Partida Rol por web

La información de Quarion era desconcertante. Los animales sufrían diferentes enfermedades que los seres humanos; es decir, cad tipo de animal sufría diferentes tipos de enfermedades, pero los animales cuyas crías crecían directamente en las entrañas de sus hembras, como los humanos, no eran tan diferentes, pordían ser envenandos y extender plagas. Habían hecho bien en investigar el río, esa información podía resultar importante.

No, no, no me pasaba nada, dije sonriente, era agradable que se preocuparan por una. Y a ese guardia solo le ha pasado Haizti, añadí con un fallido intento de guiño, no os preocupéis por él.

Y hablando de Haizti, el semielfo ya se había pillado por banda a un leñador, y más nos valía acercarnos antes de que empezara a avomitar. Sin embargo, antes de moverme hacia él, no pude refrenar el impulso de acercarme a Asha y encaramrme a su cuello en un abrazo, uno breve. Obviamente, me sentía bastante más aliviada por volver a verlos de lo que me había parecido. Supongo que me pasaba lo mismo cada vez que papá volvía a casa. Cómo se sentiría él cuando llegó a la cabaña y encontró mi aviso. Si es que llegó...

Mientras Berhanu observa en busca de un leñador que pueda encajar en la descripción de Millon, y que no parece estar dispuesto a dejarse ver tan fácilmente, Haizti intercepta a un leñador que le mira asustado. Las palabras no eran el fuerte del semielfo, pero al menos parecía ser efectivo en lograr sus propósitos.

Es... es la última tienda del fondo. Dice el hombre casi asustado, señalando en dirección a una tienda solitaria con un fuego de fogata en su frontal. ¿Puedo... puedo irme? Sin esperar respuesta, el hombre sale raudo como un rayo fuera del alcance del semielfo.

Miró al hombre que marchaba con una expresión de extrañeza. ¿Por qué no iba a poder irse? Los humanos eran siempre tan extraños y sorprendentes. Se giró hacia los recién llegados y dio unos pasos hacia ellos.

-Hola -saludó-. He escuchado lo que decías. ¿Bebiste tú del agua, Quarion? -dijo con algo parecido a la inocencia-. Bueno, he conseguido saber dónde está nuestro hombre. Es aquella tienda de allí -comentó señalando una-. Parece aislada de los demás, pero él ya debe de estar en ella. Hay un fuego encendido. ¿Nos ponemos en marcha? Agradeceré un fuego que me caliente y seque las ropas mojadas. 

-¿Y a quién no le pasa Haizti?-preguntó Asha a su compañera. Podía imaginarlo, humanos corrientes de mentes corrientes que balbuceaban incapaces de distinguir si el mestizo era inocente o simplemente esperaba provocarles de alguna manera.

Haizti, por su parte acosaba de manera un tanto intimidante a un pobre y desgraciado individuo para luego regresar a ellos como si no hubiera pasado nada. ¿Se lo explicaba? ... No, mejor no.

-¿Espera visita el amo  y señor de la tienda donde Bahamut dio el último bramido?

-No bebí del agua, eso sería una imprudencia -dijo el druida al semielfo.

Veía como los intimidaba y como le temían. ¿Cómo lo hacía? ¿Porqué razón?. Era algo que no entendía Quarion, aunque al menos los resultados eran bueno.

-Podemos ponernos en camino a la tienda -dijo mientras le ponía una mano en la cabeza a Berhanu como había visto hacer a muchos humanos con las chicas. Creía que era una especie de saludo o de signo de camaradería- Vayamos.

Tras las horas pasadas con Berhanu, Haizti casi había olvidado ciertas cosas, pero la llegada de Asha las refrescó de inmediato. Obvió el primer comentario, cuyo sentido creía haber comprendido perfectamente, haciendo caso omiso de la afrenta en él contenida y ante el segundo guardó silencio, pues no había entendido absolutamente nada de lo que la humana preguntaba.

Y como había dicho cuanto tenía que decir y no deseaba preguntar una vez más por el críptico lenguaje empleado por sus compañeros amigos de los subterfugios y de las metáforas sin sentido para él, se puso en marcha hacia la tienda en la que, supuestamente, se encontraría el hombre al que habían sido enviados por la herborista. El elfo, al menos, parecía dispuesto a ello, de modo que pronto lo acompañaría

Al llegar a la tienda, las gotas de lluvia se resbalan entre los pliegues de la misma. Ya no llueve, pero el viento, fresco, os hace acelerar el paso hacia la hoguera que el hombre, que suponéis Milon, se afana en alimentar con madera más o menos seca que obtiene de un montón que ha preparado previamente. El frío os recorre y algunos escalofríos os recorren la espina a menudo. Agradeceríais algo de calor. Los catarros por estas cosas son comunes.

