Partida Rol por web

En el momento que vió que Tal,Ngoro dominaba a su montura Ren salió al descampado, esperando a su compañero (o, al menos, eso es lo que él creía) en el principio del camino que daba al mismo. Sin el viejo aquel caballo podría soportar su peso, no es que se alegrase de que hubiese muerto, simplemente se alegraba de la oportunidad que le brindaba aquello. Y, al fin y al cabo, él no lo había matado.

La bestia, como una montaña peluda y grisácea, se quedó queta de repente. En ese instante es desplazada con movimiento inerte hacia el incendio y bajo el oso surge el enorme cuerpo de Ursus. Manchado de arriba a abajo con sangre propia y del animal, cubierto con zarpazos y un mordisco en el hombro, arranca sus exóticas espadas del pecho del oso muerto, que habían sido clavadas cuando éste se abalanzó sobre el poderoso gladiador. 

 -AAAAHHH!! -Ruge el hombre en señal de rabia y alivio, brillante por el reflejo de la trémula luz del fuego en su cuerpo musculoso y ensangrentado, como una bestia surgida del infierno.

Mira en derredor sopesando la situación con sus chorreantes armas, una en cada mano.  Observa que la mayoría de los cautivos han huído, que muchos de sus hombres han muerto o han sido heridos y algunos de los ex-esclavos se están armando. Decide que la mayor amenaza se encuentra delante, las dos mujeres que dan muerte a los esclavistas: La aquilonia y la extranjera de ojos rasgados, seguida de la bárbara cimmeria. El negro está ya siendo perseguido por uno de los hombres y no tiene sentido invertir preciado tiempo en él. 

Bufa como un toro, con los músculos en tensión, espadas en ristre y corre a dar caza a las mujeres...

Tarja hundio el hierro en el idiota que esperaba llegar a sus armas y lo saco de un tirón, segura de que ya no seria una amenaza para nadie.

De entre la sangre y el fuego surgio el enemigo, temible, fuerte, enorme, de esos que un guerrero desea encontrarse para medirse y probarse hasta el limite de sus fuerzas pero aquella noche no seria. Avanzo para coger otra arma del carro, algo que dar al pelirojo por si llegado el momento tuviera que defenderse.

-¡Sube al caballo!.- Le dijo con tono de orden a su barbudo compañero.- ¡Nos vamos!.-añadio con intención de largarse de allí sin perder un momento. Si aquellas otras mujeres se creian lo bastante fuertes para enfrentarle, les cedia el enemigo.

Tarja no sabía como había llegado hasta allí, como la apresaron o donde estaba. Otros exclavistas podían andar cerca o los que salierón corriendo detrás de los fugados pudieron llamar a otros compañeros. Era de idiotas quedarse.
 

Tal'Ngoro consigue dirigir al caballo con total soltura, como buen señor de las bestias. El esclavista que se acercaba por la espalda se abalanzó hacia ellos para cortar al animal y que no pudieran huir, pero no calcula correctamente y el corcel salta a la orden del kushita y se aparta del ataque, avanzando hacia adelante. 

A Ivara no le convencieron las palabras del joven Galo y reaccionó con contundencia. La espada brilló a la luz de la luna y se introdujo en el pecho del esclavista, que la miraba con los ojos y la boca muy abiertos con gesto de dolor, triste y sorprendido. Cuando ella sacó el arma ensangrentada, él trastabilló sin llegar a caer y se llevó las manos al pecho manchándolas de sangre. Volvió a mirar a la aquilonia y un reguero de sangre salía de su boca. Después cambió el gesto y sacó su espada, lanzando un torpe ataque a la mujer., que debido a que está a punto de caer hacia adelante, consigue hacerlo más certero de lo esperado, produciendo un corte en el costado de Ivara, y quedando en una posición incómoda.

Lin Yi, por su parte, suelta el cuello del incauto esclavista y lo golpea con sus dos pies empujándolo hacia adelante. El hombre, sin preveer algo así, con sus manos sujetándose el cuello, pierde el equilibrio y cae hacia adelante, clavando las rodillas en el suelo. La khitana salta ahora hacia el suelo y con un hábil movimiento arranca la espada del cuerpo de Altaro, produciendo un corte más amplio en su grave herida, que hace que caiga de rodillas. La joven Dietra sacude una patada a Altaro, que cae al suelo gimiendo y se acerca con cautela a Lin para abrir sus grilletes con las llaves en sus temblorosas manos. El esclavista al que empujó Lin escupe y tose y pretende volver a levantarse... 

