Partida Rol por web

Abrís el candado tras golpearlo con una piedra. Acto seguido, Arnold carga contra la puerta y consigue hacerla ceder. Entráis en el cobertizo y cerráis la puerta, por precaución.

Aunque se nota a kilómetros de distancia que hace muchos años que nadie hacía uso del cobertizo, éste se encuentra en unas condiciones bastante aceptables. El aire está tremendamente cargado, por llevar infinidad de años cerrado a cal y canto. Exceptuando por el polvo acumulado, que es mucho, y por el aire viciado, la estancia presenta un aspecto infinitamente mejor que la casa. No tiene goteras, y como la puerta y la ventana estaban bien cerradas, se ha mantenido bien aislado del frío y el agua.

Hay infinidad de trastos en el cobertizo. Al poneros a rebuscar un poco, veis lo siguiente: una lata de aceite casi vacía, una lata de gasolina a la que le queda menos de la mitad de su contenido, unas llaves colgadas de un gancho (posiblemente, las llaves del vehículo), una caja de madera vacía, una caja de herramientas, un par de escobas de madera, un hacha para cortar madera, un poco de leña apilada, un cubo con carbón, yesca y pedernal, piedra de amolar, tres lámparas de aceite muy viejas, pero con aspecto de funcionar aún, un bidón de agua y varias latas de comida, a todas luces ya caducadas, pues alguna incluso se ha hinchado.

Entré dspacio, con cuidado, por si había cosas por el suelo, alguno de esos monstruos escondido, o bien una araña zancuda que pudiese posarse sobre mí. Enfoqué con la literna todos los lados de la caseta y vi qué había un montón de cosas, bastante descuidadas, por todas partes. Era evidente que los dueños de la casa no entraban ahí desde hace mucho. Claro que es lógico si te paras a pensar cómo estaba la casa...¡El baño hasta tenía una pared derrumbada! Me acerqué a las latas y encontré una de gasolina.

¡Abuelo, mira, gasolina! Se la llevé enseguida y se la di. Solo queda la mitad pero, ¿nos dará con eso para salir de aquí?

Mientras hablaba mis ojos se posaron en unas latas de comida. Me entró una alegría tremenda porque, hasta ese momento, no me había dado cuenta del hambre que tenía. Fui a coger una mientras hablaba con el abuelo, pero vi que estaban caducadas porque estaban infladas. Qué fastidio. Ni esto nos sale bien. Acerqué la cara a un par de latas para ver bien la fecha de caducidad. A lo mejor eso nos daba una idea de cuánto tiempo hacía que nadie vivía en la casa (eso sí, intentaba no pensar en que, probablemente, nadie vivía en esa casa porque esos montruos habían aparecido y a saber qué hicieron con los dueños... Era mejor no imaginárselo)

Las latas llevaban caducadas nada menos que 5 años.

El abuelo miró la lata de gasolina con júbilo. ¡Sí que daba para salir de allí por lo menos! La tomó en sus brazos, y se dispuso a salir.

¡Por fin íbamos a salir de allí! Cogí una de las latas de gasolina y eché a correr hacia la puerta. Con un poco de suerte, no habría más sorpresas.

Unos ruidos extraños os hacen deteneros en seco antes de abrir la puerta de golpe. Hay algo en el exterior, algo de gran tamaño que se mueve sigilosamente. No obstante, con el suelo embarrado y encharcado es difícil no hacer ruido al desplazarse, por suavemente que uno intente moverse.

-Quieto, no salgas- susurro, agarrando a Jamie antes de que se precipite por la puerta como una exhalación.

Hay una ventana, y procuro mirar a través de ella, a ver qué veo.

-No... No puede ser...

Jamás, en toda mi vida, había visto algo semejante. Ese cuerpo arácnido, esa cabeza humana con infinidad de ojos... Esas patas descomunales...

Trato de mover el bidón de agua contra la puerta, a modo de tope para que no se pueda abrir, no vaya a ser que intente colarse. Pero el bidón pesa demasiado, o más bien la caída me ha dejado hecho polvo y apenas puedo moverme sin que me duela todo.

-Jamie, debemos mover ese bidón de agua para bloquear la puerta. Está al otro lado. Esa... cosa, está al otro lado.

Frené en seco cuando el abuelo me gritó que no saliese, y justo entonces escuché un ruido fuera. Parecían pisadas muy pesadas. Me acerqué al ventanuco y vi aquel monstruo esperándonos al otro lado de la puerta. Dejé caer la lata y, al caminar hacia atrás, tropecé con algo y casi me caigo.

