Partida Rol por web

De nuevo se sentía llena, sus energía mágica recargada por fin. ¿Cuánto tiempo hacia que no se sentía así? Demasiado, porque aquella maldita torre era lujosa pero estaba hecha para retenerla, para que no pudiese desatar todo su poder. 

Observó al pirata tendido en la cama, dormido plácidamente, y sonrió, fue primero una sonrisa de satisfacción que poco a poco iba tomando un aire de maldad pura. 

Ahora sí, al fin comenzará mi venganza. 

Desde donde estaba estiró los brazos hasta que visualmente sus manos parecían estar sobre el cuello del capitán. No lo estaba tocando realmente, pero fingió apretar le el cuello en un juego fantasioso de ella. No le hizo daño alguno sin embargo, no deseaba terminar con él por el momento. Negro Corazón era un medio, no el fin. El verdadero enemigo era mucho más poderoso, y a estas horas era muy posible que ya supiese que ella había logrado escapar de su prisión dorada. 

Eso si sigue vivo. 

Una risita juguetona y malévola salió suavemente de entre sus carnosos labios.

No malgastó demasiado tiempo en juegos, sabía a dónde se dirigían y también que podría tomar la decisión de partir de nuevo en el barco o quedarse en tierra. Pero para eso le faltaba información. Se vistió y empezó a buscar sus pertenencias, aquellas que los piratas habían pretendido usurparle. Nunca había querido sentirse atada a los objetos, aunque fuesen poderosos cuando una vivía tantos años sabía que podía llegar un momento en el que tocase alejarse de ellos. Mientras se mantuviese con vida estaría a tiempo de volver a poseerlos. Pero tener sus cosas era algo que preferiría.

Buscó en concreto su espejo, aquel que podría proporcionarle información sobre el lugar al que iban. También trataría de contemplar aquel libro que antes consultaba el pirata y su mapa. Negro Corazón parecía sentir debilidad por la magia, y o bien era un necio o sabía más de lo que dejaba ver.

Si el lugar al que vamos me ofrece mejores opciones que la libertad de movimiento de un barco volador, tal vez me quede.

Lo había conseguido, se había hecho con el control del barco pirata, ahora era quien mandaba sobre sus captores, ya que mandaba sobre el Capitán, aunque este no lo supiera, y mandaba sobre la tripulación, quien la creía una heroína y salvadora.
No solo eso, había recuperado su poder al completo.

Recordó los conjuros que tenia memorizados permanente en su memoria, que era
Leer magia , que le permitía descifrar magia, detectar magia que le permitía detectar cosas mágicas en un rango de visión de veinte metros, Lenguas que le permitía hablar y comprender lenguajes que ella misma no comprendía, Volar que le permitía elevarse horizontal o verticalmente, y que podía utilizar ahora que no estaba en las cercanías de la torre y muchos otros[Esta en tu perfil de jugadora], todos ellos de forma limitada por el tiempo.
Y algo juguetona, Selene jugueteo con dar muerte a su nueva víctima, aunque sabía que era un juego, como todo era un juego para ella, aunque en este caso, un juego dentro de un juego. Y luego lo dejo estar. El Capitán estaba dormido, pero despertó, para observarla, sonreír estúpidamente y volver a descansar, igual de atractivo que antes.

Selene tras ello se vistió, usando una ínfima parte de su poder para limpiar y arreglar los ropajes que habían sido descuidadas por el pirata entre el placer de ambos, dejándolas prístinas y mejores que nuevas. Se ocupo de recoger sus objetos, entre ellos el libro que tenía el pirata, y su espejo. Al nacer la magia de su naturaleza, pactos y sacrificios, no necesitaba ella un grimorio como hubiera sido el caso de otro usuario de magia, pero eso no significaba que no tuviera curiosidad. Un leve cosquilleo en sus manos le indico, que era claramente mágico, no tenía la necesidad de lanzar un conjuro para confirmarlo. Aunque tal vez si para leerlo. No era el momento. El Navío del Aire había atracado.
Por último, tomo su espejo entre sus manos, aunque le costaba un poco sostenerlo,
La imagen le devolvió a una criatura demoniacamente hermosa, piel clara, rasgos afilados, lo único que rompía su perfecta simetría, eran sus ojos de color diferenciados.

