Partida Rol por web

PRELUDIO

Calle Mixcoac esquina con calle Vito Alessio

Aquel sector de CDMX se considera por la policía zona inaccesible a partir de las 12:00 a.m. sus habitantes le llaman la hora de las brujas debido a que antaño los ancianos contaban a los niños que a veces a partir de esa hora hacía su aparición algunos entes que tomaban la forma de una mujer sin rostro la cuál flotaba en el aire a escasos centímetros del suelo enfundada en un vestido blanco y con cabellos negros largos y lisos flotando al aire, lamentando y reclamando el asesinato de sus propios hijos, otras veces era la misma silueta pero esta no emitía un solo lamento, los que lograban alcanzarla se llevaban una desagradable sorpresa al observar que en vez de rostro sobresalía la terrible cabeza de un equino el cuál igual se llevaría a lo más profundo del abismo a cualquiera que la enfrentase, principalmente a cualquier infante que se negara a dormir, los niños crecen y pierden el miedo a esas historias que quedaron atrás, ahora casi nadie sale de su casa a partir de esa hora por un toque de queda implementado no por las autoridades si no por el crimen organizado, el poderoso emperador que domina aquellas zonas más pobres y sobrepobladas.

El humo del cigarro salía disparado de entre los labios de Daniel, con cierto desprecio, como si realmente no quisiera hacer aquello pero se haya quedado grabado en sus venas desde que era un simple mortal. Fumar no reportaba nada a un vástago, de la secta y clan que fuese, no importaba. Pero para Daniel tenía un sentido extraño, uno de los últimos recuerdos de aquellos días de mortalidad.

Un mensaje de un desconocido le pedía reunirse aquí con algunos miembros del Sabbat. En la teoría el contacto era de fiar, pero en México nunca podías fiarte de nada ni nadie. Era una norma, una regla, y el que sobrevivía era por que lo cumplía a rajatabla. No obstante, el mundo vampírico tenía sus propias reglas y estas estaban por encima de las de los mortales. En algunas cosas se parecían, pero en otras... en otras eran distintas.

Daniel miraba a su alrededor, primero a un extremo de la calle, y veía un vehículo cruzar la misma. Luego giraba la cabeza hasta el otro extremo. Dos vehículos más. Se movían como hormigas en la noche, de un lado a otro buscando algo que alguien solo buscaría a altas horas de la noche.

Empecé a registrar los bolsillos de aquel idiota del que me acababa de alimentar, llevaba un buen fajo de dinero y una navaja de mariposa, como si eso le fuera a proteger en aquel barrio. Eran mis victimas favoritas los niñatos ricos que venían a los barrios pobres a comprar drogas y a hacerse los duros, con tanta pasta y esas ropas, si no me lo cargaba yo lo habría hecho cualquier pandillero. Las zapatillas era lo único que no estaba manchado de sangre, así que me las guardé en la mochila, no eran de mi numero pero a alguien podría venderle unas Jordan nuevas.

Desbloqueé el teléfono con su pulgar y empecé a trastear con él, pero era de esos con geolocalización, y que pedían clave y cuenta para todo, así que poco uso le iba a dar. Abrí el Amazon a ver si podía comprar algo, pero también me pedía clave para añadir un punto de entrega, así que me limité a pedir un montón de artículos de sexshop mientras se me escapaba la risa tonta, me gustaría ver la cara de sus padres cuando todo eso llegara a nombre de su hijo muerto.

Después me llevé una gran alegria cuando me encontré una videoconsola de esas nuevas de Nintendo, eran las mejores porque los juegos seguían siendo cartuchos y no hacía falta una cuenta de banco para comprarlos, otra cuanta para descargarlos y todas esas chorradas que yo no tenía, luego tendría que buscar su coche a ver si allí tenía más juegos.

En ese momento recibí un mensaje en mi propio teléfono, solo ponía una dirección, no sabía de quien sería pero el Sabbat solía hacer esas cosas, aun así iría con cuidado. Le quite el anillo y la cadena, que parecían de oro y empecé a cortar las extremidades para que entraran en cubo de la basura, después tire la billetera, el teléfono y todas esas cosas al rio y me dirigí al lugar indicado.