Tarja, la intrépida bárbara, observa cómo uno de los esclavistas, al que Heimdul golpeó y dejó aturdido, se ha recuperado y se encuentra frente al carro aprovisionándose con un enorme espadón. Sin que dé tiempo a que el hombre se gire, ella carga contra él y clava la espada con furia en su espalda, para luego sacarla y cortar aún más. El esclavista suelta el espadón como reacción y cae sobre el carro por el impulso del ataque, e intenta agarrar otro arma, palpando sobre todo el material presente por si encuentra algo parecido a un arco. La cimmeria se aleja un poco, hacia Heimdul y le entrega una lanza corta, lo primero que encuentra.

 -Buen ataque, cimmera, pero podrías haberme traído un arma de guerrero, no ésta inútil lanza kushita. -Gruñe el vanir en señal de agradecimiento. 

Menkler el zamorio coge la espada de Vitrius y las llaves. Comienza a soltar los grilletes de sus manos y sus pies, todo lo aprisa que puede. Cuanto termina, mira en derredor y ve cómo algún que otro cautivo que quedaba en la jaula sale corriendo hacia el bosque, ve también cómo el gigante gladiador ensangrentado se dirige hacia su posición...

Ren el ladronzuelo salió al inicio del camino, en el claro, para ponerse a la vista de sus compañeros. ¿Tal recordaría que el niño aún estaba vivo y rondaba en las cercanías? 

Un hombre y una mujer saltan de la jaula delantera e inmovilizan y golpean al esclavista que comenzaba a levantarse tras el empujón de Lin Yi. -¡Muere bastardo! -Le gritan mientras lo muelen a patadas. El hombre intenta cubrirse con dificultad, tirado en el suelo. De repente aparece otra mujer, que roza la cuarentena y le quita el látigo para comenzar a hacerlo chasquear sobre el cuerpo del esclavista. Los demás se apartan para dejar a la mujer que dé latigazos con libertad mientras escupen de vez en cuando. 

Ya no queda nadie en la jaula delantera. El hombre que saltó junto a la mujer grita: -Vayámonos, ésto ya no nos incumbe. -Cuando observa que Ursus el bondadoso ha sobrevivido a su pelea con el oso y se acerca como una bestia.

Todos oyen gritos por doquier entre los árboles del cercano y oscuro bosque, de los hombres y mujeres que huyeron, gritos de terror y desesperación como si algo horrible les ocurriera. El incendio devora la tercera tienda, enviando una columna de humo negro hacia el cielo estrellado y calentando e iluminando los cuerpos de los presentes en el claro. El caballo cercano al incendio se comporta con desesperación dado que no puede escapar y el intenso calor es insoportable para el animal. 

Tal miró a su lado contento: había esquivado el ataque del guerrero. Entonces, por el rabillo del ojo, ve al niño que le había aflojado los grilletes y al cuál le debía su futuro. 

Giró al animal estirando las riendas y desviando su cuerpo hacia la derecha y se inclinó hacia un costado para cogerlo si frenar la montura.

-Chaval, ¡aquí!

Lin hizo un leve movimiento con la cabeza a la mujer que había abiertos sus grilletes, en señal de agradecimiento.

“No ir al bosque. Ser peligroso.”

Entre el caos de gritos y corridas, escuchó los relinchos desesperados del pobre animal que estaba atado a la tienda que ardía. Se lanzó corriendo hacia él. Al llegar a su lado, cogió su brida con la mano izquierda y cortó la soga que lo ataba con la espada, se montó en él y se puso al galope, por el camino por el que habían llegado al claro.*

Ren no pudo evitar sonreir al ver que Tal,Ngoro viraba con su caballo hacia él y, al galope, curvaba su enorme cuerpo ofreciéndose aquel enorme brazo para subir. El kushita cumplía con su palabra, tal como le había dicho que haría. Ren se apartó de la dirección directa del caballo y tensó los pies, atento a saltar en el momento exacto. Cuando su instinto le avisó se lanzó sobre aquel brazo tendido hacia la libertad y, sobretodo, la supervivencia.

Ursus el bondadoso observa cómo Lin Yi se dispone a correr atravesando el claro y avanza a toda velocidad hacia la trayectoria de la khitana, para atacarla a medio camino. 

-¡¿A dónde crees que vas, furcia?! -Cuando ella pasa por su lado, el gladiador lanza su ataque con dificultad, estirando su brazo musculoso y todo su cuerpo para alcanzarla con el arco que dibuja su espada a la luz del fuego. Pero la mujer, rápida como el viento, evita el ataque sólo con su velocidad y Ursus se detiene en seco perdiendo su oportunidad. 

-¡GRRAAAAHHH...! -Grita de rabia e impotencia con su grave y atronadora voz.

Gira ahora su enorme cabeza hacia Menkler e Ivara, y bufa como una bestia infernal, continuando su camino hacia ellos...