Subió, y salió del camarote. La tripulación se movía por sí misma, como una entidad, como una colmena de hormigas, podía decirse lo que quisiera sobre sus modales o sus hábitos higiénicos, sabían moverse dentro del barco, algunos transportando provisiones y otros ocupándose de materiales para reparar el navío. No iba a irse en ningún momento cercano, por los daños causados.
Selene bajo por la rampa, previo admirar el paisaje.
Unos marineros se ofrecieron a acompañarla, pero solo ver cómo estaban vestidos, y su olor, los hizo despacharlos. Fue más fuerte que ella, si era vista en su compañía, además, perdería puntos para encontrar alguien importante y relacionarse con él.

El paisaje le devolvió una imagen sencilla, pero que era extraña, ya que estaban en enormes cumbres de montaña, y había un pueblo en ellas, y otros vehículos voladores.
Un administrativo, claramente, al verla, se acerco y le hizo una reverencia. Luego, dijo cosas en un idioma ininteligible para ella. Lo soluciono, lanzando un lenguas sobre si misma, por lo que ambos hablarían el mismo idioma por unas horas. Luego, debería conseguir un traductor, o volver a lanzarse el conjuro.
- Señora, bienvenida a la Cumbre de los Vientos. ¿Es este su barco y su tripulación? Es su primera vez? Reconozco el Navio. ¿Se encuentra bien el Capitan Blake? ¿Debo pasarle a usted la tarifa del embarque?-

Detrás del individuo, Selene pudo ver lo que seguramente era una Posada, o una Taberna, con las comodidades, y mas abajo, conectado por puentes colgantes, lo que parecia un mercado.

Selene adoraba la libertad, era una férrea defensora de la misma, de su propia libertad claro. Los demás deberían servirle preferiblemente, aunque si todo el mundo se postrase a sus pies e hiciesen su voluntad terminaría por resultarle mortalmente aburrido en poco tiempo. De eso era muy consciente.

Antes de bajar del barco volador echó un vistazo. El capitán ahora dormía y parecía haber caído en el hechizo, aunque tal vez solo en parte. Aquel medallón continuaba siendo un estorbo y ella deseaba apropiarselo, tal vez para destruirlo, eso sería inteligente. Pero sabia que era muy posible que tuviese por el mundo un enemigo mágico, y debería ser poderoso si pretendía estar a la altura, por lo que conservar el medallón para usarlo como arma podría ser audaz, aunque también una estupiez si se le volvía la jugada en contra. 

Observó su espejo, seguía siendo tan bella como siempre, bueno, no como siempre realmente, pero sí desde que había encontrado su verdadero yo. El libro era también indudablemente mágico, y quiso mirar un poco sus hojas, no estaba segura de poder hacerlo después, cuando Negro Corazón estuviese despierto. 

Salió del camarote para bajar a tierra firme. Se encontró en las alturas, llevaba muchos años a gran altitud y una parte de ella deseaba volver a ver la costa. Sin embargo el lugar tenía su encanto y seguro que no cualquiera podía alcanzarlo, no al menos sin un barco volador. 

Deshechó su escolta, en ese momento no le interesaba, tal vez luego. 

El administrativo la colmó de preguntas. Si bien la reverencia había complacido a la hechicera aquel interrogatorio le molestaba. Era lógico que el hombre buscase respuestas, al final tan sólo hacia su trabajo, pero Selene era caprichosa y no siempre le apetecía lo que tocaba. Tomó aire para llenarse de paciencia y no perder ese aire de mujer divina, casi Santa. Ahora le interesaba desprender su aura de luz, no la oscuridad que albergaba su verdadero corazón. Sonrió al hombre vehementemente. 

- Gracias- respondió a la bienvenida - El capitán se encuentra perfectamente, él se encargará de la tarifa señor... - todo esto lo dijo con una angelical sonrisa. Esperaba que el administrativo le facilitase su nombre, el nombre de las personas era valioso en la magia. En cuanto al barco... prefería no proclamarse abiertamente como propietaria del mismo, ni tampoco como socia del capitán. Ella sabía el papel que ocupaba y que ya le pertenecían de un modo más o menos consciente. Pero los piratas, y en especial el capitán, tenían enemigos y ella prefería tener la libertad de escoger bando en cualquier momento, o de desentenderse por completo. Todo dependía de su conveniencia. Además, ella prefería tener todos los privilegios y que el capitán se ocupase de las obligaciones. 

