Decide extender la toalla sobre la rústica camilla protegida por el manto de cuero antes de maniobrar con un solo brazo tumbándose bocabajo, pues el otro lo usaba para cubrir precariamente sus pechos, los cuales daban una imagen rebosantes al ser atraídos por la gravedad a medida que se inclinaba. Finalmente libera el brazo cuando sus amplios senos quedan oprimidos contra la plana superficie.
─ Yo soy Synea, es un placer conocerle, estimado Tonmka. ─ Comenta con cortesía mientras se acomoda hacia un lado la larga melena para descubrir la espalda. Un pequeño respingo la hacen verse sensible al tacto, cuando el diligente masajista empieza a aplicar el ungüento sobre un par de moretones ─ Ups, jijiji, su pelaje me hace cosquillas. Debo parecerle una criatura extraña ante la carencia de cuernos y vello.
Totalmente estirada y usando las manos de almohada, la silueta de su cuerpo acentúa con descaro la femenina anatomía, quedando la parte alta de la espalda elevada a causa del volumen de los oprimidos pechos que asoman generosamente por el contorno. A pesar de la delgadez, la firme musculatura disimula parcialmente la marca de las costillas, a diferencia de la cintura, que desciende y se estrecha notablemente, antes de que la curva vuelva a elevarse abruptamente en unos glúteos respingones y entrenados, cuya firmeza los mantienen separados casi en su totalidad, siendo el hilo del tanga la única parte que se pierde en descenso por la linea central.
─ ¿Esto es chamanismo?, normalmente soy yo la que trata las magulladuras con luz sagrada... ─ Farfulló al notar el fino rocío del tótem empapando su cuerpo, sin poder evitar algunos suspiros de alivio cuando las manazas muestran una sorprendente destreza descendiendo el masaje por la espalda ─ ¿Retirar que cosa...? Ah, no sé si...
Antes de terminar la frase nota como la minúscula prenda se estira al quedar ligeramente atascada entre sus glúteos y poco después entre sus rodillas, hasta perderla por los pies. Synea alza la cabeza y abre la boca mirando de reojo hacia atrás, pero al verle actuar con tanta naturalidad no dice nada, y hunde la cara contra las manos, ocultando las sonrojadas mejillas cuando el cosquilleo de su cuerpo se intensifica por el masaje de sus nalgas siendo amasadas.
─ De... debo ser de las clientas que menos trabajo generan, con una pasada su mano cubre gran parte de mi espalda. Hehe... he... ─ Rió tratando de ocultar la alteración y la temperatura creciente de su aceitado y brillante cuerpo.
No puede evitar preguntarse cómo había llegado a aquella situación mientras es manejada como una muñeca, al ser tan fácilmente manipulada por el enorme tauren. Su fibrado abdomen se aprieta contra la camilla al recibir la presión de las manos que envuelven los glúteos, cuando son cubiertos y amasados. La mezcla del masaje y el rocío restaurador es tan intensa, que la elfa no se percata como sus muslos son cada vez más separados por la presión de los anchos dedos, y deja su intimidad parcialmente expuesta. La humedecida y aceitada piel hace deslizar con facilidad el rocío del tótem, que baja entre los glúteos y se acumula en el rosado anito de Synea cada vez que el masajista estira separando los pálidos glúteos. La chica no se da cuenta del exhibicionismo, hasta notar la acumulación del rocío descender como una pequeña cascada entre sus piernas, dando un respingón para volver a juntar las piernas.
Irónicamente la paladina no ve nada, al quedar cegada por el enorme bulto que se yergue sobre su rostro cuando el tauren se inclina sobre la camilla. La cada vez más ruborizada chica no puede apartar la vista del estandarte, viendo fugaces imágenes de la base del enorme "tótem" que oculta el taparrabos zarandeándose sobre su mejilla. Finalmente la tentación y curiosidad vence a la cordura, y con disimulo emplea un dedito para estirar de la tela, dejar que la gravedad haga el resto, y poder comprobar si aquello se parece al miembro masculino de los elfos.
-Entiendo- dije cerrando los ojos y dejando que masajee mis hombros y pectorales, al sentir su calor abrí los ojos para ver sus pechos a través de su pronunciado escote.
