Partida Rol por web

Dos granadas volaron en aquella ocasión, una arrojada por Nero y otra por el guardián del santuario que a pesar de tener el rostro desencajado a causa de aquellas horrendas criaturas había encontrado el valor para continuar peleando. En aquella ocasión la doble explosión cubrió a los tres cadáveres andantes, aunque el resultado fue tan frustrante como el anterior. Los cuerpos sin vida parecían hacer caso omiso a las heridas recibidas mientras continuaban avanzando hacia su objetivo.

Varios disparos más volaron sin alcanzar su objetivo, hasta que la pistola pesada de Claudius impactó contra el brazo del cadáver, rompiendo el hueso y separándolo de su cuerpo casi al instante, pero incluso en su lamentable estado falto de extremidades el cadáver animado continuaba avanzando lentamente, con su único brazo útil extendido hacia adelante en imitación a los otros dos cuerpos, que parecían ansiosos por buscar con aquellos dedos de carne muerta el cuello de los vivos.

Otras dos explosiones sacudieron el lugar, pero increíblemente, aquellos seres no sólo se mantenían en pie, si no que parecían no verse afectados por las granadas. Sin embargo, el láser de Claudius parecía haber sido mucho más efectivo y sólo hacia falta sumar dos más dos - ¡El láser les afecta! ¡Quizá el fuego les afecte también! ¡Disparar los láseres o usar fuego, lanzallamas, granadas incendiarias, lo que tengáis! - exhortó Nero a sus compañeros. 

Nero estaba dispuesto a aguantar el tipo para darles tiempo a sus camaradas, así que apuntó a la criatura más cercana y le descerrajó un disparo en todo el pecho con la escopeta. Aquellas armas, incluso la versión vieja y humilde que portaba, eran muy efectivas a tan corta distancia, y enseguida se notó en cuanto la criatura se tambaleó hacia atrás por la lluvia de postas que la recubrió. 

- Dadles duro, al final caerán. ¡Por el Emperador! - 

La línea flaqueaba. Aquellos engendros de caos avanzaban lentos pero implacables, aún hechos trozos.

El tecnosacerdote se encomendó al Dios Máquina, cambió el selector de disparo, graznó una orden a su servidor para que se apartara a toda velocidad y descargó un chorro de fuego purificador con olor a queroseno en dirección a los cadáveres andantes.

Una vez fuera de la sala Gianna trató de serenarse, de recomponerse y volver con sus compañeros lo antes posible, pero no podía verse convertida en una de esas cosas le superaba.

Isolda volvió a ver a esos zombis y apretó los dientes antes de sermonearse a sí misma mentalmente con la voz de su superiora, recordándose cuando había tenido miedo en sus primeros momentos como sororita. "Si morimos lucharemos junto al Emperador, alabado sea. Si vivimos es porque hemos matado a sus enemigos o podemos seguir haciéndolo. No temas a nada, pues cualquier destino es válido para nosotras".

Inspiró profundamente antes de disparar de nuevo con sus dos pistolas contra los zombis que se acercaban.

Aquello resultaba increible ¡habiendo perdido un brazo y con una pierna en estado lamentable aquel ser no sólo no había muerto desangrado ni se retorcía en el suelo, si no que seguía avanzando hacia ellos como si tal cosa. Si Claudius no hubiera estado asustado por la proximidad de aquellos seres estaría tomando notas y haciendo esquemas y dibujos en sus cuadernos.

Claudius, viéndose con aquellos horrores encima reconsideró la situación, los disparos no parecían detenerles. Quizás los viejos maestros sí que estuvieran en posesión de la verdad por mucho que le doliera reconocerlo. Pronto saldrían de dudas en cualquier caso.

Sacó de su abrigo una de las bombas incendiarias que le había entregado el arbites. Preparó la mecha y dió unos pasos hacia atrás.

La combinación de explosiones y disparos de alta potencia a tan corta distancia causaron estragos, y el lanzallamas de Arcturus lo cubrió todo con una densa cortina de combustible inflamado que impregnó con facilidad la carne de los cadáveres.

El cadáver más deteriorado, el que estaba enfrente, recibió la mayor parte del castigo y terminó en el suelo. No derribado, sino caído de rodillas, muy limitado para moverse tras todas las heridas y desgaste sufrido. Casi inutilizado por completo, el cadáver buscó algo en el interior de sus desgastadas túnicas con la única mano que le quedaba, y al momento 3 pequeñas detonaciones repartieron sus restos en pequeños pedazos de carne en llamas a un par de metros a la redonda.

Los otros dos cadáveres sobrepasaron lo que quedaba del primero rápidamente, e incluso en llamas continuaban avanzando para atacar a los acólitos. Uno de ellos se abalanzó sobre Nero y el otro sobre Claudius, pero sus torpes movimientos después de las heridas que habían sufrido los hicieron muy fáciles de esquivar.

