Partida Rol por web

 El grupo de guardas mercenarios actúa eficientemente, casi como si interpretaran una coreografía.

 El primero de todos es el hosco Rod, que saca de la vaina el larguísimo filo de su terrible arma, descargándola contra los humanoides cabríos. Causando terribles heridas (-16 pv) en el más próximo de los hombre bestias, sin tiempo a detenerse a contemplar el daño de su ataque ya está descargando de nuevo el pesado filo de la mandoble sobre el otro ser, que ve como primero le corta en un muslo y, después, a pesar de interponer su pequeño escudo de cuero, la terrible arma se abre paso en un brutal golpe descendente que le cercena, escudo, brazo y casi medio torso... la criatura cae al suelo sin vida (-25 pv)...

 Simultáneamente, Mculligan se mueve a rápido contra los humanoides que atacan a la carreta delantera, la que usa Omar, en su carrera saca una espada corta e intenta acuchillar al hombre bestia con tres rápidas estocadas. El ser llega a percatarse a tiempo del ataque y logra interponer, a duras penas, el escudo un par de veces, pero aún así no logra evitar que la espada atraviese su vientre (-5 pv), sintiendo como la sangre calienta su piel.

 Dareus por su lado ataca a la bestia más cercana, con daga y espada, y logra herirla varias veces, arrancando agudos aullidos a la bestia (-8 pv). Pero lejos de dejarla moribunda.

 En otro lado, en la primera carreta, el guardaespaldas deja muy mal herida a la bestia (-18 pv).

 Las bestias contraatacan a los guardias, con garras, colmillos y lanzas... El gravemente herido hombre bestia herido por Rod le ataca cuando este intenta arrancar el filo de su mandoble del cuerpo muerto, alcanzándole con el filo de la primitiva lanza, causándole una herida superficial (-6 pv). La bestia herida por Dareus ataca a su agresor, en un furioso ataque, pero el atento mercenario esquiva con facilidad a la bestia. El otro mastín continúa atacando a la mula.

 En el otro lugar donde se libra combate, los hombres bestias contestan, atacando a Desmond y a Foyle. Desmond se libra con facilidad del ataque del desequilibrado humanoide. No así el escudero de sir Tymos, quien recibe una lanzada en el hombro. El maltrecho mastino intenta atacar al guerrero del desierto, pero las graves heridas y la pericia del arábico son demasiado para la bestia, que falla sin tener las energías suficientes. La otra fiera ataca inmisericorde a la mulla, ¡desgarrando parte de su flanco!

 A pesar de ser sangriento, la rápida actuación de los hábiles mercenarios parece que logran mantener la mejor parte de la contienda. Cuando, de repente, Sir Tymos y Enricco ven como un par de pesados guerrero aparecen por el otro lado del camino, grandes humanoides que aparecen esgrimiendo pesadas hachas a dos manos...

Dareus no quiere dejar escapar el ímpetu del combate, ahora que ha conseguido herir a la monstruosidad que se encuentra delante de él y que de momento está indemne, aunque la presencia de los dos seres quje se acercan no presagian nada bueno.
- Mejor acabar con esto cuanto antes.
Con la agilidad propia de luchar en las oscuras callejas de las ciudades empuña otra vez espada y daga contra el mastin infernal.

Una sonrisa macabra se entreve en la faz de Rod - ya lo echaba en falta.. -

Con su antebrazo se quita la sangre que enturbia su vista y con su pierna empuja el cuerpo inerte y cercenado de la bestia separando así su arma. Luego posa la vista en la lanza manchada con su sangre, y alzando la mirada se dirije a la bestia aún en pie; sonrie otra vez mientras su filo desciende con fuerza para rematar a ese ser..

