Partida Rol por web

Os ponéis en camino hacia la vivienda de Vratislav Busek, para luego ir al prestamista, que, curiosamente, vive un par de calles antes que el médium. Ya conocéis el camino, así que os movéis con mucha soltura por las bellas calles del centro nuevo de Praga y por el barrio judío hasta llegar a la casa del mentor de Idan. El tiempo es frío, pero no hay nieve, y las calles bullen de actividad entre trabajadores con prisa y paseantes bien vestidos. Os sorprende ver una cantidad no desdeñable de pedigüeños por las calles, aunque con un estilo que jamás habíais visto antes. Son gente de pocos recursos, probablemente gente sin hogar, que permanecen largas horas en la misma posición, que es lo que os llama la atención. Están de rodillas con la frente pegada al suelo y los brazos extendidos hacia delante, con un pequeño recipiente donde recibir monedas. No es que sean mucho, ni que den ningún problema, pero es extraño ver a una de esas personas cada cierto tiempo en las esquinas más transitadas.

Aturdidos por semejante visión seguís vuestro camino por el barrio judío, donde los mendigos ya brillan por su ausencia. Llegáis a la casa de Vratislav y llamáis a la puerta, sin obtener respuesta. Lo intentáis un par de veces más y dais tiempo para cercioraros de que nadie va abrir. Parece que el médium no está en casa.

Bueno, tampoco os hace mucha falta para encontrar al presamista, ya que está dos calles más abajo, y antes casi pasáis por la puerta. Basta volver sobre vuestros pasos y entrar en una calle donde habéis visto el letrero con el nombre de la calle llamada Krasnohoroske. En la cual se encuentra la casa de empeños.

¿Qué hacéis?

-Idan, usted que ha estado antes en esta ciudad -según creo- ¿Había visto alguna vez a un mendigo pidiendo limosna en esa posición tan peculiar? -comenta Allan en voz baja antes de darle a uno de ellos un dólar como pago por su extraña genuflexión-. Me pregunto si alguien les habrá pagado para que vigilen... -farfulla, constantando que están situados justo en las esquinas, y apareciéndole entonces una repentina mueca de suspicacia en el rostro-. En fin -abandonando sus sospechas, imposibles de constatar, con un resoplido- ¿Saben que encontré en el Liver Íbonis una curiosa cita que constataba en parte el increible testimonio de esa periodista amiga del señor Strange? ¿Una cita que versaba sobre una raza de... bueno... de seres, que coincidía escuetamente con la descripción de sus experiencias?

Idan asiente como respuesta a la primera pregunta del señor Grey. Sí -añade escuetamente-, las costumbres del este de Europa difieren poderosamente de las de los Estados Unidos. Sin embargo no responde nada cuando escucha la referencia al affair del señor Strange, permaneciendo en completo silencio como si no hubiese escuchado nada.

Al constatar que no hay nadie en casa del señor Busek el anciano sugiere que quizás pudiesen acercarse a la casa de empeños, que está a unos pocos minutos de distancia, con la esperanza de que sus someros conocimientos del idioma les permitan comunicarse.

Los tres recorréis los escasos metros que separan la casa del mentor de Idan de la casa del prestamista. La tienda permanece cerrada, en un momento del día en el que, a todas luces, debería estar abierta. Las persianas están echadas y las luces de dentro apagadas, ya que no se ve ningún resplandor por las rejillas de las persianas de madera.

El día permanece estable, sin romper a nevar, y con un frío moderado. La tienda es un pequeño edificio de dos plantas, que parece aislado de los bloques adyacentes. Tiene cubierta a cuatro aguas y parece tener dos entradas, la de la tienda, y una puerta en el otro costado que debe ir al piso de arriba, a juzgar por la disposición del inmueble.

¿Qué hacéis?

El cansado anciano golpea repetidas veces -acrecentando progresivamente con cada uno de ellos la fuerza de los golpes y su propia exasperación- la puerta del establecimiento.

No hay respuesta, y se ha llamado tanto que no hay esperanza de que la haya llamando un poco más.

-Ehm... veamos en la puerta que parece conducir al piso de arriba. Probablemente sea la vivienda del prestamista. Y quizá esté dentro...

Pauli se acerca a esa otra entrada, y llama con firmeza, aunque no con la contundencia de su compañero.

