Partida Rol por web

Kalan hizo un ruido parecido al de un ronroneo cuando su hermano acarició su lomo, sintiéndose querido y protegido. Cuando lo cogió con sus manos, correteó en círculos por sus palmas y luego se quedó mirando la extraña criatura que intentaba morder a su propio amo. Le hizo gracia cómo se retorcía con desesperación, pero una parte de él también deseaba saber qué ocurriría si la serpiente escapara del yugo de Ijma.

Al bajarle, Kalan se acercó rápidamente a la puerta otra vez. Una vez delante, su cuerpo brilló de nuevo, recuperando su forma humanoide y concentrándose la luz azul en la máscara que volvía a esconder su rostro. Miró a sus hermanos y asintió con ganas.

- No puedo esperar.- añadió después de oír a Rah'Gul.

Cuando Kalan comenzó a trepar por mi armadura con su nueva forma, esta respondió emitiendo pequeñas llamaradas por donde este se encontraba, rodeándolo y moviéndose con él sin impedir el paso de modo alguno y sin emitir más que un leve calor que no buscaba dañar el cuerpo de su hermano, mientras que por lo demás, no di muestras de que el que se hubiese encaramado a mí me hubiese molestado o ni tan siquiera molestado de forma alguna.

Si no puedes decidir tu función por ti mismo… ¿Qué sentido tendría que alguien te la de, hermano?- le respondí a Kalan -Y sobre lo de competir… eso siempre es una buena forma de desafiarse y superarse, ¿por qué no iba a quererlo?- le dije, observando como Ijima lo cogía.

Escuché como comenzaba a hablar, o más bien cantar, como intentando conciliar lo dicho y hacer que no nos enfrentasen las distintas opiniones que teníamos… lo cual, desde mi punto de vista, no tenía sentido.

Discusiones y disputas, luchas y conflictos, esas son las cosas que nos hacen dar lo mejor… ¿por qué esforzarse por evitarlas en lugar de hacerlo por superarlas?- le pregunté a este último, para luego, girarse hacia su oscuro hermano -¿Qué son? Eso tendremos que averiguarlo- le dije, tras lo cual, viendo que el resto parecía haber decidido seguir mi ejemplo y adentrarse en aquel lugar, empujé las puertas para abrir camino.

Infinitas son las mentes de los dioses, infinitos y tortuosos los caminos que siguen, así como sus capacidades y su capacidad de atención. Infinita su capacidad para entender y hacer entender cuando querían, para hablar sin ser escuchados, o para dar un matiz imposible de interpretar a algo, haciendo así que sólo quien ellos quisiesen pudiese desentramar lo que ellos querían. Un matiz, un pliego, era quizás la forma menos pensada de hacerlo. A fin de cuentas, ¿quién se molestaría en realizar tales esfuerzos para transmitir un mensaje, pudiendo llevar su palabra a otro sin necesidad de tal artificiosidad, sólo transmitiendo el mensaje de una mente a otra?

Pero éste no era el estilo de Ijma, así que Cassandra y Aelfwen notaron un contrapunto, un pliegue apenas audible, algo sólo detectable para ellas dos. Una propuesta introducida en mitad del párrafo en el que hablaba de su agrado por los opuestos que se complementaban.

Hermanas
sin decremento a la amistad
que por otros Dioses queramos sentir
honrado me sentiría
si en nuestro común proyecto
juntos colaborásemos desde un primer momento.

Reconozco, como hecho innegable,
que vuestros dominios son de mi interés,
que un mundo sin vosotras no puede haber,
y creo que el Orden y el control
traería el equilibrio perfecto a vuestra unión,
para evitar que el fuego de la guerra
pueda destruir el equilibrio
que entre ambas podéis traer.

Así terminaba el mensaje velado de Ijma, cuya mirada de zafiro estaba fija a la vez en todos y en ninguno, tal era la cantidad de facetas de los diamantes en sus cuencas.