Tarja se paro y escucho a su alrededor, aquellos gritos no eran nada bueno. Tal vez el bosque fuera más peligroso que quedarse, tal vez la unica manera de terminar con la persecución de los exclavistas fuera darle una buena patada en el culo a su lider.

Lo primero era lo primero. La bestia estaba ocupada mirando a los otros fugados, así que arranco buena parte del bajo de los arapos que la cubrian para improvisar un vendaje que evitara que el pelirojo perdiera más sangre. Más que por bondad porque podía necesitar de su fuerte brazo.- Aguanta grandullón, yo me encargo de esto. Creo que la chica de ojos aplastados tiene razón, debe haber algo muy malo en el bosque si un oso prefirio quedarse en el claro luchando, junto al fuego vivo, en lugar de uir de nuevo a la espesura....-Le comento mientra le ataba la venda improvisada, sacandole algun quejido ahogado.

Tarja giro la espada en su mano, reacostumbrandose a su peso despues del entumecimiento de la jaula. Se aparto unos pasos de su compañero, esperando que aprovechara para armarse al gusto.

- ¿Me quieres poner celosa, grandullón?¿Vas a por todas menos a por mi?.- pregunto deliciosamente retadora. Nada le podía gustar más que un combate y si bien seguia pensando que era una estupidez quedarse, meterse en ese bosque de noche le parecía peor idea.- ¿No quieres venir a jugar conmigo?...¡Venga!... Sera divertido.....

La mujer afirmo las manos en la empuñadura, sonriendo de lado, con la sangre corriendo por sus venas con el ansia misma del combate. Ese era un fuego que habia latido en su corazón desde que podía recordar. El olor del humo, del sudor, de la sangre reciente....

El gigante de ébano por fin ve al pequeño Ren junto al camino, temblando por efecto de su fobia al fuego, y lo recoge con ayuda de Elladurne, dejando atrás la pesadilla que se ha formado, y a su perseguidor, al que ahora atacan dos ex-cautivos que pretenden huir en otros caballos. Ahora los tres se mueven al galope del animal, que se adentra en la senda de regreso al camino que les vió venir hace unas horas...

Lin consigue sortear al gigante gladiador en un quiebro al correr a su lado, y llega hasta el nervioso semental, que presenta alguna que otra quemadura en el costado derecho. Ese animal no se va a dejar atrapar tan fácil, veremos la habilidad de la extranjera en el trato con animales...

Tarja, la valerosa cimmeria, hace honor a su linaje guerrero y enfrenta al terrible Ursus, llamando la atención del gladiador para acabar con la amenaza de raíz y borrar todo rastro de la malograda expedición. El vanir Heimdul la mira alejarse y burlarse de Ursus, sorprendido, después de recibir sus cuidados. Mira un caballo pensando en huir, pero encuentra el suficiente honor en algún rincón de su alma norteña, y corre, gritando para aliviar el dolor del costado, hacia el esclavista malherido que se prepara a disparar una flecha a la bárbara, desde el carro de las armas. -¡AAAAHHH, por Ymiiir...! -El hombre, llamado Sidonio, intentan montar la flecha con gesto de dolor, pero no lo consigue al ver a la mole pelirroja correr hacia él. Éste se ve obligado a disminuir su velocidad, también por el dolor, y no llega con la fuerza suficiente hacia Sidonio, cayendo al suelo de rodillas. 

Menkler se había preparado para el ataque. Se hizo a la idea de que iba a luchar contra el hombre de la máscara metálica, pero en el último momento, la cimmeria llama la atención de éste para enfrentarlo en combate singular. Mira a todas partes, ya casi no queda nadie. Tiene oportunidad de escapar, pero se lo piensa mejor y decide acercarse por la espalda a Ursus aprovechando que éste mira ahora a Tarja y se gira hacia ella. Corriendo agachado mientras sus pisadas son ocultadas por el sonido del crepitar del enorme fuego, llega hasta el gigante ensangrentado y su espada se mueve veloz produciendo un corte en una de las piernas del hombretón, que gruñe más por pura rabia que por dolor. La venganza por haber sido atrapado en semejantes condiciones, estaba a punto de cumplirse.

Ivara la aquilonia, por su parte, pretende librarse de una vez por todas de Galo. La bárbara herida, cual peligrosa bestia, traza un arco horizontal con su espada con la intención de rebanar el cuello a esclavista, con la furia dibujada en su rostro. Tras una salpicadura de sangre que mancha la hierba por enésima vez, la cabeza de Galo se mueve lentamente hacia un lado hasta que cae al suelo. Los ojos muertos miran su propio cuerpo, que cae instantes después, sin vida. Ahora la quilonia limpia la sangre de su espada pasándola por su taparrabos y observa el estado de la situación para decidir...

