Partida Rol por web

Habrías tenido más suerte con una bala pensó Belle se limpió el escupitajo meticulosamente mientras observaba el cadáver. 

Los forajidos eran un gremio consanguíneo y traicionero. Unos tendían a saber sobre otros guardando muy poca lealtad entre bandas. Había aprendido que la mejor manera de encontrar maleantes era preguntar (normalmente, de malas maneras) a los de su calaña. Al principio de sus andanzas, Belle había intentado reunir información recurriendo a maestros de escuela, bibliotecarios y demás eruditos pero con resultados decepcionantes.

También tenía que pagar facturas. La venganza producía muy pocos beneficios materiales.

-Habrá que reunir un grupo de búsqueda. Esos tipos eran muchos-hizo un rápido cálculo-Necesitaría al menos a otros tres hombres. 

No era un número al azar: un grupo de cuatro podía enfrentarse a los bandidos con posibilidades de éxito  (si los pillaban por sorpresa) y, a la vez,  no dividía la recompensa en partes demasiado pequeñas.  

El forastero mesó las palabras que le habían sido dichas.

-Comancheros- Dijo más para sí mismo que para cualquiera que pudiera estar escuchándole, poca nobleza había en ellos. -¿Hay recompensa por ellos? -Preguntó nuevamente obviando el comentario al respecto de la ventana.

Pancho escuchó atento las palabras del barman. Aunque no fueran dedicadas directamente a él, ya se había dado por incluido en la conversación de ambos hombres. Por la descripción que había hecho de aquel grupo el lugareño, le quedaba claro que no se trataba de la banda de Tommy, así que aquello empezó a interesarle un poco más. Tal vez se veía impelido a involucrarse en aquellos temas por una especie de necesidad de expiación de su anterior vida... O puede que solo se tratara de una especie de imán para complicarse un poco la vida de vez en cuando.

-Forajidos, comancheros... es una desgracia que se dediquen a molestar a las buenas gentes que no han hecho nada. Ya podían dedicarse a despellejarse los unos a los otros por arrebatarse los botines que tan ruinmente acumulan.

Y con un poco de suerte, alguien cosería a balazos a Tommy y sus chicos, y mi vida se volvería algo más tranquila.

Mientras sus compañeros huían con los caballos y las mujeres - una apenas una chiquilla - el bandolero herido había recibido la ira del populacho. Y eso no había mejorado su estado, precisamente.

Jack avanzó despacio hasta quedar junto al grupo de curiosos, que imperceptiblemente fueron abriéndole camino como si algo los impulsara a alejarse del hombre, que sin embargo mostraba un aspecto tranquilo y arreglado.

Aquella extraña mujer, con un parche en el ojo y aspecto desaliñado le hizo torcer el gesto. No le gustaba su tono, ni sus modales. Era una mujer, maldita sea. ¿Qué hacía allí, dando órdenes al ayudante del sheriff? Y aquel desgraciado la dejaba hacer. En lo que respectaba a Jack, el único lugar adecuado para aquellos dos sería el fondo de una cocina.

Pero cuando la mujer comenzó a hablar, Curly solo pudo reír, a pesar de las circunstancias. Era una risa bajita, casi silenciosa, Tranquila. Pero cargada de desprecio esta vez. Cuando habló, lo hizo en un tono mucho menos amargo y apremiante del que usaba aquella extraña mujer. Algo la quemaba por dentro, podía verlo. Algo que la devoraba y que acabaría con ella más tarde que pronto. 

- ¿Necesitas tres hombres más? No veo a ninguno por aquí. Podrías buscar al coro de la parroquia y dedicaros a preparar pastelitos para cuando los hombres regresen cansados. ¿Sabes lo que es eso, encanto? ¿Darle a un hombre lo que necesita? Lo demás, puedes dejarlo en buenas manos - se sacudió sus propias manos aunque no tenía una mota de polvo en ellas ysaludó al ayudante del sheriff llevándose un dedo a la frente. Aunque aquel tipo fuera un débil, si se organizaba algo serio podría ser interesante tener a aquel idiota de su lado.
 