Infinitas son las mentes de los dioses, infinitos y tortuosos los caminos que siguen, así como sus capacidades y su capacidad de atención. Infinita su capacidad para entender y hacer entender cuando querían, para hablar sin ser escuchados, o para dar un matiz imposible de interpretar a algo, haciendo así que sólo quien ellos quisiesen pudiese desentramar lo que ellos querían. Un matiz, un pliego, era quizás la forma menos pensada de hacerlo. A fin de cuentas, ¿quién se molestaría en realizar tales esfuerzos para transmitir un mensaje, pudiendo llevar su palabra a otro sin necesidad de tal artificiosidad, sólo transmitiendo el mensaje de una mente a otra?

Pero éste no era el estilo de Ijma, así que Kalan notó un contrapunto, un pliegue apenas audible, algo sólo detectable para él. Una propuesta introducida en mitad del párrafo en el que hablaba de evitar las discusiones entre los hermanos.

Hete aquí,
un hermano singular,
pequeñas y variables apariencias,
que no dudo algo más grande esconden.

Desconozco los pliegues de tu ser,
pues no has enunciado tus raíces,
pero con tus actos y sus matices,
no puedo evitar ver alguna relación con el Bien.

No me pareces, hermano,
una fuente de conflicto,
si bien tus inofensivas provocaciones
podrían levantar pasiones
en nuestros compañeros más conflictivos.

Así pues, simpático Kalan,
te ofrezco un pacto,
para nuestra futura obra,
y comenzando desde el primer acto,
poder trabajar unidos,
para entorpecer a aquellos,
que nuestra participación en la Creación,
puedan querer eliminar.

Así terminaba el mensaje velado de Ijma, cuya mirada de zafiro estaba fija a la vez en todos y en ninguno, tal era la cantidad de facetas de los diamantes en sus cuencas.

Infinitas son las mentes de los dioses, infinitos y tortuosos los caminos que siguen, así como sus capacidades y su capacidad de atención. Infinita su capacidad para entender y hacer entender cuando querían, para hablar sin ser escuchados, o para dar un matiz imposible de interpretar a algo, haciendo así que sólo quien ellos quisiesen pudiese desentramar lo que ellos querían. Un matiz, un pliego, era quizás la forma menos pensada de hacerlo. A fin de cuentas, ¿quién se molestaría en realizar tales esfuerzos para transmitir un mensaje, pudiendo llevar su palabra a otro sin necesidad de tal artificiosidad, sólo transmitiendo el mensaje de una mente a otra?

Pero éste no era el estilo de Ijma, así que Isëa notó un contrapunto, un pliegue apenas audible, algo sólo detectable para él. Una propuesta introducida en mitad del párrafo en el que se refería a la razón que unos y otros llevaban.

Saludos, hermano o hermana,
puesto que una forma sin matiz
has tenido a bien elegir.

Muestras curiosidad al tener la iniciativa
tratando en primer lugar de abrir las puertas,
si bien puede ser arriesgado andar a tientas,
sin saber dónde te aguardan el Bien o el Mal.

Te propongo, pues,
cuidar de los intereses de ambos en primera instancia,
evitando a nuestras creaciones la beligerancia,
que otros elementos de nuestro grupo
puede traer a su vez.

Así terminaba el mensaje velado de Ijma, cuya mirada de zafiro estaba fija a la vez en todos y en ninguno, tal era la cantidad de facetas de los diamantes en sus cuencas.

Infinitas son las mentes de los dioses, infinitos y tortuosos los caminos que siguen, así como sus capacidades y su capacidad de atención. Infinita su capacidad para entender y hacer entender cuando querían, para hablar sin ser escuchados, o para dar un matiz imposible de interpretar a algo, haciendo así que sólo quien ellos quisiesen pudiese desentramar lo que ellos querían. Un matiz, un pliego, era quizás la forma menos pensada de hacerlo. A fin de cuentas, ¿quién se molestaría en realizar tales esfuerzos para transmitir un mensaje, pudiendo llevar su palabra a otro sin necesidad de tal artificiosidad, sólo transmitiendo el mensaje de una mente a otra?