-De hecho estoy sintiendo cosas- dije mientras notaba como la relajación hacía que la sangre vaya directo a mi miembro, su toque y la vista estaba haciendo que se marque una clara erección levantando mi taparrabo.
-Bueno, no precisamente que me duela, pero...- dije mirando mi erección y luego a la elfa.
El primitivo aroma de la bestia inundó las fosas nasales de Lythara. Intensíficados sus sentidos al combinar el olfato y el gusto cuando su lengua recorrió aquel tronco hinchado. Todo su extensión exudaba una ligera oleosidad, la cual se mezclaba con las ligeras gotitas que empezaron a surgir de la punta reaccionando al manoseo y a la dulce boquita de la elfa.
El colosal ser mostró una apasible sonrisa mientras que llevaba su mano hasta tu cabeza, acariciando tu cabello con condescendencia al tiempo que movía su pelvis de atrás hacia adelante facilitando que ella recorriese completamente la enormidad de su atributo el cual se mostraba cada vez más lubricado al combinarse la saliva de la elfa con sus fuertes fluídos.
De cierta manera parecía estar controlándose, pero cuando la muchacha decidió introducir el glande en su boca, el tauren no pudo contener un potente bufido de toro. Su miembro se tensó y empujó contra la lengua y el paladar de su paciente, buscando un espacio que no había, por lo que la obligaba a abrir la boca al extremo. Casi al mismo tiempo su otra mano se cerró alrededor de sus pechos, contrastando la pálida y rosada piel con aquella oscura manaza, actuando con cierta rudeza. Hasta que contorneando los mismos sus ásperos dedos llegaron atrapar ambos pezones al mismo tiempo facilitado por la dimensión descomunal de la misma.
Algo inmovilizada por la pose y su mano la pequeña Lythara no podía hacer mucho para evitar que el tauren metiese un envión con la pelvis hundiendo aun más aquel falo en su boca hasta forzar la entrada de su garganta y por poco dislocarle la mandíbula al mismo tiempo. Era una fuerza descontrolada y animal que Lythara había desatado y ahora quería tomar todo de ella.
- Es un bonito nombre Synea - comentó arrebatando aquellas braguitas para deleitarse con la vista que ofrecía debajo, viendo como el líquido se acumulaba en la zona más privada de la elfita. Privacidad que por aquellos momentos se había evaporado al separarse sus nalgas y quedar expuestas ante la mirada tranquila de Tonmka. No obstante el tauren no era inmune a aquellas vistas y esto había ido quedando evidenciado.
- Entre las energías elementales y que eres pequeña lo tengo sumamente sencillo. Y tu piel es realmente suave y es facil deslizarse por ella al no tener vello. - Respondió, soltando una risa mezclada con un resoplido nasal al tiempo que asentía a cada una de las preguntas de la pequeña elfa. Sus manos parecía que en ningún momento quedarían ociosas, pues entre masaje y masaje sus dedos habían comenzado a deslizarse por la cara interna de los glúteos hasta el punto en el que uno de sus dedos empezó a frotarse una y otra vez contra la entrada de su ano, empujando la humedad hacia su interior cuando la gruesa yema del dedo empujó un poquito más.
Pero lo que veía la muchachita elfica era algo completamente distinto. Al apartar la tela del taparrabo había descubierto al completo el enorme falo. Una monstruosidad de casi medio metro y un grosor que opacaba hasta el brazo de Synea. Tal y como había sospechado la jovencita, apenas se asemejaba a algo que hubiese visto antes, pues la cabeza era mucho más achatada y con un conducto ligeramente expuesto, del que ya emanaba algunas gotitas de humedad. Esta zona era la única de color rosado porque a medida que se acercaba al cuerpo del tauren el pene se volvía más oscuro hasta un punto dónde el prepucio formaba un muy marcado anillo cerca de la base. El tamaño del colosal atributo no era nada en comparación al masculino aroma que se proyectaba desde este y que inundó las fosas nasales de la elfa
Tonmka soltó un bufido, pero continuó con lo suyo, casi como si no hubiera reparado en el detalla de que su miembro daba botes frente a los ojos de su paciente y esporádicamente impactaba las mejillas, la nariz o los labios de la indefensa elfa ante el robusto totem.