Y para colmo, Gianna había desaparecido corriendo en pos de los otros guardias del santuario huidos...

Los dos estudiosos llegaron a las mismas conclusiones casi a la vez, ambos mediante razonamientos muy diferentes. En primer lugar aquellos no eran simples cadáveres. Las artes impías que los habían devuelto a la vida también los protegían, ya que varias de las heridas que les habían causado eran menores a las que habría sufrido un hombre corriente, y al no estar limitados por el dolor parecían seguir siendo capaces de moverse libremente siempre que hubiera suficiente músculo intacto. Sin embargo, las extremidades arrancadas dejaban de moverse cuando las separaban del cuerpo, no estaban vivas independientemente de la criatura a la que pertenecían. Solo el fuego del lanzallamas de Arcturus parecía haber hecho mella en su carne dura como el hierro, derritiéndola como habría pasado con cualquier otra materia viva.

Aquellos cadáveres también parecían conservar alguna (aunque muy poca) capacidad de raciocinio. Si aquellas criaturas "pensaban", por poco que fuera, y estaban en un estado "cuasi-vivo" tenían que estar usando para ello la cabeza, y precisamente en la cabeza era uno de los pocos lugares donde estaban ausentes aquellas marcas brillantes de su cuerpo...

— No ataquéis a sus extremidades, idiotas, no les está haciendo nada*. — pensaba un pequeño fragmento de la mente de Gianna, la parte de ella que aún quería seguir peleando, pero sus piernas parecían tener una idea diferente y la llevaban lejos, muy lejos de la batalla.

Finalmente la guardia imperial comenzó a acusar la fatiga por la carrera, y al verse sola en el pasillo fue capaz de detenerse a recobrar el aliento y recomponerse mentalmente. Respiró hondo una vez, dos; un pinchazo bajo las costillas le indicó que los músculos por fin se estaban relajando y entonces miró a su alrededor, no tenía ni idea de donde se encontraba... aquél edificio era lo suficientemente laberíntico como para confundir a alguien familiarizado con él; para Gianna era la primera vez que pisaba aquél lugar, y no acertaba a recordar con claridad si había escapado girando por el pasillo de la izquierda o de la derecha.

Mientras pensaba en qué dirección seguir, un gemido, un débil y profundo estertor como un gorgoteo la sobresaltó. Parecía provenir tras una esquina cercana, desde otro pasillo... Gianna no había sido precisamente silenciosa en su carrera hasta allí, y el ruido parecía ser muy cercano. Si había alguien ahí, era seguro que tenía que haberla oído llegar.

El corazón le bombeaba con fuerza mientras recuperaba el control de si misma. Se obligó a respirar profundo, despacio hasta volver a ser ella.

Tenía que volver a ayudar a sus compañeros, Gianna empezó a buscar el camino de vuelta en aquel laberinto cuando escuchó aquel gorgoteo.

Sabía que quien lo emitiese sabía que ella estaba allí, había hecho suficiente ruido para que cualquiera que estuviese cerca la detectara. Evaluación la situación y a su juicio solo había dos opciones posibles o bien quien lo producía estaba tan seguro de su superioridad que no le importaba ser encontrado o bien era una última llamada de socorro de alguien gravemente herido. 

Lanzallamas en mano se acercó hacia el lugar de donde había salido el ruido.

Negras volutas de humo pestilente subieron hasta el techo. Arcturus intentó no respirar lo, echando la cabeza hacia atrás. Entrevió una mirada de Claudius y supo que el erudito había pensado lo mismo que él.

-A la cabeza!

Desencasquilló el arma con un toque mecánico* y veloz y tiró sobre el cadáver que parecía más entero, apuntando a la cabeza. Con buen ojo.

Tras la lluvia de disparos y de fuego purificador, uno de los cadáveres hizo algo extraño tras caer al suelo y de repente explotó en pedazos tras tres detonaciones claramente audibles. Le llamó mucho la atención de ése gesto y lo radió a los demás - Ojo, parecen tener instrucciones de no dejar pruebas. - 

La idea de disparar a la cabeza le pareció una gran idea, si conseguían reventar una de ellas, en teoría no podría seguir dando órdenes al cuerpo y caería, sin poder autodestrozarse. 

Dando un paso atrás, apuntó a la cabeza y disparó el segundo tiro de su escopeta a la criatura en llamas que se cernía sobre él.

El disparo resonó en las paredes con contundencia, pero el ser se había movido ligeramente y el disparo le impactó en parte del hombro izquierdo, quizá desgajando carne y músculo, pero desde luego, no en la cabeza. Soltó la escopeta y se dispuso a desenfundar la pistola. 