Pero éste no era el estilo de Ijma, así que Rah’Gul notó un contrapunto, un pliegue apenas audible, algo sólo detectable para él. Una pregunta introducida en mitad del párrafo en el que se refería a la razón que unos y otros llevaban.

Hermano,
me encuentro confuso
sobre cómo tratarte al desconocer tus dones
más que con el respeto
que todos los presentes merecemos.

El desconocimiento
me lleva a la duda sobre
cuál sería el proceder correcto
a tomar contigo en la obra que se nos avecina.

No sé si buscas alianzas,
si por contra la guerra es tu deseo,
si sólo querrás mantener tu participación apartada del resto,
o si mis conceptos asemejan
a algo de lo que tienes en mente.

Así terminaba el mensaje velado de Ijma, cuya mirada de zafiro estaba fija a la vez en todos y en ninguno, tal era la cantidad de facetas de los diamantes en sus cuencas. La pregunta, algo velada, era a fin de cuentas un “¿Qué es lo que deseas en lo que estamos por hacer?”.

Infinitas son las mentes de los dioses, infinitos y tortuosos los caminos que siguen, así como sus capacidades y su capacidad de atención. Infinita su capacidad para entender y hacer entender cuando querían, para hablar sin ser escuchados, o para dar un matiz imposible de interpretar a algo, haciendo así que sólo quien ellos quisiesen pudiese desentramar lo que ellos querían. Un matiz, un pliego, era quizás la forma menos pensada de hacerlo. A fin de cuentas, ¿quién se molestaría en realizar tales esfuerzos para transmitir un mensaje, pudiendo llevar su palabra a otro sin necesidad de tal artificiosidad, sólo transmitiendo el mensaje de una mente a otra?

Pero éste no era el estilo de Ijma, así que Urdamesh notó un contrapunto, un pliegue apenas audible, algo sólo detectable para él. Una propuesta introducida en mitad del párrafo en el que se refería a los opuestos y cómo se complementaban.

En otro lugar,
en otro tiempo,
viene a mi mente que alguien sabio
hubo de enunciar la siguiente frase:
la guerra es la madre de todas las cosas,
refiriéndose así a como
la oposición de ideas o pensamientos
llevaba a una síntesis que traía progreso.

Mi idea es, a pesar de tus inclinaciones,
no precipitarnos en nuestras actuaciones,
y ofrecernos un tiempo de asueto en el comienzo,
no disputar entre nosotros hasta que el lienzo
que entre todos vamos a rellenar,
esté preparado para soportar,
el calor de tu fuego.

Así terminaba el mensaje velado de Ijma, cuya mirada de zafiro estaba fija a la vez en todos y en ninguno, tal era la cantidad de facetas de los diamantes en sus cuencas. No era exactamente una alianza lo que proponía, sino dejar que las cosas siguiesen un orden: que las civilizaciones creciesen, prosperasen y se preparasen, para luego poder ver lo que sucedía y el mejor modo de afrontar el progreso del mundo.

Kalan escuchó con atención las palabras ocultas de Ijma, disfrutando una vez más de la belleza armoniosa que era su canción. La máscara ocultó su reacción, aunque se pasó una mano por el pelo y giró discretamente la cabeza como si mirara hacia la puerta que aún debía abrirse.

Del mismo modo en que el dios del Bien había buscado una forma de comunicarse con él, Kalan probó su propio método. Sin mover un solo dedo, despertó en su hermano una sensación cálida en su interior. Tomó la forma de un sentimiento positivo y agradable, vinculando las esencias fraternales y creando una atadura invisible que fluía entre ambos sin que ninguno de los demás entes pudiera darse cuenta. A través de este vínculo, Kalan creó palabras inaudibles y pensamientos nuevos.

