Partida Rol por web

Vistes pues que Edna y Ray charlaban unos instantes en la misma puerta de la casa de Malcom Flannelly con éste. Tras unos segundos se las ingeniaron para entrar, con el permiso del residente. No llegaste a oir lo que decían, pero la puerta se cerró con tus compañeros dentro. Acto seguido bordeaste la casa y te dirigiste hacia tu vehículo, donde el doctor Hubbard aguardaba, a unos cincuenta o sesenta metros de la vivienda. Nadie había por las calles.

Fue entonces que viste a Ray y a Edna charlar en la puerta de Flannelly durante unos segundos y luego... entraron en su casa, cerrándose la puerta. Edgar Williams comenzó entonces a acercarse de nuevo al vehículo donde aguardabas. Finalmente entró y ambos os reencontrásteis bajo la noche de Arlington.

Al llegar al coche entré rápido en el asiento del conductor, como obviamente era de esperar - Hola de nuevo doctor. - Dije saludando al mismo, realmente no sabía que habían planeado Edna y Ray, pero realmente no es algo que me interesara mucho en ese momento, habían conseguido entrar y hagan lo que hagan, averiguarán algo. - Veo que la señorita Moore y el señor Paulson se las han apañado para acceder al domicilio. Yo por mi parte no he conseguido toparme con nada, se fueron en un coche del que apenas ví la matricula, hubiera sido un avance, aunque con lo que conseguí saber de mi contacto - dije haciendo referencia a la llamada en la farmacia - puede que tengamos algo.

-De todas formas mi incursión no ha sido del todo erratica - Saqué una petaca que tenía guardada en el bolsillo interno de la gabardina - He encontrado algo que puede ser de utilidad, es alcohol - le mostraba la petaca al doctor agitandola mientras - ¿Me podría hacer el favor doctor? - Dije ofreciendosela - No soy muy bueno identificando vinos, y teniendo en cuenta de que la remesa perdida en la farmacia podría ser parecida a la que nos sirvió George, podríamos saber si es el mismo tipo, no se preocupe, no hay ningún ser dentro. - Traté de calmarle pues antes había comprobado que era vino, aunque no sé hasta donde llegaba la veracidad de mi explicación.

Me encontraba sentado en el interior del coche, aún molesto por la forma en la que aquellos dos jóvenes me habían dejado de lado en sus planes, cuando regresó el detective. Le miré con un gesto interrogante en la cara, escuchando todo lo que tenía que decir que, al fin y al cabo, no era nada que nos pudiera ser de utilidad.

—Sí, no parece que les haya costado mucho trabajo entrar. Creo que iban a dar la excusa de que necesitaban un teléfono porque se les había averiado el coche.

Volví a cerrar la boca, observando con atención la petaca que me ofrecía el señor Williams mientras fruncía ligeramente el ceño. ¿Acaso ese joven pensaba que yo podría identificar sin problemas el vino?

—¿Cómo lo ha conseguido?

No me podía creer que aquellos tipos a los que había seguido se hubieran dejado así como así una prueba como aquella, y si por casualidad el señor Williams se la había robado a alguno de ellos, lo más probable sería que fuera de cualquier otro vino mucho más corriente del que nuestro anfitrión nos había ofrecido. Aún así destapé la petaca para oler su contenido antes de darle un pequeño sorbo.

