Partida Rol por web

¿Dias?- ¡Claro, tome la tarjeta de mi oficina! Esperaré impaciente su llamada.- le dije con sorna - Lo siento "amigo" pero está ha sido la última respuesta erronea de su vida.

Apreté la mano que sujetaba su cuello hasta oir como se partían las vertebras y solté su cuerpo inerte para que cayera a la bahía y se convirtiera en pasto para los peces.

El cuerpo desmadejado cayó hasta el agua del río Hudson donde desapareció tras una zambullida. Después de percatarte de que nadie te ha visto, vuelas entre los edificios pensando en qué hacer ahora. 

Estuve un rato volando entre las nubes, acababa de matar a dos hombres, en realidad me hubieran matado y podía considerarse defensa propia, intenté autoconvencerme. Pero yo era inteligente y todavía no me creía mis propias mentiras, igual me estaba convirtiendo en un monstruo, uno igual que aquellos a los que había jurado detener.

Aquellos dos tipos no eran nadie y si los hubiera dejado ir me habrían tendido una trampa en cuanto hubiesen podido. Pero una cosa era cierta, Belmonte trabajaba con metahumanos, unos metahumanos que no contentos con ser unas asquerosas ratas mutantes además se dedicaban a actividades ilegales. 

Volví al laboratorio con las cosas claras, Belmonte y sus mutantes acababan de ponerse los primeros en mi lista de prioridades.

Con ropa de calle salí a buscar una cabina desde donde hacer la llamada a mi amigo el joyero que los asesinos a sueldo no me habían dejado hacer desde casa de Otis.

Vuelvo a toda potencia a Nueva York, parando en una azotea silenciosa. Estoy unos segundos apoyado en la pared que rodea la entrada al edificio, respirando fuerte. Luego pierdo el control y comienzo a golpearla, destrozándola.-¡дерьмо, дерьмо, дерьмо ебать!-grito mientras tanto.

Al cabo de un rato, pongo las manos en la cintura y respiro profundamente, intentando tranquilizarme. La he jodido. Todo ha salido totalmente al revés. Drill y la zorra han quedado sueltos. Belmonte ahora sabrá de mí y que voy a por él. Esto era cuestión de tiempo, de todas formas. Debería usar una máscara, aunque mi cara sea plateada cuando se recubre de Legión, sigue siendo mi cara al fin y al cabo.

Bah, a quién le importa. Ya es tarde para eso. Además ¿cómo iba a saber yo que existía gente tan poderosa?

A partir de ahora, sólo entraré y saldré de mi apartamento por la azotea, o por una ventana. En lo que Belmonte respire, no es conveniente que me vean demasiado por ese barrio.

Por otra parte, Mottes y la mansión son mis únicas pistas. Estoy seguro de que la policía sabrá donde se encuentra la mansión del mafioso de la ciudad. Sólo tengo que encontrar algún coche patrulla y preguntar a los de dentro. Quizás hasta sepan de Mottes.

Salgo volando, algo más calmado, buscando un coche patrulla o un policía solitario.

Después de tres timbrazos, la temblorosa voz del viejo resonó en la línea.

-¿Sí? ¿Quién es?...

Ha caído la noche ya y en una ciudad tan grande como Nueva York, apenas tardas dos minutos en localizar un coche patrulla aparcado frente a una calle llena de bares, blockbusters, tiendas de discos y locales nocturnos. Los dos agentes vigilan la zona con cara de aburridos.

 Buenas noches. Ayer estuve en tu casa teniendo una agradable conversación contigo. ¿Sabes ya quien soy? Vale, me alegro que la gente me recuerde. Estoy buscando trabajo, quiero hablar con Belmonte, conciertame una cita con él. Ya sabes como localizarme.

Aterrizo en un callejón, y doy unos pasos hacia fuera, sólo para pararme en seco y volver a la oscuridad. Debo de tener un aspecto horrible. Más de lo habitual. Los zapatos son historia. Creo que dejaré de ponérmelos y llevaré permanentemente puestas las botas de la armadura, como las llevo ahora. Son negras y en la oscuridad no se distinguen. La gabardina y la camisa están llenas de agujeros de bala. Los pantalones han visto días mejores. En fin.