- Tus bellas palabras y tu ordenado discurso me llenan de satisfacción, Ijma, portador del Bien. Las joyas que te rodean atraen mi mirada y tu presencia imponente me obliga a respetarte. Ofreces una visión placentera, querido hermano, y más complaciente es tu hermosa voz. Si tú crees que yo puedo darte lo que deseas, será para mí una necesidad dártelo. Sé que pronto ocurrirán grandes cosas y que sobre nosotros recaerá la responsabilidad de modelar el lugar donde hemos nacido. Cuando llegue ese momento, estaré a tu lado, trabajando contigo para mejorar lo que aún no es perfecto.- el enlace emocional transportó una risa traviesa.- Me divierte cuán pronto que has empezado a sospechar de otros no tan dados al diálogo. Por mi parte, prefiero pensar que nuestros lazos impedirán que nos volvamos unos contra otros. Creo en el Amor, que es mi principal dominio y mi motivación esencial.- confesó con tono confidencial.- Confío en ti y quiero complacerte.

Aelfwen se había mantenido un tiempo callada, atendiendo a todo lo que sus hermanos en poder tenían que decir. Ya desde el principio se podía apreciar la animadversión entre algunos de ellos, las ideas y dominios enfrentados que llevarían a incontables batallas de todo tipo. Para su pesar, la diosa de la Vida percibía un futuro en el que innumerables vidas se perderían sin remedio, no sólo las que ella misma engendraría, sino las que los demás generarían también. ¿Engendraría vida su diosa hermana y perfecta antagonista, Cassandra? No lo sabía con certeza, pero, pese a la ironía de tal acto, creía que sí.

Ignorando las cuestiones planteadas por los demás, Aelfwen contestó por fin a su hermana, la diosa de la Magia y la Muerte.

-Aunque siento nuestras esencias enfrentadas en el deseo de ver el principio y final de las cosas, al igual que tu creo que la magia puede ser el nexo de unión de nuestra dualidad. La magia, sí, será el elemento que haga fluir a los seres vivos desde su creación hasta su inevitable final. Será la magia la que les hará brillar. Permíteme que añada la magia a mis dominios y haremos de éste un dominio grande, más allá de la vida y de la muerte.

Cuando posáis vuestras manos sobre la imponente puerta, con un mero roce, las rendijas de la puerta y sus adornos se iluminan con una luz dorada, reaccionando a vuestra esencia. Las líneas de luz recorren el filo de la puerta y esta se abre lentamente y de par en par, dándoos la bienvenida a la morada de Ruth-Adum, el hogar de los dioses.

No sabéis porque, pero al igual que el lugar os resultaba familiar también sabéis que ese es su nombre y podéis sentir como aquel palacio divino reaccionaba a vuestros meros deseos como si fuera un ente vivo.

Las puertas os dan acceso a un pasillo flanqueado de puertas cerradas que esperan que las abráis, si sabéis a donde queréis ir. Las líneas de luz recorren el pasillo encendiendo linternas que iluminan el lugar con diminutos soles. No es que necesitéis luz para ver, pero el efecto os proporciona una cálida sensación de bienvenida.

La arquitectura es extremadamente elaborada y a la vez simple, totalmente neutra pero a la vez recogiendo matices que os recuerdan a cada uno de vosotros y vuestros ámbitos.

Continuáis el pasillo que se extiende hasta una gran sala circular rodeada de imponentes columnas. El corazón de Ruth-Adum, la sala de los tronos.

En aquella sala, cincelada a la perfección como si hubiese hecha de una única roca madre, podéis ver siete tronos para las siete deidades, tan neutros como la sala, mas cada uno os espera con ansia, clamando convertirse en el lugar desde donde cada deidad mostrara su poder.