Sí, dijo el barman. Según he oido a unos tipos en la tarde de ayer, ese comanchero tiene un precio de cinco mil dólares, vivo o muerto. El resto de la banda tendrán, seguramente, algún precio también, lo cual desconozco. Quizá usted, señor -dijo hablando ahora al mexicano-, conozca el valor exacto de esos tipos, ¿no? -en realidad le decía eso a Pancho ya que supuso que se dedicara a lo que se dedicara debía recorrer planicies, montañas y atravesar ríos y bosques, y tal vez habría oído más cosas de esos forajidos. Aquí hace falta alguien que nos libre de esos truhanes... -espetó antes de girarse y colocar los vasos en la estantería de cristal que tenía a su espalda-.

En el pueblo, el día de feria se había arruinado. Afuera notábais el rumor del movimiento: mientras algunos vecinos sofocaban los últimos rescoldos de incendios, buhoneros recogían sus mercancías, ganaderos preparaban sus rebaños para irse (por el susto de aquel día) y otros comerciantes ya salían en sus carruajes y se dirigían al norte, alejándose de allí.

Antes de que el alguacil de la comisaría respondiera a Belle, Jack se adelantó con aquel comentario, haciénodlo desde la última fila del corro de gente. Un gran pasillo se formó delante de él, como si su comentario moviera a las personas igual que lo hacía la palabra Preclara de Dios entre los hombres. Toda la atención se centró entonces en el tipo trajeado. El alguacil levantó su sombrero, se quedó mirando entrecerrando los ojos (estaba deslumbrado por el sol) e intentó comprender la situación. Dos tipos llevaron el cuerpo del Sheriff hasta la comisaría, y las gentes se dispersaron, pues aquella intervención parecía traer inquina de algún tipo. Entonces quedaron en medio de Pinkerton el alguacil, Belle y Jack (éste a unos metros de los otros dos).

En el pueblo, el día de feria se había arruinado. Mientras algunos vecinos sofocaban los últimos rescoldos de incendios, buhoneros recogían sus mercancías, ganaderos preparaban sus rebaños para irse (por el susto de aquel día) y otros comerciantes ya salían en sus carruajes y se dirigían al norte, alejándose de allí.

Pues... sí -decía el alguacil-. Un grupo de gentes... pistoleros, estaría bien. Por mi parte no puedo ayudarles: hay otros presos en el calabozo "a los que hay que dar de comer" -decía esto último con ironía, pues no debía estimarlos mucho, que digamos-. Quizá en el saloon o en el hotel encontréis a alguien para ello... Cinco mil dólares son una buena razón para ir tras ellos -y luego espetó un insulto por lo bajo dedicado a esos maleantes-.

Belle estudió al recién llegado con mal disimulado disgusto. Estaba acostumbrada a que la juzgaran por su edad.

-Para ocuparme de ti, forastero, me basto y me sobro yo sola.

Bajó la mirada hacia el bandido muerto. Le escupió con desprecio. Volvió a mirar al recién llegado apoyando de manera intencionada la mano en su pistola.

-Después de todo, me quedan cinco balas- hizo un rápido cálculo-Pero seguramente les saque más partido si las empleo con los hombres de Calahan que con un botarate almidonado como tú.

-Gracias.- Agradeció Davis al tiempo que depositaba una moneda sobre la mesa. -Cóbrese.- Le dijo al tiempo que se marchaba en dirección al exterior.

Aquel botín era demasiado suculento para dejarlo pasar, cinco mil razones tenía ahora para salir de batida con aquel grupo.

Espera a ver qué cuenta Pancho y luego doy instrucciones de posteo ;)

Pancho se mostró por unos instantes sorprendido ante el comentario del barman. Le sorprendió que de repente sí que se dirigiera directamente a él.
-¿Eh, yo?-Tras llevarse una mano al pecho, prosiguió-Ay cuate, ¿y por qué iba a saber yo algo sobre esos malnacidos? Una de las cosas que tengo bien claritas en mi vida es no mezclarme con esa chusma.