Unas cuadras antes y por si acaso decidí subirme a los tejados, con mi peso y mi fuerza sobrenatural no me costaba mucho saltar de tejado en tejado, a aquellas horas la poca gente que había por la calle miraba hacia los callejones, que es donde estaba el peligro y no a los tejados.

Había pocas cosas a las que el malkavian le temía, ninguna de esas se encontraba por los alrededores o no debían, de todos modos tomó por costumbre moverse ofuscado, si bien era algo que le llevaba más tiempo para llegar del punto A al B, prefería eso y ver de lejos a darse a conocer, le servía para analizar las situaciones antes de abordarlas, como siempre llevaba sus dos escopetas recortadas y unos cuantos casquillos para recargar, siguiendo su experiencia, pocas cosas resistían cuatro cañones disparando al mismo tiempo en la cabeza.

Al fin había conseguido dar con las fuentes correctas, el sabbat. Apenas podía contener la excitación. Podría seguir toda la eternidad asaltando a huerfanos y muertos de hambre para realizar sus vídeos, y seguir enviando mysteri Box con su arte para horrorizar y liberar al mundo de su moral caída y materialista. Pero necesitaba algo más, necesitaba conocer a fondo toda la mierda que tenía dentro. Su sire fue una gran profesora, pero se fue.. Nunca supo si la habían matado o simplemente se había cansado de él. Pero necesitaba más. Las torturas, los secuestros.. quería ejercer el dolor y el terror que solo los inmortales podían imponer a sus víctimas. Y colaborar en algo, formar parte de algo más grande.  En resumen, quería más.

Pero no podía ir como un pardillo, un perroflauta cualquiera para que lo matasen o lo secuestraran un atajo de matones. Necesitaba estar seguro que lo que había encontrado era de verdad, como los restos humanos que enviaba con sus maravillosas cajas sorpresa junto al making off. Soltó una risilla mientras recordaba sus sesiones, pero la monotonía amenazaba con consumirlo por completo. Tenía que guiar a otros a reconocer el monstruo que residía en su propio interior. Tenían que ver que los límites de la moralidad morían ante la entronización del ego.

Pensativo abrió varias páginas, tratando de entrar en la página de la policía para hackear las cámaras de tráfico. Pero claro, en esa zona era absurdo tratar de buscar algo más allá de callejones, narcopisos y laboratorios de meta. Sabía moverse por las calles, había recorrido las alcantarillas, las vías ciegas del metro y los tejados infinidad de veces durante sus cazas nocturnas. Antes, como un simple humano, como un bebé de pañales gateando por el fango y la mierda. Ahora era capaz de volar por encima de los edificios y moverse con rapidez para alimentar sus muchos apetitos.

El crimen y la Deep web lo habían provisto de fondos más que suficientes para su comodidad. Equipos de la última generación, varias ratoneras donde realizar su arte y una pantalla plana más grande que él. En un loft con piscina comunitaria en una de las urbanizaciones con seguridad privada. Poco sabían sus vecinos que el joven realizador de televisión era en realidad un maldito nomuerto psicópata y pervertido. Pero tenía trabajo que hacer. Quizás si se desplazaba antes del día indicado podría situar varias cámaras en los accesos, poner bajo vigilancia personal las calles para adelantarse a lo que pudiera sorprenderle. O tal vez.. no. Tenía que ir preparado a esto.

Accedió de nuevo a la Deep Web, donde ejercía de mentor, patrocinador y gurú de esa panda de criminales y degenerados. Necesitaba alguien que le instalara las cámaras de vigilancia sin llamar mucho la atención, y hacerlo de día. Un pago generoso, y listos, el primer paso ya lo tenía. Tendría que utilizar una red de bluetooth para conectar con las cámaras, pero sabía como ocultar una señal y encriptarla para que ni el FBI pudiera pincharla. Solicitó uniformes de instaladores eléctricos, era posible que trataran de atracarlos y luego saltara su cobertura por los aires.. Bueno, era mejor que alertar a los verdaderos monstruos.

