuestra pequeña villa", afirma con una sonrisa que hace crujir su tensa mandíbula. "Con su acción de ayer encontrarán mucha gente agradecida... y algunas oportunidades de trabajo relacionadas con el animal que abatieron".

Acercándose a un mapa del Camino de la Mantícora, señala un tramo del mismo; "Desde hace varios meses sospecho que algo está atacando a viajeros solitarios en esta área. Algunos vecinos denunciaron desapariciones al respecto, pero los ataques habían sido espaciados y no era posible saber quién estaba detrás de ellos... hasta hace unos días. Y es que últimamente los ataques a los viajeros han aumentado mucho".

Sentándose en el escritorio se sirve una copa de brandi que huele en cuanto descorcha la botella, y prepara cuatro copas para servíroslas a vosotros. "El alcohol por la mañana me mantiene alerta", dice con su sonrisa lobuna antes de proseguir su discurso. "Hace unos días un viejo batidor retirado nos avisó de que había visto trasgos en los alrededores del área que he señalado antes. Lo contratamos para que los encontrara, y de hecho lo hizo. Ayer mismo, poco antes de que ustedes llegaran, este hombre nos alertó de la presencia de una banda de trasgos en una pequeña aldea abandonada y comida por la maleza llamada Las Mellizas. El lobo que abatisteis procedía de allí", asiente.

Después piensa un poco, degustando su brandi y observando por la ventana, antes de volver a hablar. "Os propongo acabar el trabajo. Ofrezco cien piezas de oro libres de tasas al grupo que elimine o haga huir a esas pestes. Podéis acudir solos, parecéis aventureros capaces. O no, es decisión vuestra. ¿Qué me decís?".

Avery paseó la mirada entre los códices de cuentas y mapas de las paredes. Aceptó gustoso la copa de brandy que le ofrecía el Burgomaestre. Olió el mejunje con deleite y dio un sorbo pequeño. No era excesivamente amante de su sabor, pero le encantaban los aromas de los licores fuertes con algo de carácter y sobre todo le gustaba la pose que proyectaban.

—Parece un asunto interesante, ese de Las Mellizas —dijo balanceando el dorado líquido en la copa—. ¿Está sobre la mesa la posibilidad de un adelanto? Quizá debamos contratar a alguien más. Y también nos gustaría hablar con ese batidor retirado del que habéis hablado. ¿Dónde podemos encontrarle y cómo se llama, qué aspecto tiene? —preguntó sospechando que quizá ya le habían conocido el día anterior.

Mientras el Burgomaestre Camil hablaba y no se dirigía directamente a él, Avery cotilleó de reojo los últimos asuntos que estaba atendiendo y firmando en los pergaminos sobre la mesa.

Enna se presentó con la ropa cepillada y limpia de polvo y restos del viaje, a parte se mostraba animada. El baño resultó reparador, un regreso a la civilización. Y a pesar de que llevaba un delicado pañuelo de lino alrededor del antebrazo donde le mordiera el cánido, no parecía incomodarla mucho la herida. Sobre su hombro izquierdo estaba Duque, la lechuza que ya resultaba conocida por los compañeros de viaje. Este parecía relajado, cerca del cuello, pegado a la melena pelirroja que caía en cascada rizada por los hombros.

La joven contempló discretamente el despacho del burgomaestre, le gustaba fijarse en la disposición de los lugares de estudio de la gente, decía mucho sobre la persona que lo usaba. 

La muchacha aspiró el aroma del brandi, era una bebida que no le resultaba extraña, muchas veces su tío lo tomaba cuando estaba relajado en su hogar. Dejó que el líquido acariciara sus labios en la copa, mas no dio sorbo alguno. Estaba pendiente del ofrecimiento del burgomaestre, Camil Hojafuerte. Ciertamente ella buscaba trabajo de esa índole... trabajo que permitiera ganar grandes sumas de dinero rápidamente. Con dinero, la mayoría de las demás cosas, eran más fáciles.

-Antes de tomar el trabajo, sería bueno saber más detalles acerca del mismo. Sería útil contactar con el batidor, para conocer los detalles que pudiera ofrecernos. Tales como número de trasgos, si les acompañaba otros seres y demás información relevante.- Y de paso, tal vez tener algunas palabras acerca de lo sucedido en el camino.

-Una vez contemos con más información al respecto, daré mi parecer con respecto al trabajo. Y terminar de concretar los términos del mismo.