- Solo necesitamos rectificar tu postura y ya habrás quedado como nueva - Informó el tauren avanzando sin pensárselo demasiado y con una manaza empezó a empujar por los hombros de Synea hacia arriba y hacia atrás, mientras que la otra se encargaba de mantener la zona baja de su espalda pegada a la camilla. El problema principal radicaba que al hacerlo la toalla que cubría a la sin'dorei había quedado olvidada en la camilla y por el contrario su sitio lo había ocupado el grueso rabo que se apretaba contra su cuerpo.
La sacerdotisa observó el sitio que indicaba el orco y entonces su rostro enrojeció como un tomate al notar la marcada erección que se presentaba en su taparrabos. Mordiéndose el labio inferior permaneció pensativa durante unos instantes antes de decidir acercarse. Miró entonces de soslayo a Gor'zak, entre cerrando la mirada como si esperase algun tipo de broma de su parte, pero entonces escuchó de que necesitaba ayuda.
Al final suspiró y asintió levemente - Veré que puedo hacer para... aliviarte... - Sin pensarselo demasiado se volvió a humedecer sus manos con el aceite empleado en el masaje y luego las coló por debajo del taparrabos. Tanteando a ciegas logró posicionar sus manitas. Una en la base del falo y la segunda justo en el inicio de su glande.
Suspiró y negó sin creer que estaba haciendo aquello pero con profesionalismo comenzó a mover la mano que le sujetaba por el tronco de arriba hacia abajo mientras que la otra se dedicaba a trazar un movimiento circular frotando justo el inicio de su glande con sus finos dedos.
Lythara, lejos de resistirse, se entregó al ritmo con una pasión ardiente. Sus labios se cerraron con fruición alrededor del gran rabo del tauren, saboreando la fuerza cruda que Tommka desprendía, un poder que parecía surgir de la misma tierra de Kalimdor. Había algo profundamente lascivo y primitivo en tener ese enorme miembro viril en su boca, una conexión que encendía cada fibra de su ser como si conjurara un hechizo de fuego puro. Sus gemidos, ahora más audibles, resonaban en la penumbra, mezclándose con el roce de su cabello contra la piel de lobo de la camilla. Sus manos, pequeñas pero ágiles, encontraron los enormes testículos del tauren, acariciándolos con una mezcla de reverencia y deleite, sus dedos trazando círculos suaves sobre la piel cálida mientras el calor del momento la envolvía por completo.
Cuando por fin logró apartar el rabo lo suficiente para tomar aire, su respiración salió en jadeos rápidos, el colgante ígneo en su cuello oscilando como una brasa viva.
-No te precipites, deja que te proporcione placer, me excitas mucho.
Sus ojos esmeralda, brillantes con una mezcla de audacia y deseo, buscaron los de Tommka, profundos y oscuros como un bosque nocturno. -Déjame comerte bien la polla, te daré placer- dijo, su voz clara y cargada de una promesa juguetona, vibrando con la misma intensidad que sus hechizos de fuego. Había una chispa en sus palabras, una invitación que no pedía permiso, sino que reclamaba el momento con la misma confianza con la que danzaba o tocaba su laúd.
Metiéndose ella solita en la comprometida situación, sus rosados labios dibujan un círculo al quedar boquiabierta, cuando la travesura de estirar ligeramente del taparrabos desata semejante ariete, que hace un efecto muelle al elevarse y acabar cayendo sobre la mejilla opuesta a la apoyada en la camilla. El aroma embriagador a macho en celo acapara su olfato a medida que es mercada por aquellas gotas que nacen de la punta y van bañando su mejilla.
─ N...no sabía que los taurens eran tan e-educados... ─ Tartamudeó al intentar actuar con normalidad, igual que hacía su peculiar médico, mientras recibía el acaparador masaje en sus glúteos ─ Usted puede llamarme como prefier... ¡Ahn!