¡Oooohhhhh, nooooo! ¿Qué vamos a hacer?

Temblaba de arriba a abajo. Estaba muerto de miedo y no tenía idea de cómo íbamos a escapar de allí.

El bidón repleto de agua resultaba demasiado pesado para arrastrarlo hasta la puerta. Debíais de idear otra forma de bloquear la puerta si deseábais hacerlo.

Busqué por toda la habitación algo con lo que tapar la puerta, pero no había gran cosa. Entonces vi que había unos maderos para leña y un hacha. No era mucho, pero podría servirnos para ganar tiempo.

¡Abuelo, coge el hacha! Yo apilaré los troncos delante de la puerta para que no puedan abrirla.

Me lancé sobre los troncos tan rápido como pude. Parecían podridos y seguro que no aguantarían mucho, pero mejor que nada...

Agarré el hacha con las dos manos, y me guardé las llaves del coche en el bolsillo.

-No sueltes esa lata de gasolina por nada del mundo. Utilizaré el hacha para defendernos de esa cosa si entra. Una vez que apiles los troncos, coge la lata, ¿de acuerdo? Si la perdemos no podremos salir de aquí.

Hacha en mano, me dispuse frente a la puerta a esperar por una embestida de la criatura. ¿Se atrevería a entrar o esperaría a que saliésemos de allí?

Pasa el rato y no se escucha absolutamente nada. Nadie ha tratado de abrir la puerta, ni nadie ha hecho nada por entrar o por tantear la zona.

-Esto es muy extraño- le digo a Jamie- No sé qué sucede. ¿Seguirá afuera?

Apilé los troncos tan rápido como pude y cogí la lata con las dos manos, bien fuerte, como me había mandado el abuelo. Me quedé muy quieto esperando que esa cosa entrase, pero pasaba el tiempo y nada. Era muy raro. Aquella cosa sabía que nosotrso estábamos en la caseta, ¿por qué no entraba? ¿O es que a lo mejor no venía a por nosotros? Bueno, eso me parecía demasiada suerte, visto lo visto hasta ahora...

Un segundo, abuelo, voy a mirar por el ventanuco.

Te das cuenta de que el monstruo está agazapado cerca de la puerta, en completo silencio. Está esperando a que salgáis pensando que se ha ido.

Mira fijamente a la puerta.

Vi al monstruo agachado y esperando, pero esta vez no iba a salirse con la suya. Me acerqué a mi abuelo y le susurré muy bajito:

Está agachado delante de la puerta. Creo que está esperando a ver si salimos. No sabe que lo he visto, así que creo que si abro la puerta muy rápido, a lo mejor puedes darle con el hacha antes de que nos ataque. ¿Lo intentamos?

En cuanto me habla Jamie comprendo que el plan del monstruo no es otro que tenernos allí hacinados esperando a que salgamos. Cuando Jamie me comenta su plan, comienzo a verlo como una buena idea.

-Muy bien. Vamos a retirar los troncos uno a uno, en el mayor de los silencios posibles. Agarra la lata, que siempre puedes golpearle con ella si se te aproxima. Cuando yo te diga, abre la puerta.

Miro por la ventana para ver exactamente dónde está agazapada la criatura. Cuando me hago más o menos una idea, me coloco donde la marcación de la puerta, esperando a que Jamie abra.

-Te metes a toda prisa en el coche. Trataré de malherirla para que no pueda entorpecernos cuando eche la gasolina en el depósito. Es nuestra principal opción para salir de aquí con vida.

Tomo aire, me dipongo en posición ofensiva tras quitar los troncos con Jamie, y comienzo a contar en voz baja.

-A la de tres. Uno, dos... ¡Tres!

Ayudé a quitar los troncos lo más en silencio que pude y me puse a la puerta, agarrando el pomo y temblando de pies a cabeza. La peor de mis pesadillas estaba esperando ahí fuera y yo iba a tener que pasar justo por delante intentando que no me pillase. Creo que no lo conseguiré... ¡Piernas, no me falléis! Pensaba para mí al ver que las piernas me temblaban tanto que hasta me fallaba un poco el equilibrio. A la señal del abuelo, abrí la puerta lo más rápido que pude.

Arnold sale como alma que lleva el diablo contra la criatura. Quizás es que uno cuando se encuentra en tensión es capaz de lograr algunas proezas que de otra manera no habría hecho, ya que ahora esyaba corriendo como un adolescente cuando hace tan solo un momento le costaba andar a un ritmo normal, sobre todo a raíz de la caída desde el cuarto de baño al duro suelo de la calle.