Ante los siete tronos hay una mesa perfectamente circular, y en su centro una esfera perfecta hecha de roca, que flota en el vacio de la sala. A pesar de la inmensidad de Ruth-Adum, sentís que aquella pequeña esfera, aquella mota de polvo en el universo que era aquella sala, era la pieza más importante de todas. Un regalo, el ultimo legado que había dejado el Padre, sin duda alguna.

Fue el momento en el que las puertas se comenzaron a abrir cuando comencé a recibir el mensaje de Ijma, un mensaje que, si bien no acababa de comprender su secretismo, iba dirigido de manera exclusiva a mí.

Disimulé, sin mirar al emisor de las palabras para evitar levantar sospechas, pues por mera cortesía decidí mantener el carácter oculto de la conversación. Me mantuve sentado, paciente, mientras se abrían las puertas de Ruth-Adum, momento que aproveché para contestar utilizando el mismo canal.

El modo mediante el que me expresaba no tenía ningún matiz críptico ni pretendía ser bello, pues estaba planteado para transmitir toda la información posible con el menor número trabas, pues lo contrario no sería más que un obstáculo al conocimiento.

—El bien y el mal, no más que meros puntos de vista mediante los cuales juzgar los hechos; y como puntos de vista, son fuente de conocimiento que permiten comprender mejor las reglas, sean de la índole que sean, a las que nos sometemos.

Si tu preocupación es el temor a que mis actos acaben bañados de perversión, lo único que puedo decir para tranquilizarte y no caer en comentarios temerarios es que mis actos irán encaminados a alimentar los conceptos que dan sentido a mi existencia.

Desde que yo soy el poder y el conocimiento, conceptos totalmente neutros y comprendidos de manera similar por cualquier individuo, no caben actos beligerantes por mi parte que no sean instados por la actitud de otros.

Hago una pausa, como si estuviera sopesando si continuar con la conversación, hasta que me decido.

—…Sin embargo, ¿qué cabe esperar de quien representa a un bien que no sabemos si coincide con mi misma opinión al respecto? ¿Y de quién representa a un orden que tampoco sabemos si puede coexistir con mi mismo concepto del mismo? Por no hablar de los demás aquí reunidos, representantes de otros conceptos tan subjetivos.

En verdad, siento cierta lástima por aquéllos que representáis algo tan invasivo en el modo de ser del individuo que no puede ser compartido por todos, por aquéllos que antes o después no tendréis más remedio que comenzar la guerra y el exterminio contra aquéllos que, tened por seguro, encontraréis en gran cantidad y serán vuestros opuestos.

Si quieres mi consejo, diré que los que somos como yo, somos parecidos a una enorme pero tranquila masa de gas inflamable: no habrá ningún problema con nosotros siempre y cuando no haya ningún detonante. Que aparezca a nuestras puertas la mera y simple chispa de la amenaza, y la explosión que provocaremos se verá desde cualquier confín del universo.

Una vez las puertas de Ruth-Adum ya están abiertas, me levanto de nuevo y me interno en el palacio con una actitud que hace parecer que no ha tenido lugar ninguna conversación.

No presté más atención de la necesaria… e inevitable, a las otras entidades que, apenas conocidas, ya discutían. Mi atención estaba centrada en otra cosa, algo que para mí era mucho más importante: lo que se ocultaba tras las puertas que se estaban abriendo.

Apenas el hueco fue lo suficientemente grande como para que mi cuerpo cupiera, cuando comencé a caminar e internarme dentro de lo que ahora sentía con el nombre de Ruth-Adum.

Fue solamente entrar y cierta ansiedad se apoderó de mí, pues lo primero que mi instinto me pidió fue que descubriera qué había tras aquellas puertas. Sin embargo, sabía que todavía no era el momento de abrirlas, pues algo todavía más importante me esperaba al final del exóticamente iluminado corredor.

Observé con atención la arquitectura, en cierto modo inspiradora, y de inmediato quise conocer al creador de la obra. ¿Un palacio para dioses? Una idea realmente descabellada, pero a la vez llena de magnificencia, algo para lo que se necesita verdadero conocimiento y poder.

