Partida Rol por web

Gianna: [...]mantengamos un canal abierto por si ocurriera algo en alguno de los grupos.

Al hablar de comunicaciones, Constantine se apresura a intervenir. - Denme un segundo, les proporcionaré los canales privados de los arbitradores. De esta manera podrán contactar con nosotros donde sea que nos necesiten. - Sin perder un segundo, el mariscal de tercera ya se había apresurado a teclear los números correspondientes en una placa de datos. Mientras copiaban la información, añadió - Deben saber que las tormentas eléctricas del planeta interfieren con frecuencia en las comunicaciones, limitando el alcance de los dispositivos. Hemos situado vocotransmisores en casi toda la ciudad, permanentemente abiertos en nuestros canales para lidiar con el problema, pero incluso nuestros arbitradores han señalado que en ocasiones se han encontrado con interferencias que les han impedido contactar con la base. -

Isolda: -Me he jugado la cabeza, la mía y la de mi equipo, creyendo en ustedes, así que quiero una reunión con el Mariscal. Le voy a dar hasta que volvamos de nuestra reunión con Zamura. -

Ante esta petición, Constantine respondió con una profunda reverencia. - No hace falta que lo repita dos veces, hermana. Le rogaré al mariscal Skarmen que los reciba de inmediato. - Constantine cumplió su promesa sin hacerse esperar, guio a los acólitos hasta el ascensor que les llevó a la segunda planta de la torre, la misma en la que les había entrevistado a su llegada, y les rogó que aguardasen un minuto mientras le anunciaba a Skarmen la reunión. Con una delgada llave plateada, Constantine abrió la puerta enrejada y desapareció tras ella.

Apenas tardó un minuto, aunque al bajar estaba cubierto de sudor y temblaba como una hoja al viento. - Pueden pasar, el mariscal les está esperando. -

El despacho de Skarmen se encontraba pasada la puerta enrejada, tras subir por unas escaleras de caracol. La sala era extremadamente similar al despacho inferior de Constantine, incluso en la decoración: un solo escritorio de tono sobrio con una gran bandera imperial cubriendo la pared tras él (se podía adivinar que Constantine había intentado imitar a su superior incluso en su gusto estético), solo que si el despacho inferior contenía antiguos murales que representaban planos astrales del cielo de Sinophia, esta contenía un balcón separado con el gigantesco telescopio que seguramente se usó en su momento para observar e identificar esos patrones astrales, aunque ahora estuviera polvoriendo y en desuso.

La mayor diferencia era el calor infernal y el potente olor a recafeinado que inundaban la habitación y la inmensa cantidad de libros, pergaminos y placas de datos apilados por doquier, tanto en la mesa como por las esquinas de la habitación, en montones que llegaban hasta la cintura. Grandes placas de pizarra negra rodeaban las paredes y representaban esquemas organizativos dibujados en tiza, un vistazo bastaba para darse cuenta de que representaba a las escuadras de arbitradores y las relacionaba con varios recursos, lugares y horas (varias horas en pasado, pero algunas señaladas para el día siguiente).

Y sin duda, quien más destacaba era el hombre dispuesto de pie frente a vosotros, sin duda el mariscal Skarmen de quien tanto hablaba Constantine. Era un hombre alto y entrado en años, de pelo totalmente cano, llevaba un uniforme azul con hombreras y levemente blanqueado en las mangas y algunas otras partes por manchas de tiza. En un primer momento se encontraba junto a su escritorio, tecleando sin descanso sobre una placa de datos y ni siquiera os miraba, pero al escucharos entrar dejó a un lado el aparato y se encaró a su audiencia en una postura regia y firme. Su porte era el de un auténtico juez de los arbitradores, pero Constantine no había exagerado con la falta de sueño del mariscal; tenía unas profundas ojeras, hinchadas bolsas bajo los ojos de color morado oscuro casi negro, y los párpados tan caídos que apenas parecía que tuviese los ojos abiertos; a pesar de eso, sus pupilas aún relampagueaban y lanzaban penetrantes destellos de luz reflejada.