Tras gestionar la vigilancia, estudió los mapas y los mejores accesos. Necesitaría una vía de escape por si las cosas se torcían. Como solía decirse, una salida en caliente. Empezó a descargar todas las rutas de escape en su móvil. Y ahora la sorpresa, enviar a un chofer con el móvil para hacer de falso contacto ¿O sería demasiado? No podía meter a sus niños de la deep web en eso, tendría que pedir un Uber. Para llevar un móvil al punto de reunión. Si, como una especie de heraldo. Y podía enviar al Uber tras realizar un espionaje previo de la zona. A quien quería engañar, tendría que influenciar con sus dones al de Uber para que se metiera en esos suburbios y lo más seguro es que cuando parara el coche acabara sin él. Bueno.. la propiedad era efímera.

Sacó una lista de preparatorios. 

1.- Llamar a los colegas de la web para que instalen cámaras en la zona

2.- Mapear la zona y buscar entradas y salidas. Y una forma de acercarse sin ser visto. 

3.- Llevar ropas reforzadas y las armas a punto, junto a los conjuntos de ganzúas.

4.- Contactar con un Uber en el centro e influenciarlo para que llevara el móvil a su cita. Llamaría ahí si aparecían. Tendría que utilizar uno de sus perfiles falsos por si no volvía. 

5.- Contactar con alguna empresa de maquillaje de látex para que no le reconocieran si todo salía mal. Además, necesitaba algo impactante. En plan Hellblaster para su puesta en escena. Con lentillas completamente negras y pinchos en la piel.

6.- Coordinar todos los timings.

Tras chequear la lista se puso manos a la obra. Esto iba a ser más difícil que la mayoría de secuestros anteriores. Se estaba jugando entrar en una organización más poderosa que el gobierno y las mafias de narcos juntos. Estaba tan excitado.. las formas de dolor que le enseñarían esos monstruos centenarios.. las formas en que podría ejercer su arte para infundir terror y dolor sobre sus enemigos. Encontrar hermanos tan degenerados y retorcidos como él. Pero estaba dejándose llevar por las ensoñaciones, encendió su pantalla gigantesca y se dejó llevar por la frivolidad de la MTV en gandía Shore mientras finalizaba los preparativos tecleando en su portátil.

Desde un callejón oscuro hace su arribo un vehículo de lujo grande color negro el cuál detiene su paso en la esquina de las calles donde han sido convocados un extraño grupo de gente que no pareciera pertenecer a aquel cuadro de la ciudad sin embargo nadie los molesta y pueden notar como la mayoría de vecinos o gente enfiestada parece evitarlos.

Del vehículo desciende un tipo de aspecto hosco mal encarado con gafas para sol y guantes con los antebrazos repletos de tatuajes la mayoría con temas religiosos o cráneos.

Enseguida se dan cuenta de que es un cainita el que los recibe, su seguridad y su forma de desplazarse por las sombras lo delata.

Levantando la barbilla en tono retador cruza los brazos frente al ecléctico grupo reunido en ese lugar.

-Varios me conocen como "El Pantera" y así quiero que me llamen.- se encoge de hombros. -No pregunto, no respondo, sólo recibo órdenes y las cumplo.- Tajante les indica el vehículo con la mano enguantada en cuero negro y casi enseguida hace su aparición el chofer, un tipo corpulento y rapado que les abre la portezuela para que ingrese quién quiera ingresar.

El trayecto es largo y soporífero nadie habla, después de varios minutos escuchan que se abre un enorme portón el cuál es resguardado por hombres armados que dejan pasar al vehículo.

Al descender observan que aquel lugar es un edificio antiguo y descuidado con varias habitaciones cerradas bajo llave que rodean el patio donde han aparcado el vehículo, hay unas escaleras al centro las cuáles en su lado derecho conducen a la única puerta abierta donde hay algo de luz, una tenue luz en color rojo.