Decidió pasear por aquel lugar, observó de pasada la Posada, allí seguro que iría en algún momento. Pero ahora le apetecia curiosear por el mercado. No se fiaba de nadie, aquel lugar debía estar plagado de ladronzuelos, pero no es que ella llevase ahora mismo nada de gran valor encima, a parte de sus ropajes y ella misma. 

Se mezclaria entre las gentes, escuchando lo que hablaban, las comidillas, las noticias, los intereses de unos y otros... Y por supuesto contemplaría lo que los pequeños comercios ofrecían. 

La breve revisión que Selene haría sobre el libro de gruesa tapa que con tanto celo cuidaba el Capitán, le dijo que el libro en si era mágico, las palabras se reorganizaban como hormigas sobre el papel. Líneas que eran dibujos cartográficos no paraban de moverse. Estaba protegido. No era demasiado difícil para una de las grandes hechiceras descifrar como leerlo.
[Ella uso un conjuro nivel 1, Leer Magia]
Una vez hecho el conjuro fue como pasar una lente traductora, todas las palabras se reorganizaban. Era un libro bastante especial, que hablaba de mapas, ciudades, y brindaba información de las mismas. Y lo que era más, se actualizaba según en la zona donde iba circulando. Lo referente a la zona en la que se encontraba estaba siendo reescrita en este momento y las letras y mapas eran un borrón actualmente. Pero otras zonas tenían información particular, como mapas, rutas comerciales, industria, la línea real, y que tipo de milicia contenía. Quizás por eso el Capitán había tenido tanto éxito con los saqueos.

El espejo, su espejo, no solo le devolvía la imagen de una mujer perfecta en cada detalle. Mas y sería demasiado, menos y seria escaso. Sus abundantes curvas, sus altos pómulos, sus ojos dispares, sus pechos generosos que indicaban el cielo desde el escote, su reducida cintura. Y de pronto, cambio, cambio a una mujer de su raza ancestral, una altana, que sin embargo, no parecía tener sobre ella el peso de milenios. Su cabellos blancos, empuñaba una lanza y su entorno helado le daba a las claras que estaba en la región de las nieves, el antiguo norte.

Otra vez la imagen cambio, tras reflejar su rostro por un segundo. Y la vio, esta vez una cara conocida. Era Kara, Kara no Asthra, la única Divina de su raza, la única que podía atesorar propiedades de la curación divina. Se encontraba en un entorno desértico de alguna clase. Estaba viva y despierta igual que ella.
Tras aquellas dos visiones, el espejo se apago, sin reflejar siquiera la imagen de Selene, necesitaba un tiempo para recargar sus energías mágicas, sin duda. Lo guardo entre sus cosas, así también como el libro del Capitán.

Bajo del Barco y arreglo delegar el tema de la tasa de embarque, y rechazo la custodia. De Inmediato, un magistrado a juzgar al verla bajar primero, y juzgándola por sus ropas, decidió dirigirle la palabra. Al darse vuelta y ver la nave de NegroCorazon, se dio cuenta de que casi había sido un milagro que llegaran a salvo. La cubierta estaba toda picada la madera por la metralla, y algunos cañonazos habían destruido piezas clave.
Cuando ella lo hizo, inconsciente de que prestarle atención al hombre fuera motivo para ponerlo nervioso este respondió.- Entiendo, Señora. Soy El magistrado de puerto Arando. – Se acomodo los lentes. Pareció querer sacarle mas conversación, pero al verla renuente, entendió su lugar y decidió pasar a un segundo plano.

Ella decidió perderse en la ciudad, pero pronto vio que no estaba lista para ello, sus ropas eran demasiado llamativas, acentuando su belleza. No podría pasar desapercibida de ninguna forma. Aun así, el mercado esperaba, sin duda.