Miré por el retrovisor al doctor mientras me hacía dichas preguntas y veia como tomaba la petaca. Tardé poco en esclarecer sus dudas - Lo encontré junto al jardín del señor Flannelly, unos niños estaban bebiendo de ella mientras fumaban. Al llegar yo se dejaron la petaca y aproveché para cogerla. Sinceramente pienso que puede ser cualquier cosa, pero al estar tan cerca del señor Flannelly... Bueno ya puede imaginar usted a que me refiero ¿No? - Esperaba que el doctor razonara igual que yo, unos niños con vino cerca de una casa donde iban unas botellas con un octopodo dentro, puede que no sea exactamente lo que pienso pero como sea el vino de Flannelly el mismo que hay en la petaca... Solo esperaba que las únicas botellas con octopodos sean las que acababa de recibir esa noche el susodicho

Nunca falla. – Pensaba mientras daba los primeros pasos en la casa de Flannelly con una sonrisa de victoria, dándole un leve apretón en el brazo a Paulson. En el fondo estaba nerviosa, iban a meterse en casa del hombre que supuestamente había contratado a sicarios armados para recuperar cargamento ilegal.- Céntrate.- Pestañeó varias veces, volviendo al mundo actual y concentrándose en lo que tenía a su alrededor. Cualquier cuadro, fotografía, escultura o colocación podía ser importante para hacerse una idea de cómo tratar con el dueño de la casa, incluso la manera con la que los recibieron, en albornoz, ya le daba entender una fracción de su despreocupado carácter.

- Gracias por la ayuda, tiene una casa preciosa.- Halagó por educación antes de entrar en la salita del teléfono, donde los dejó a solas, aunque sin cerrar la puerta. Siguiendo su papel, cogió el teléfono pero, antes de disponerse a marcar un número, miró por el rabillo del ojo hacia la puerta, asegurándose que no le estaban mirando. Sin quitarle ojo a ese resquicio abierto, habló en susurros.- Pide un vaso de agua, intenta moverte por la cocina. Improvisa.- ¿Dónde podrían guardar vino ilegal? No habían dado mucho tiempo desde la entrega hasta que llamaron a la puerta, así que dudaba que estuviera escondido en algún recóndito lugar. La cocina era el primera lugar que se le ocurrió.

Te diste cuenta que el señor Flannelly había intentado ocultar un paquete bajo una mesita que había en en el recibidor, junto a las escaleras (inmediateamente enfrente de vosotros). Lo cierto es que aquello había pasado minutos atrás, antes de acceder allí dentro. Era un maletín envuelto en el paño del asiento de la silla (lo debió haber revuelto rápidamente justo despues de haber llamado a su casa, para poder abriros). ¿Sería el paquete que aquellos tipos trajeados le había dado minutos antes?

Gracias señora, es muy amable -y luego estuvísteis solos un par de minutos en la salita, a la derecha del recibidor, con el teléfono a vuestra disposición-.

El doctor Hubbard se dió cuenta de lo evidente:la pequeña petaca tenía vino en su interior. Un vino rancio, en verdad; nada que ver con el buen vino del señor Flannery durante la cena horas atrás. Ya hacía varios minutos que vuestros dos compañeros estaban dentro de la casa de Flannelly. Debían estar en el recibidor o alguna sala contigua (cercana a la puerta), pues las luces de una sala cercana a la entrada se encendieron de repente en su interior.

Ray entró pronunciando un simple "Gracias" y asintiendo en un gesto de educación. Siguió al hombre mientras miraba discretamente en todas las direcciones. Sentía algo raro al estar entrando en una casa ajena con su "esposa" cogida del brazo y con el objetivo de descubrir qué ocurría con ese tipo. Al llegar a la salita, se quedaron solos.

- Ve tú, creo que sospechará menos.- susurró acercándose mucho al oído de Edna, como si la abrazara.- Deja, querida, ya llamo yo. Espero que Jake coja el teléfono y no nos deje tirados otra vez...- dijo en voz alta.

Se acercó al teléfono y fingió marcar un número. Descolgó y empezó a hablar solo como si estuviera loco. Tenía que fingir que la llamada era larga o, al menos, poco fructífera.

- ¿Jake? ¿Hola? Ah, Jessica. ¿Está Jake?- empezó a decir mientras le hacía un gesto a la periodista para que se moviera.- Siento llamar a estas horas, ya sé que es tarde... Pero, ¿está o no está? ¿Jessica?- masculló algo, como si se quejara.- Jessica, necesito hablar con él para que me eche una mano. El coche no se mueve y... ¿Hola? Ah, hola Jake... Pues escucha... Sí, todo bien. Escucha: resulta...