Al ingresar el ambiente es totalmente de prostíbulo, varias mujeres con aspecto de buchonas* conversan tranquilamente y algunos hombres armados beben y aspiran cocaína, fuman mariguana o se inyectan heroína mientras escuchan narcocorridos** que hablan sobre matanzas, trasiego de droga y enfrentamientos armados.

No se inmutan ante el ingreso de aquel grupo el cuál es conducido por un estrecho y mal iluminado corredor que finaliza en una entrada resguardada por un hombre alto y obeso que al reconocer al Pantera baja la mirada y antes de siquiera solicitar el acceso este abre la puerta nervioso para darles paso.

Una vez adentro la puerta se cierra y comienzan a escuchar unos extraños ruidos como de bofetadas pero el sonido es más intenso seguido por lamentos de dolor.

Todos son conducidos hasta un especie de despacho sucio y descuidado, medio iluminado por la misma tenue luz roja.

-Aquí los tienes Méndez...- El Pantera se coloca a un costado de un oxidado escritorio lleno de papeles, documentos hacinados, billetes de diferente denominación, varias armas incluyendo un racimo de granadas explosivas esféricas.

Pero lo que llama más la atención son tres dedos amputados aun algunos con sortijas colocados sobre una tela blanca que resalta por su blancura manchada con residuos de sangre.

Un tipo corpulento con la fría mirada muerta no se inmuta ante el comentario del Pantera mientras sigue examinando una de las granadas de mano.

El corpulento hombre baja sus pies enfundados en unas extravagantes botas con pinchos y cadenas para luego mostrarles la granada de mano sujetándola con dos dedos, sonriendo le indica al Pantera.

-Trae ante mi presencia a María...-

El Pantera asiente con la cabeza y se dirige hacia una habitación con una puerta cerrada en color rojo.

Al abrirla pueden observar a varias mujeres y hombres colocados en fila frente a un muro a los cuáles están torturando con terribles golpes con una especie de tabla de madera, la mayoría tiene los glúteos descarnados a base de golpes.

El pantera le indica con un movimiento de su enguantada mano al verdugo que se detenga, a paso seguro se dirige hacia una menuda mujer la cuál lloriquea con los pantalones a media rodilla y los glúteos destrozados.

Con un dedo le indica que se ajuste los pantalones para que lo siga al despacho de Méndez. Una vez frente a aquel hombre el pantera la obliga a postrarse de rodillas con el simple asentir de su mentón.

Méndez acerca el rostro desde su silla al de aquella infeliz prisionera mientras sigue jugueteando con la granada de mano -Tenías conocimiento de que si fallabas no saldrías en una pieza de este vecindario y aún así lo hiciste... traicionaste mi confianza y vendiste la plaza... Por algo tan absurdo como... ¿dinero?.- Una estruendosa carcajada sale de lo más profundo de la garganta de Méndez. 

Chasquea los dientes y vuelve a recargarse en el respaldo de su silla. Con un asentir de mentón le hace una seña al pantera y le arroja la granada de mano para que la atrape.

El Pantera atrapa la granada y enseguida de una patada de frente en la espalda de la mujer la obliga a postrarse aún más frente a Méndez. De un rápido y brusco movimiento le baja el pantalón junto con las bragas mostrando las brutales heridas en los glúteos los cuáles sangran en carne viva mientras la chica chilla de dolor y terror al comprender lo que está por suceder.

El Pantera quita la argolla de seguridad de la granada y a la fuerza introduce el explosivo esférico en el ano de la mujer distendiendo el esfínter para luego una vez colocada la granada y que el músculo de aquella pobre infeliz aprisione el seguro la levante en vilo y le indique que se ajuste nuevamente su ropa, María, cargada en su interior con la granada llora aterrorizada.

-Para que aprendas a no robar, cabrona...- Dice el Pantera mientras le toma las dos manos y la arroja sobre el escritorio la mujer llora desesperadamente mientras que Méndez ríe y levanta las manos haciendo para atrás su cuerpo evitando interferir en el movimiento del Pantera.

