Partida Rol por web

Desgraciadamente la inspección del local no arroja ninguna pista. No hay marcas, ni huellas, ni rastros de sangre. Posiblemente el asaltante llevaba guantes. Lo único que se te ocurre es intentar rastrear dónde pueden venderse joyas de ese valor e intentar localizar al ladrón de esa manera. 

-No, no, aún no han venido. Llegan cuando cierra el restaurante. Aparcan ahí mismo en la entrada y luego vienen dos tipos con los que trato. Una vez me entregan la mercancía yo les doy el dinero y se acabó... -cuando ve que no vas a matarle y que, además, le das dinero, el hombre se tranquiliza-. Está bien, está bien, haré lo que tú digas...

El hombre era joven, de rostro atractivo y cabellos rubios. No llevaba camisa para poder desplegar las alas con comodidad y su musculoso cuerpo se dejaba entrever entre las luces de la calle. Llevaba unos tejanos azules e iba descalzo. Sus alas eran de plumas blancas, casi parecía un ángel caído del cielo. Una de ellas, quemada y retorcida afeaba toda la estampa.

El mutante abrió los ojos dolorido, un hematoma de considerables proporciones empezaba a aparece en su costado. Tal vez tenía una o varias costillas rotas.

-Ayúdame... por favor -se vio atacado en ese momento por un acceso de tos. Cuando se le pasó pudiste ver sangre en la comisura de sus labios-. Por favor...

Tras ver el contenedor en llamas el miedo se apodera de mí, y tras mantener unos segundos la mirada a ese extraño, bajo la mirada e intento respirar profundamente para mantener la calma. Una vez me he controlado, me acerco lentamente a él y con una actitud más sumisa me dispongo a hacerle la pregunta del millón.-¿Quién eres? ¿Y por qué sabes todo eso acerca de mí?

-Muy bien, muy bien-digo sonriendo mientras le doy unas palmaditas. -Ahora entra de nuevo y olvídate de mí, no volveremos a vernos más. ¿Bien?-entonces me doy la vuelta y salgo andando del callejón mientras retiro a Legión de mi cara. Parece que va a cooperar. Excelente. Ya volveré a dejarte sin huesos en otra ocasión.

Necesito una posición elevada si no quiero que sospechen al llegar, y si quiero seguirlos como es debido. Así me meto en el callejón más apartado que haya, miro a mi alrededor por si alguien me ve, y si no veo a nadie, me elevo volando hasta el tejado del edificio. Desde allí, sencillamente busco una buena zona para observar y espero.

 Mirando con una sonrisa aprobadora ante la atractiva joven, aunque sin perder de al hombre toro, floté por encima de ella, teniendo una vista privilegiada de su figura:

 - Vaya, vaya, me has robado las palabras de la boca. ¿Puedo asumir que eres el oráculo?. Si llego a saber que eras tan... encantadora, hubiera venido mucho antes...

 Pese a mi actitud despreocupada, permanecía atento a mi alrededor, teniendo cuidado de cualquier cosa que pudiera ocurrir.

Aquí huele a rata. Me alegro de no haber saltado en el primer momento. Creo que desde aquí nadie se ha percatado de mi presencia (el tipo de rojo no me está mirando y el otro está ocupado con el pavor cerval).

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Me relajo mientras comienzo a estar "al acecho", tratando de pasar desapercibido y enterarme de lo máximo posible, sin perder la oportunidad de salir corriendo hacia la calle si fuera necesario. El paso de la tensión inmediata a una más dilatada.

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¿Martes y jueves? ¿Un intermediario? Y especialmente, ¿no me mates? Más vale que le hagas caso, Rojo, o disparo.

-Porque yo, querida Dalila... soy tu padre.

El hombre parece desaparecer dentro de una luz brillante que amenaza con dejarte ciega. Cuando se disipa, en lugar del extraño inofensivo que te abordara en el quiosco, se encuentra una figura musculosa, de cabellos rojos como el fuego al igual que sus ojos que parecen arder con las mismas llamas del infierno. Se cubre con una ropa de trabajo que parece surgida de una fragua y sostiene en sus manos un martillo que despide chispas luminosas cada vez que lo mueve.

-Dalila, soy Hefestos. Tu verdadero padre -su voz retumba como el trueno pero sin embargo es amable-. En el griego clásico significa "Brillar". Al ver mi martillo, los primeros humanos con los que me encontré no dudaron en ponerme ese nombre y en adorarme como un dios. Pues mi poder... nuestro poder, se asemeja a eso. Entre los humanos, somos dioses. Y tú, como hija mía, también lo eres...

Cruzas la calle entre el tráfico nocturno de Nueva York en dirección al edificio de enfrente. Los transeúntes van cada uno a lo suyo y nadie parece haberse percatado de la pequeña escena del callejón. Cuando nadie se fija en ti, te elevas suavemente hasta situarte en lo alto del edificio. Desde allí, puedes ver con tranquilidad todo lo que sucede en el restaurante.