- Cabras!! No tenéis la piel mas dura que mi gastada armadura así que... ya has muertoo! - Luego se gira y se dirige al ser que aún golpea a las bestias de tiro.. -

Comprobando de reojo el estado del escudero de Tymos , Desmond se obliga a concentrarse en su oponente .
El familiar olor a sangre inunda su olfato.Aunque esta proceda de bestias salidas de pesadilla.
Con una finta intenta encontrar el flanco de su adversario.

- Que perdida de tiempo, malgastar mi talento en estos seres demoníacos... Murmuró Enricco mientras se preparaba para recibir como merecían aquellas bestias que se acercaban amenazantes.

Realmente le molestaba batirse con aquellos seres, pues no los creía dignos de su habilidad con la espada. Pero el tiempo diría si estaba equivocado o no.

Con espada y daga en mano, a través de la cortina de agua que caía incesante, el tileano se preparó para el combate.

Levantó la mirada y Sir Tymos lo vio. La figura esbelta de aquél gran guerrero, medio-humano medio-bestia. Otros hombres de carácter y coraje menos templado hubieran vacilado, o hubieran sucumbido al pánico y al horror. Pero él no. Era una ocasión muy anhelada.

El caballero se agarró a la empuñadura de su arma con todas sus fuerzas, y todo su entusiasmo, se entrego a la carrera, cargando contra aquél ser mientras gritaba a fuerza de sus pulmones el nombre de su amada: -¡¡¡¡¡¡Por Pandoraaaaaaaaaaa!!!!!-

 Con una mueca parecida a una grotesca sonrisa homicida, el guerrero del sombrero danza de nuevo sobre el suelo embarrado, haciendo girar el acero de la mandoble con facilidad. El primer compás decapita al horrorizado hombre bestia (-10 pv). Y sin detenerse dirige el resto de su torrente de acero contra el mastín que estaba atacando a la mula de carga, la fiera, distraida con la mula no puede hacer nada contra el temible guerrero, que la elimina de tres certeros ataques (-22 pv).

 Al mismo tiempo, Desmond, continúa plantando cara a los ungors que vinieron para atacar la primera de las caravanas, viendo como uno de estos logra herir al lacayo de sir Tymos. Un par de estocadas bajas dejan muy malherido a su enemigo (-10 pv).

 Dareus, de pies en la carreta combate contra la malherida fiera, esta no es un enemigo capaz para el mercenario, que hechando mano a su daga, logra clavar las dos hojas contra la fiera aupada en la carreta (-13 pv). Las libera de una seca sacudida para ver como el cadáver caliente del mastín se desliza hacia el lodazal en el que se está convirtiendo el camino...

 Protegiendo a su amo, el enigmático guerrero del desierto despacha de una última cuchillada a la bestia que amenazaba a su patrón. Se queda un instante junto a Omar, dando un vistazo a la pequeña escaramuza, viendo a Enricco y sit Tymos cerca del flanco occidental, se acerca al mastín que acosa a la bestia de carga.

 El joven caballero, con la lanza bien aferrada entre las manos, se lanza en una carrera por el camino barroso, apuntando con su lanza a la corpulenta bestia de cuernos cabrios, la punta de la lanza, desviada por el mango de la gran hacha desgarra un poco del muslo izquierdo de la criatura (-7 pv).

 El escudero del caballero, armado tan solo con una garrota de roble, la blande con ambas manos contra el ser que le ha herido, este interpone el escudo para intentar desviar el impacto, lográndolo parcialmente, caiendo este hacia la rodilla de su m¡pierna cabria, dejándola magullada (-5 pv).

 Enonces es cuando contestan los asaltantes. El debilitado humanoide que está a tacando a Desmond ve impotente como el guerrero desvia con un hábil movimiento la futil lanzada. Más su compañero, el que lucha contra el desgarbado y mudo escudero, logra hacer sangrar de nuevo a si (-3 pv) contrincante.

 El último de los mastines, con el ocico y las garras manchadas con sangre de la mula, se lanza voraz contra el guardaespaldas, este intenta interponer su cuero, pero al venir corriendo sobre el suelo barroso, se desequilibra y la bestia lo toma con la guardia baja, lanzando una dentellada en el antebrazo de la diestra (-5 pv).