- Encantado de conocerlos, acólitos inquisitoriales; yo soy Colchis Skarmen, mariscal de primera de los cuerpos judiciales del Adeptus Arbites por honor y distinción de los siervos del Emperador. - su voz sonaba un poco cascada, pero firme y segura. - Deberán disculpar mi falta de presencia ahí abajo, pero hay muchos asuntos que requieren de mi absoluta concentración y que no puedo delegar en nadie más, espero que mi ayudante Constantine les haya sido de ayuda en sus investigaciones en mi lugar. -

- Estoy seguro de que no vienen solo a tener una agradable charla conmigo y de que todos somos personas extremadamente ocupadas en estos momentos. Si es posible me gustaría distraerme de mis labores lo menos posible, por lo que les ruego sean breves. ¿Qué es lo que desean de mi? -

Nero se cuadró al entrar y saludó a Skarmen como era debido, no dejaba de ser el mariscal de los arbites de Sinophia y hasta que se demostrase lo contario, eso contaba y pesaba para Nero. Uno no olvidaba nunca el pasado, por triste que fuera.

-Arbites Karajcik, señor- Se presentó tras saludar, aunque ya se olía que Skarmen si sabría de él, no como Constantine.

Tras la presentación, esperó que Isolda hablase, pues ella había sido la principal impulsora de la reunión.

Claudius se relajó un tanto cuando las exigencias de la hermana Isolda fueron atendidas. Aquella mujer estaba crispada, haberle gritado en la cara al general Khan no le había parecido suficiente y parecía dispuesta a hacerlo con todos los dirigentes del planeta. Sin embargo la porción más científica de Claudius ansiaba conocer a su anfitrión.

La situación de aquel hombre, practicamente preso detrás de una reja, solo y rodeado de trabajo o bien lo hacía un genio, o bien un loco (o una mezcla de ambos). Verdaderamente... ¿de qué lo separaba la puerta cerrada bajo llave? ¿de su asistente? ¿de sus hombres?

No pudo distraer su atención en aquellos diagramas buscando un patrón clarificador e inclusó echó una mirada al cogitador en con el que parecía enfrascado cuando llegaron los acólitos.

Desde luego Constantine no les había mentido, aquel hombre tenia el aspecto de no haber descansado había mucho tiempo, sus ojeras así lo atestiguaban, miro como Nero se cuadra ante su presencia lo cual en cierto modo era de entender, él había servido en aquel lugar aunque ya hacia de eso, con voz firme me presento ante el mariscal Skarmen mientras espero que Isolda o Claudius tomen la palabra, -la acolita inquisitorial Gianna Anzerani al servicio del Emperador.

Isolda no esperaba que fueran acceder tan rápido a su petición, sobre todo tras todas las pegas que habían puesto en un momento. Torció el gesto ante los problemas de comunicaciones provocados por las tormentas sin sentirse cómoda al completo.

Entró en esa sala y observó el lugar con detenimiento. El acceso hasta ella era digno de una habitación del Pánico de los nobles menos pudientes de una Ciudad Colmena, o la entrada a la cámara de un mundo fortaleza. No le gustaba la sobriedad de esos lugares, acostumbrada a que hubiera imágenes, velas, vox emitiendo oraciones y libros sagrados por todos lados, ver solo una mesa con papeles y demás le hacía sentir que faltaba algo, que faltaba lo importante, pero eso era su punto de vista, ni más ni menos.

-Hermana Isolda del Adepta Sororitas -se presentó la mujer- y entiendo que tenga mucho trabajo, eso es obvio -paseó la mirada por la sala- pero no se si es más importante que el evitar que esta torre fuera completamente derruida, y no tengo intención de distraerle de sus labores, sino saber cuales son.

La mujer se mantuvo firme, mirando a los ojos al comandante como si fuera un igual. Gianna y Arcturus podrían recordar su pose más humilde ante sus hermanas hacía ya lo que parecía una eternidad, pero parecía que solo agachaba la cabeza ante auténticos portadores de la Fe Imperial.

-Quiero saber que es eso tan importante como para ni siquiera aparecer cuando amenazan a todos sus hombres y, sobre todo, quiero saber qué puede contarme sobre la nobleza de este planeta. No, no quiero que me lo cuente el señor Constantine ni ningún otro, quiero que sea usted para que no haya "malinterpretaciones" ni ningún otro problema con los mensajes. Quiero saber el motivo de nuestra llamada, ¿de verdad es solo para investigar esto o nos quiere como aliados en sus rencillas internas? -apretó ligeramente la mandíbula- porque no hemos venido aquí para participar en luchas de poder internas, sino para evitar que un planeta caiga en posibles manos de herejes y traidores.

Ante la súbita retahila de preguntas que Isolda formuló a Skarmen el mariscal abrió mucho los ojos por un momento levemente sorprendido, pero para cuando terminó de hablar ya había perdido todo rastro de aquél gesto. En la pausa que hubo entonces emitió un largo suspiro mientras se apretaba el puente de la nariz con los dedos, irritado o aquejado de algún dolor, antes de contestar a la sororitas de forma sosegada.

