Partida Rol por web

En habíendoos embriagado aquella joven moza con su sola presencia (al menos como si emanara "amor en el aire"), enseguida contemplasteis desde la lejanía de la cuesta que la susodicha se internaba en el castillo. Actos seguido continuásteis descendiendo. Allá, por el camino en el que entrásteis, una vereda seguía a lo que venía siendo una casa ruinosa (como abandonada) et en siguiendo más allá, que debía irse a los huertos donde el grupo de mercenarios andaba instalado. Mas en menos de lo que imaginásteis, con el aliento helado por las copiosas nieves que había caido en la baronía de Villanache, os internásteis en el pueblo. No tardásteis mucho en divisar un edificio de dos alturas más o menos en el centro de la población y notásteis su puerta abierta de par en par: era la taberna-posada. ¿Andaría allí Zorro? No tardásteis mucho en saberlo, et cuando cruzásteis la puerta...

...que allí estaba. Efectivamente, el joven Zorro andábase de charlas en plena barra improvisada hecha de tablones y barriles. Aquella era taberna normal en su planta baja (chimenea, mesas, sillas y una improvisada barra con un tablon y dos barriles) y tenía escaleras en un lateral, que daban a la posada de arriba, a las habitaciones. El muchacho y un tipo, que era el dueño, estaban conversando especialmente en bajito, como cuchicheando. Al entrar, el propio tabernero se alzó un poco (estaba inclinado en el tablón), lanzó un trapo al hombro que quedó colgado, et miró a Álvar y al grandullón de Lope. Tras unos instantes en los que nada se atrevió a pronunciar, habló.

A las buenas... ¿Quieren vino? ¿Desayuno? ¿Habitación? ¿O todo ello, señores? -en la taberna ningún otro cliente había, pues era temprano y las gentes y vecinos andaban con las labores del campo o el hogar-. Zorro ya se estaba "calzando" medio "chato"...

Que sea todoello ─respondí al tabernero ─que non poco camino habemos andado el mi patrón et un servidor ─y con esa frase ya habría sembrado la semilla de la intriga en la cabeza del tabernero. Que a buen seguro no tardaría en preguntar quienes éramos y de donde veníamos, a lo que habría de responder el elocuente de Hinojosa con su berborrea habitual.

Y tal que así, sentado en un taburete cojo y horadado por la carcoma, esperaba el vino para mojar gaznate mientras afilaba con parsimonia mi viejo cuchillo...

-Todo ello, en efecto -dije, secundando a Lope-, et el desayuno cuanto antes, si pudiere ser.

Tomé asiento no lejos de la barra, y en ningún momento dirigí siquiera una mirada al joven Zorro, no fuera a ser que nos relacionaran en algún modo como compañeros. Buen tino tuvo el mozo colándose en mi carreta justo antes de entrar al pueblo, desde luego, aunque ya ajustaría cuentas con él si es que algo me faltaba allá atrás, cuando revisara mis pertenencias.

La irrupción en la taberna por el Lope et Alvar fue como un trago de buen vino tras un bocado demasiado grande, rompiendo los pocos pero largos segundos de silencio que prosiguieron a la pregunta del tabernero al muchacho. Contuvo la sonrisa et llevóse la copa a los labios mientras volvíase a recostar en la silla, et subió los pies ençima del pico de la mesa observando la escena. Pocos eran hoy en la taberna, et ninguno conocido para el lugar, pero con curiosidad esperaba que fueran llegando esos matones de los que el tabernero le fabló, et a ver qué pasaba por entonces.

Espera ahí muchacho... -le dijo el tabernero a Zorro mientras salia de detrás del tablón muy contento tras ver que dos individuos le pedían alojamiento y comida-. Luego se encaró con éstos de forma amistosa. Bien, bien, arriba están las habitanciones -con una sonrisa-. Son tres, mas pocas veces viene más de un viajero preguntando por una, por lo que podrán elegir la que quieran. Ahora mismo les sirvo menú: siéntense -extendió la palma de la mano hacia una mesa con sus sillas correspondientes-. Et se van a chupar vos los dedos... -se quitó el trapo del hombro con suma rapidez, dispuesto a complacer a sus nuevos clientes-.

Luego, con el ánimo y la sonrisa ya fijada en su cara, volvió a la barra, no sin antes aventurarse a darle una palmadita en la espalda a Zorro, fruto de la emoción, pues íbase a ganar en los próximos días unas monedas por aquellos dos viajeros. Lejos de pensar el posadero que el chaval conocía a Álvar y Lope, le comentó también a él algo.

Si quieres tu también llenar la panza, dame una voz: estaré en la cocina, ¿entendido? -Et que entonces aquel tipo se metió en la cocina, y en breves oísteis el repicar de una lumbre recién hecha y unas sartenes y platos cocinando algo-.

Asintió con media sonrisa mientras daba otro trago a la copa. Luego dió un sonoro erupto et sigió en posición, observando curiosamente a sus dos compañeros secretos, sin interactuar más allá de las miradas silenciosas.

Me senté con la panza rugiendo, deseando de hincar el diente a lo que nos pusiera aquel buen hombre. Estaba satisfecho con que no se nos relacionara en absoluto con Zorro, y saqué conversación vanal a Lope mientras esperaba que llegara la comida, contando diversas falacias sobre las fantásticas mercancías que traía provenientes directamente del exótico reino nazarí, sedas de la mejor calidad y extrañas rarezas que bien podrían haber sido antiguos tesoros.

Intenté no llamar en absoluto la atención del hombre, pues realmente era nuestra única esperanza. Esperaba encontrar la taberna llena, y no estaba si no vacía. Sin embargo, no estaba seguro sobre si Zorro le habría podido sacar ya toda la información, y esperé a que llegara el desayuno para alabarlo e intentar sonsacarle nuevas.