-Viene lo difícil... ¡APRIETA EL CULO MORRA O NOS VA A CARGAR LA VERGA A TODOS LOS AQUÍ PRESENTES!.- Alcanza a advertir mientras que toma un machete que hay sobre el escritorio y de un tajo le corta ambas manos, un alarido inunda toda la habitación mientras que un par de manos de mujer cercenadas caen sobre los dedos empapando de sangre la tela blanca donde reposaban las tres extremidades.

Cuando vi que si eran gente del Sabbat los que estaban en el callejón bajé del tejado y me acerqué con las manos en los bolsillos, con un gesto de cabeza simplemente dije —Hey, ¿Qué pasa?—. Iba a sacar la consola que acababa de conseguir mientras esperábamos a quien tuviera que venir, pero justo en ese momento apareció un coche del que se bajó El Pantera «El Perro Cabrón deberían llamarlo» pensé para mí mismo.

Me senté en el carro con la mochila entre las piernas y el tubo de cartón que llevaba enganchado a ella apoyado en mi hombro, pasé todo el trayecto mirando por la ventana porque nadie parecía dispuesto a hablar y menos con El Pantera delante, hasta que por fin llegamos a aquel antro. Cuando empezamos a recorrer el lugar vi un montón de tipos duros armados, pero a donde se me iban los ojos sin querer mientras se me escapaba una sonrisa tontorrona era hacia aquellas mujeres, hasta que finalmente nos llevaron ante el jefe.

Todo lo que vino después no me interesaba demasiado, yo solo quería que me dijeran quienes iban a ser mi nueva manada, aunque no me gustaba demasiado recibir órdenes ya estaba cansado de andar por ahí solo. Tampoco entendía a que venía todo aquello, si te tocan los cojones los matas y punto, ni que fueran niños para azotarles el trasero, pero entonces ocurrió lo de la granada.

—Y una polla— Di unos pasos hacia atrás. —Con ese culo se le cae—. Hasta que finalmente le cortaron las manos y yo me metí detrás de un sillón convencido de que aquello iba a explotar.

El vuelo nocturno de la ciudad de Monterrey a CDMX había sido relativamente corto debido a la atención y comodidades que mis sirvientes me brindaban, siempre prestos a cualquier necesidad por mínima que fuera ellos la solucionarían, ¿Por temor?, ¿Por respeto? a mí eso no me importaba, lo que me interesa son los resultados. Aquella ciudad la cuál había visto crecer a lo largo de mi no-vida se había desbordado como un tumor maligno en donde todo lo inimaginable se mezclaba y tenía cabida en aquel rincón tan al límite, si querías ver pobreza extrema la había de un lado, si querías ver riqueza y lujo al mas alto nivel era cuestión de voltear al otro lado de la calle, así de incongruente e injusta era CDMX.

Desde un discreto auto que mis contactos me habían conseguido para asistir a aquella misteriosa reunión observo como uno a uno van llegando hermanos cainitas, no pueden ser otra cosa, desde hace rato observo como cualquier mortal le saca la vuelta y la policía o cualquier malandro que pase por ese lugar simplemente baja la mirada o se cruza la calle.

En eso un vehículo de lujo hace su aparición, o el Sabbat controla descaradamente esta zona o son unos imbéciles arrogantes, la espada nunca se luce ante los pobres, la espada corta la cabeza de los pobres que no sean de utilidad.

Observo que de aquel ostentoso coche baja un clásico soldado, ¿Porque siempre enviar a un chusma? algo aquí no me cuadra, bajo el vidrio eléctrico de mi coche para afinar oído a lo que dice aquel carne de cañón.

No puedo evitar sonreír ante su pobre demostración de poder, suficiente para mí, subo el vidrio y le ordeno que sigan al vehículo sin llamar la atención.

El trayecto es largo al menos tuvieron el detalle de alejarse del punto de reunión. El lugar al que ingresan es una vecindad, tal vez una casa de seguridad o punto de reunión, no sé. en cuanto el vehículo de lujo desaparece dentro de aquella construcción a punto de derrumbarse, tranquilamente le ordeno al chofer y al escolta que me acompañan que aguarden pendientes por si necesito hacer uso de su humanidad.