El mercado era pequeño y se veía que no demasiado concurrido, tal vez unos diez puestos, varios cerrados y al menos unos veinte individuos, comprando. Varias etnias, varias razas, gente de todos los vestidos y colores, y varios niños que se la pasaban pidiendo, aunque no se los veía como niños de la calle, sino más bien como pequeños truhanes. Algunos apenas mas pequeños que el joven que había sido sacrificado en el barco.
Estaba por meterse en los mercados, cuando un trio llamo la atención de Selene. Eran dos hombres y una mujer, pero no era su apariencia lo que llamo su atención, si no su actitud, y lo que ella pudo notar con facilidad, eran extranjeros, y aunque tenían un aire a marineros del aire, mas bien era notoria la cantidad de objetos mágicos que tenían consigo. Al parecer salian del mercado, y se dirigían a la Posada.

Las imágenes que le había transmitido el espejo habían inquietado un poco a Selene. Dos mujeres poderosas andaban por el mundo igual que ella. ¿Serian conscientes de que la poderosa hechicera estaba libre? No era algo que a priori le preocupase demasiado, no de cara a un futuro próximo. Pero sin duda era información que debía tener presente. Una nunca sabe con quien puede cruzarse ni donde va a estar. 

Una en el helado norte, la otra  en el abrasador desierto, y yo en las nubes... sigo en el cielo. 

Pensó como una curiosidad graciosa. Mientras paseaba lentamente quiso tratar de recordar. Todavía habían cosas que bailaban en su mente, como jugando al escondite, era la parte negativa de dormir tanto tiempo, y sin embargo el letargo la había alejado de la locura y el suicidio. 

¿Qué cualidades destacaban de las Altanas? ¿Habia visto algo en el espejo que le pudiese dar alguna pista de quien era exactamente aquella mujer o de qué estaba haciendo o buscando? 

Por otro lado estaba Kara no Asthra. A ella la conocía, de algo la conocía pero ¿de qué? ¿Aliada o enemiga? Era poderosa, eso estaba claro, pero Selene pretendía llegar a ser el poder absoluto. A eso solo se podía aspirar si uno dejaba la absurda moral de lado, y aquello era algo que a Selene se le daba bastante bien... 

En el mercado había un ambiente que le resultaba divertido. Sería entretenido jugar allí un rato, sin embargo otras personas le llamaron la atención. Tres extranjeros, cargados de magia... ¿Habrían adquirido aquellos objetos en el mercado? ¿O por el contrario ya los poseían de antes? ¿Cómo vestían? ¿Ppdria saber de donde provenían? 

Utilizó sus sentidos y habilidades para tratar de escuchar aquello que se decían entre ellos. Después acabarían en la Posada, sin duda, y ella también, pero hacia falta dinero para merodear por los sitios sin llamar la atención, y por el momento ella no tenía de eso, aunque podía resultar muy sencillo conseguirlo. 

Podría jugar un poco... 

Buscó con la mirada algún jovencito, todavía muy tierno, entre los granujillas que merodeaban el mercado. Alguno que hechizado con su belleza, que a cambio de la atención de una dama hermosa estuviese dispuesto a demostrar su valía... Pero que todavía no tuviese la experiencia como para poder presuponer que se le venía una trampa, aunque se tratase tan sólo de un juego. 

Será divertido... 

Los adolescentes estaban jugando un juego que tenía por objetivo mantener una pelota en el aire, usando solo codos o rodillas, o la cabeza. No podían usar manos o pies, y si caía al suelo, el equipo perdía. Sin duda sería fácil llamar a uno de esos mozuelos, y divertirse con él, extraer su esencia, pero había consecuencias. La primera de ellas, es que sería innecesario, lo haría solo por el placer que le causaría ello. Estaba casi llena. Y a diferencia de extraer energías mediante el placer, el sacrificio no consensuado tenía una tara, y es que era muy llamativo mediante medios de observación mágica. Y si su captor no se había dado cuenta de que había escapado, un sacrificio de esa naturaleza llamaría la atención. Hacerlo en un barco en movimiento en medio del aire, era una cosa. Hacerlo en una isla cuando su propio medio de locomoción no funcionaba era poco inteligente, y Selene no hacia cosas poco inteligentes.
Claro, también seria tentador probar si su captor estaba vivo luego de todos esos años, o mejor dicho, consciente. Los chiquillos habían dejado de jugar, cuando la vieron llegar. Y es que ella estaba vestida de forma escandalosa para ese lugar, el escote que apenas podía contener sus atributos, era un vestido para fiesta nocturna, no tanto para un amanecer en medio de un pueblo pequeño.
Selene tenía que decidir qué rumbo tomar. Si quería sumergirse en el pasado y recordar la historia de los altanos, y su propia vida e injerencia, no podía hacerlo en la mitad de la calle. Si quería, contrario a su consciencia, jugar con un muchacho o dos, en la calle tampoco seria una opción, necesitaría un lugar privado, como una habitación de la posada. Y si quería averiguar quiénes eran esos chiquillos con tantos objetos mágicos hermosos, debería acercarse a hablar con ellos.