Se aproxima a la araña e intenta sesgarle alguna de sus patazas de un hachazo, pero no lo logra, ya que precisamente la criatura no se ha mantenido demasiado quieta.

-¡Maldita sea!- exclama, furioso.

En ese momento cae un relámpago muy fuerte, aunque no haya lluvia. Parece que en breve caerá una nueva tormenta. Durante los pocos segundos que dura el relámpago podéis ver el rostro de la criatura. Aunque se encuentra completamente deformado, con varios pares de ojos y la piel endurecida y de un color más negruzco, se puede apreciar que el rostro de la criatura en su momento debió de ser la del dueño de la casa. Recordáis las fotografías que habíais visto en el dormitorio. No hay duda, se trata de él. Qué ha sucedido para que ahora ya no sea un hombre y sea un monstruo horripilante es harina de otro costal. Quizás el secreto de su transformación se encuentre en la casa... Aunque quién era el valiente que iba a atreverse a volver a entrar en la vivienda sólo para saciar su curiosidad. Posiblemente nadie en su sano juicio lo hiciera.

Locke, que así se llamaba el antiguo dueño de la casa, trata de lanzar dos de sus patazas contra Arnold, pero no lo consigue. Da la impresión de que aún no ha reparado en la presencia de Jamie, o sencillamente que le parece una presa menos jugosa e interesante.

Como el abuelo me había mandado, nada más abrir la puerta eché a correr hacia el coche con la lata bien agarrada. Corrí y corrí tan rápido como pude. La  verdad creo que nunca había corrido tan deprisa. Antes de que me diese cuenta, ya había llegado al coche. Quise meter la gasolina, pero no tenía la menor idea de dónde tenía que echarla. Miré hacia atrás y vi a mi abuelo intentando dar a la araña sin conseguirlo. Gracias al relámpago pude ver la cara del monstruo, pero prefería  no haberla visto. ¿Cómo se habrá podido convertir una persona en una cosa así? De todas formas, en ese momento eso era lo que menos me importaba. Solo quería que mi abuelo viniese al coche y nos largásemos de allí. Volví a mirar el coche intentando descubrir por dónde tenía que echar la gasolina, y cada minuto, volvía la cabeza hacia mi abuelo.

¡ABUELO, DATE PRISA, CORRE!

-¡Lo intento, Jamie, lo intento!

Vuelvo a tratar de herir a la criatura, al mismo tiempo que me posiciono entre ella y el coche, con la intención de bloquearle el paso e impedir que se aproxime a Jamie.

Se ve que esta vez iba más acertado. De hecho, estaba seguro de haber logrado darle un buen hachazo, pero la criatura era rápida. MUY rápida, y sus reflejos me resultaron prodigiosos.

Sin embargo, el tener que esquivar mi impacto ha hecho que cuando la criatura intentó agredirme, fallase al quedar muy mal colocada. Eso me daría ventaja en mi siguiente ataque.

Por más que buscaba, no había manera, yo no entendçia nada de coches. Así que, en vez de quedarme ahí parado viendo a mi abuelo en peligro, dejé la lata junto al coche y corrí hacia él, cogiendo palos y piedras por el camino. Apenas había nada que valiese la pena, pero mejor que nada... A lo mejor conseguía darle en un ojo con una piedra y el abuelo podría aprovechar para matarla con el hacha. Me quedé lo suficientemente cerca como para que no me fuese difícil darle, y lo suficientemente lejos como para que tuviese que dar unos pasos antes de poder cogerme.

¡Abuelo, te ayudaré!

Tiré una piedra, pero me temblaba tanto la mano que el tiro me salió completamente desviado y ni siquiera la rozó. Me quedé quieto un momento viendo la piedra caer a dos metros del monstruo con cara de sorpresa. No era un experto lanzador, pero tampoco tenía mala puntería... Son los nervios, son los nervios. Así que me preparé y me dispuse a lanzar otra piedra en cuanto esa cosa se quedase quieta un segundo. Esta vez no fallaré.

Ni Arnold era capaz a herir a la criatura, ni la inmensa araña era capaz a acercarse a un cauteloso Arnold. Las piedras que Jamie estaba lanzando tampoco parecían surtir efecto.

De pronto, Arnold tuvo una idea.

Caminó unos pasos hacia atrás, hacia Jamie, mientras la araña daba unos pasos hacia adelante. Seguía mirándola fijamente, para no ser atacado por sorpresa.

-Ve al cobertizo. Busca algo con que prender fuego. Un mechero o cerillas. Si lo encuentras, rociaré la criatura con parte de la gasolina.