Partida Rol por web

No te tires en la alfombra, destalentao, ¡que acabamos de arreglarla! -gruñó Batracius mientras daba manotazos en la espalda de Zala para que se quitase de encima de la desvencijada alfombra mágica.

Hemos hecho lo que hemos podido Bonnie. No te preocupes. Si no le gusta el arreglo, que hubiese contratado a una costurera. -dijo a su compañera intentando que no se preocupase del lamentable resultado del apaño.

Respecto a la puerta y la princesa, él tampoco ningún buen presentimiento, así que esperó, viendo obrar a Bill, con las ancas preparadas para una retirada estratégica si al final la princesa no resultaba ser una moza de buen ver. O por si no resultaba ser una moza, punto.

- ¡Que no te tires sobre la alfombra! ¡Sal de ahí! - grito enardecida, como era de esperar todo su trabajo nos llevó a Batracius y a mi coser aquel pedazo de tela. Al menos no quería estar otra vez con la aguja y el hilo, me había costado mucho hacer mi remiendo. 

Lo bueno es que las palabras de Batracius aligeraron mi pesar, algo que se notó en mi rostro al sonreír. - ¿Cómo podía ser tan dulce? - me pregunto dentro de las inmensidades de mi mente, aunque jamás lo verbalizaría porque muero de la vergüenza. - Gracias... - expreso en un tono meloso mientras le hacía ojitos al sapo andante. 

Sólo que el momento romántico poco me duró, al ver que Bill quería liberar a la Princesa. - ¡Que no! ¡Ni se te ocurra! No comprendes que si está ahí es porque el Mago la ha capturado. Él es nuestro Jefe, no ella. - bufo un tanto nerviosa, no quería perder mi trabajo. 

Zalakatunga se deja caer de culo sobre la recién cosida alfombra, mientras Batracius le reprende.

Mientras tanto, armado con unas pinzas para el marisco, Bill se dispone a abrir la cerradura de la puerta tras la cual se encuentra encerrada quien dice ser la Princesa Madina de Betia. Bonnie protesta enérgicamente.

-¡Menos mal!-farfulló la voz que provenía de dentro-¡Pensé que nadie iba a hacer nada!

Los engranajes de la puerta suenan mientras Bill urga en la cerradura poniendo las pinzas en diversas posiciones. Tlack, tlack, trak, tratak...¡clock! Finalmente las pinzas consiguieron hacer girar el cerrojo. Lo había logrado. La puerta estaba abierta. Bill empujó la hoja que comenzó a abrirse poco a poco hacia adentro con un atenuado niiiiieeeeek, hasta que una mano humana agarró la hoja y tiró de ella para abrirla más deprisa.

-¡Sois unos inútiles!¡Por poco me muero de vieja ahí dentro!

Frente a vosotros tenéis a lo que se podría decir, una princesa humana estándar. Con su vestido reglamentario con vuelo que no permite ver sus pies, su tiara con una gema roja a la altura de la frente. Lo que no suele ser tan habitual es su rostro, que va acorde con su voz. Frente al refinamiento y al autocontrol que suele ser habitual entre las gentes de su posición social, esta muestra un gesto hosco, por no decir hostil. Entre sus dos manos sujeta un trapo retorcido en el que parece estar descargando su ira.

-De nada maja, a mandar- dijo Bill bajándose del taburete con la satisfacción de haber logrado lo que pretendía, ¿sería lo correcto? Quien sabe, pero era lo que el consideraba justo.

En cuanto a la muchacha, bueno, no era exactamente una candorosa princesa de cuento de hadas, pero había tratado con "damas" mucho peor encaradas en La Rata Borracha y El Pandero Agujereado, dos de los peores antros donde se podía ir a beber.

Sucede que a veces hay aciertos y equivocaciones por igual. ¿Qué la princesa Mandina de Bestia no era un calamar espacial? Está bien, podría ser peor. ¿Qué la princesa Mandina de Bestia es una loca psicótica y asesina de lutines? Eso está por verse.

Ante la duda de todo aquello Zala acepto de mala gana quitar su trasero de la alfombra y buscar un espacio apacible (si es que había alguno en ese pasillo estéril) para aterrizar sus posaderas y dormitar, si lo dejaban por supuesto. -  ¡Oztiaz ze loz dije! Agoda han echago el tgavajo del día… pfffff….. – y ya en su recodo de tranquilidad, piedra y frio Zalakatunga  observa a los presentes por sus próximos movimientos a medida que sus parpados comienzan a jugarle una mala pasada con intenciones de bajar por un tiempo prologado.

-¿Maja?¿Qué forma de dirigirse es esa?-contestó Lady Madina-Soy Lady Madina de Betia, hija de Aldor, rey de Betia. Tratadme con el respeto que merezco.