 Los nuevos contricantes movieron ficha, el primero de ellos fue el herido por el valiente sir Tymos, quien se ve sorprendido cuando es incapaz de eludir el ataque de la criatura, mostrándose mucho más hábil y diestro de lo que había supuesto en un inicio... la gran hacha descrive un amplio arco, abarcando la distancia dejada por la lanza esgrimida por sir Tymos, el filo desigual de la arma impacta con fuerza contra la cadera del caballero, arrancándole un grito ahogado (-11 pv). Eso ocurre a la vez que el otro ser se lanza en una carrera contra el solitario espadachín, quien aguanta con agallas la visión del ser lanzado a la carga con sus poderosos cuartos traseros dándole un impulso increible. En el último instante el espadachín intenta echarse a un lado pero para su sorpresa no es lo suficientemente rápido, sin lugar a dudas el suelo embarrado le ha jugado una mala pasada,afortunadamente el ataque no le alcanzó de pleno, causándole un corte en la parte superiro del muslo (-8 pv)

Miró su desgarrada cadera, ¡Eso no es nada! Pensó mientras apretaba sus dientes, y la rabia se dibujó en su rostro.

Un punto de luz fugaz brilló rojo en sus ojos... soltó la lanza con la que había cargado, y se vistió de escudo y maza. Dispuesto a darle una mejor demostración, pues sangre noble y de ancestros guerreros corría por sus venas.

La lluvia se precipitaba densa y pesadamente. Los músculos del brazo del caballero se tensaron, como respondiendo a una llamada de alguna fuerza sobrenatural, se hincharon afirmando su arma para que esa no resbalara, y descargaron un golpe con mucha furia mal contenida. Y aunque no fue su mejor golpe, pudo al menos sonreír satisfecho al sentir crujir algo bajo el peso de su arma.

Observó con arrogancia al engendro, para ver como lo habría encajado... solo un segundo antes de cubrirse con el pesado escudo, el blasón relució a la luz de un relámpago.

Rod inmerso en la batalla no ve nada más que sangre y su oponente... ahora, con los cuerpos destripados en el suelo sin más oposición inminente, se fija en su compañero de carreta como despacha al otro  - bien almenos voy con alguien competente - hasta ese momento Rod tenia serias dudas con es joven, igual que con el resto; en su caso la duda se disipa. Con mirada aprobadora se dirige al chico:

- Bien hecho! a criar malvas, jajaj!

Luego Rod se acerca a la carreta central subiendo encima y desde allí observa a todo su alrededor en busca del resto de "cabras", y el  pastor.. quizás el peor.. - ojos de aguila; oidos de zorro.. joder hai más! -

El gruñido del escudero al recibir un tajo atrae la atencion de Desmond . Aunque no es suficiente para que el engendro con el que lucha le sorprenda con su ataque.
Con una media vuelta golpea a la criatura herida,luego pivota hacia su lado para coger al adversario del joven por el flanco.
-Espavila chaval !! esto va en serio!

Enricco se maldijo por su torpe fallo, e intentó mantener la cabeza fría, pues solo así podría vencer a aquella bestia. La herida en su muslo le dolía, pero aun no había dicho su última palabra.

Con ímpetu renovado espero a que la bestia cargara para lanzar dos rápidas estocadas con espada y daga.

En vista de que el "trabajo" en su carreta se ha acabado gracias a la intervención de Rod, decide acercarse a la bestia que está en la carreta central. - Si no se da cuenta le clavaré la espada entre las costillas.

Dareus espera coger desprevenido al oponente de Enricco, avanzando bajo la lluvia como una sombra silenciosa, ambas armas bien afianzadas. Más allá oye el entrechocar de armas, pero por ahora quedan demasiado lejos para ayudar.