Cuando estáis a unos metros, pese al juego de luces y sombras que hay en el campamento, el hombre os mira directamente. No le cabe ninguna duda de que os dirigís a él. Su postura es la de alguien que ha luchado mil batallas, pese a que su aspecto, descontando lo curtido de su rostro, no se diferencia demasiado del de otros leñadores que hay por los alrededores. Os recibe con los músculos relajados, aunque preparados para cualquier movimiento en falso. Su hacha, a su vera, no está demasiado lejos. Por lo que pudiese pasar...

¿Os puedo ayudar en algo? Pregunta directo. Su voz es neutra. No detectáis amenaza en ella, pero tampoco calor.

La humedad y el frío eran desagradables y la mera idea del fuego calentando su cuerpo, hizo que Haizti anticipara ese placer bajo la forma de un escalofrío de gusto. Observó que aquel hombre parecía agradecer la soledad, alejado como estaba del resto de sus compañeros, y que a un tiempo estaba acostumbrado a ella. En sus gestos se veía un poso de amabilidad, sin suspicacias, aunque preparado para cualquier eventualidad. De algún modo semejaba un depredador descansando, cordial mientras las cosas fluyeran con naturalidad, peligroso si las cosas se torcían. Y en sus palabras era directo y conciso, lo cual el semielfo agradeció.

-Sí, puede ayudarnos. Venimos del pueblo. Hemos sido contratados por la herborista, y nos proporcionó su nombre, diciendo que podría ayudarnos. Debemos localizar una serie de ingredientes para la cura del mal que afecta a los habitantes de Hondonada -no añadió más. Aquello era lo básico y seguro que sus compañeros, de normal más comunicativos ampliarían lo dicho con un gran río de palabras. 

Milon Rhoddam me recordaba a papá. No al papá que yo conocía, que era... no sé decir qué era exactamente, pero no alguien parecido al leñador, ni a lo que se espera de un padre. Me refiero al papá que se mostraba a otras personas, al veterano de guerra serio con una aura de serena amenaza, a quien le bastaba con echarte una mirada para que te dieras cuenta de que era el tipo de hombre al que más te valía no joder.

Haizti, respondiendo al tono neutro del leñador con el suyo, fue quien le indicó lo que queríamos de él. A continuación intervine yo, aclarando qué nos había solicitado exactamente la herborista:

Se trata de los ingredientes que cree que pueden servir para elaborar una cura para la plaga que está azotando la ciudad, expliqué, procediendo a enumerar los tres ingredientes: "musgo de maderavieja", "cola de rata" y "champiñones de hierro", que se encuentran en el árbol más anciando del bosque, la cabaña de la bruja Ulizloquesea, y el monasterio enano abandonado, respectivamente. Laurel nos dijo que podía indicarnos cómo llegar a cada uno de ellos, para que no desperdiciáramos tiempo buscando por nuestra cuenta.

Asha se mantuvo aparte, distraída con el entorno. ¿De verdad podían vivir así? Que terrible... bueno, ella había estado peor pero eso no contaba, ella era fuerte, independiente...más o menos.

¿Podían confiar en el individuo? Ella sí, claro. Ella confiaba rápido en cualquier cosa que se estuviera el suficiente tiempo quieto como para entablar conversación, pero sus compañeros, por lo general, eran harina de otro costal con respecto a ese tema.

Quarion se acercó a la tienda permitiendo que los más sociables del grupo negociaran y hablaran con el leñador. Intentaba no mirar hacia los árboles talados ni hacia los hombres, pues le entraba una ligera ira en su interior. Miraba hacia el cielo y a los animales, parecía no fijar la vista más de unos segundos en cada sitio, como si estuviera distraído, cuando en realidad intentaba no centrarse en los cadáveres de árboles.

Las palabras no puedenn hacerle daño. O eso piensa el fornido leñador, ya que relaja su actitud y os hace un gesto con la mano para que os acerquéis al fuego que crepita alegre mientras devora la madera húmeda que hay en la fogata. La brisa hace bailar las llamas como danzarines de color oro y sangre. Un ligero humo asciende de la madera al ser quemada por la humedad de su interior.

Milon mira a Haizti para contestarle: Supongo que hablas de Laurel. Es una buena mujer. Me alegro de que haya encontrado a gente dispuesta a ayudarle. Por desgracia, no he podido serle de gran ayuda, pero si puedo hacer algo por vosotros...

Antes de que termine la frase, Berhanu hace su exposición. El hombre recapacita durante unos segundos. Parece estar ordenando los pensamientos en su cerebro, mostrando tan sólo un ceño fruncido y una mirada perdida en el fuego.