Isolda: entiendo que tenga mucho trabajo, eso es obvio pero no se si es más importante que el evitar que esta torre fuera completamente derruida

- Supongo que eso formaba parte de las amenazas de Xiabius. No es que sea la primera vez que pronuncia provocaciones de esa índole, pero aunque no fuera así, tengo mis motivos. El primero de todos es Constantine, es dedicado y enérgico, pero demasiado joven. Como su superior no puedo protegerlo eternamente de gente como Xiabius; necesita aprender por si mismo a imponerse a él y hacer valer su autoridad, o su carrera como mariscal será breve y nefasta. -

- El segundo motivo es que esta fortaleza trabaja a contrarreloj. Nuestros recursos son escasos desde que el Quorum decidió asignar más fondos a los agentes de la ley en el reparto y los reclutas enviados aquí son novatos con las peores calificaciones de los centros de reclutamiento de todo el sector. Mañana mismo podría ser el día en que no seamos capaces de cumplir con nuestras labores asignadas como arbitradores. -

- Incluso si Khan realmente decidiese realmente reducir esta torre a escombros y yo me apartase de mis obligaciones para detenerlo al día siguiente no alcanzaríamos la cuota mínima de trabajos cumplidos, los inventarios estarían incompletos, los informes llegarían con retraso a la capital, o peor aún, llegarían plagados de errores inadmisibles. -

- ¿Son capaces de imaginar lo que eso significa, ser recordado como el mariscal que llevó a la ruina y a la incompetencia un Adeptus? -

El mariscal hizo entonces una breve pausa para acercarse a su escritorio y servirse una bebida. Por el color y el penetrante olor que desprendía, seguramente era el recafeinado que flotaba en el ambiente.

Isolda: Quiero saber el motivo de nuestra llamada, ¿de verdad es solo para investigar esto o nos quiere como aliados en sus rencillas internas? porque no hemos venido aquí para participar en luchas de poder internas, sino para evitar que un planeta caiga en posibles manos de herejes y traidores

- Suena como si quisiera acusarme de algo. No dudo que tendrá sus razones para pensar así, pero se equivoca si piensa que yo pretendía obtener algo de ustedes. Constantine envió aquél informe a la inquisición sin mi conocimiento. El muchacho aún es idealista e impulsivo; donde yo solo vi los actos de unos criminales extremistas él creyó ver algo más. Bueno, si ustedes están aquí eso significa que tal vez erré en mi juicio. -

- Les agradezco de veras que decidiesen sacarle las castañas del fuego a mi ayudante, pero no pretendo que malgasten su tiempo inmiscuyéndose en nuestros asuntos. -

-Karajcik, pues -fue la escueta respuesta de Arcturus a su compañero antes de ponerse en marcha; una sombra de extrañeza cruzó su expresión antes de encaminarse a la madriguera de Skarmen, como incapaz de entender la solicitud de aquel hombre y su reticencia al trato formal. También asintió con poco énfasis a las palabras de Isolda para que los acompañase; pero su determinación en cuanto a sus prioridades era definitiva.

La hermana de batalla había tensado la cuerda para ver al mariscal y ahora lo hacía todavía más. El tecnosacerdote la miró de reojo en un par de momentos; en realidad, no era asunto de los acólitos inquisitoriales cuáles eran las tareas de Skarmen, aunque podía entenderse perfectamente que Isolda quisiese, más que una declaración formal de colaboración, todas las facilidades (e información) posibles y necesarias. Y, tal vez, un mínimo de reconocimiento.

El aspecto del despacho era poco alentador, y el del propio Skarmen todavía peor. Arcturus trató de captar todos los detalles posibles (los objetos, la decoración, todo), y, reverencia protocolaria aparte, estudió atentamente los rasgos, las expresiones y la voz del jefe local del Arbites.

Claudius estaba enfrascado en resolver a hurtadillas el enorme puzle mental que suponía aquella habitación llena de tiza, papeles, placas de datos y sin duda con una mente esforzada detrás para darle un remedo de coherencia. Dirigía miradas aqui y allá mientras (estaba acostumbrado a sus diálogos internos por lo que no le suponía un esfuerzo importante) seguía la conversación entre aquel esforzado magister primus (reconvertido en esclavo del Administratum por lo que había dicho) y la incisiva hermana Isolda.