Deseaba poder averiguar cosas, escuchar a las gentes, entrar en la posada para espiar a ese grupo que acaba de entrar... sin embargo tal y como iba vestida en ese momento llamaba más la atención que un faro. Si se mezclaba con las gentes del mercado todo el mundo sabría de su presencia antes de que pudiese dar cinco pasos. Es lo que sucede en los pueblos, los rumores y chascarrillos corren más que la pólvora, y ahora Selene quería ir a la caza de esos rumores, no ser uno de ellos.

Negro Corazón era un tipo duro, un pirata, pero de gustos exquisitos. ¿Quién se guardaría un vestido de saco como botín? Por lo que mucho se temía que ninguno de los atuendos que pudiese encontrar en el barco le sirviese para infiltrarse entre aquellas gentes como una más. Por otro lado no disponía de dinero en efectivo. Llevaba algunas joyas, sí, pero no pensaba dejar un rastro tan evidente de su paso por aquel lugar y además le gustaban demasiado como para desperdiciarlas o arriesgarse a que alguien se las quedase, porque no era ella quien debía comprar el vestido ordinario de mujer corriente o menos. Eso iría en contra de pasar inadvertida.

Por esta razón había cogido algunas piedras del camino con la intención de lanzar sobre ellas un conjuro para que adquiriesen apariencia de monedas, le valía con que durase un día, después podrían volver a ser piedras*, porque ningún comerciante sabría ya quien se las había entregado y por lo tanto qué habían adquirido a cambio del engaño.

Necesitaba uno de aquellos sacos de hormonas para ser el ejecutor de este plan. De comprarle un vestido con falsas monedas, siquiera él sabría que eran en realidad piedras.

Los chicos jugaban a un juego que a ojos de Selene era ridículo.

Bueno, ya me va bien que no sean demasiado inteligentes.

Esperó a que uno de ellos mirase en dirección a donde ella estaba, entonces le haría una señal sutil pero que despertase su interés: una sonrisa, un guiño, un pequeño ademán con la mano... Al verla presuponía que el joven se acercaría a tan encantadora dama, ya que ella mostraría interés en él. Entonces sería el momento de pedirle que le hiciese aquel favor, el de comprarle un vestido sencillo en el mercado, uno como cualquiera de los que llevasen allí las mujeres. Le haría entrega de las monedas y le diría que le daría la mitad del cambio y un beso. Esperaba que con esto el muchacho accediese a hacerle aquel favor, pues ella se le presentaría como una muchacha inocente que necesitaba su ayuda para adquirir el vestido sin que el vendedor pudiese prejuzgar y así inflarle el precio.

Tras elegir a algunas rocas y manipularlas mágicamente, con el viejo truco del “oro de los tontos” les entrego dichas monedas a varios de los chicos que estaban con ella, obteniendo dividendos, y un traje que quería, uno que no llamara la atención. Luego, se dio cuenta de que hacía bastante tiempo que pasaba sin usar magia real, porque podría haber simplemente cambiado su apariencia mágicamente, la suya y la del vestido, con un simple conjuro menor como alterar el yo.
El convencer a los adolescentes de que hicieran su labor no le costó ni el menor esfuerzo. Pronto tenía monedas de cambio menor, en sus bolsillos, y un par de vestidos sencillos, de los que no llamarían tanto la atención. Y tal vez evitar usar magia, por menor que esta fuera, haría más difícil el detectarla.
Tras deshacerse de los jóvenes, con alguna promesa, que quizás, si estaba de ánimo tendría bien a cumplir, Selene fue a por la taberna una vez se hubo cambiado de apariencia.