Y a pesar de estar en territorio desconocido, mis pasos mostraban la seguridad que me provocaba aquel lugar; ¿debería llamar hogar a Ruth-Adum? Todavía no estaba seguro.

Llegué a la sala central y observé los siete tronos, todos iguales pero a la vez, de alguna manera, me parecían distintos. Di un par de rodeos a la sala y, finalmente, me senté en el que me hacía sentir más cómodo, como si hubiese sido esculpido para ser ocupado exclusivamente por mí.

Miré con curiosidad la pequeña esfera central y esperé a que el resto de dioses también tomara asiento.

No sintiendose importantemente motivada en una discusion asi prefirio no meterse de ninguno de los lados ni incentivar los juegos con nada mas que una sonrisa divertida.Aunque su sonrisa se cambio a un gesto serio ante las palabras cantadas por su hermano encargado del orden en nuestro panteon, suspirando con algo de molestia cuando fue usada como ejemplo del orden que podrian traer a este proyecto como asi lo llamaba.

"Hermano, creo que supones demasiado con mi asistencia a nuestra hermana. Esta...oportunidad es mas una respuesta a la propuesta de nuestra hermana que tan amablemente a dispuesto a que la asistamos en su proyecto de vida. Incluso a pesar que le ofresco mi magia no quiere decir que no vayamos a tener discusiones." le explico con algo de paciencia y sin parecer molesta en tono aunque en parte lo estaba. "Discusiones que no me parecen tan malas; al contrario lo veo como una posible fuente de inspiracion para producir algo nuevo." continuo con una gran sonrisa al expresar sus deseos por la novedad.

Finalmente llego la respuesta de su hermana y no puedo mas que asentir a las cosas que proponia, ya que en parte era lo mismo que habia expresado coordinar con ella. Al menos hasta que sugirio que compartamos la magia de esa forma tan rapida. "Tranquila hermana..." dijo no pudiendo contener algo de sorpresa ante la propuesta que trato de disimular con una media sonrisa. "En principio no sabria como compartir mi dominio o si fuera de verdad algo posible o simplemente adecuado. Tal vez simplemente pueda enseñarte un poco de esta como tenia planeado sugerirte." se apresuro a interceder para que no pareciera que se hubiera retractado de esa union momentaña. "Como dije no se si puedo ofrecerte mi dominio, pero pensaba que podria ser algo de gran interes que a los seres que vayas a dar el don de la vida pudieran tener la oportunidad si son capaces de despertar el donde la magia que plantaria en cada uno de ellos. Aunque tampoco se si es posible o funcionara pero me gustaria probar si no es posible con tu ayuda." le explico acercandose mas a su hermana para tomarle de la mano, haciendole sentir algo de frio pero tambien una sensacion de posibilidades que era lo que expresaba la mirada de la diosa muerta.

Siguio de la mano si su hermana le permitia hasta meterse dentro del palacio que empezaba a sospechar que padre les habia dejado para ellos, un pensamiento que de que se sintio mas convencida al ver los asientos para cada uno de ellos. Habria continuado contemplando aquel lugar por mas tiempo sino hubiera notado el moviento de Isea que termino con este sentado en uno de los tronos. Con delicadeza se separo de su hermana señalandole a donde ira por si queria acompañarla, entonces camino los pasos necesarios hasta terminar sentada en otro de los tronos que daban a una esfera de roca que la intrigaba. "Es un buen lugar ir probando cosas." dijo refiriendose a la roca frotante en medio de la sala.

Cassandra no parecio sorprenderse de escuchar aquellas palabras que de alguna forma sabia que habian llegado a su unica hermana, pero por el momento nno decidio devolver el mensaje para aprovechar el toque que compartian para transmitir un mensaje magico que solo la la rubia podia sentir en su interior.