¿Por qué ha dicho eso? ¿Y si me ha reconocido? ¿Tal vez pasamos por aquí alguna vez con la banda de Tommy? No, no. Me acordaría, o eso creo. Ay, Virgencita de Guadalupe, ¿no llamará ahora al ayudante del sheriff para que me ponga entre rejas?

Gotas de sudor empezaron a poblar la frente del mexicano, agobiado por sus propias tribulaciones. Afortunadamente el tipo delgado volvió a abrir la boca para pagar su bebida y salir por la puerta. Él también debería ponerse en marcha. Y sin duda debería mostrar interés por la captura de aquella banda. Un trampero no vive con grandes comodidades, y en teoría aquella suma de dinero tendría que llamar la atención de cualquiera. Así que no le quedaba más remedio si no quería que su presencia siguiera resultando más sospechosa todavía.

-Cóbrese aquí también señor. Hay que salir a buscarse el jornal, y si es quitando del medio a esos tipos, ¡tanto mejor!

Puede que dijera aquellas palabras con excesivo ímpetu, pero quería desaparecer de la mirada del barman cuanto antes.

- Cuide su lengua, señorita. - La observó con más detenimiento. Tras su aspecto rudo y hostil se escondía una joven que o bien ocultaba su miedo con esa bravuconería excesiva o tal vez había vivido demasiadas cosas demasiado rápido. Sea como fuere, más le valía aprender a contenerse. - ¿No le enseñaron modales en la escuela? 

Jack se mantuvo sereno cuando lanzó su advertencia. - Quizá su padre no le dio un par de azotes cuando lo merecía, pero si vuelve a hablarme así tenga seguro que la abofetearé sin dudarlo. Pero si hay dinero en juego... - el pistolero miró al lloroso ayudante del sheriff - podemos dejar ese tema para otro momento. Cinco mil dólares es una bonita suma, no cree? Sí, ya lo se.

Asintió sin esperar la respuesta de la joven. - Si guarda eso -señaló el revolver que ella sostenía todavía - y promete ser una jovencita sensata, luego podemos salir en busca de esos tipos, y le permitiré acompañarme y quedarse con una parte, ¿qué me dice? 

Se volvió hacia el hotel, donde le esperaba su caballo y también su baño caliente. Luego se volvió hacia el saloon. - Allí había alguien más con ganas de ajustarles las cuentas a los Calahan. - Alguien que había disparado, sin mucha puntería, sonrió al recordarlo. - Si va allí y trata de reunirlos, yo terminaré un par de asuntos y regresaré enseguida. No hay ninguna prisa: hasta un perro muerto podría seguir el rastro de esos majaderos.

Belle observo con los dientes apretados al impertinente forastero alejarse. Resistio la tentacion de pegarle un tiro por la espalda: si iba a ir tras la banda de Calahan necesitaria todas las balas y hombres posibles.

-Cinco mil suena a un buen acicate para reunir a un grupo-dijo al ayudante del sheriff-Me ocupare de ello.

Se dirigio hacia el saloon meditando sobre todo aquello. Aunque echaba de menos a veces la comodidad de la vida academica (paredes cubiertas de libros, un escritorio, una taza de chocolate caliente…), la dureza del Far West era estimulante. Habia momentos en que casi se alegraba de haberse visto lanzada a seguir la senda de los forajidos.

El alguacil de la comisaría volvió allí, junto con el cadáver del sheriff, y Belle puso rumbo al saloon mientras que Jack lo hizo al hotel.

Fue entonces que la fortuna quiso hacer ademán de gracia, y que en medio de la entrada del saloon se toparan la mujer con el parche en el ojo con el tiplo flaco y el mexicano. Ellos dos salían y la mujer entraba. Entonces todos se miraron, y el barman los miró a los tres...