Os haré un esquema del bosque. Dibujaré sobre él el recorrido más adecuado.

El hombre entra en su tienda y sale unos minutos después con un papel dibujado. El papel ha visto épocas mejores y se ve que ha sido reciclado. Incluso podéis leer algunas cuentas y escritos en algunos de sus lados. En otros, borrones y restos de escritos malamente borrados pueden verse. El papel, además de viejo está arrugado. Milon os mira como con cara de disculpa y encoge los hombros.

Tened mucho cuidado. El bosque es un lugar lleno de peligros. Estad atentos en todo momento.

Haizti hizo caso del gesto y se sentó junto al fuego, agradecido por su calor. Estiró las manos hacia las llamas, mientras escuchaba al humano disculparse por razones que ignoraba y a los destinatarios equivocados en todo caso. cuando llegó nuevamente con el mapa en su mano, aquel que habría de marcarles las direcciones correctas, lo tomó con cuidado de entre sus manos.

-Quien ayuda a quien ayuda a otro, ayuda también al otro -dijo en lo que parecía un galimatías absolutamente lógico para él, mientras miraba aquel cúmulo de tachones, borrones y dibujos-. Y acepto tu consejo, pues parece prudente y bien fundado. ¿Cuáles son esos peligros de los que hablas, Milon Rhoddam? Pero antes de responder, la noche se nos ha echado encima y debemos pernoctar -comentó mirando a los otros-. Este parece un buen lugar para ello. ¿Te importa si montamos nuestras tiendas junto a la tuya? He visto que aprecias la soledad. No quiero imponerte mi presencia -señaló volviéndose hacia el leñador.

Al fin y al cabo, Milon era un buen hombre. Uno de esos que hacía su trabajo sin rechistar, se tomaban una copa tranquilamente, recordando viejos pasados y terminaban el día apartados de los demás, sombríos y reflexivos. Exactamente como papá, como ya me había parecido. Salvo que papá cambiaba radicalmente cuando estaba conmigo o con una mujer que le hacía tilín. No porque yo le gustara, quiero decir, que era papá, y sería asqueroso y horrible y probablemente me lo habría cargado mientras dormía.

El invierno había quedado atrás, y aunque la noche refrescaba, el calor de la hoguera me resultaba más incómodo que confortante. Aun así, me senté con las piernas cruzadas junto a Haizti y le eché un buen vistazo al mapa que había dibujado el leñador. No era la obra de un cartógrafo profesional con herramientas adecuadas y varias jornadas de trabajo disponibles, pero tampoco era necesario. Entre el druida y ella se las arreglarían para dar con los lugares señalados.

Gracias, Milon, dije sin dejar de observar los garabatos. Haizti ya había hecho las preguntas que yo tenía en mente, y con más tacto del que hubiera tenido yo, lo cual era por un lado sorprendente pero por otro esperable, pues probablemente se sentía identificado con el carácter que se adivinaba en el leñador, por lo que decidí no abundar en ello.

Mientras Haizti hablaba, Quarion se colocó de cuclillas y cogió la cabeza de Skoll entre sus manos, mirando al lobo fijamente a los ojos para no ver a su alrededor- Esta es su cultura. Cada uno lo hace de una forma y ellos aun no se percatan de que están equivocados. Son jóvenes y viven poco por lo que pierden muchos conocimientos, por eso están estancados y les cuesta avanzar -se decía mientras dejaba a los otros hacer.

Cuando escuchó lo de acampar ahí, no pudo evitarlo y se puso en pie como un resorte- Disculpar, pero yo prefiero descansar a las afueras del campamento, puede que sea más peligroso, pero no puedo descansar aquí.

La chica había guardado silencio, era cosa de Haizti y de Berhanu así que durante la charla con el individuo Asha se mantuvo de espaldas, con los ojos cerrados.
En su interior el dragón perdía el interés en lo que le rodeaba, asentándose en el fondo de su vientre envolviéndose con sus alas membranosas como si de un manto plateado se tratara, con la cola enroscada bajo el cuerpo. Sus ojos se cerraron y, transmitió su propia calma a la chamana que habría deseado hablar con él como otros podían hacerlo... pero era demasiado joven y su unión con el ser demasiado reciente, seguía en un estado de prueba en la que Baelnarth y ella no compartían esencia sino que aún luchaban por el dominio del otro en situaciones en las que el dragón abandonaba su dócil comportamiento.

El sonido del papel crepitó a su espalda como si de las llamas lamiendo la madera seca se tratara. Giró el rostro y se recogió la melena leonina sobre un hombro, quedando al descubierto parte de uno de los senderos plateados que llevaba grabados en la piel, uniéndose en la nuca tras un camino en zigzag entrelazándose por todo el cuerpo.