"Me disculpo hermana si he parecido algo a la defensiva con mi dominio por la magia, pero hay muchas cosas que no se aunque estoy dispuesta a aprender. Aunque no para que algunos se aprovechen u otros se sientan ofendidos con nuestra union." comento la maga dejando escapar un resoplo en los sentimientos magicos que enviava a Aelfwen. "Me preocupan Urdamesh y Rah'Gul, aunque no creo que sea algo que podamos evitar pero si prepararnos. Otra de mis preocupaciones es Ijma, que se autonomina dios del bien pero luego da estos mensajes secretos mientras nos insita a unirnos con él." confeso sus preocupasiones a la hermana que si bien no conocia tanto como los demas, sentia que habia cierto cercanismo y que en un futuro pareciera que trabajarien juntas le invitaba a sincerrarse mas con ella.

La diosa de la vida aceptó el contacto de la diosa de la muerte tras un segundo de incertidumbre. No había malevolencia en aquel contacto y lo aceptó de buen grado. Así, de la mano, avanzaron juntas, la mano de Aelfwen inundando de un agradable calor vital a la fría mano de la diosa de la muerte.

A la llegada a la sala donde radicaban los tronos, supo intuitivamente cuál era el suyo. Y era contiguo al de su hermana Cassandra. ¿Casualidad? No, no lo creía. Sin duda sería interesante una conversación con el Padre de todos, pero por desgracia eso no parecía ser posible. Se tendrían que arreglar con suposiciones o, simplemente, siguiendo adelante. Eso, por fortuna, era algo que se le daba bien a la joven diosa de la vida. Se sentó, sin cortar el contacto con su hermana, sintiendo el frío contacto de la yerma piedra en sus posaderas y espalda, pero no por mucho tiempo. A su contacto de aquel asiento comenzaron a brotar hierbas y flores, zarzas y helechos. En un instante la piedra resultaba escasamente visible entre la mullida hierba que le hacía de cojín, la hiedra que le hacía de espaldero y las suaves y olorosas flores que cubrieron los brazos. Las rosas espinosas, eso sí, se concentraron "casualmente" en el lado de su hermana Cassandra.

-No tienes nada que disculpar, entiendo que mi aseveración pueda haber parecido excesivamente impulsiva. Me sentiré honrada de aprender tus artes y que lo que de fruto de mi esencia sepa llevar las semillas de tu dominio. Vida y Muerte deben estar unidas y la magia será su vínculo más poderoso. Aspiro, a diferencia de otros, a una existencia simbiótica en la que alcancemos grandes cosas. Que Padre pueda sentir orgulloso que conseguimos colaborando entre nosotros más de lo que hubiera hecho él solo.

Aelfwen decía estas palabras calmada pero gozosa, llena de anhelo de llegar a grandes cosas, de comenzar su tarea no escrita.

-Respecto de los demás, sí, puede ser bueno prepararse, coincido. Pero la vida no puede ser detenida y la muerte es inevitable. Puede que se luche durante la vida, pero toda ella tiene un principio y un final. No creo que ninguno de ellos sea tan justo o posea tanta verdad como nosotras a ese respecto, hermana. Todavía no sé qué hacer con ellos, pero sus acciones delatarán cómo son, el resto son conjeturas…

En su discurso había pesar, pues aunque le hubiera gustado creerse las palabras de Ijma, que la paz perdurase por siempre. Pero la diosa de la vida temía que la paz que él quería imponer se impusiera mediante más guerra y que pretendiera que las artífices fueran ellas.

-Tus palabras han sido escuchadas, dios del Bien y del Orden, las tendremos en cuenta. Vuestra preocupación os honra y esperamos que seáis fiel a las mismas -transmitió Aelfwen en su tono dulce y cálido.

Era un mensaje conciso, tal vez un tanto vago, falto de precisión, pero el principio del Cosmos y mucho estaba por andar, ¿acaso podían pedir más a las jóvenes diosas?