-¡Y tú!-dijo tornándose hacia Zalakatunga-¿Es que no te han enseñado a no hablar con la boca llena?

Los carrillos comenzaban a tornársele rojos a medida que su furia se iba acumulando. Pero entonces vio a Bonnie. Tan solo el contemplarla pudo aplacar su enfado. Se acercó a ella sonriendo hincando la rodilla mientras que con los dédos índice y corazón intentaba acariciar su barbilla.

-¡Oh!, pero qué monada. No me digas que no parece una muñequita ¿Y tú quién eres, pequeña? Cuchi-Cuchi...

La humana psicótica se acercó demasiado a ellos y empezó a tocar de forma inapropiada a su querida compañera, así que Batracius intervino sin dudarlo.

Su alteza, os ruego que confiráis a los demás el mismo respeto que defendéis para vos. Estáis hablando con Bonnie, Reina de los Lutines, y esas no son formas de tratarse entre la nobleza... -dijo interponiéndose entre las dos féminas y empujando suavemente a Bonnie hacia atrás.

Desconfiaba de aquella princesa por su cara de psicótica, no me agradaba mucho su actitud y se la notaba algo hostil al dirigirse a mis compañeros lutines. Frunciendo el ceño noto como se acerca e intenta acariciarme la mejilla, lo bueno es que Batracius se interpone ante mi y esa loca mujer, evitando que acaricie mi piel. - Nada de cuchi cuchi, soy Bonnie la "Reina de los Lutines", como bien ha expresado mi novi... digo... mi compañero. -  expreso un tanto tartamudeando al final, ya comenzaba a considerar a mi caballero sapo un novio. ¿Cómo podía ser? 

- Mejor salgamos de aquí Batracius, prefiero no ser partícipe de los líos que genera Bill. -  afirmo al sujetar la mano de lutín y tironear de ella para sacarlo de allí. No quería imaginar la bronca que le agarraría a Rudesindus si descubre que han liberado a la Princesa. 

La mujer da un paso atrás al recibir la respuesta primero de Batracius y luego de la propia Bonnie. Lo cierto es que en sus gestos y su expresión, Lady Madina se parecía más a Bonnie de lo que cualquiera de las dos estaría dispuesta a admitir.

-Disculpadme...¿Reina de los lutines?-contestó Lady Madina frunciendo el ceño-¿Una reina de sirvientes? No lo hubiera creído si no me lo decís. Decidme, ¿cuál es vuestro linaje y cómo es que una reina ha decidido dedicarse al servicio doméstico...y más aún para una medianía como ese Rudesindus? Y si ella es la reina, ¿vos que sois?¿Acaso un príncipe azul convertido en sapo? No contéis conmigo para que os dé un beso, desde luego. Ah...y ahí tenemos al Caballero del Dragón, claro...o más bien de la lagartija, pues de tal cosa parece esa cabeza que lleváis puesta a modo de tocado. Y respecto a vos, mi diligente salvador, ¿qué puesto ocupáis en la corte real de los lutines?

Sus palabras rezumaban ironía y condescendencia a partes iguales. Y a medida que las iba pronunciando, su expresión cambiaba transformando su rostro de enojo en una sonrisa divertida. Por momentos os parece que está incluso conteniendo una carcajada. Porque claro, como Bonnie bien sabe, tales excesos no son propios de una dama.

Zala cree que hubiera sido mucho peor liberar de sus ataduras un dragón hambriento. Ahora deben lidiar con una princesa neurótica y malhadada, la cual cree que los lutines son una especie de juguete mágico viviente. ¡Oh pobres lutines, criaturas mal pagas y sin seguro dental!

Entonces el gran Zalaliente intenta ahuyentar a la mujerzuela agitando sus manitas y proyectando gases de algún sitio funesto de su cuerpo. - ¡Ke te zugzan! ¡Zhuuuu! ¡Zhuuuu! – y Zala no piensa discutir con la “princesa” sobre el origen de su vestimenta.

Para que hablar de la fiesta de disfraces del tío Von Katunguen…

-¡Oh, que insolente!-contestó Lady Madina escandalizada por la falta de modales de Zalakatunga-¡No pienso aguantar este comportamiento ni un minuto más!

Y dicho esto, la princesa se dirige hacia las escaleras.

-En cuanto a vos-dijo dirigiéndose a Bill el Barril-seguidme y os recompensaré debidamente. Lady Madina siempre paga sus deudas.

-Oh, por mi no lo hagas, te he liberado porque no quería que estuvieses encerrada, no para sacar nada a cambio- dijo Bill agitando su rechoncha mano.