Los convictos que atacan al esclavista junto a los caballos cercanos a la jaula trasera, no consiguen reducir al hombre, que, aunque con contusiones producidas por éstos, da muerte con su espada a ambos.

  La situación está completamente descontrolada y a él no le pagan los suficiente. Aquí acaba el negocio. Agarra uno de los caballos a su lado y se marcha al galope entre la sombría espesura, dirección sur. 

La herida Dietra decide hacer caso a las palabras de Lin Yi, y no se adentra en el bosque a diferencia de los demás, que huyen en dirección al horror que la khitana presenció. La fustigada y ensangrentada brithunia, en cambio, temblando se acerca al carro de las armas a recoger algo con lo que defenderse, con la intención de agarrar después un caballo del lado este. 

Ren, Elladurne y Tal se adentran en la espesura a lomos del negro corcel galopando sobre la senda pedregosa y serpenteante. Se adentran en lo que parece el infierno; Entre los erguidos árboles se dibujan degeneradas criaturas por doquier. Humanoides delgadas de piel correosa, oscura y grasienta, cabeza de perro, cuerpo encorvado y un fétido hedor. 

Pueden ver mientras cabalgan, cómo a lo lejos, algunas de las criaturas comen los restos humanos de sus ex-compañeros convictos. Otras se vuelven hacia ellos y se abalanzan intentando atraparles, el animal sobre el que viajan hace por correr más rápido. -¡Son ghouls, esos de los que te hablé! -Dice Elladurne al kushita con tremendo asco. El niño ladrón también las había visto en acción momentos antes...

Los aventureros viajan sin armas, por lo tanto, solo la habilidad del negro con los animales de monta, podrá librarles de la situación y ayudar a que salgan ilesos del perverso bosque.

Ren se había sentado detrás de la mujer y se había abrazado a ella bien fuerte. Con su delgado -incluso para su edad- cuerpo, Ren se aferraba a Elladurne con toda su alma; su corazón latía mucho más desvocado como el de la mujer, el cual podía escuchar ya que tenia su mejilla y oreja pegada a su espalda. El olor de la mujer y sus formas le recordaban a Azul, la prostituta, y durante un instante su mente divagó, rememorando aquella figura maternal. Cuando el fuego estuva lo bastante lejos Ren recuperó su sangre fía y alejó su cuerpo del de la mujer, sin dejar de cogerse fuerte de su ropa.

Les asusta el fuego dijo con voz firme Como a mí pensó para sí mismo. Es la única razón por la que no han entrado en aquel claro, los había visto dentro del bosque... no pensaba que había tantos. Dijo finalmente, mirando hacia atrás. Aquellos seres grotescos les estaban ganando terreno demasiado rápido.

Lin cortó la soga que ataba al pobre animal, pero éste estaba todavía demasiado nervioso y pensó que no valía la pena recibir una patada de la bestia, luego de tanto esfuerzo por escapar. Corrió hacia los caballos que se encontraban cercanos, hacia su izquierda y se montó en uno. Al darle la vuelta par huir, notó el desarrollo del combate. Dos cautivos peleaban con el jefe de los esclavistas y un enorme pelirrojo combatía con un arquero. Lin decidió que las circunstancias estaban dadas para intervenir. Ahora parecía que los esclavistas tenían las de perder. Además, no quería marcharse sin llevarse sus cosas, que debían estar cerca, en algún lugar. Sólo esperaba que no estuvieran en las tiendas que ardían.

Giró el caballo en redondo, empuñó la espada en alto y espoleó al caballo, en dirección al arquero, con la intención de separarle la cabeza del cuello, de un golpe.

Tal no sentía más presión por tener aquellos seres pisándoles los talones. Había participadon muchas batallas y había sido perseguido por cosas peores en las densas junglas de Kush.

Espoleó al caballo a la vez que pronunciaba palabras en su idioma a la oreja del animal. Éste parecía correr aún más.

Más tarde, salieron del bosque y encontraron un camino despejado. ¿Había pasado todo ya? Tal frenó al caballo y lo puso a trotar. El animal bufó para luego relajarse.

-Aún no se vuestros nombres. Creo que es un buen momento para las presentaciones. Me llamo Tal N'Goro, antiguo capitán de la Guardia Real Kushita. Un golpe de Estado acabó con el Rey y me obligó a exiliarme. Luego fui hecho prisionero y esclavizado. Por suerte le caí en gracia al Príncipe y me puso a trabajar en los establos. -Tal sonrió por primera vez. El olor a libertad le sentía de maravilla.