Las palabras resonaron en la mente de Ijma de forma tortuosa. Primero era una cacofonía, como si múltiples personas dijeran cosas muy diferentes unas de otras a la vez; pero poco a poco fueron uniéndose, para decir exactamente las mismas palabras.

-Mis dominios son complicados y difíciles, no tengo un papel fácil en el mundo; pero ya que ponéis interés, os diré que domino algo tan poderoso y delicado como el Tiempo. Muchas líneas, tramas y sucesos pueden acontecerse, dependiendo de cada una de las palabras y decisiones que tomara. El hecho de que tomaras la decisión de intentar entenderme, ya eliminó muchos posibles cambios, y el hecho de que te esté respondiendo ha destruído otra infinidad de posibilidades que fueron, son y serían, todo a la vez, solo por el hecho de hablar contigo. Por eso debo medir bien mis palabras y actos e intentar reaccionar ante los vuestros para que todo esto no termine de forma abrupta e inapropiada para todos.

Rah'Gul caminaba junto a sus hermanos, con una forma que parecía difuminarse con cada movimiento del trayecto. Algunas veces parecía volverse más difuso, y otras incluso parecía desaparecer para volver a aparecer un poco más adelante un instante después. No añadió nada más a las conversaciones de sus hermanos, simplemente estaba dirigiéndose al mismo lugar, observando todo ese palacio con su mirada difusa.

Cuando llegaron a la sala de los tronos, ocurrió algo raro. Durante un instante se pudo ver a dos Rah'Gul, uno junto a ellos y otro sentado en uno de los tronos; pero después el que había caminado con sus hermanos desapareció como si nunca hubiera estado allí. Algunos de los dioses más perspicaces podían ver a otros Rah'Gul observando por diferentes zonas y lugares, explorando todo eso; pero desaparecían tan rápido como habían aparecido.

-Este lugar es inmenso -dijo con una voz que denotaba una seguridad absoluta, como si esa frase fuera la única verdad totalmente cierta que se había dicho desde la aparición de ese dios.

Kalan no pudo contener cierta emoción cuando se abrieron las puertas del palacio. Dejó que algunos de sus hermanos entraran primero y avanzaran un poco antes de que él mismo les siguiera. Tenía una sensación muy extraña, algo que le resultaba familiar en todo eso. Era la primera vez que entraba en Ruth-Adum desde que existía, pero era como si hubiera entrado ya en el pasado. Quizá su esencia aún guardaba los recuerdos de tiempos anteriores, conocimiento que él podía reutilizar en su beneficio.

Miraba a todas partes con la expresión neutra que el concedía la máscara, de modo que cualquier reacción quedó escondida tras el rostro del animal grisáceo. Se abrazó a sí mismo, frotándose ambos brazos como si tuviera frío, pero más bien intentaba contener el deseo de correr hacia todas partes para investigar los secretos del lugar. Siguió a sus hermanos, analizando de vez en cuando sus actitudes. Observó durante largo rato cómo se entrelazaban las manos de la Muerte y la Vida, pero tampoco dijo nada al respecto.

Ruth-Adum estaba hecho para ellos o al menos eso parecía. Los muros reaccionaban a su presencia y se adaptaban a sus características, haciendo del palacio un lugar más acogedor y familiar. Esto se confirmó del todo cuando llegaron a una sala central magnífica. La belleza de la estructura era innegable y su grandiosidad, impresionante. Siete tronos esperaban pacientemente a la llegada de sus amos, cada uno dedicado a uno de los siete hermanos. Algunos fueron sentándose mientras que Kalan permaneció de pie, preguntándose qué ocurriría si alguno hiciera suyo el trono que no le pertenecía.

Finalmente, el dios enmascarado optó por acercarse al trono que creía suyo y lo observó con curiosidad. En vez de sentarse, se giró y contempló la mesa central y la esfera que flotaba encima. Se acercó, se inclinó hacia adelante y la miró muy de cerca.

- Qué belleza...- murmuró con un tono enigmático.