-Lo que si te pediría es que nos ayudases con el tema de la cena del mago... Los aquí presentes somos bastante torpes en ese aspecto y te estaríamos muy agradecidos, la verdad- pidió de manera afable. No sabía si aquella mujer estaría dispuesta a ayudarlos, pero lo que estaba claro era que una cena hecha por ellos podría cargarse al pobre viejo mago... Además, en la lista ponía que le preguntásemos a ella.

- Soy una reina y estoy en libertad, no como tú que si no fuera por Bill seguirías encerrada llorando o pidiendo "por favor" que te liberen. -  replico ya al colocarme las manitas en la cintura, pero bastante alejada de esa Princesa de "cuarta", me hablaba de linaje y ella parecía una mujerzuela. - No ofendas a Batracius. ¿Acaso no te has mirado al espejo? -  continúo peleando ya enfurecida, luego le dedico una mirada a Bill como si lo culpara de semejante atropello. 

- Yo me retiro, no me interesa meterme en este asunto y si Rudesindus se entera, al menos yo no tengo nada que ver. -  expreso al sujetar la mano de Batracius y tironear de él para que me acompañe lejos de aquí. Al menos ir a la cocina e intentar hacer algo. 

El lutin disfrazado festeja para sí el haber ahuyentado a la Princesa rebelde y por demás bocona. Una amplia sonrisa invade su rostro goblinoide al ver como Madina de Betia se aleja en dirección a las escaleras.

Pero el júbilo dura poco al descubrir que Barril intenta convencer a Madina para que una fuerzas en la tarea de la cena de Rudecindus.  Por otro lado la Reina de los Condenados lutines intenta convencer al bienhablado Batracius al nivel superior, donde se encuentra la cocina.

- ¡Poz wamoh pa´agiva! ¡Oz guiade! ¡Pog akiiii zeguigmee! – festeja Zalamardo al ver que los demás entraron en razón y pretenden ir a cocinar algo. Y para agraciar el momento Zala comienza a arrojar al aire pimentón en polvo, que es un recuerdo preciado de su visita previa a la cocina. No es que tenga mucho en sus bolsillos pero es suficiente para “perfumar” el aire.

y una nube roja lo cubre todo...

¿¿¿Cocinar yo???-contestó Lady Madina recuperando su gesto de enfado habitual-¿¿¿Acaso te parezco una sirvienta???¡¡¡Ni hablar!!! No pienso quedarme a discutirlo. Me marcho de inmediato. Buscad un libro de cocina.

Dicho esto, la mujer comenzó a bajar las escaleras que llevan al piso inferior y se perdió de vista.

-Vamoshombrehabrasevistosemajantedesfachatez...

Las lamentaciones de la mujer se perdieron en la distancia dejando en el rellano de la primera planta un silencio que resultó de lo más reconfortante. El condimento que Zalarguiñano repartió con generosidad por la habitación llenó de color y de aromas la escena lo cual, todo sea dicho, era completamente innecesario.

Batracius se dejó arrastrar un trecho por Bonnie, mientras la princesa Madina refunfuñaba y marchaba escaleras abajo. Pero entre las negativas e improperios, Madina había dicho algo que a Batracius le dio vergüenza no haber pensado antes.

Espera, Bonnie... ¡Claro! No necesitamos a esa tarada, ¡podemos buscar en la biblioteca un libro de recetas! Aun suponiendo que Rudesindus no tuviera ningún recetario conocido, los magos lo apuntan todo, así que seguro que al menos tiene algún cuaderno con sus recetas favoritas, porque no siempre va a tener princesas o lutines que le preparen el papeo. -razonó Batracius.

-¡Hale maja! Tanta paz lleves como descanso dejas- dijo Bill cuando la cabeza de la princesa se perdió bajo los peldaños de la escalera, definitivamente, todas las "princesas" y "reinas" de aquella maldita torre estaban completamente locas.

-En cuanto a lo de buscar un libro de recetas... ¿No tendrá alguno la moza simpatica en su habitación-celda?- preguntó asomando su cara barbuda a la alcoba que había ocupado Lady Madina.

El preciado silencio fue un regalo de los siete infiernos, situación que se extendió hasta que sus compañeros lutinezcos reanudaron la conversación. Era el tema candente. La cena del hechicero de turno, el empleador.

- ¡Ke te zugzan! – maldice Zalaflaophis a la princesa luego que esta abandona la estancia. - ¿y aoga? – pregunta el lutin disfrazado de dragon.

La librería podría estar en el nivel superior, ya que Zala no había revisado todas las puertas…

-Busquemos el libro, pero no sigamos escuchando a esta ridícula. - afirmo en un tono serio, ignorando a esa mujer que de princesa nada tenía. - Nos retiramos. - aviso tras abrir la puerta y tironear de Batracius para dirigirnos a la cocina, se supone que allí habría algo para leer y preparar. 

- Vamos Zala. -  invito al draconil lutin por si quería unirse.