Habría hecho un comentario respecto a la importancia de los informes completos y actualizados, pero sin duda aquello no habría hecho gracia a nadie (salvo tal vez a Arcturus (pero realmente no sabía si aquel hombre tenía tal capacidad).

En su opinión aquello no resultaba más que un callejón sin salida (pero cuando uno investiga no sabe donde va a encontrar algo hasta que se topa con ello) y le resultaba más interesante obtener lo que pudiera del contenido de aquella sala a la que era dificil que pudieran volver a su albedrío.

Más interesante sería sin duda la expresión de Constantine. El magister primus le achacaba juventud y necesidad de salir del nido, sin embargo aquel hombre había puenteado a su superior y había contactado con la inquisición. Decisión no le faltaba y valor tampoco.

Tras echar una vistazo a los datos y confiando en descargar el servocráneo la parte que éste hubiera podido registrar en su memoria. Claudius cruzó la mirada con el magister Constantine¹ en busca de emociones.

Nero se sintió bastante decepcionado con el mariscal. Sin duda alguna no tenía el temple ni el talante de su predecesor, escondido de sus responsabilidades tras una montaña de papeles, dejando todo en manos de un chaval imberbe como Constantine. Le daba hasta vergüenza.

-Señor- Se adelantó Nero.

-¿Por qué desde la capital de sector no hacen caso a las demandas de falta de personal? La situación no es precisamente halagüeña, y se me hace difícil comprender como pueden obviar que un grupo de matones controlen el planeta e intenten cargarse un adeptus en toda regla-

-Cuanto menos, es motivo para ejecutar a Khan-

Algo raro había en aquel hombre.

En mi cabeza tenia una imagen bastante clara de la persona que tenia estar al mando de los Arbites, y para nada era el hombre que estaba sentado tras aquella mesa, nadie dudaba de su plena dedicación, pero mas parecía un burócrata que alguien al mando de una fuerza armada dedicada a la protección de aquel planeta...
Desde luego las palabras de Nero no iban mal encaminadas, sentía curiosidad por ver su respuesta, aunque no parecía que fuéramos a sacar de allí mucha información.

Nero: -¿Por qué desde la capital de sector no hacen caso a las demandas de falta de personal? La situación no es precisamente halagüeña, y se me hace difícil comprender como pueden obviar que un grupo de matones controlen el planeta e intenten cargarse un adeptus en toda regla-

-Cuanto menos, es motivo para ejecutar a Khan-

Ante este comentario Skarmen no pudo contener una media sonrisa irónica en su rostro mientras dirigía su mirada hacia el fondo de su taza de recafeinado como si intentase buscar algo en su interior. - Porque tales demandas de falta de personal "no existen". - recitó con tono misterioso.

- Esto es historia antigua, la mayor parte la descubrí solo tras llevar un tiempo un tiempo al mando aquí. Por lo que sé, en el pasado este mundo llegó a ser rico y poderoso, tanto fue así que sus arrogantes gobernantes compitieron con Escintila por ser considerados la capital del sector.

Se dice que su insistencia y descaro enfureció tanto al Cónclave Calixiano como al Ministorum y el Administratum bajo su mando directo, y con la colaboración de todos ellos se ordenó borrar de los mapas las mayores rutas cartográficas hacia Sinophia bajo elaboradas argucias a modo de escarmiento "Hasta que reconozcan la indiscutible soberanía a la que deben obediencia". Al menos esa es la versión local de la historia.

Como fuera que fuese, el hecho es que desde el Quorum se niegan a reconocer cualquier carencia que pueda ser considerada una debilidad por la capital. Así, los recursos asignados al planeta son mínimos y acordes a la decreciente población de Sinophia, eso sumado al escaso comercio hace que el planeta se consuma poco a poco en el olvido. Los mensajes oficiales reclamando recursos no llegan a salir de aquí, y los "no oficiales" que he logrado enviar sin ser interceptados nunca han sido atendidos, lo que me hace pensar que hay algo de verdad en esa historia.

Como resultado los nobles se han debilitado, si, pero ahora su control sobre el propio mundo es mayor que nunca. Vuelcan sus propios recursos para mantener el poco poder e influencia que les queda, y ahí es donde Khan cumple su papel; el perro guardián del Quorum. Los agentes de la ley no tienen relevancia fuera del planeta y por tanto no están sometidos a ninguna vigilancia externa. Seguramente lo vieron como una marioneta perfecta, con sus nuevos poderes podría evitar por la fuerza que los ciudadanos descontentos emigren a otros mundos, mientras ellos siguen buscando formas de revitalizar sus propios negocios dentro y fuera del planeta. -

Te resulta difícil saber si el hombre que está frente a ti se ha rendido a los actos de los nobles, o aún tiene auténticas esperanzas en su lucha por mantener el adeptus arbites en funcionamiento.