A regañadientes y, notablemente agriado por las inclemencias del tiempo y la incómoda ausencia del prestamista, Idan camina cabizbajo tras los pasos del señor Guillin.

La misma respuesta que en la puerta anterior. Ninguna, y es algo curioso a estas horas de la mañana.

Guillin mira nervioso a los dos ancianos.

-Hum... supongo que es mucho preguntar si alguno de ustedes sabe cómo abrir una puerta sin... echarla abajo... ¿no...?

Idan niega con la cabeza y se vuelve desesperanzado hacia el señor Grey.

El anticuario responde a la desesperada mirada de Idan con una expresión triste, evidentemente, él tampoco tiene el más mínimo conocimiento de cerrajería ni cuenta con el material apropiado.

Tras un par de miradas entre los investigadores, Allan decide intentar, al menos, mirar si puede intentar abrir la puerta, por si conoce el tipo de cerradura. Lo cierto es que no, que no parece una cerradura antigua. Es más, es europea, y bastante diferente de lo acostumbrado en vuestro país, pero... oh, parece que ha sido forzada. A Allan no le cuesta trabajo ver las marcas de una palanca justo en donde él estaba mirando.

Por inercia Allan intenta abrir la puerta de manera normal. y ésta cede sin oponer mucha resistencia. Al mover la hoja de la puerta, un hedor conocido y nada halagüeño inunda vuestros sentidos. El olor de la muerte.

-¡Maldita sea...! Entremos y cierre la puerta tras de si, Allan, echemos un vistazo antes de llamar a la policía. Si es que la llamamos. Estamos empezando a dejar un rastro tras nosotros...

Entro en la vivienda, o lo que sea, mirando a mi alrededor con cuidado de no tocar nada por el momento.

Es un establecimiento muy pintoresco, decorado casi como un anticuario, y con un mostrador bastante grande, tras el que se encuentra una puerta cerrada, que seguramente lleve a algún tipo de almacén. Todo está oscuro y os cuesta acostumbrar la vista, hasta que veis en el suelo el origen del olor. Es un cuerpo, un cadáver.

Un vistazo rápido os hace ver que está comenzando a descomponerse, de ahí el hedor, y la sangre, ya seca, es abundante en el pecho, e incluso en la cara. Es un hombre de unos cincuenta años y, juraríais, que lleva muerto más de tres días.

El anciano reprime la arcada inicial al ver el cadáver, no puede permitirse desfallecer cuando cada segundo cuenta. Tapándose la boca y la nariz con la manga de su abrigo, Idan se acerca cuidadosamente hacia el cuerpo intentando desordenar la escena del crimen lo menos posible y se agacha en cuclillas junto a él. Examina concienzudamente cada pulgada del muerto y sus aledaños con la intención de determinar la causa de la muerte y quizás encontrar alguna pista que les permita continuar con la investigación sin mayor dilación.

Idan determina la causa de la muerte, la cual no sería complicada de descifrar, de no ser por la cantidad de sangre que lo impregna todo. Pero aún a través de esas manchas, ya secas, se pueden observar las hendiduras de un arma blanca, seguramente un cuchillo. Se pueden apreciar claramente seis cuchilladas en toda la extensión del torso, y luego otra en el cuello y una más en la cara, ésta última poco profunda. El ensañamiento fue brutal.

Alrededor todo parece más o menos normal. No hay mucho desorden, para lo que se esperaría de una situación así. Casi todo está en el que parece ser su sitio, si bien hay algunas cosas, muy pocas, tiradas en el suelo a causa de un posible forcejeo, aunque... no parece que pudiera oponer mucha resistencia el pobre hombre.

Pauli está muy alterado, sudando a pesar del frío, ha sacado un pañuelo que se pasa por el rostro incontroladamente, presionándolo contra la nariz. Parece mareado, y ciertamente en algún momento las arcadas le acosasn.

-¡Por todos los demonios! Quien ha hecho esto se ha ensañado con este desgraciado. Hay que obrar deprisa, si nos encuentran aquí... será complicado de explicar.

Empiezo a mirar en el hombre, a su alrededor y después en el mostrador. Busco algún objeto o algún albarán, volante o nota que pueda tener alguna relación con lo que andamos buscando. Uso mi pañuelo para manipular las cosas.