Desciendo del coche y cruzo la calle hasta aquel portón por donde desapareció la suburban. Dos breves golpes para llamar a la puerta.

Hombres armados me reciben, en efecto, esta es una casa de seguridad. Me ajusto una de mis mancuernillas y sacudo un poco mi traje negro, sin necesidad de hacer uso de ninguna de mis disciplinas aquellos mortales saben lo que soy y saben lo que representaría negarme el paso. En silencio alcanzo al grupo.

Algo que no es cainita ni mortal nos sigue desde el punto de reunión, no es una sombra lo sé, es una especie de entidad pero no logro definir que és, me encojo de hombros hasta que lamentos y lloriqueos me sacan de mis pensamientos.

El interior de aquella habitación es mucho peor de lo que es la fachada de aquel edificio, me cruzo de brazos detrás de ¿un niño? hace decadas que no interactuaba con cainitas infantes, interesante. Pongo poca atención a sus problemas de disciplina con sus tropas mortales hasta que llaman a María.

Enarco una ceja ante aquel acto, al menos tienen creatividad para los correctivos, niego con la cabeza ante la activación de la granada, no quiero ensuciar mi Armani negro y sería un fastidio el que por un estúpido juego de poder me volaran un brazo o una pierna solo por asistir a una reunión en donde no veo a gente de la alta cúpula Sabbat.

Doy un paso al frente luego de que el niño vampiro se escabullera habilmente hasta detrás de un viejo mueble para evitar lo menos posible cualquier daño agravado en su persona.

Me cruzo de brazos y me llevo un mano al mentón acariciandome la barbilla, miro fijamente a la infeliz María, mentalmente le ordeno dejar de llorar y que apriete su esfinter hasta que su cuerpo se quede sin fuerzas.

Con la mirada le indico la salida y en silencio la domino para que corra lo más rápido que pueda hasta que la muerte la alcance.

Sin dejar de sostenerme la barbilla le dirijo una mirada directa a los ojos de Méndez y digo.

-Antes de presentarme y como veo que aquí en CDMX carecen de modales te pregunto... ¿Era necesaria esa estúpida demostración de... disciplina?.-

Me acerco al escritorio y paso un dedo por la orilla de la mesa. Mi dedo se llena de polvo y mugre como me lo suponía.

Le regreso la mirada inquisitiva a Méndez con una apacible tranquilidad en mi rostro.

La malky rompió la ofuscación, al parecer eran todos más o menos del mismo gremio, decidió tener las escopetas preparadas por las dudas, no sea cosa que alguno quiera pasarse de vivo.

Subió a la camioneta y se notaba la tensión en el aire, todos vampiros que se veían por primera vez, lo ideal era saber el clan de cada uno para que no haya sorpresas ni se hieran sentimientos, había oído que los ventrue y toreador no se llevaban del todo bien, suponía que eso iba a aplicar a otros, en cuanto a ella, era el hazmerreír de todos, hasta que reventaba un cráneo con sus escopetas y se la tomaba en serio.

Ignoró a las mujeres y el lugar, había andado por lugares así en un pasado, cuando todavía respiraba, ahora era algo normal que no le interesaba, tenía otro propósito, capaz más leal que sus trabajos previos, algo que le daba sentido a su vida, no solo el bien económico.

Al ver la escena de la granada dio unos pasos hacia atrás, buscó una columna y se puso detrás, sabía como funcionaban esas cosas y no era bonito, si bien su cuerpo podría resistirlo y curarse, la onda expansiva generaría un gasto de sangre innecesario. Pudo ver al crío atrás del sillón y lo llamó, esa mierda de madera y tela no iba a aguantar la explosión.

En cuanto al tipo del traje, tratando así a los "locales" eso no iba a terminar bien, pero no era de su incumbencia, si algo tenía la espada, era libertad y cada uno forjaba su camino.