Un traicionero gemidito escapa de sus labios cuando el ancho dedo se desliza por la expuesta linea central, y empieza a frotarla arriba y abajo. Tonmka nota claramente las contracciones del rosado anito que tan brillante y aceitado estaba dejando, produciendo pequeños chasquidos húmedos cada vez que la presión aumentaba y la yema hundía sutilmente la entradita. Un misterioso silencio se instaura en la pequeña elfa, que se ve cegada por el enorme atributo apoyado en su rostro, y con las manos se aferra firmemente a los laterales de la camilla, viéndose la musculatura de su espalda tensarse cada vez que recibe el sensible masaje.
Sin esperarlo, el perfil superior del torso es elevado por la manaza que se ubica más abajo del cuello, y de repente se encuentra en una pose más tensa, como si estuviese haciendo una flexión sin despegar el cuerpo del suelo. Aunque aún faltaba para llegar al límite de su flexibilidad, un escalofrío recorre a la joven paladina al sentirse manejada como si fuese una muñeca.
─ E...estiramientos no creo que... ─ Enmudeció cuando de repente se encuentra con sus voluptuosos pechos rodeando el titánico pene, y sus manos usándolo de punto de apoyo al agarrar el tronco por cada lado, sin conseguir rodearlo del todo.
La elfita traga saliva cuando el reiterado movimiento del tauren provoca que, sus amplios pechos se bamboleen arriba y abajo, abrazando y rozando el enorme atributo que se desliza por su humedecido cuerpo. Por igual, sus manos no dejan de masturbarle, subiendo dos palmos por el venoso contorno y volviendo a bajar hasta la protuberancia en forma de anillo.
─ E... ejem, bueno, creo que falta la parte delantera para terminar... ─ Balbuceó dominada por las hormonas, mientras va rectificando la pose, colgando las piernas por el borde de la camilla para ir sentándose cara al masajista, y poco a poco tumbarse bocarriba, flexionando las piernas y subiendo los pies sobre el borde de la camilla.
El intenso rubor de las mejillas y el perfil filoso adoptado por sus endurecidos pezones rebelan la alteración de la chica desprovista de prendas. Por suerte, el enorme atributo que se encaja abrazado entre sus muslos y cruza el atlético abdomen hasta los pechos, cubren completamente su empapada feminidad.
-Tiene unas manos muy pequeñas y tiernas- dije mirándola hacer su trabajo, pero no creo que sean suficiente estímulo.
Dije apartando el taparrabos a un costado para revelar mi erección en todo su esplendor, con mi miembro humedecido por el aceite, las venas se marcaban más, latía en sus manos y se notaba hinchado y grueso.
La miré y aproveché su sorpresa para liberar sus pechos de la túnica.
-Tal vez así sea mejor...-
Me tomé toda semana santa libre, perdón.
La bestia seguía soltando bufido detrás de otro, disfrutando de aquella felación, de la sensación de la lengua de Lythara contra su humedecido glande, de la calidez de su boca. Sus ojos eran tranquilos, pero la lujuria se había reflejado en ellos. Parecía que sería difícil detener a aquella mole pues se movía cada vez con mayor ímpetu, usando la boca de la elfa como si se tratase de su pequeño juguete.
Aun así permitió a la maga coger aire mientras que se deleitaba con el manoseo de sus generosos pechos, dando sutiles tirones a sus pezones y luego aplastandolos intercaladamente contra el torso ajeno.
-Creí que yo era el masajista aquí - Dijo soltando una risa nasal, pero permitió que la elfa se incorporase para poder cumplir con su pedido. Incluso la tomó por la cintura para sentarla en la camilla, y se aproximó a ella hasta que el falo volvió a extinguir la distancia entre ambos al introducirse por entre sus pechos apuntando hacia el rostro sin'dorei.
- Puedes comerte mi polla - Concedió, acariciando el pelo de la chica como si fuera una muñeca. De la punta del enorme atributo ya surgían gotas de humedad que se iban acumulando en el tronco y caían sobre los pechos ajenos, exigiendo una atención.
En las manos de la elfa aquel falo había crecido hasta tamaños insospechados casí compitiendo en longitud con todo el tronco de la jovencita. Sin mencionar que, ante tanto estímulo de aquella piel suave y delicada rozándose contra la carnosa superficie lo habían inflado y sus venas se marcaban fuertemente, las pequeñas manos al combinarse apenas lograban cubrir el ancho del atributo.