El tiempo pasa lentamente y parece que transcurre una eternidad hasta que las luces del restaurante se apagan, el tráfico disminuye a un lento goteo y la gente desaparece de las aceras. Una media hora más tarde después del cierre, un pequeño camión de una empresa de mudanzas aparece por la calle y se detiene en el callejón. De él bajan dos hombres que se dirigen a la puerta de la cocina del establecimiento.

El minotauro regresa junto a la joven sin dejar de observarte y bufar con desprecio. Te mira con odio cuando su dueña parece hablarte con tanta amabilidad.

-Gracias por el cumplido -dice sonriendo-. Y sí, yo soy la Oráculo. Aunque hace mucho tiempo que nadie me llama así ¿Has venido en busca de mi consejo? -la joven camina hasta una gran roca y se sienta en ella estirando las piernas lánguidamente. Su exiguo atuendo te hace que te relamas cuando la tela se desliza aquí o allá mostrando las delicias que ocultan detrás. 

El tipo sigue hablando con el cocinero:

-¿Crees? ¿Crees? Entonces es que hoy no han venido ¿verdad? Porque es martes, estarías mejor seguro si hubieran venido ¿правда? -lo baja al suelo, le agarra de la ropa a la altura del pecho y lo arrastra por el callejón cerrando la puerta de la cocina-. A ver amigo, tranquilízate ¿соглашаться? no voy a matarte, ni te voy a entregar -rebusca en sus bolsillos hasta sacar un puñado de billetes que le mete en el bolsillo al cocinero -Mira, esto para ti, hombre. Es tuyo, pero a cambio quiero que me hagas un favor ¿sí? Entra ahí e ingéniatelas para que no llamen a la poli. Di lo que se te ocurra. Si intentas escapar, entonces sí que me enfadaré ¿bien? Y nada de darles el soplo, controlo todas las llamadas que se hacen a varios metros a la redonda.

El cocinero responde atemorizado:

-Aún no han venido. Llegan cuando cierra el restaurante. Aparcan ahí mismo en la entrada y luego vienen dos tipos con los que trato. Una vez me entregan la mercancía yo les doy el dinero y se acabó... Haré lo que tú digas...

El extraño personaje vuelve a hablar:

-Muy bien, muy bien. Ahora entra de nuevo y olvídate de mí, no volveremos a vernos más ¿Bien?

Y se dirige hacia la salida del callejón. Entonces puedes observarle mejor. Mide aproximadamente un metro ochenta y cinco de alto, es ancho de hombros y va vestido con una gabardina marrón oscura abrochada por la parte del pecho. También lleva unos pantalones negros y zapatos cómodos. Su cara está cubierta con una máscara de un material que parece metal pulido. En ese momento, la máscara se retira de su cara dejando ver a un hombre de pelo largo con algunas mechas claras, bigote y perilla de espadachín. Parece rondar entre los treinta y los cuarenta años.

Te escondes con rapidez antes de que salga del callejón y lo observas dirigirse hacia el edificio de enfrente. Cuando cree que nadie le está observando, se eleva en el aire, ascendiendo hasta llegar a la azotea del inmueble. Una vez allí se aposta en el borde del tejado y se queda a la espera.

Con curiosidad, haces lo propio. Lo mejor que se te da es esperar y vigilar. El tiempo pasa lentamente y parece que transcurre una eternidad hasta que las luces del restaurante se apagan, el tráfico disminuye a un lento goteo y la gente desaparece de las aceras. Una media hora más tarde después del cierre, un pequeño camión de una empresa de mudanzas aparece por la calle y se detiene en el callejón donde fuiste testigo de todo. De él bajan dos hombres que se dirigen a la puerta de la cocina del establecimiento.

Lamento decirle que no señora , simplemente es que aprendí defensa personal desde pequeño , y ya sabe , la adrenalina del momento . Estarán dormiditos durante un buen rato , los bajaré en la próxima estación y llamaré a la ambulancia para que se aseguren de que puedan recuperarse , aunque espero que hayan aprendido la lección .

Miraré si  tienen móvil . 

Le comentó a la señora , esperó a la siguiente parada y los sacó a rastras y llamó a la ambulancia diciendo que había 4 heridos por haberse peleado entre ellos . 

¿De qué puñetas están hablando?

30475227235673861237831637136137 - OK ma´am

¿El Pravda? ¿Está hablando del periódico ese que leía Gorvachov? No, es como una pregunta retórica (ajutar contexto en 11º), y está tirándose un farol... creo. Si realmente controla las llamadas, seguramente hubiera estado frito desde el primer momento. ¿Qué se supone que es, un mafioso ruso con súper-poderes? ¿Y vuela, mueve a la gente con la mente y controla las llamadas telefónicas? Ugh. Era como si hubiera sacado de un sombrero con papelotes los poderes al azar más que jugar a la Lotería Súper. Soborno, ocultación de un delito, vigilantismo, ¡el tipo era lo que se dice una verdadera joya!

