Partida Rol por web

El barman asintió.

¡Zarzaparrilla para la señorita! -repitió mientras se ponía manos a la obra a servirla-.

Sacó entonces una botella que tenía un gran extracto oloroso a miel (uno de los ingredientes de aquel refresco). Justo después de lanzarle la botella y hacerla arrastrar sobre la barra hasta la mano de la joven, Belle vió pocos parroquianos en el saloon. Entonces el barman, que había estado escuchando vuestra conversación, os habló a los tres. Estaba ahora apoyado en su propia barra con los brazos estirados.

Sí, una gran recompensa... -añadió sonriente-. Y si nos libráis a mi saloon y a todo este pueblo de esos desgraciados, tendréis comida y bebida en este sitio una semana -decía con optimismo de prosperidad para su negocio-.

El recepcionista sólo tenía ojos para tí. Bueno, más que para tí, para tu traje y aquella moneda que era el comienzo de la relación de negocios del lugar. El tipo no te oyó del todo, pero ¿qué diantres ibas a querer en su hotel aparte de una habitación y un buen baño? El tipo, silbó y un jovenzuelo de unos diez años o menos, rubio y delgado, se acercó a la recepción. Él dueño le hizo un gesto con la mano y el chaval te acompañó escaleras arriba. El jovencito, de nombre Marcus, te llevó hasta una de las habitaciones de la planta superior. Todas eran iguales. Te dijo que en su interior había preparado un baño y una cama limpia: todo lo que necesitabas para descansar. Antes de irse, el muchacho te habló.

¿Señor, es usted... pistolero? -aquella pregunta, de haberla oído su jefe, le hubiera supuesto un soberano guantazo por la indiscreción-. Acabo de oir que tres hombres van a ir a por Calahan... Sí, el jefe de esa banda -al parecer el muchacho sabía el nombre del maleante-. Creo que se irán en breven... ¿usted va a ir? A mi madre la mataron el año pasado... -dijo bajando la mirada-. Le daré una de mis pagas si acaba con ellos.

El joven se fue corriendo, y en realidad algo en tu interior, pese a ese aspecto de indiferente y caótico, te removió una parte de tu corazón.

Después de coger la botella y echar un trago , Belle miró fríamente a los dos maleantes: un tipo con aspecto de muerto de hambre y un chicano con bigote ,nada menos. Una de tantas desventajas de aquel estilo de vida era la improbable distinción de las compañías con las que se juntaba. Al menos, el idiota arrogante de fuera tenía aspecto de haberse bañado en el último mes y medio...

-Partiremos mañana al alba-dijo sencillamente-Seremos cuatro. Repartiremos la recompensa al regreso. 

El flacucho tenía aspecto de peligroso: probablemente estaba infestado de parásitos y sería una buena idea no beber de la misma cantimplora que él. Ignoraba si sería bueno con el revólver pero era lo bastante alto como para parar algún balazo llegado el caso.  

Por supuesto, el reparto no incluía al porteador mexicano porque Belle pensaba pagarle con tabaco y alcohol (cincuenta dólares de su parte y todos contentos: dudaba mucho que aquel tipo fuera muy bueno con los números). Por lo que sabía, eran una raza alegre y perezosa, más preocupados por cantar y dormir que por trabajar. 

-¿Bueno, mi amigo?*-​Una de las amas de cría de Belle había sido una esclava cubana de la que había aprendido rudimentos de español-¡Arriba!*

* En español en el original. 

La mujer saboreo su zarzaparrilla y pretendía llevar la voz cantante en aquel asunto. A pesar de su aspecto y maneras tratando de aparentar rudeza y autoridad, su piel y sus manos delataban que había crecido en una familia de posibles, sin mucha crudeza. Sonrió, pensando en las dificultades que iba a tener para tratar de llevar el mando, sobre todo si el cuarto componente también era un hombre. Mejor haría buscándose un buen marido y manteniéndolo contento, como debe ser. Y no jugar a los pistoleros. Aunque claro, ese parche en el ojo no debe poner las cosas fáciles. Pobrecita...

Sus pensamientos coincidieron con el intento de chapurrear unas palabras en su idioma nativo, así que pudo dar la impresión que el trampero se sonreía por escuchar aquellas palabras. Volvió a la conversación y añadió:

-Cinco mil entre cuatro...-Simuló mayor esfuerzo en calcular del que realmente le llevó hacer la cuenta, prefería que lo creyeran más tonto de lo que era.-Me parece bien señorita, por mi parte estoy conforme.

Tanteó su bolsillo, pensando si sería apropiado pedirse otro whisky para celebrar el trato. Por el momento decidió esperar a la reacción de su recién conocido compadre larguirucho ante las palabras de la mujer del parche. En el fondo no era preocupación, si al tipo no le convencía verse manejado por aquella mujer, tocarían a más parte del botín. Solo era simple curiosidad.

-Bien, nos reuniremos mañana al amanecer delante del saloon. Traigan montura, provisiones, armas y munición. Seremos nosotros tres y otro más-bebió otro trago. Pensó un instante y añadió-Me llamo Isabelle Megara Soslebothan... pero todo el mundo me llama "Bones".

Se volvió hacia el barman:

-¿Alguna pista sobre el paradero de Calahan y sus muchachos? ¿Dónde van después de las incursiones?

-Davis Tutt, aunque en mi pueblo me llamaban Flaco-. Se presentó así el pistolero haciendo un leve movimiento del sombrero.

-Un placer conocerle, señor Flaco-Belle se tocó el ala del sombrero-​Y dígame ¿tiene experiencia en combate?¿Entrenamiento militar?

Aquellas preguntas no venían a cuento, ¿acaso ella estaba al mando de lo que quiera que fuese aquella sociedad? Tenía la suficiente habilidad como para juzgar si él mismo estaba capacitado para formar parte de aquel grupo.

-Os veo hacer muchas preguntas jovencita... -Respondió-. Preocúpate por no volarte un pie al sacar ese juguete y déjame que me preocupe yo por mi pie.

-Si me disculpas- Agregó repitiendo una vez más su saludo del sombrero. -Nos vemos mañana al amanecer.

Cruzando el desierto al norte, en las primeras montañas que se ven en esa dirección. A unas millas están, y se cree que se esconden por allí, señorita - el tipo levantó una ceja: jamás en su vida había visto a una mujer con más redaños-. Sin embargo, también extrañó al barman, y al "Flaco" (y seguramente a Pancho) aquella disposición de la situación por su parte. Aún faltaba ese cuarto integrante.

-Bien: entonces tenemos un destino. 

Se rebusco en los bolsillos y saco varias monedas manchadas y billetes muy arrugados. Empujo veinticinco centavos hacia el barman.

-Por la zarzaparrilla. ¿Sabe si hay habitaciones libres en el hotel? Me vendria bien un colchon blando despues de tantos dias durmiendo en el suelo...

El barman asintió a Belle, asegurando que sí que había habitaciones (o seguramente sí debía haberlas). Aquel día de fiesta y feria había finalizado para todos de una manera triste, porque aquella jornada se había impregnado de sangre y muerte. Belle había optado por alojarse en el hotel, al igual que Jack Curly; por su parte, tanto Jack como el mexicano Pancho habían optado por una opción más común (y a la cual estaban acostumbrados): acampar al raso a las afueras de Pinkerton, donde a pesar de la oscuridad y los ruidos de las alimañas, nadie les molestaría. Y así fue que, poco a poco el día fue pasando y los últimos buhoneros y comerciantes que habían acudido con sus productos y reses a la feria del pueblo se hubieron marchado.