Partida Rol por web

Herbert observaba el pequeño encuentro que habían tenido Maurice y William. Por un momento apostó por Willian como ganador de una supuesta pelea, tenía buen ojo para eso, por lo que pareció algo descontento cuando vio que zanjaron el asunto por las buenas.

Seguía algo intranquilo por la situación de los mosquitos y ahora parecía que había otro problema con los negros, y todo eso sin aún haber llegado. La verdad que no estaba saliendo nada como había previsto. Por encima de cualquier cosa Herbert quería ver el barco en marcha de nuevo.

Caminó nervioso por la borda para ver hacía dónde se dirigían esos dos y observar que demonios estaba pasando.

Una vez revisada su vestimenta y la de Milady, y nuevamente recogido su pelo, Molly se apresuró al camarote para coger los chales y mosquiteras, ahora que el guía había terminado de revisarlo.

Vuelvo enseguida, Milady

Había cometido un error imperdonable, distraído como estaba con los hipopótamos y aquellos presuntuosos guiás. Cuando noté la picadura no puede si no agradecer el manotazo del guía grandote cuyo nombre había olvidado. No sabía que podía pasar a continuación el mal del sueño podía no desarrollarse en días. Sentía miedo, no me importaba luchar cara a cara con la muerte pero una enfermedad durmiente me causaba un gran desasosiego.

Sin embargo no podía mostrarme débil ahora – Yo también creo que no debe ir, Sr. Boring – traté de recordar el nombre del guía hasta que el Sr. Boring me ayudó – le acompañaré a garantizar el orden Sr. Harthower, para eso he venido – dije condundentemente tras oír su nombre – la picadura puede que no tenga efecto, Sr. Boring quédese detrás – terminé de hablar mientras seguía al guía y me llevaba la mano al revolver. Al oír hablar al rubio con Boring pensé que tal vez le había juzgado mal.

Lady Cottonwell presenció todo callada y semioculta tras su esposo. No le gustaba nada aquel hombre, era violento y racista, además de pretencioso, más le valía ser útil como guía. Aquella rabia contenida no sería precisamente buena para el que hubiera causado todo el alboroto con los porteadores.

- Edmund querido, voy a bajar a mi camarote, mi vestido no es apropiado para este momento. Debo cambiarme. ¿Recuerdas el vestuario que mandé realizar? Creo que será mucho más adecuado. Aunque sabía que mi esposo se enfadaría bastante al verme en pantalones. Pero era un buen momento para usarlos.

Quizás de camino a su camarote pudiera averiguar qué había pasado con los porteadores.

Antes de marcharse, se giró a su esposo. Querido, por favor, no permitas que hagan daño a ese muchacho que recogimos, ya tiene suficientes desgracias como para que ahora le den una paliza. se imaginó a aquel hombretón partiéndole la cara.

- Gracias Querido, por favor, ten cuidado. No vaya a haber más insectos molestos. dijo mientras le daba un beso en la mejilla y le levantaba suavemente el cuello de la camisa.

Tras lo cual bajó a su camarote lo más rápido posible.

Al oir las palabras de Costigan, Boring reculó. Una cosa era presentarle frente al guía y otra cosa muy distinta era desobedecer una orden indirecta de Dean Costigan. Maurice tuvo a bien decir: - De acuerdo, si usted me lo pide me quedaré aquí. Confío sin embargo en que cuidará usted el bienestar del chico. - Boring se giró y fue a por la pértiga.

Viendo que no acaban de decidirse Lord Cottonwell se adelanta, en su voz se nota que está acostumbrado a dar ordenes

-Dejense de discusiones y bajen los cuatro. Asegúrense que ni ese muchacho ni nadie sale malherido por alguna superstición sin sentido. Y dense prisa por favor-

Luego se dirige a su mujer -ves al camarote con Molly y ponte lo que consideres más adecuado- por un momento Dorothy puede ver una advertencia en sus ojos antes de moverse hacia el resto de los presentes

-los demás acompáñenme, vamos a revisar los suministros médicos que tenemos, vamos Bluisur, va a tener que examinar a todo el mundo por si esos insectos del demonio han picado a alguien mas durante el día-

Bajais a la cubierta inferior y os dirigís al lugar de donde provienen los gritos, alli la mayoría de los porteadores se amontonan alrededor de una puerta que golpean con frecuencia mientras gritan una algarabía incomprensible

No se ve a Tembaqui por ningún lado, ni a Omai (el chico marcado)

Vais al camarote que compartís las dos. La puerta esta abierta y veis que han desordenado un poco vuestras cosas. También veis a un lado una de esas moscas muertas

Os dirigís a popa, vosotros dos y Lord Cottonwell, donde los fardos con el equipamiento de la expedición se encuentra atado para evitar accidentes. Sin embargo no se suponía que fuera necesario durante el viaje y los porteadores lo almacenaron de cualquier manera, no hay manera de saber donde está la quinina sin ir revisando fardo por fardo

-la falta de disciplina de esta gente es increible, empiecen a revisar fardos por favor- ordena Lord Cottonwell mientras empieza a hacer lo propio

- ¿Cómo demonios es la quinina esa? - dijo mientras empezaba a rebuscar entre los fardos - Y quien ha ordenado esto con tan mal ojo - dijo ya medio riendose por la situación complicada que se estaba creando.

- ¿QUÉ ESTÁ PASANDO AQUÍ!? - rugió William enfurecido apartando a los negros para llegar hasta la puerta - ¿Qué pasa?- le repitió al porteador más cercano a la puerta.

Estaba de un humor de perros. ¡En aquel barco todo el mundo era capitán! Y lo que era peor ¡había leído el desprecio en la mirada de lady Cottonwell! ¡Malditas mujeres! ¡Luego vendría lloriqueando si esos negros que tanto defendía se intentaban propasar con ella! 