"Dios, el tipo es enorme"

Por lo menos tenía la cara del armaruio, que era más... sutil de lo que había esperado para ese tamaño, como una especie de Errol Flynn ruski. Pero no va a ser el único que se mezcle esa noche en algo así. No tendré todos tus poderes, a migo, pero puedo quedarme muchas horas a la interperie o andando sin aburrirme. No es exactamente un superpoder pero ayuda a sobrellevar la vida con bastante más comodidad. Y efectivamente, 31´12´´ después empieza la fiesta. Mudanzas, y la misma concina. Se rasca la ceja, tratando de preguntarse cómo se regulaba aquello de los espectros infrarrojos y de rayos x, si había que ajustar algo o salía naturalmente. Sería condenadamente conveniente que funcionase ahora, que era cuando le interesaba ver el contenido del camión.

Lo que sí sabía hacer era ajustar el regulado de los oídos, era muy sencillo. Lo hizo, instintivamente, para poder recoger las conversaciones que tuvieran aquellos tipos en el interior.

¿Donde podrían tal cantidad de joyas...? pensó Dylan en su mente. Estaba claro que debía ser un sitio especial, la gran cantidad de joyas que había robado daba para una fortuna de proporciones inmensas. Quizás quisiera comprar algo en especial, o a alguien... En tal caso lo mejor era mirar por Internet.

Así, Llama se dirigió volando a su vivienda, aterrizando unos kilómetros antes para no levantar sospechas. Una vez en su hogar se prepararía algo de beber caliente, ya que el frío era sobrecogedor, y buscaría en Internet lugares donde vender gran cantidad de joyas. 

 - Céntrate, salido, que has venido por una razón... - Pensé, mientras luchaba por evitar comérmela con los ojos y centrarme en su amigo, para ayudarme a despejar la cabeza. - Si, así es. Hacía tiempo que no se veía un minotauro, ha sido una sorpresa agradable encontrarme con uno, siempre fueron mis favoritos, junto a los dragones. ¿Hay más como él?.

<Es hermoso...>pensé al ver su cara y su cuerpo a la luz <No es un engendro como yo...>pensé recordando las pequeñas deformidades que plagaban la parte derecha de mi cuerpo <ni escamas, ni crecimiento desproporcionado...al menos no que se pueda ver a simple vista...>carraspeé y me arrodillé a su lado para llevar su brazo por encima de mi cuello e intentar levantarle<Está herido... y aquellas personas no parecen muy amables> dije mirando de reojo al hombre que le había herido y a los policías. <Da igual que no sea horrendo... es un mutante como yo, y está herido... debo ayudarle...>pensé mientras me incorporaba con él e intentaba avanzar hacia el callejón más cercano. 

-Te ayudaré...tranquilo...-dije con esfuerzo por el peso de llevarle -...no hables o será peor... intenta respirar...- dije colocándole mejor -¿puedes agarrarte a mi cintura?- dije mientras andaba.

Mientras andaba miraba a todas partes esperando que aquellos hombres no estuvieran atentos a lo que yo estaba haciendo.

Cansado pero emocionado a la vez tras los recientes acontecimientos, Steve se sento frente al ordenador. Tecleo con rapidez mientras hacia algunas consultas con IA del laboratorio para seguir con la busqueda de metahumanos.

Esto ya me va gustando más... - Dije mientras realizaba calentamientos.

Seria demasiado aburrido si os fuerais por las buenas. ¡Venid a por mí, tengo ganas de patear unos cuantos traseros!

Acto seguido me dispongo a combatir contra ellos.

Cuando veo que bajan dos tipos de un camión, me planteo dos posibilidades: Bajar, partir un par de huesos y enterarme del siguiente escalón, o bien seguir al camión volando más o menos bajo. De las dos formas llamaré la atención, pero un tipo que vuela llama más la atención que uno que da una paliza a un par de idiotas. Sobre todo porque me verían volar sí o sí, ya que no tendría más forma de detectar al camión que mis ojos, así que tendría que volar a la vista. Aunque haya poca gente a estas horas, no me convence.

Así pues, bajo al callejón de nuevo, y cruzo la calle hasta el local, mientras dejo que Legión me cubra la cara de nuevo. Entonces, entro tranquilamente por donde entraron los dos tipos.

Todos tienen móviles así que en la siguiente parada los sacas a rastras y llamas a la ambulancia desde el teléfono de uno de ellos. Después tomas el siguiente tren rumbo a tu trabajo. Aún así llegas tarde a tu puesto y tu jefe te recibe con el ceño fruncido.

-Parker, llegas tarde ¿qué ha pasado?