La Taberna del lugar era espaciosa, y con taburetes de cuero cercanos a la barra. Atendía un joven que tenia bebidas espirituosas y no tanto en la misma, como tés, infusiones o café. El trió seguía enfrascado en una conversación animada, aunque ahora no causaban el menor ruido.
A pesar de que el vestido era común, su físico seguía llamando la atención por sus curvas y más de uno se dio vuelta para verla pasar. Las bebidas eran caras, pero tenía suficiente dinero para un par de días de gastos caros, alojamiento incluido, con lo que había conseguido con los chicos hoy.

Estaba satisfecha. Uno de los objetivos era conseguir monedas a a cambio de piedras... Eso le valdría para pagarse algo en la cantina, el único modo de justificar su estancia allí dentro. Porque dudaba que el dueño le permitiese sentarse sin consumir, y aún de ser así alguien sentado por un rato y sin tomar nada resultaría como poco curioso para todos los presentes. Sabía que solo por su apariencia llamaría la atención, pero tenía dudas de si ese grupito tenían la capacidad de detectar magia. Tenía que jugársela: que pudiesen reconocerla por su físico o que la magia activa en ella le plantase una diana. 

Había pasado bastante tiempo y lo más probable era que de ella se recordase más bien poco. Que los recuerdos hubiesen dado paso a las leyendas y estas al mito, distorsionándose la realidad. Así que decidió no hacer uso de la magia y tomar asiento en una mesa no muy alejada de aquellos tipos que ahora hablaban con más discreción. Selene quería poder escuchar algo de lo que decían, poder sacar conclusiones sobre qué hacían allí y si tenían intenciones claras, un objetivo. 

No le pasaron desapercibidas las miradas de algunos de los presentes, fingió ignorarlas, como si no se hubiesen percatado, sin embargo observaría con discreción los allí presentes. 

Pidió un té. Era curioso como podía recordar con cierta sensación de afecto momentos de los que vivió en aquella torre, como tomar un te en uno de sus balcones mientras el Sol se escondía entre las nubes tiñéndolas de hermosos, cálidos y vivos colores. Después recordaba que aquella jaula de oro era eso, su prisión,  y en su fuero interno sonreía con malicia. 

El pajarito vuela libre, ahora cantaré mi canción

Pero tocaba ser precavida y astuta, por ahora. 

Hay cosas que no pueden evitarse, no podrías tener a la mujer más hermosa del mundo, vestirla con harapos, y telas comunes, y pretender que pasara inadvertida. Ella era Hermosa y llamativa, y tenía que lidiar con eso. Llamaría la atención. A pesar de vestir con burdas telas, no se pudo aguantar, y las ato y acomodo de tal forma que realzaran sus atributos.

Ahora, reducir la magia consumida para realizar eso, era otro tema, y eso si, lo había conseguido. Ingreso en la taberna, esperando ver una común, llevándose la sorpresa de ver varios líquidos burbujeantes que asemejaban más a la mesa de un alquimista que a un bar. El hombre, un delgado y atractivo sujeto, se presento.

Vaya Belleza! Soy Byron. Puedo servirle en algo? Que desea, Licor? ¿Cerveza?, ¿Café?  - También tengo algunas cosas más fuertes, como Muerte Blanca, Esputo de Hada, y Hechizo Mortal –

El Cantinero escucho lo que pidió y asintió. – Marchando un Te para la Dama. -

Ella podría quedarse allí, recogiendo información, pero su objetivo era acercarse a los tres que habían llamado su atención. Si quería, podría mirar con un conjuro muy básico, como el de detectar magia, y todo lo que fuera mágico y estuviera a veinte metros de su vista, tendria un aura brillante. Sin embargo, habia otras formas de averiguar que era mágico y que no. Su calidad, el nivel de orfebrería, los materiales con los que estaba hecho, eran buenos indicadores. Y el cuarteto presente, conformado por dos mujeres y dos hombres, tenia a las claras, varios objetos mágicos consigo.  No tuvo que esperar mucho. Uno de los hombres de la mesa se acerco.