- Son cabrones duros de roer. ¡Seguid presionando, caerán en breve! - dijo animando a sus compañeros. Puede que fueran duros, pero ya había caído uno, ya habían demostrado que no eran invencibles, y ahora mismo los otros dos se estaban quemando. Si aguantaban unos segundos más, aquellos dos monstruos eran historia. 

Isolda vio como uno de esos cadáveres en llamas caía y otros se acercaban peligrosamente. No le importaba tanto Nero que, si se defendia con la mitad de eficacia del viejo podría sobrevivir a eso, como la de Claudius, por eso optó por seguir el consejo de Arcturus y apuntar a la cabeza mientras que enfundaba la pistola bolter, pero hacer esas dos cosas fue contraproducente.

Con el monstruo encima Claudius no pudo sino retroceder. Aquellos ojos vacíos y aquellas manos tendidas hacia su rostro. El instinto de conservación se impuso a su curiosidad. Amagó un giro hacia un lado y retrocedió hacia el otro cuando el engendro hizo por atraparle. Retrocedió rodeando el pilar que sostenía el alto techo de la sala, sin tiempo para disparar su pistola.

El fuego estaba consumiendo rápidamente la carne de aquellos monstruos y con más eficacia que los ataques previos sobre ellos. El que se enfrentaba a Nero no había sufrido muchos daños por el arma del arbitrador, pero el varios puntos sus músculos se habían desprendido hasta el hueso. Antes de perder totalmente la movilidad, activó un dispositivo detonador como el primero de los cadáveres y sus restos salieron esparcidos alrededor de un par de metros.

Ya solo quedaba el último de ellos, que había permanecido casi intacto mientras sus compañeros recibían lo peor de las armas de los acólitos. El disparo de Arcturus fue la prueba definitiva de que la cabeza era el punto débil de aquellas criaturas; incluso si el disparo en sí había sido poco potente, había provocado un feo agujero en el la abominación humanoide que, buscando a su agresor, se abalanzó sobre el tecnosacerdote, buscando agarrar su cabeza con sus manos semiderreditas y aplastarla por pura fuerza bruta.

Con el corazón en un puño, Gianna echó mano a su arma para calmar sus temores y giró la esquina. Definitivamente había algo allí, pero no era lo que Gianna esperaba. Por un lado había los restos de un cuerpo, dispersos un metros alrededor de su origen como si una pequeña detonación lo hubiera esparcido por todas partes, algunos de ellos aún consumiéndose lentamente en llamas. Por otro, el mariscal Colchis Skarmen estaba pesadamente apoyado contra la pared con la cabeza caída, como si le costase mantenerse en pie, y tosiendo débilmente entre estertores.

Un feo moratón lucía reciente en el lateral de su cabeza, su pistola bólter aún humeaba en sus manos y tenía gran parte de su pectoral blindado cubierto de sangre. — ¿¡Quién va!? — rugió, a pesar de que tenía la mirada perdida, levantando su arma directamente hacia Gianna con cautela.

- ¡VENGA HOMBRE! ¡Maldita sea! - exclamó Nero al ver como la criatura en llamas delante de él metía las manos de nuevo buscando algo y de repente explotaba, obligándolo a girar ligeramente la cabeza y protegerse con el brazo de los restos que volaban por el aire. 

La otra cosa se acercó al tecnosacerdote y agarrándolo con furia de la cabeza, comenzó a tirar hacia arriba, como si quisiera descorchar una botella de vinae. - ¡Hijodemilputas! ¡Aguanta! - 

Nero sacó la pistola y dio un paso adelante, apuntado a la cabeza al ser. 

- Tú no escaparás - dijo entredientes, manteniendo el pulso con frialdad mientras se escuchaban crujidos siniestros de aquellos dos envueltos en un abrazo mortal.

Sin la presión de tener un monstruo encima (el que le amenazaba había decidido inmolarse antes de alcanzarle) Claudius empuñó la pistola con manos sudorosas, apuntó al monstruo que intentaba morder a Arcturus en la cara esperando no darle al tecnoadepto. Poco dado a la fe pero si a la prosa musitó - Emperador, si verdaderamente estás ahí fuera y somos tu brazo en la sombra, más te vale guiarme un poco.

El Emperador, la suerte o una habilidad que no conocía poseer hicieron que el disparo golpeara con salvajismo la cabeza del monstruo arrancando grandes fragmentos de éste que volaron en dirección al guardia del santuario que acompañaba a los acólitos.

- Con un poco de suerte a éste no le da tiempo a inmolarse - pensó Claudius antes de girar el tambor para aprestar el siguiente proyectil olvidados ya sus piados pensamientos anteriores.