 Bajo la intensa cortina de agua, el combate se desarrolla sangriento e inmisericorde. Los mercenarios demuestran que son merecedores de todas y cada una de las coronas pactadas.

 Sin más enemigos cerca, el sediento de sangre Rod, se aupa en la segunda carreta para tener una visión general de la zona, en busca de más contendientes a los que batir como los primeros hombres bestias y a la fiera.

 Desmond, luchando codo con codo con el escudero del caballero bretoniano, ve como Foyle no está a su altura, llevándose feas heridas. Con un movimiento diestro lanza una fatal cuchillado al debilitado hombre bestia (-3 pv), sin perder más tiempo da mediavuelta sobre sí, dejando al ungor entre Foyle y él mismo y lo atraviesa por la espalda, encima del trasero, a la altura del hígado, clavando un palmo su hoja. El ungor lanza un escalofriante berrido, viendose amenazado y herido entre los dos humanos.

 Dareus, por su lado, una vez asegurada la carreta, con la muerte de la última fiera que la amenazaba, va en en apoyo de Enricco que al parecer se ha llevado una sorpresa contra la pesada bestia que lo ha atacado con la temible hacha a dos manos.

 Por su lado, el gardaespaldas de Omar, pese haber sido herido por la fiera, logra lanzar una mortal cuchillada con su cimitarra (-16 pv). La bestia suelta un agudo aullido lastimoso. En su réplica la fiera ve como el arábigo bloquea sin problemas su débil dentallada.

 Herido, luchando por su vida, Foyle saca fuerzas de algún sitio para atacar de nuevo al herido ungor, aprovechando que este se ha vuelto contra Mculligan. La garrota logra impactar en un lado de la cabeza, abriendole una brecha bajo uno de los cuernos (-6 pv). El desesperado ser intenta atacar al mercenario, el guerrero bloquea sin problemas el previsible ataque de la lanza, haciendo obvio el próximo desenlace...

 El sorprendido Enricco centra sus sentidos contra el corpulento ser, el cual le saca más de una cabeza, con soprendente habilidad logra clavar las dos hojas en el cuerpo del gor, la espada en el torso y la daga se lanza en busca de los tendones del brazo, fallando por poco (-10 pv). Su contendiente le descarga un nuevo golpe acompañado de un amenazador balido, pero esta vez, el atento duelista logra echarse a un lado... por poco. Entonces llega Dareus, dispuesto a unirse a la contienda.

 Un poco más alejados de las carretas el caballero esgrime con fuerza el pesado martillo y logra descargarlo contra la mole de pelo y músculo que tiene delante y siente satisfecho como esta se duele ante el duro impacto (-9 pv), pero no es suficiente como para frenara al ser, envalentonado, o acaso desesperado, el ser se prepara para lanzar un terrible golpe descendente contra el caballero, pero la casualiad, o la buena estrella del bretón, hace que la pesada hoja de doble filo del ser quede extrañamente clavada en una rama del árbol bajo el que se libra la lucha, quedando temporalmente desarmado...

 Subido a la parte posterior de la segunda carreta, mal resguardado por el sombrero de ancha ala, oteas los alrededores del camino en busca de más peligros, pero la densa cortina de agua y la densidad del follaje no te deja ver muy lejos. De todos modos no te parece apreciar más enemigos a la vista.

El caballero había previsto el golpe, y se había puesto a cubierto, tensó todos los músculos y nervios del brazo que sostenía su única defensa esperando sentir temblar cada uno de sus huesos por la embestida, pero curiosamente la respuesta no llegó.
Levantó, asombrado la cabeza por sobre el escudo y vio como su enemigo no solo había errado la trayectoria sino que además se había clavado y atascado el filo de su hacha en una gruesa rama del árbol, y ahí estaba forcejeando para liberarla lleno de cólera. Estaba claro que los dioses le sonrían, y él, por supuesto, también.

Volvió a empuñar su arma con arrebato y osadía e intentó nuevamente descargar otro ataque contra aquél engendro.