Partida Rol por web

El tipo te mira con cara de pocos amigos.

-Largate de aquí, imbécil. Me estás molestando...

Si la noche de Nueva York ya era de por sí ruidosa, para tus sentidos aguzados era un auténtico infierno. Hasta que no te acostumbraras a regular tus sensaciones, el carnaval de ruidos seguiría atormentando tu cerebro. Tu confidente y contacto estaba donde siempre. En la misma esquina fumando el mismo tipo de cigarrillos. Casi parecía una figura salida de una novela de Dashiell Hammett...

Tus pensamientos se vieron interrumpidos por un carraspeo cerca de ti. Cuando te giras te encuentras con una persona a la que esperabas ver aquí tarde o temprano: Luca Belmonte. De cara a la opinión pública era un notorio hombre de negocios, que dirigía una importante cadena de restaurantes. La otra cara de la moneda le convertía en el líder de una de las familias mafiosas más notorias de Nueva York. Venía acompañado de un par de sus hombres que se situaron discretamente junto a él.

-Señor Mottes, que placer tan inesperado encontrarmelo aquí -por el semblante de su cara sabías que ni era un placer ni mucho menos inesperado-. Espero que no haya olvidado el interés que siento por poder hablar con alguno de sus patrocinadores. Sé que es usted una especie de "consejero" de ciertos personajes públicos muy importantes y siempre me he preguntado qué tengo que hacer para conseguir que trabaje para mi. 

El día transcurrió igual que los demás: frío, monótono y gris. Al caer la noche te arrebujaste como pudiste en tu exiguo refugio mientras que los pocos vagabundos a tu alrededor se reunían alrededor de un barril viejo en donde alguien había encendido un fuego. Ninguno te hablaba. Todos sabían que no te gustaba que te molestasen y nadie se metía en tus asuntos. Otro día más en la gran Nueva York.

Sin embargo, el chirrido de los neumáticos atrajo tu atención. Un mercedes negro se había detenido frente al callejón y de él bajaron un trío de hombres cubiertos por unas pesadas gabardinas. Sin importarles nada el resto de los sin techo, se acercaron hacia a ti.

-¿Es ella? -preguntó uno.

-Sí -fue la escueta respuesta.

El primero que había hablado se arrodillo ante ti.

-Eres demasiado bonita para estar aquí sola, chiquilla -te dijo mirándote a la cara- ¿No tienes hambre? ¿No te gustaría dormir en algún lugar caliente y bajo techo?

Te vas hacia el trabajo caminando tranquilamente, como todos los días. A pesar de que la temperatura debería rondar los dos o tres grados, no sentías tanto frío como debería. Nunca habías sido una persona a la que le afectase demasiado el frío ni el calor y tus compañeros de trabajo siempre se sorprendían de lo poco abrigada que solías ir siempre.

Te paras frente al quiosco donde siempre compras alguna golosina para disfrutarla a media mañana. Esa mañana había una única persona ojeando periódicos. Al llegar tú se gira hacia a ti y te pregunta directamente.

-¿Eres Dalila Stream? 

 Detestaba los enigmas, por eso me encantaba resolverlos, pero ahora tenía otro asunto que atender:

 - ¿Estás bien, Anne, tesoro?.

  Mientras la hablaba, acaricié con cariño a la chica, tratando de calmarla y confortarla...

Algo más relajada al disfruta de mi merecido "break" en el trabajo, disfruto de mis gominolas mientras echo un ligero vistazo a las revistas del kiosko, de pronto alguien se acerca hacia mí y... conoce mi nombre. Nunca me ha gustado que me acosen en medio de la calle, como buena neoyorquina quiero que respeten mi espacio y no soy muy dada a conocer a aquellos que no forman parte de mi círculo más inmediato.

Con una mirada desafiante le miro de arriba a abajo y le respondo con otra pregunta.- ¿Y quién lo pregunta? Si se puede saber...

Miré de reojo a aquellos hombres que me hablaban, fije momentáneamente mi mirada en aquel coche caro que les esperaba y seguidamente miré al que me habló por último.

-Yo no me prostituyo...-dije mientras les daba la espalda. No sabía que querían de mi pero había visto a demasiados ricachones de coches caros llevarse a chicas de las calles para hacer todo tipo de guarrerías y yo no estaba dispuesta a irme con el primero que pasara. 
<Bonita... ¿ha dicho bonita? se nota que no me ha visto sin ropa...>pensaba mientras refunfuñaba. 
-...Y no me gustan los sitios calientes- dije en respuesta a su pregunta pero no abrí la boca de nuevo, esperé a ver o escuchar su reacción tensando mis músculos preparada para cualquier cosa.

