Partida Rol por web

Las dos Changelings llegaron a tiempo de coger el metro para salir de el Rabal y acercarse a Eixample. Escogieron un bar tranquilo, donde poder hablar sin gritar.

Vacía la barra, sólo un par de mesas del fondo estaban ocupadas por sendas parejas.

-Es un buen lugar, Natalia, estaremos bien aquí.

Se sentó en uno de los taburetes y palmeó el que tenía al lado. Con un gesto de la cabeza le indicó que dejara la "guitarra" entre las dos, en el suelo. Pidió al tipo que servía, un chico desgarbado y delgaducho, una cerveza muy fría.

-No quiero cargarme, ¿sabes? -Se justificó por la "copa" que había pedido. -No quiero estar aturdida. Parece que hoy se espera que soñemos algo importante. ¿Sabes de qué va eso...?

Natalia arqueó una ceja mientras se llevaba su vaso a los labios.

- No, a decir verdad en nuestra corte no nos interesamos demasiado por lo sueños. Tengo entendido que ese es vuestro trabajo.

-Ya. Bueno, yo tampoco sé más que eso. Pero al decirme lo del traidor, antes, he temido que no hubiera alguna relación, y que se esté cociendo algo.

Mar apuró un trago de su cerveza, mientras miraba a Natalia a los ojos. O mejor, a la escarcha que los rodeaba.

-Si no fuera por esa cola y esas orejas, hubiera dicho que tienes trazas de elemental...

- Oh, ¿lo dices por esto? -dijo pasándose un dedo por debajo de los ojos, arrancando un trozo de escarcha que dejó sobre la mesa y se derritió enseguida- Es un rasgo de corte, más bien. Todos los cortesanos ónice tenemos algo de "frío" en nuestro aspecto

La tanteó con la mirada. No podía decirse que la propia Mar fuera sociable, y de hecho lo era incluso menos de lo que parecía la propia Natalia. Pero eso estaba por ver, y así agudizó sus sentidos, intentando captar las emociones de la invernal.

No consigues discernir gran cosa en el lenguaje gestual de Natalia, pero lo que acaba de decir bien podría ser una verdad solo a medias

Asintió, sin dejar de mirarla. Y tomó un nuevo trago antes de decidirse a preguntar.

-Frío en vuestro aspecto. ¿Y en el alma, Natalia? Hay hielo allí...? -Levantó una mano, excusándose antes de esperar una respuesta. -En la mía sí. No quisiera que fuera así, pero así es. Se instaló como una esquirla desprendida, se clavó... y allí sigue...

- Aha -respondió Natalia sin mucho entusiasmo; no iba a responder a una pregunta así cuando la acababa de conocer- Todos hemos perdido algo; por algo nos llaman los Perdidos, ¿no?

-Sí...

Mar se quedó callada, ensimismada. No estaba teniendo sintonía con la chica, aunque no le extrañaba tampoco.

-En fin. -se estiró discretamente, ahogando un bostezo.- Creo que habrá que ir a soñar. O eso dicen. No tomaré una segunda, por si acaso. ¿Y tú? -Sacudió la cabeza de pronto, como si quisiera sacudirse la tristeza.- Bueno, que sepas que puedes contar conmigo si necesitas algo de una elemental de nieve, o de una profe de canto, soy ambas cosas.

Sonrió levemente, sin entusiasmo. Pero el ofrecimiento era sincero.

- ¿Ya? -respondió, mirando la hora- Bueno, si, hoy no es dia de salir y mañana hay que trabajar. ¿Pero de verdad es tan importante ese sueño que dices?

Se encogió de hombros.

-No lo sé, la verdad. Smog ha dicho que lo ha comentado Selene. Y ya sabes cómo son esas cosas. Pasan... o no pasan. Pero yo pienso estar atenta, si es que sueño. Si no es importante... me divertiré un rato haciendo elucubraciones. Y si lo es... pues mejor quedarme con ello, ¿no?

Natalia no sabía gran cosa sobre oniromancia, pero sabía que la Reina de Otoño era una oniromante muy poderosa. Si para ella tenía alguna importancia, entonces es que era verdaderamente importante

- Entonces tendré que estar atenta yo también -terminó su copa y se levantó- Ha sido un placer conocerte, Mar. Deberíamos volver a vernos. No puedo decirte donde vivo, pero Lily sabrá encontrarme, así que si quieres algo de mi habla con ella primero

Había una ligera sonrisa en su rostro, casi invisible, pero ya era algo más que la expresión fría que había mantenido durante toda la conversación

Se levantó también, y asintió. Sí, al final, la sonrisa de Natalia había suavizado mucho su actitud inicial. Y el ofrecimiento de contactar con ella. Le gustó, podía ser peligrosa como decían los rumores. Pero, ¿acaso no lo era también la propia Mar...? La locura era una esquirla de hielo clavada en el alma, como ella mismo había dicho. Y no sólo en la suya.

-Lo haré. Tú ya sabes, deduzco, dónde encontrarme. Y si no, en el Liceu. Ah! Y conste. Me encanta tu pelaje!

Ahora rió, con una risa cálida por extraño que fuera, y real, auténtica.

Después con un gesto amistoso de cabeza salió del bar, y echó a andar hacia su casa. Había que soñar...