Lo que sí llegas a identificar es un leve destello de furia al mencionar que podría ser recordado como el hombre que llevó a la ruina a los arbitradores de Sinophia. Tal vez la auténtica motivación de Skarmen sea precisamente evitar ese destino, un hombre orgulloso que lucha por que reconozcan sus esfuerzos.

Mientras observaba la sala y al mariscal de hito en hito, Arcturus no pudo evitar frotarse la cara con ambas manos. Sí, los tecnosacerdotes también notaban el cansancio acumulado.

Al parecer dejaría las preguntas a los otros miembros del equipo. Recobró la compostura, pero parecía ausente, con la cabeza en otros menesteres. Esperó pacientemente, buscando todavía en la habitación, en su arquitectura y diseño, cualquier huella que denotase la herencia de la familia Haarlock.

Aquello parecía acabar en un pasillo sin salida, o eso por lo menos nos quería hacer ver Skarmen, - Entonces según usted todo lo que esta pasando con los asesinatos es culpa de cuatro maleantes o criminales extremistas, de verdad cree eso, no piensa que nadie mas pueda estar moviendo sus hilos para conseguir otra cosa, usted lleva toda su vida aquí como para saber como funciona cada uno de sus nobles... , por un momento por mi cabeza pasa el pronunciar y sacar a relucir el nombre de los Haarlock, pero en el ultimo momento me lo guardo.

Isolda mantuvo un rostro impasible mientras que el Mariscal les hablaba. No tenía sentido porque daba la sensación que era un continuo "no puedo hacer nada"; pero se dedicaba a estar encerrado haciendo algo que era tan urgente como para que no le molestaran bajo amenaza de muerte y que nadie podía saber. 

-Pero como su superior debe de protegerlos a todos -sentenció- y se lo que es trabajar sin recursos; pero también se que uno debe de centrarse en lo que puede hacer. ¿Os la están jugando y haciendo que vayáis a ser dispersados?. Una desgracia, pero no seríais los primeros, ni los últimos por desgracia; pero eso no es el tema que he venido a tratar aquí porque todo eso que me ha contado ya lo sé -alzó una ceja ante la réplica del Mariscal- yo no le estoy acusando de nada, hace tiempo que ya no acuso a nadie de nada, yo sentencio; pero ya veo que a usted le da absolutamente igual que estemos o no estemos aquí, eso es lo único que quería saber, hasta que punto está dispuesto a ayudarnos en nuestra investigación que, casualmente, les ayuda a ustedes.

Riñas de poder, se acababan de meter en una pelea política por intentar solucionar unos asesinatos extraños y violentos que solo habían llamado la atención porque una familia noble había sido masacrada, y la sororita empezaba a pensar que podía ser todo una pantalla de humo para acabar con la oposición. Cosas peores había visto; pero al menos ya tenían algo más de contexto. Si querían liarla no tenían que avisar al Inquisidor, tal vez con mandar un mensaje a Escintila estos podrían jugar al politiqueo con los otros, al fin y al cabo eran los responsables de su sistema.

-Los reyes del estercolero -sentenció la sororita mientras negaba con la cabeza. Escuchó las palabras de Gianna, las primeras en esa sala y, como de costumbre, directas y precisas como un rifle de francotirador.

- Vámonos, este hombre es un servidor del Imperio, pero no tenemos más que hacer aqui, de momento - culminó.

Claudius entendía que aquel hombre de ojos cansados tan sólo hacía lo que consideraba más justo y en servicio del Imperio, intentando mantener en pie aquel cuartel del arbites en contra de los pocos suministros del Administratum, la falta del apoyo de los nobles o de la oposición del general Khan. Defendía al fin y al cabo algo que al gobierno del Segmentum le daba igual.

No todas las luchas eran rifle en mano y casco calado y aquel hombre había sacrificado su labor policial por la administrativa sabedor de que nadie ocuparía tal lugar y al mismo tiempo consciente de que faltando dicha labor, el arbites sería barrido, recordándose sólo de éste la corrupción de los hombres vacíos.

Claudius entendía y compadecía a aquel hombre.

La hermana Isolda ya había dicho lo que había venido a decir y no sacarían nada más en claro de allí. Era momento de seguir.

- Continúe con su labor magister primus. Nos veremos más adelante - añadió, dudando de la veracidad de sus propias palabras.