No era el único en aquel sucio y deprimente callejón, pero tampoco se esmeró en presentarse. Con sus ojos negros enfocó a cada uno de ellos, intentando discernir de que iban. El humo de su cigarro se abría hasta perder la forma de una columna serpenteante. Un vástago trajeado, con buen porte y recursos. Había que ver hasta donde llegaba esa apariencia y aptitud. Una hermana de sangre... era llamativa físicamente, exuberante. Estaba buena y esas escopetas eran una declaración de intenciones. Un niño... algún sire fue demasiado impaciente a la hora de morder cuellos. No se podía confiar, quizás el niño fuese más viejo que muchos de nosotros, y quizás tuviese ases bajo la manga... Pero igualmente, fue muy pronto para morder. Y por último y no menos importante... había otro... otro vástago, pero cuando fue a reparar en él un vehículo se detuvo en el callejón.

Junto al Pantera todos fueron a una edificación que se caía a cachos, como muchas en CDMX. Aquello era una guarida del Sabbat al parecer y hacían todo lo que el Sabbat solía hacer... destruir. Y aquel juego con la granada no era más que otra demostración de lo que Sabbat acostumbraba a hacer. Que desperdicio, una joven así podría haberla añadido al repertorio de putas a la venta. En fin...

El niño y la mujer corrieron hasta cubrirse tras un parapeto, confiados en que le cubrirían de la explosión de la granada. Y así debería ser. Mientras, Daniel dio unos pasos atrás, acercándose a una esquina con una columna saliente, donde podría cubrirse en el caso de que la situación se pusiese... explosiva. Para sorpresa de todos, el trajeado se encaró al vástago del sombrero y le recriminó por la estupidez que acababa de ver.

-¿Qué esperabas Armani? Tratas con el Sabbat, y aquí en México las cosas se hacen... de otra manera -dijo con un tono tranquilo, pero intentando ayudar para que las cosas llegasen a buen puerto.

Pero la verdad es la verdad... nos salvó... algo le hizo a la joven María para que sacase su granada enculada de la habitación. La pregunta era... ¿Qué sucederá ahora?

La noche se presentaba ante el con todo su esplendor. El viaje a través de las alcantarillas, subiendo por los canalones y descolgándose por la escalera de incendio hasta un tejado delante del punto de reunión había pasado sin problemas. Observó el resto de las cámaras a través de su móvil, y examinó las grabaciones para descartar sorpresas desagradables en forma de explosivos o francotiradores. Todo parecía estar correcto.

Su contacto no debería tardar en llegar, un hombre encantador, guardaría su número. Cuando apareció la furgoneta y abrieron sus puertas chasqueó la lengua. Hubiera sido demasiado fácil claro, los iban a trasladar. Lo cual implicaba que les llevarían directamente a uno de los nidos ¿Los llamarían nidos?¿Guaridas tal vez? De cualquier forma tenía que descolgarse y entrar en el vehículo. Podría usar el uber pero entonces se perdería el estar en primera fila. Poder oler el coche, sentir la ansiedad mezclada con el miedo y la testosterona. Era lo más peligroso que había hecho nunca, meterse con el sabbat auténtico, debía estar loco.

Se descolgó con su numerito en plan batman, y su rostro con maquillaje sacado de una película de terror. Parecía que estaría en acorde con la reunión y descuadraría a la mayoría. Era divertido ver la expresión de sus caras mientras se preguntaban que disciplina vampírica era capaz de crear aquellas púas de metal enterrados en su carne pálida y azulada. Saludó con un gesto despreocupado de sus dedos y se metió en la furgoneta. Sacó su móvil y dio un último vistazo a las cámaras del lugar. Quería ver que pasaba cuando dejaran la escena. 

El viaje fue silencioso, decidió ponerse los cascos con el tecno duro a tope, eso ayudaría a controlar su excitación y sus nervios. Iba a jugar en las ligas mayores. Y activó su GPS para marcar el lugar del trayecto y la reunión en el mapa. No podía ir a ciegas, ni siquiera entre "hermanos"

Observó al resto de acompañantes, un guerrero con gesto duro y cara de pocos amigos. Una mujer de enormes pechos embutidos en un traje de licra negra a punto de reventar y boca de chupona. Con expresión ladina y el pelo púrpura, le gustaba su pelo, bueno y sus enormes... Debía concentrarse, era un vampiro y tenía que causar una buena impresión. Y a su lado un chaval, era una forma especial de sadismo capturar en el tiempo el cuerpo tierno y sin acabar de un niño. Sabiendo que nunca llegaría a madurar, una psique torturada en un cuerpo de plastilina. Tendría que probarlo, pero ahora había cosas más importantes que hacer. Mientras observaba como el trajeado les seguía con su propio coche, dejó que la música inundara sus sentidos hasta que llegaron al nido de vampiros del sabbat.