El tauren soltó un sonoro bufido de satisfacción y asintió levemente, dejando que Synea adoptase aquella nueva postura que resultó exponerla cuasi al completo para deleite de la criatura. Los ojos del shamán eran tranquilos, pero brillaron con un brillo lujurioso reflejado en ellos al recorrer con la mirada el cuerpito de su paciente.
- Tranquila, no dejaremos ni un solo sitio sin atender - Dijo con aquella voz profunda, acercándose a ella con el rabo por delante. En primera instancia el colosal ser tomó a la elfa por sus generosos pechos iniciando un suave masaje, pero al combinarse este con el movimiento de pelvis que parecía irresistible para la criatura, cada que apretaba los pechos hacia el centro el cálido glande quedaba atrapado en ellos por un instante hasta que finalmente lograba vencer la resistencia y asomaba apuntando directo al rostro de la chica.
La humedad del sortilegio ya no era necesaria pues había sido remplazado por una lubricación más natural procedente de la punta de la polla, la cual exudaba grandes cantidades de una sustancia traslúcida pero con un fuerte aroma masculino. Este había ido impregnándose por todo el torso y los senos de la jovencita con cada pasada del falo, deslizandose suavemente por la piel lampiña.
- Tu piel se siente muy bien - Confesó el masajista devenido en acosador, mientras que aceleraba el movimiento, tanto de su pelvis como de sus manos jugando con los pechos ajenos. Los gruesos dedos no habían demorado demasiado en hallar el punto más sensible en estos, sujetando a la elfa por los pezones para dar algunos tirones que exigían bastante la elasticidad de la piel. Y por el lado contrario, allí dónde los muslos de Synea parecían intentar refrenar el constante avance del falo sin éxito, los testículos de la criatura, de un tamaño que la jovencita podría haber usado de asiento, comenzaron a dar auténticas nalgadas contra la zona baja de la muchachita.
- Hmpf... - El tauren no dijo nada, pero cada vez sonltaba bufidos más intensos y su pene había empezado a subir su temperatura, al mismo tiempo que se contraía violentamente. Todo como si estuviera a punto de llegar al climax.
Sry por la demora. Entre semana santa y otros asuntos que me tenían algo chof no me he pasado por aqui
- ¡Eh! ¡Espera! - La chica se sonrojó como un tomate, dando un brinquito cuando las manos del orco se deslizaron hasta el marcado escote para liberar sus pechos. Claro que aquel movimiento no ayudó en los más mínimo ya que sus dos generosos pechos saltaron y rebotaron, produciendo que los pezones trazaran una hipnótica espiral en el aire. Su piel pálida contrastaba de forma notoria en esa zona dónde los dos rosados botoncitos se alzaban.
De no ser porque tenía las manos en el rabo ajeno habría salido corriendo, pero entonces bajó la vista y descubrió el atributo que el orco había dejado expuesto y se mordió el labio, dominada por las ideas lujuriosas que invadieron su mente. Sus dedos siguieron recorriendo la venosa figura, más lentamente que antes de forma contemplativa, dejando que sus finos dedos sintieran la textura rugosa mientras que lo observaba obnubilada.
Lythara alzó la mirada, sus ojos esmeralda brillando con una mezcla de audacia y deseo mientras recorrían la imponente figura del tauren, Tommka, que se alzaba sobre ella como una montaña viviente. La luz tenue de la tienda danzaba sobre su piel curtida, resaltando los contornos de sus músculos y el peso de su presencia, que parecía anclada a la misma tierra.
Con una mano delicada pero segura, Lythara paseó la punta del rabo del tauren por sus labios, dejando que rozara su mejilla en un gesto lento, casi reverente. El calor y la textura de la piel contra su rostro encendieron una chispa en su interior, y comenzó a chupar la polla con una satisfacción profunda, como si cada movimiento fuera un compás de una danza salvaje que solo ella conocía. La idea de estar a punto de ser tomada por semejante semental-un macho cuya fuerza parecía vibrar en el aire mismo-la llenaba de una emoción ardiente, una experiencia que sabía que llevaría grabada en su memoria como una balada imposible de olvidar. Sus labios se movían con una mezcla de delicadeza y avidez, sus gemidos suaves resonando en la tienda, mientras sus brazaletes tintineaban débilmente.