Aquel hotel estaba abarrotado. Veías a la gente entrar y salir, y sobre todo ahora que mucha población se había refugiado allí ante el asalto de los bandidos. El recepcionista intentaba poner orden en aquel tugurio, y despedía a algunas gentes mientras intentaba hacer hueco a sus clientes. Se encontraba tras la gran mesa de recepción de madera, junto al libro de registro de hospedaje. Un bonito decorado de cortinas y cuadros de lugares exóticos ambientaba la sala de la primera planta.

Belle abrió la puerta del saloon y recorrió el lugar con su único ojo. Para buscar carne de cañón, aquel era el sitio más indicado. 

Se apoyó en la barra:

-Zarzaparrilla. Fresca, a ser posible-indicó al barman. Se volvió hacia los parroquianos-Estoy reuniendo a un grupo de hombres de acción para ir tras la pista de esos bandidos.

Como era habitual, le respondió el silencio. En aquellos lugares, pocos habrían prestado atencion a una mujer que no fuese una prostituta. Necesitaban la motivación adecuada.

-Habrá una recompensa de cinco mil dólares a repartir entre los que vayamos.

Miró un instante a la recia mujer cuando se dirigió hacia el saloon y él mismo no tardó en volverse hacia el hotel. Comprobó con desagrado que pese a la trifulca callejera, el lugar estaba abarrotado, aunque le complació la decoración y el ambiente del lugar. 

Se abrió paso intentando mantenerse alejado de los cuerpos sudorosos que se le presentaron por el camino. Jack enseguida comprendió que la mayoría de ellos ni siquiera eran clientes, sino simples incautos que habían buscado refugio allí y ahora parecían reacios a marcharse del acogedor local. 

Al fin logró hacerse un hueco cerca del mostrador y buscó la atención del recepcionista. - Deseo una habitación cuanto antes, y un baño caliente si es posible, caballero - una vez más el señor Curly habló en voz tan baja que en un lugar silencioso hubiera sido complicado escucharle. En aquel griterío sin ningún orden sería un milagro que alguien hubiera entendido sus palabras, pero el pistolero tuvo la lucidez de acompañar sus palabras del tintineo de una moneda dorada contra una lamparita de metal situada en el mostrador, y luego dejó la pieza sobre la barra, aparentemente sin ningún temor de que a alguien se le ocurriese intentar birlarla.

Aquel sucedáneo a caballo entre una mujer y un hombre no provocó otra cosa salvo curiosidad, y una risa secreta en su fuero interno. Aquel pobre intento de parecer lo que no era hizo que siguiese cada uno de sus movimientos. Sólo la faltaba rascarse las partes nobles y dedicar un sonoro gorgojo a la escupidera.

Sin embargo, parecía que tenía intención de compartir la recompensa. Dos mil quinientas razones seguían sin estar mal, además… Estaban en inferioridad numérica así que no vendría mal la ayuda, aunque viniese de una fantoche.

-Precisamente iba a salir para apuntarme a la batida. Esos 5000$ la verdad es que es una cantidad nada desdeñable por la que merece la pena jugarse el tipo-. Agregó con una sonrisa que traslució unos dientes propios del hombre que lleva demasiado tiempo en la pradera.

Cuando se disponían a salir, les franqueó el paso la mujer del parche. Pancho procuró disimular el pequeño respingo que dio al plantarse frente a ellos. Sin parar un segundo en su presencia, se dirigió hasta la barra para pedirle algo al barman. Después si que dio un vistazo alrededor suyo, con intención de hablar a los presentes.

Por sus palabras, parecía que estaba dispuesta a organizar la batida para llevarse la recompensa por aquellos forajidos. Desde luego, pensaba que sería mucho mejor estar del lado de aquella mujer que en su contra. Además, había hablado con el tipo delgado de apuntarse a aquello, así que no tenía sentido echarse ahora atrás.

-Hablábamos de eso justo cuando entró usted, señorita. Cuente conmigo también.

Esperaba que no supusiera un problema su propuesta de sumarse al grupo. Ya que a pesar de moverse siempre por aquella zona fronteriza con su país, no era la primera vez que había encontrado reparos o directamente una negativa para realizar algún trabajo por su evidente origen mexicano.