No hay problema, Jeanne. Me gusta caminar. De hecho, voy a subir, a cambiarme y saldré a correr un rato.

Todo aquello era verdad pero mas que a correr por correr Rachel iba a reconocer posibles objetivos para empezar a hacerme con algo de dinero.

La joven subió a su cuarto, sacó de las cosas de su maleta a supervelocidad y las extendió por el armario. Había reservado la habitación durante una semana así que no había tiempo que perder. Sacó su atuendo de velocista del instituto en el que se leía "O.C. Hig school, home of the bears" y se lo puso. 

Sentía la energía del anillo palpitar cuando bajó las escaleras, esforzandose por hacerlo a velocidad normal. Se despidió de la Sra. Jeanne y salió al frío exterior. Notó como el frío la ponía tensa y flexionó los músculos de sus largas y bien torneadas piernas. Rachel no era espectacularmente bella pero tenía un buen cuerpo gracias al atletismo. Hizo un par de flexiones y echó a trotar a velocidad normal en busca de una presa fácil. Una joyería de barrio, por ejemplo.

Era muchísimo mejor que antes, pero seguía siendo horrible. estaba seguro de que acabaría por acostumbrarse a regularlo, pero mientras tanto...

Dashiell no le hubiera sonado de nada, la única novela de detectives que había leído en su vida era el comisario Maigrat, y los folletines cartoné de Agatha Christie. No era un hombre que leyera demasiado más que los periódicos o informes ajenos, por lo general, y mucho menos un detective de los años 50. Por eso esa clase de cosas resultaban llamativas.

Tosj

Llamó la atención con una ligera tos, discretamente.

 Mientras la hablo, decido usar mi poder para hipnotizarla y hacerla olvidar el encuentro, para que crea que todo ha sido una pesadilla...

Vaya, que poco educado es este cabrón. No me esperaba otra cosa de un tipo así. Iré al grano.-Mira hombre, vamos a acabar rapidito ¿Принимаю? ¿Bien?-digo mientras sigo sonriendo.-Yo tengo dinero y quiero volar un poco ¿entiendes lo que te digo, amigo?-espero que este tipo no sea un madero infiltrado. Aunque si están tan corruptos como en Rusia, lo mismo le va a dar.

Steven se puso manos a la obra con el rastreo sistemático de la red, utilizando complejos algoritmos de búsqueda que conocía.

En la pantalla se sucedían con velocidad vertiginosa webs,blogs,refencias en redes sociales y cualquier entrada en la red que pudiera tener relación con el motivo de su búsqueda.

Tras varios minutos, el programa paró de golpe señalandole una información que podía serle de utilidad. 

¡Vaya! que tenemos aqui...

La joven tiembla entre tus brazos mientras le acaricias el pelo suavemente. Luego, con un tono de voz modulado e hipnótico, recurres a tus poderes para hacerle olvidar a la chica lo que ha visto y oído. Anne se va quedando nuevamente dormida mientras modificas sus recuerdos. Después la dejas descansar en la cama mientras meditas lo que acaba de ocurrirte. 

El hombre evita tu mirada, incómodo, antes de contestar.

-Soy un amigo... de tu familia... Necesito hablar contigo, es muy importante.

El tono de urgencia en su voz te estremece sin saber muy bien por qué.

-A lo mejor he sido demasiado amable -te dice el hombre mientras te sujeta con fuerza del brazo. Los otros dos matones se separan un poco dándoos la espalda para controlar al resto de los sin techo, que hacen ímprobos esfuerzos en ignorar lo que te está pasando-. Vas a venir con nosotros lo quieras o no. No me obligues a lastimarte...

No tardas en encontrar un pequeño local que se ajusta a lo que buscas. En el escaparate se exhiben joyas y en el cartel pone que también se compra y vende oro y plata. Es pequeño y no tiene más que un empleado: un anciano que le está enseñando un reloj a una mujer de mediana edad.

-Ah, ya estás aquí, Somerset. Se me estaba pelando el culo del frío que hace ¿No podíamos haber quedado en algún sitio más caliente... -le dejas quejarse durante un rato más antes de volver a carraspear- Sí, sí, ya lo sé. Dime qué necesitas.