Continuó parloteando para ganar tiempo.

Sólo me hizo falta mojar los labios en el líquido de la petaca para darme cuenta que aquel no se parecía en nada al buen vino que nuestro anfitrión nos había ofrecido. Devolví con gesto hosco el recipiente al detective.

—Qué horror. Ni por asomo se parece al vino de la cena.

De buena gana hubiera escupido, y eso que el líquido ni siquiera había resbalado por mi garganta, pero el regusto que me dejó en la boca era lo suficientemente asqueroso para dejarme una degradable sensación en ella. Enojado con todo lo que estaba sucediendo, me giré para observar la casa, esperando a ver si la parejita salía de una vez de su interior. Enarqué una ceja al ver cómo las luces se encendían, dándome cuenta que con toda seguridad la treta de los dos jóvenes había dado resultado. Sólo faltaba que también consiguieran sonsacar algo al dueño de la casa.

—Quizás deberíamos acercarnos a la casa. De esa forma, en el caso de que hubiera algún problema, estaríamos cerca.

Ve tú, creo que sospechará menos.

Asintió con la cabeza, todavía mirando ese resquicio en la puerta, y pensando en lo que había visto hasta llegar a aquella salita. Había sido durante una fracción de segundo pero estaba segura de ver un maletín sospechoso, ¿serían las botellas? Tenía que buscar la manera de acercarse, aunque no sería nada fácil.

- Maletín, bajo la mesa del recibidor. – Dijo aprovechando cuando se acercó para que estuviera sobre aviso antes de sonreír y abrir la puerta de la sala, buscando con la mirada al anfitrión.- Disculpe. Mientras mi marido llama, ¿sería demasiado pedir un vaso de agua? No quisiéramos abusar de su hospitalidad.

Flannelly miró con cierto desdé a Ray, estirando el cuello y dejando que su vista accediera unos segundos hacia el mal fingido monólogo de Ray. No obstante, esta situación fue interrumpida por la petición de Edna.

Claro, señora, aguarde un... momento... -entonces se alejó yendo en dirección a las escaleras, pero en vez de tomar éstas marcho junto a ellas hasta el fondo del recibidor, donde había una puerta. La casa se dibujaba amplia y grande. Quizá tendríais unos momentos a solas, sólo unos momentos...

Se me dibujó una sonrisa en los labios al ver la cara de repulsión del doctor, y al oir su alegato sobre la bebida solo pude incluir - "Matarratas" entonces - Haciendo referencia al mal alcohol que servían a modo de quitapenas, siendo barato y asqueroso. -, dudo entonces que sea el vino que buscamos, pero nunca está de más reunir algo más de pruebas  aunque no sean referidas al caso. - Si es una prueba al estar en las lindes de un lugar, y podría usarla en algún momento de tensión. - Recogí la petaca y la guardé en el mismo sitio de antes.

En la casa por lo visto ya habían empezado a moverse, esperaba que Edna supiera dirigir el cotarro desde dentro y hallar alguna prueba, aunque siendo periodista... ese pensamiento de duda igual sonaba a ofensa. No sabía que idea tenían en mente, el doctor no había proporcionado ningún detalle, salvo que estaban actuando como casados aunque sin alianza... esperemos que Flannelly no sea muy avispado. Pero el doctor tenía razón, deberíamos acercarnos, minimo para estar cerca por si se tuercen las cosas - Me parece bien doctor, pero y si nos vé el propio Flannelly fuera de su casa esperando, deberíamos tener una excusa preparada. Aunque creo que la realidad es la mejor excusa. - Pensé en el caso y realmente era muy cierto.