-Las afueras no serán un mal sitio donde descansar-observó mirando a sus compañeros de soslayo. Habría preferido un lugar alto, una pared escarpada o un árbol de gruesas y largas ramas en las que el viento  hacía olvidar el suelo que había bajo ellos.

Baelnarth resopló en su interior y a ella se le erizó la piel.

-y estaremos más cerca del trabajo que espera...¿no?-se giró del todo mirando a Berhanu, que aún mantenía entre las manos un papel. Le gustaba la hospitalidad que cargaba la voz de Milon aunque prefería no ver separado el grupo, después de todo eran como una pequeña y extraña familia.

Milon os observa curioso, aunque nunca de forma descarada. Su pasado de alguna manera parece evidente, os está escrutando y vosotros podéis notarlo, aunque jamás le veis haciéndolo.

El ulular de los búhos del bosque os llega nítido hasta la tienda de Rhoddam, que está muy cercana al bosque, sólo interrumpido por el chisporroteo de las llamas y el quemar de la madera. Un humo aromático sale de la fogata que os llena los pulmones. Hasta a Quarion le parece un olor agradable, aunque no el origen del mismo.

Haizti se esfuerza en mirar a la poca luz el plano que el leñador le ha entregado. Pese a lo esquemático del mismo, puede ver que está bastante bien hecho. Parece preciso y cuenta con numerosas anotaciones y referencias lo cual os hace pensar que, en principio, no debiérais de perderos. Pero en los bosques tupidos nunca se sabía.

La incomodidad del elfo que apenas a levantado la cabeza del suelo o de los ojos de Skoll os resulta bastante evidente. Las ventajas del campamento y el fuego son muy superiores a las de pernoctar en el lindero del bosque, pero el sufrimiento de vuestro compañero puede hacer cambiar de parecer al grupo, pese a que el sentido común aconseje lo contrario. Las parejas se han formado, con dos que parecen más dispuestas a quedarse y quienes, pese a recibir con gusto la hospitalidad del hombre, prefieren marchar cuanto antes de esa zona de muerte y destrucción.

Las estrellas os miran desde su órbita celeste esperando a que decidáis qué hacer.

Haizti no necesitaba hacer un ejercicio de perspicacia para darse cuenta del interés de Berhanu en el mapa de modos en cuando terminó con su escrutinio personal, le pasó el plano. 

-Tal vez deberías de guardarlo tú -dijo, consciente de que él carecía de las habilidades necesarias para interpretar correctamente aquel pliego hecho por el hombre para los hombres.

Milon no había respondido a su pregunta, lo cual interpretó como un consentimiento tácito. Las posibles diferencias surgían del propio grupo, donde Quarion y Asha pacían mostrar su predilección por la parte externa del campamento. Quizás aquella diferencia de posiciones era la que había determinado su silencio. 

-No tenemos por qué acampar juntos -comentó haciendo gala de su espíritu práctico-. Si preferís estar fuera, no tengo nada que decir en contra. Yo prefiero estar dentro. Es más seguro y quiero dormir bien antes de adentrarnos en el bosque. Posiblemente sean varias jornadas para cumplir con todo y el sueño será frágil en las noches que veamos pasar. Además, seguro que Milon tiene buenos consejos que quizás quiera compartir. Yo me quedaré aquí, y al alba, iré a donde hayáis acampado. 

Recogí el mapa con manos ansiosas, sonriendo a Haizti, y lo observé atenta y detenidamente, tratando de memorizar cada trazo. no era una tarea compleja, pero sabía perfectamente lo fácil que era que se escapara una línea o una indicación numérica, y te hiciera perderte completamente. No es temía que fuéramos a perdernos de verdad, más bien a malgastar tiempo.

Sin embargo, ni siquiera tuve tiempo de ponerme a ello. Quarion no podía descansar en el campamento. Y solo era un campamento maderero, donde se cortaban árboles que luego se usarían para fabricar muebles, edificios, y seguramente algo más. No es que se derrochara nada. Qué pasaría cuando viera una ciudad, una de verdad, con murallas de piedra, calles embarradas repletas de edificios y gente, y una mezcolanza de olores insoportable.

¿Habéis visto algo de camino aquí? pregunté. Haizti y yo hemos tenido un encuentro preocupante con una... dudé un momento, criatura, o animal, o lo que sea, no la hemos llegado a ver, capaz de hacer desaparecer una cabra sin dejar rastro, o al menos llevársela volando. No es buena idea que nos alejemos del campamento esta noche.

Lo había pasado bastante mal pensando que pudieran haber sido atacados de camino, y esperaba no pasarlo peor esa noche.