Me abrocho la ropa todo lo que puedo, dejo la armadura desplegada bajo la ropa, pero la retiro de la cara, y me acerco al coche patrulla y doy unos golpecitos rápidos en la ventanilla, para luego meter la mano en el bolsillo y desplegar también ahí la armadura.

Afirmé sin pensármelo cuando me pidió que cuidara de su hermana pero al preguntarme si volvería a casa, mis mejillas volvieron a colorearse en exceso. Tardé unos instantes en contestar pero afirmé con un movimiento de cabeza mientras me mordía el labio inferior y le miraba a los ojos agachando ligeramente la cabeza. Después me giré hacia Emely y me crucé de brazos. Tenía el permiso de Ángel para ir a dar una vuelta con ella pero cuanto más lo pensaba menos maneras se me ocurrían de llevarla conmigo.
-Te aviso que no soy tan fuerte como Ángel...- le dije a Emely mientras me acercaba a ella -y nunca he llevado a otra persona mientras vuelo...- dije cuando llegué a su altura. Me puse detrás de ella y la abracé por debajo del pecho -¿Nos vamos ya?- pregunté mientras me reía. Sin esperar respuesta de Emely miré a su hermano -Nos vemos allí, Marcus...-dije refiriéndonos a su apartamento. Casi de inmediato abrí mis alas y con un impulso de ellas me elevé con Emely. En el aire la sujeté también con las piernas para que no se me cayera y comencé a avanzar. Pensaba mantener un ritmo lento para no asustarla pues si se asustaba en aquella situación podría ser peligroso para las dos.

Poco más puede decir el viejo ante tu petición sino asentir débilmente. El recuerdo de cómo irrumpiste en su casa aún lo tiene reciente. Satisfecho, sólo te queda esperar.

Pasan cinco días sin tener noticias del viejo. Mientras, Nueva York parece haberse vuelto loco con todo tipo de incidentes extraños. Ya estás pensando en volver a enfundarte el traje y volver a meterle el miedo en el cuerpo cuando Ann te pasa una llamada.

-He conseguido hablar con Belmonte -era el viejo-. Quiere verle esta noche, en Central Park, en el puente grande que hay en mitad del parque.

El policía baja la ventanilla.

-Buenas noches señor ¿En qué podemos ayudarle?

Emely está encantada con el vuelo. Cierra los ojos y estira los brazos dejándose llevar mientras ríe como una chiquilla. A sus pies, los edificios de Nueva York se extienden como en una maqueta, con todas sus luces y sus sombras.

-¡Esto es fantástico! ¡No entiendo cómo mi hermano jamás me ha llevado nunca!

También a ti te resulta placentero. El haber hallado por fin gente que está a gusto contigo. La cálida sensación de la amistad correspondida, que envolvía como una manta caliente. No puedes evitar sonreír también ante la felicidad de la joven.

La siguiente semana la empleas únicamente en visitar a Emely, estar con ella, con Ángel, volar, pasear, disfrutar. Mientras, a tu alrededor los sucesos extraños se multiplican. Es inevitable que el incidente en el callejón aparezca en los periódicos. Pero la prensa se los achaca al asesino en serie que tiene aterrorizada al hampa de Nueva York. Aún así, parece que se acercan tiempos turbulentos.

Esa mañana, desayunabas en compañía de Ángel como siempre. El joven mantenía la mirada absorta hasta que al final se decidió ha hablar.

-Parece que están empezando a suceder cosas relacionadas con la gente de nuestra especie con demasiada rapidez. Eso me preocupa y me asusta. Me pregunta en dónde nos deja a nosotros ¿Deberíamos ayudar? ¿Intervenir? Nunca me ha molestado usar mis habilidades para ayudar a la gente cuando puedo. Pero ¿es suficiente? ¿Deberíamos hacer más? ¿Qué piensas tú, mi querida Loren?

Antes de que pudierais moveros del Hall. Un hombre y una mujer jóvenes se acercaron a vosotros.