Qué rayos está pasando aquí Se preguntó Boring para sí mismo al ver toda esa marabunta golpeando la puerta con una fuira inusitada. Por un momento se arrepintió de haber bajado, nadie podría velar por su seguridad si esos salvajes decidían ir en contra de ellos. El grito de Bill le sacó de sus pensamientos.

En cuanto entra, Molly cierra la puerta y comienza a ordenar todo ese desorden, y a buscar los chales y mosquiteras que dijo Milady. Al poco llega ella, y Molly se abraza a ella ahora que nadie las observa:

Milady, menos mal que ninguna de esas moscas le picó, ni a Lord Cottonwell. ¡Estaba preocupadísima!

- ¡Me cago en todos los negros del Africa! ¡Atras, maldita sea! ¡Atras! - grité a todo volumen y comprobé que la antigua voz de mando seguia saliendo con soltura de mi garganta. Me acerqué a la puerta junto al guía mientras, sin desenfundar, hacía ostentación del revólver - ¡Todos a tres pies de la jodida puerta! - grité tras oir al guía preguntar a uno de los negros por lo que habia ocurrido - Contesta rápido flacucho o te has tragado la lengua -presioné con brusquedad al porteador al que había interpelado Harthower sin perder de vista al resto de ellos ni perder el contacto de la mano derecha con las pulidas cachas del revólver.

yo tengo algo de quinina  dijo tímidamente pero por desgracia es muy poca, no creí nesecitarla, pero es mejor estar preparados dijo abriendo su maletín y mirando un frasco MUY pequeño, es tan solo una dosis, pero por suerte tenemos más en el barco no?

Lady Cottonwell puso los brazos sobre la joven cuando la abrazó por sorpresa. Ella también se había asustado bastante, pero no tanto como su joven doncella al parecer. Le pasó la mano por el cabello para consolarla.

- Tranquila Querida, estamos bien. Y Gracias a Dios, que tú también. Molly. Esto ha comenzado, y va a ponerse más duro todavía. Trendás que ser valiente, ¿de acuerdo? dijo mientras la apartaba un poco y la miraba profundamente a los ojos. Todo irá bien, añadió para tranquilizarla.

Después Dorothy se volvió hacia uno de sus baules. Es momento de usar el vestuario que mandé hacer expresamente para este viaje. Y tú también tendrás que llevarlo Molly. Sé que no es lo más adecuado para una mujer, pero es mucho más útil que estas faldas dichosas. Adoraba las faldas, así que era muy extraño escucharla hablar así, pues la señora Cottonwell era exquisita en su vestuario, a veces detallaba tanto a las costureras que parecía que diseñaba su propia ropa. Y hasta ahora nunca se había salido de los protocolos que la moda de Londres dictaba cada temporada.

Sacó un bulto que Molly no logró ver bien hasta que estuvo bien desenvuelto en una de las camas. Era ropa muy parecida a la que cualquiera de los guías pudiera llevar. Era como un traje del Señor Cottonwell pero mucho más ligero y liviano. Y sobretodo, eran pantalones, bombachos, anchos y largos, para ocultar bien las curvas de las mujeres y dar soltura de movimientos, pero no dejaban de ser unos finos pantalones de tela.

Molly miró extrañada las prendas que Milady le tendía, pero su mente práctica se impuso a los convencionalismos, y sonrió a su señora.

De acuerdo, Milady. No es cuestión de remilgos habiendo esas dichosas moscas por todas partes. Sólo siento que tenga usted que prestarme sus ropas. - Luego se rió, divertida- Tengo ganas de ver las caras de los caballeros cuando nos vean. Lástima no tener una de esas cámaras fotográficas...

- Tranquila, Molly, querida, encargué que hicieran también ropa para ti. Así que no te preocupes, hay suficientes mudas para las dos. dijo algo intranquila. No creo que le guste al Señor, suspiró después refiriéndose a su esposo, y sin duda seremos criticadas y observadas, espero que no te moleste en demasia. Puede que incluso alguno de los hombres te corteje, pero créeme querida, es lo mejor, no solo tendremos menos piel a la vista de esas moscas horribles, sino que estaremos mucho más cómodas para movernos con estos calores y este lugar tan... iba a decir peligroso... sucio.

Dorothy ya conocía los peligros de África, no quizás en aquel río y en aquel viaje, pero sabía que sin duda no iba a ser un viaje de placer.

Varios de los porteadores se giran por vuestros gritos, aunque unos pocos siguen golpeando la puerta.

Los que se giran hacia vosotros están a la vez furiosos y confusos, no sabéis si alguno de ellos habla vuestro idioma, aunque no tardan mucho en farfullar un rápido parloteo incomprensible.

De repente uno de ellos con los ojos inyectados en sangre suelta un terrible grito y se abalanza sobre Costigan machete en mano

Lord Cottonwell mira un momento la botellita de quinina de Bluisur y niega con la cabeza -con eso no tenemos para nada, si la enfermedad que causa esta mosca se parece a algunas enfermedades de la india hará falta mucho mas, no estamos en europa donde las enfermedades son ligeras. Pero si tenemos quinina en abundancia, ahora hemos de encontrarla-

Lord Cottonwell se enfrasca en la búsqueda, mientras estáis en ello veis como por la barandilla trepa alguien desde la cubierta inferior, es Omai, el chico marcado que trepa con cara de miedo y evidentemente intentando no hacer ruido, abajo se escucha a los porteadores rugir de nuevo por algún motivo y el muchacho mira hacia abajo, aun colgando en la barandilla