Entonces, alzó la cabeza lo justo para mirarlo de nuevo, sus ojos destellando con esa chispa juguetona que siempre la definía.-Solo quiero disfrutar del sabor-dijo, su voz clara y vibrante, cortando el aire como un hechizo de fuego-y luego espero que me tomes como un auténtico macho.- Las palabras salieron cargadas de una promesa audaz, una invitación que no dejaba espacio para dudas, tan directa como las llamas que conjuraba. Había una sonrisa leve en sus labios, un destello de complicidad, mientras el calor de sus cuerpos y el aroma del aceite llenaban la tienda, convirtiendo el momento en algo tan primitivo como las hogueras de la Horda. Mientras disfrutaba de la punta del miembro, comenzó a masajear su propio sexo, humedeciéndose, cada vez más.
Al ver como los pechos de la elfa saltaban y giraban, mi miembro latió más, me relamí los labios, igual que ella.
-Parece que esto te está gustando, elfa- dije al notar sus pezones erectos como dos botones rosados - tal vez deba devolverte el favor- comenté comenzando a acariciar sus pechos, rozando sus pezones con la yema de los dedos, moviéndolos hacía arriba y hacia abajo.
Sus pies dejan de tocar la camilla cuando las rodillas chocan contra el abdomen del inclinado tauren, quedando más encogida y opacada bajo la sombra de la enorme criatura. Boquiabierta eleva la mirada, al tener la visibilidad reducida únicamente al ángulo inferior del hocico y el techo.
Las pocas dudas que su embotada mente pudiese tener respecto a provocar a semejante semental, se ven diluídas cuando sus amplios senos son tomados como objetivo del masaje. Siendo de las pocas partes de su anatomía que más o menos llenan las manos de Tonmka, sus brillantes y humedecidos pechos se muestran realmente firmes pese al volumen generoso de estos, pues ejercen una sutil resistencia cuando son amasados y los dedos se hunden por el redondeado contorno.
─ Es usted... el médico más meticuloso que nunca... he conoci...¡Uff! ─ Perdió el aire de los pulmones cuando el empujón de caderas hizo que el peso de semejante tronco de carne cayera a lo largo del torso y la punta exigiera espacio entre sus pechos.
Por igual, sus tersos muslos vuelven a abrazar el ancho tronco al reaccionar tan sensible, pues su fibrado abdomen y empapada entrepierna se habían convertido en el trampolín perfecto para el deslizamiento del portentoso miembro. Synea gira el enrojecido rostro y se muerde el labio inferior al tratar de ocultar la estimulación que le generaba la base del ariete chafando y frotando los labios de su coñito. El silencio momentáneo vuelve más evidente aquel hecho, por culpa de los chasquiditos de humedad que realiza el alargado atributo, atrapado entre sus muslos y entrepierna.
Dominada por la lujuria, termina olvidándose de todo y con sus pupilas prácticamente convertidas en corazones, le devuelve la mirada a Tonmka, haciendo una cara más que pervertida, con las mejillas ardiendo y la lengua parcialmente fuera. Sus manos abrazan la mitad inferior del miembro para atraerlo y rozarse con más insistencia, mientras sus puntiagudos pezones reciben la placentera tortura, y la lubricación de la aplanada punta facilitaba abrirse espacio una y otra vez, emergiendo entre los pechos y salpicando el rostro de la elfa.
Cualquiera que entrase en aquel momento, apenas vería las puntas de las largas orejas y la parte alta de la rubia cabeza, que no deja de dar brinquitos empujada por el gigante peludo, mientras están teniendo sexo salvaje.
Tras unos fuertes espasmos, la pequeña termina colapsando, y un gruñidito escapa de su garganta en lo que se contrae entera, y de su entrepierna emana la lujuriosa cascada que baña el tronco y los testículos del tauren.
Tranqui, si yo estuve más o menos iwal