-Hola, amigo.-contesto todo lo alegremente que puedo estar después del chasco de hace un rato-Oye, te va a resultar un poco raro que te pregunte esto, pero ¿te suena un tipo llamado Belmonte? En caso...ehm...en caso bien...-odio cuando estoy preguntando algo y no me sale la puta palabra en inglés.-утвердительный...o sea que si lo sabes ¿sabes dónde está su mansión?-acabo ligeramente titubeante. Supongo que sigo nervioso y por eso dudo tanto al hablar. Mierda de día.

Había pasado una semana desde que conocí a Emely y volví a vivir con Ángel. Fueron unos días muy felices pero aquella mañana el periódico nos volvió a golpear con la realidad en la cara. <Al parecer los nuestros no se esconden tanto como yo...> pensé tras leer las nuevas noticias que narraba el periódico. Tras mi taza de leche caliente, de la que bebía, pude ver como Ángel tenía la mirada perdida metido en sus pensamientos pero justo cuando solté la taza en la mesa para hablarle él se me adelantó. Nada más acabar su frase le dediqué una mirada de cariño y extendí mi mano para apretar la suya por encima de la mesa. -Pienso que eres una buena persona y que no dudas a la hora de ayudar a la gente... pero no puedes estar en todas partes Marcus... Te preocupas demasiado...- me levanté y llevé mis cosas del desayuno a la cocina, poniéndolas en el fregadero y una vez echo esto volví a ponerme a su lado.  -Si te quedas más tranquilo podemos intentar investigar un poco...además ahora puedo acompañarte...- dije poniéndole la mano en el hombro mientras sonreía.

¿Sabes una cosa Ann? Creo que la cita de esta noche no es una muy buena idea, pero si hay algo que odio más que los mutantes es la gente que los usa para sus fines delictivos. Belmonte y sus mutantes caerán, aunque sea la última cosa que haga.

Antes de salir llamé a un restaurante chino con servicio a domicilio, encargué un menú a nombre del señor Belmonte y les pedí que lo entregaran en el puente grande de mitad de Central Park.

Me enfundé mi armadura y sobrevolé la zona para comprobar como se comportaban los esbirros de Belmonte con el repartidor y si aquella reunión era simplemente una trampa.

El agente se te queda mirando fijamente y después de hacerle una seña a su compañero se bajan ambos del coche.

-¿Belmonte dice, amigo? ¿Está de broma? ¿De dónde es usted? No parece de por aquí. Enséñeme su documentación por favor. 

-Están pasando muchas cosas raras, Loren -dice cubriendo tu mano con la suya-. Estoy preocupado. Por ti, por Emely. No todos los nuestros son buenos. Hay gente malvada que encima tiene superpoderes. Creo que más tarde o más temprano tendremos que posicionarnos en este asunto.

A la hora acordada te encuentras sobrevolando la zona de Central Park. Oculto entre unos árboles puedes ver como tres coches negros se encuentran en el puente. En total son una docena de hombres. Dos de ellos son claramente mutantes: una bella mujer pelirroja forrada de cuero negro que empuñaba unos látigos creados con pura energía y otro que era una masa de músculos enorme cubierto por una armadura y con un casco en forma de torno. Esperaban impacientes.

De pronto una moto del restaurante chino aparece en escena. Inmediatamente todo el mundo se pone en tensión. Uno de los hombres baja del coche, parece ser el tal Belmonte. No parece haber nadie más por los alrededores y el chino es detenido por la mujer. Después de conferencia brevemente, el chino regresa dejando el pedido en manos del gigantón que lo mira con expresión estúpida. Belmonte parece estar furioso y ordena a todo el mundo que se vaya. Piensa que ha sido engañado. La salud del joyero puede peligrar después de esto.

Una vez que Ann me confirma que en las fotos que le he enviado aparece el tal Belmonte con una probabilidad de acierto del 97% enciendo mis reactores para aproximarme a los coches. Desciendo lo suficientemente lejos de los coches para no estar al alcance de los mutantes, pero lo bastante cerca para que me escuchen a través de los altavoces.

Hola señor Belmonte,- digo levantando los brazos y mostrando las manos abiertas como lo haría alguien que fuera desarmado- Estoy buscando trabajo, y he oído que anda buscando gente como yo para digamos... entrar en el negocio.