Teniendo en cuenta de que algunos aún me ven como policía podría usar esa excusa si el propio Flannelly nos ve fuera, o incluso para distraerlo mientras Edna busca pistas... - Incluso es una opción para hacerles ganar tiempo a la señorita Moore y el señor Paulson, si distraemos a Flannelly desde fuera ellos tendrán más tiempo sin el anfitrión para poder investigar por si hubiera pistas. Vamos si le parece bien, si no solo esperaremos fuera. - Dije al doctor mientras me giraba sobre el asiento para mirarle directamente a los ojos

Después de debatir con cierta holgura (aunque pensando en vuestros dos compañeros allí dentro), hubísteis de bajaros del vehículo y andar los casi sesenta metros hasta la casa. Lo hicísteis juntos, como quien da un paseo casual, y sin acercarse demasiado a la casa. Al menos los cigarrillos de Edgar era una excusa para aguantar la noche al raso. Poco a poco os acercásteis y os quedásteis tras un gran árbol que había en la avenida, justo a unos veinte metros de la casa (justo antes de cruzar la calle hasta llegar a la vivienda de Flannelly). Allí aguardásteis un poco.

Una vez miré un poco la casa desde aquel arbol donde nos habíamos quedado, tiré la colilla del cigarro al suelo y la pisé para apagarlo - Bueno mi buen señor Hubbard, voy a tratar de llamarles para distraerles. Si quiere acompañarme le pido que me siga la corriente. Sino simplemente espere aquí. No tardaré. - Y entonces fuí hacia la puerta de la casa con libreta y boligrafo en mano dispuesto a apuntar unas pequeñas notas de un secuestro de una niña un poco al tun tun, por si el hombre era muy cotilla.

Una vez delante de la puerta, simplemente golpeé un par de veces la regia puerta para que el golpe sonara bien en el interior

Seguía preguntándome cómo demonios me había involucrado en aquella extraña investigación. En esos momentos que me encontraba de noche, de pie ante la casa de un desconocido y al lado de, hasta el momento, otro desconocido más, me recriminaba a mí mismo por no estar tranquilamente en mi casa, calentito, fumándome una buena pipa, con una copa de jerez al lado y leyendo el interesante libro que había dejado para asistir a la cena. No es que fuera un cobarde y tenía que reconocer que sentía mucha curiosidad por saber en qué quedaba todo ese asunto del pulpo en el vino, pero yo no era ningún detective como el joven que estaba a mi lado, ni ningún hombre misterioso o una jovencita rebelde y entrometida como los dos que habían entrado en aquella casa que, en esos momentos, estaban observando. No, yo sólo era un viejo médico al que le gustaba la vida tranquila, disfrutar de los placeres cotidianos y no meterse en ningún lío.

Pero ahí estaba, al lado de tres desconocidos que apenas le prestaban atención y que, eso era algo que ya había notado desde el principio, preferían que no estuviera molestando por ahí. Y, a pesar de que el joven detective parecía más dispuesto a indagar por su cuenta que acompañado, tomé al vuelo su ofrecimiento dispuesto a aceptarlo, en parte porque no tenía demasiadas ganas de pasar más tiempo solo esperando a tener noticias y porque, era algo bastante importante, no me apetecía coger un resfriado por culpa del frescor de la noche.

—Prefiero acompañarle. —Dije, utilizando el mismo tono bajo que Edgar había empleado—. Espero que tenga una buena idea para colarnos ahí dentro. No creo que a su dueño le haga demasiada gracia recibir, en la misma noche, dos visitas inesperadas con excusas increíbles.

Y eso que no tenía ni idea cuál había sido la excusa que habrían puesto Edna y Ray, aunque podría imaginársela, y mucho menos conocía los pensamientos que cruzaban por la cabeza de Edgar. Pero, a pesar de todo ello y del más que probable peligro que estarían corriendo, seguí al detective en dirección a la puerta de la casa.