La madriguera se parecía más a un complejo de narcopisos, edificio antiguo algo destartalado, una puerta roja, buen cliché. Y de repente la entrada al infierno de los placeres prohibidos se abrió ante el, con un montón de súcubos siliconados, matones puestos de coca y yonkis tirados por los rincones metiéndose heroína. Eso no era un refugio, era el palacio del pecado, estos tíos sabían montar una fiesta. La música se filtraba por encima de su techno y decidió entregarse a la experiencia. Apagó los cascos y se dejó llevar, el olor a sudor, a sexo, flotaba en el aire con el sutil químico de las drogas. Siguieron al pantera, el enorme armario que les servía de niñera, portero de discoteca y policía, una mezcla de todos a la vez. Aunque no iba a pedirle que le cambiase los pañales.

Cuando se adentraron aún más en las entrañas del edificio, flanqueados por más seguridad, llegaron al despacho. Era perfecto, la iluminación, el ruido de fondo de torturas y gritos de dolor, la suciedad, el desorden y ese aire de película gore de bajo presupuesto. Cuando llegaron a la fila de los castigados no pudo evitar sonreír, sacó su cámara digital y observó la escena a través del objetivo, el encuadre, la luz. Apasionante, quizás una luz de linterna le daría el punto de atención para que reflejara mejor la sangre, pero la iluminación de los focos era lo bastante potente para que se apreciara todo con nitidez. 

Con un sencillo click envió la grabación en tiempo real a su nube, eran imágenes fascinantes con una verdad y una crudeza dignas de ser inmortalizadas, sin lugar a dudas. Las formas del pantera eran excelentes, con los tirones y movimientos bruscos destinados a sorprender y aterrorizar a su víctima. Cuando la puso de rodillas, esperaba que la cosa se pusiera caliente, pero estaba jugando con los chicos grandes. Cuando sacaron la granada llevó su mano a los pantalones en un gesto de excitación. Mientras introducía a la fuerza el explosivo. 

- Este tío es un genio, que maestría, que control de los tempos.- Susurró entre dientes mientras se movía ligeramente para capturar la escena desde distintos ángulos, jugando con la luz para captar las lágrimas y la desesperación de la pobre muchacha.

El clímax final llegó con un destello metálico, sangre y un grito desgarrador mientras las manos caían sobre la tela blanca junto a los trofeos. Primer plano de la mano y volvemos a la imagen de.. que coño esta haciendo ese tío, un momento ¿Porqué no sale? Malditos vampiros raritos. La moza se levanta y echa a correr, imagen de la carrera mientras el otro, tras fastidiar la escena final y la explosión de vísceras hace su numerito de ejecutivo agresivo. Genial, un aguafiestas.

O era un pez muy gordo, o un pez muerto. Bajó la lente y observó con expresión incrédula y cierto desagrado.

De pronto solo algunos golpes sordos y lloriqueos se escuchan en esa habitación velados por la puerta roja cerrada al fondo en donde se encontraban torturando mortales.

María se tranquiliza y baja lentamente al suelo sus recién adquiridos muñones chorreando sangre, con la mirada perdida da media vuelta en silencio y sale corriendo del lugar dejando un rastro líquido brillante y bermellón a su paso.

El Pantera se planta ante Dante Cienfuegos visiblemente exacerbado. Levanta el mentón retador mientras comienza a agitar el machete aún ensangrentado a un costado de su pierna.

-Tienes muchos huevos ¿No cabrón?- El Pantera ladea la cabeza desafiante mientras que con un par de movimientos laterales de su cabeza destensa los músculos del cuello como preparándose para pelear.