Byron, amigo. Invitale a la dama lo que sea que este bebiendo y lo que quiera consumir. – Byron la miro esperando que asintiera, pero estaba listo para pasar la cuenta al recién llegado.

El sujeto tenia un físico envidiable. Musculatura poderosa, una casaca que permitia ver los gruesos brazos, y un torso como el de un buey. – Soy Ren. ¿Y usted es?-

Aquella taberna tenía muchos más refrigerios de los que ella recordaba de antes de estar encerrada, muchos con nombre más de potente poción que de bebida para pasar la sed.  Una parte de ella sentía curiosidad por aquellos brebajes pero debía hacer su papel, el de una joven un tanto inocente que no pareciese un peligro para nadie, pero tampoco una boba... Sabía que si mostraba su verdadera naturaleza sería divertido, pero poco productivo ahora mismo. 

Estaba esperando su té cuando uno de los dos hombres se acercó a ella. Desde luego sabia lo que buscaba aquel tipo, que no físicamente no estaba tan mal, todo sea dicho. Selene se sonrió para sus adentros

Piensa que me terminará dando una sorpresa con su "enorme verga" pero si llega el caso la sorpresa se la llevará él.

Miró a Ren con fingida sorpresa, pero ella era buena actriz. Se permitió unos segundos de silencio, como si estuviese asimilando aquello, la aparición de aquel hombre. Lo cierto es que ya esperaba que alguno le entrase, solía sucederle, así eran los hombres y algunas mujeres, pero sin duda no había esperado que fuese uno de los tipos que ella estaba observando, ¿le facilitaría eso las cosas?.

- Ah. Mi nombre es Eirian- respondió con cierta timidez pero tampoco con un aspecto tan cándido como para poder resultar una presa demasiado fácil a aquel hombre. Asintió al tabernero, a fin de cuentas mejor si se gastaba el dinero aquel tipo que gastar las pocas monedas que ella poseía en su bolsillo. - ¿Es usted de por aquí?- le preguntó para dar pie a entablar una conversación de lo más común.

El Barista asintió, mientras su cafetería parecía mas un laboratorio de alquimia que una taberna o salón de té. Aun así, confirmo lo que decían ambos y puso manos a la obra, usando alguna clase de líquido burbujeante para crear

Agua de Rosas calentada a poco de ebullición, con Te negro de las montañas Azules. Marchando.- y luego agrego.- Puedo ofrecerle una mesa o beberlo aquí, a su criterio.-

En tanto, Ren, el de fuertes brazos, y una brazalete color bronce-cobrizo le dio una mirada que parecía una inspección. No era sorpresa, era el efecto que ella siempre causaba en los hombres y … en algunas mujeres.

Y no era solo Ren, apenas ingreso en ese recinto, se sintió notoriamente observada. No solo por sus exuberantes curvas, o como estaba vestida. Sentía la mirada de un depredador sobre ella. Y eso solo podia significar una cosa. No tenía demasiado tiempo para estar allí. Debia actuar con premura.

Byron sirvió el té en una taza de cristal, absolutamente transparente, y una pequeña bola flotaba sobre la superficie, envuelta en hierba de té para ir dejando al agua teñirse a gusto del sabor.

Le dejo también cerca unos cubitos de azúcar en forma circular, y una pequeñísima galleta, y fue a realizar otras labores.

¿Qué hace un sitio como este, rodeando a una mujer como tú, Erian? –

Antes de que pudiera, responder, dos personas más llegaron. Una mujer joven, de cabello castaño oscuro, con ciertos reflejos rojizos, y

¿Has recibido las mismas lecturas que yo? Todas proveen de esta zona. Tal vez deberíamos empezar la búsqueda ahora.

El que se sentó al lado de la barra del costado de Selene, meneo la cabeza y en su mano busco algo que parecía una especie de artilugio de guerra, del tamaño de una ballesta pequeña.  – Vamonos. –

• No, Nemo, debemos investigar.-
• No os nuestra misión. Investigar la Tumba de la Divina lo es.-