Sonreí al zagal a modo de saludo, más no intercambié palabra alguna con él. No hacía falta, pues ya habría tiempo de que nos contara lo que había averiguado, si es que había averiguado algo, claro.

Me limité a asentir falsamente a todo lo que me contaba el de Hinojosa sobre sus mercancías, que a decir verdad, poco me importaban. Seguí pues afilando el cuchillo y escuchando, aparentando así ser buen y sumiso guardaespaldas mientras llegaba la comida...

Tin tan tín... tan tan tarán...

El posadero canturreaba desde la cocina, llegando hasta vuestros oídos. Pareciera que no sucedía un desconcierto en Piedralejo oyendo tal perorata, mas que el tipo parecía buena gente y al menos cocinando, según dedujísteis, era como si se olvidara por un momento de los problemas. Y en estando de cháchara aquellos dos hombres y un silencioso Zorro desde la barra (el cual no les quitaba ojos cómplices), la puerta de la posada se abrió. Sin embargo, poca luz entró en el interior (y eso que hacía suficiente luz ahí fuera). Y es que al mirar notásteis cómo se personaba en la misma puerta un tipo tremendamente grande, musculoso y con un aspecto demencial: pelo largo, cara sucia, barba poblada y descuidada y una ennegrecida, abollada y portentosa armadura pertrechada y bien ceñida a su tornso y extremidades bien tonificadas y deslumbrantes... Su cuello tenía el diámetro de una calabaza "de buen año" et que sin duda que la espada que tenía ceñida al cinto no era sino de más de brazo y medio, a lo sumo...

El tipo entró en la taberna a paso normal, y sus pisadas resonaban en la madera, tales que paresciera que las fuera a hundir. Cuando estuvo a vuestra altura os echó una descaradísima mirada (casi directa) durante unos segundos (primero a Álvar y Lope, et luego a Zorro), y volvió a mirar a la cocina. El tabernero no se inmuntó, es más: que estaba "en su mundo juglaresco" meneando la sartén y la carne, embebido en sus cantares, et que el tiparraco se enfurruñó con un gruñido y arqueó con ira sus cejas hacia abajo. Dió unos pasos, y al ver que Zorro se interponía en su camino, le cogió del brazo rápidamente y le espetó tal empujón que lo empotró contra otra mesa que había allí (delante de la que había al lado del de Hinojosa y Lope); et a punto estuvo de tumbarle las patas del severo empujón y golpe. El muchacho quedó petrificado, sin inmutarse y tragando saliva, et a buena cuenta le sacaría un buen filo para defenderse, que así lo hiciera si cualquier otro "esmirriado" pirado hubiera hecho aquesto; mas que contra aquel hombre locura y harta sería enfrentarse en ese momento, aun gastando la mejor espada imaginable.

¡¡¡ POSADEROOOOOOOO !!! -gritó-.

¡¡Pum Pum Pum!! Tres tremendos golpes con la palma abierta formuló el susodicho "caballo" (que tal que así parecía) sobre el improvisado tablado sobre los barriles.

Observé en silencio al agresivo y corpulento hombre que irrumpió en la taberna como una tormenta, mas preferí guardar silencio, al menos por el momento. No me convenía buscar problemas, y lancé una mirada a Lope esperando que entendiera que tampoco debía meterse. Habríamos de esperar la respuesta de Zorro y del posadero para ver cómo se desarrollaba la situación, pero si de algo no tenía duda, era de que aquel hombre era uno de los problemáticos mercenarios que daban problemas en el pueblo.

En la mirada de Alvar vi la misma determinación que habíase adueñado de mi sesera. No parecía ser conveniente buscar pendencia con el recién llegado(que además habíanos ignorado de pleno por el momento).

- Solo uno y con tales maneras. Normal parece que los lugareños anden con la cabeza gacha y con prisas por encontrar cobijo.

Por lo que pudiese acontecer, preferí envainar el cuchillo. Ya habría tiempo a usarlo después a buen seguro.

Los ojos de Zorro abríeronse de par en par, alimentados por la locura e ira de aquél momento. Todavía volcado sobre la mesa, echó mano del bracamante et observó fijamente el cuello de aquél bravucón. Dos pasos largos por detrás, suaves et en silencio, et del cuello de aquél matón començaría a manar sangre como una fuente. La ira le dirigía el braço pero la mirada encontrada con los compañeros lo frenó. Si de aisí obrara, bien podría mandar a la merda toda aquella parafernalia de investigar los mercenarios, teniendo que seguramente fugir de Piedralejo, en caso de que salvara la vida o peor, que las intenciones se torcieran como su cuello cuando estuviera a punto de rebanarle el pescuezo.

Quedó en silencio et volviéndose a sentar en la mesa ,alejado del recién llegado et continuando con su vino. Si fizo bien en quedar quieto et manso, solo Dios sabría.

Ante vuestra atenta mirada, el tabernero salió de la cocina, sartén en mano y aún caliente, y contempló la tremebunda figura que había irrumpido. Se le quedó mirando unos instantes, ignorándoos como si allí no estuviérais, y entonces le habló.

Bue... buenos días, señor -dijo el susodicho con cierto recelo y mucha cautela-.

¡CALLA! ¡Y saca vino! -le espetó sin miramientos-. Entonces el grandulló se quedó observando al tabernero mientras éste dejaba sobre la cocina de nuevo la sartén ardiendo y sacaba un vaso y una bota de vino. Luego comenzó a echar líquido en el recipiente. El tipo bebió y bebió, un vaso tras otro, sentado en una de las mesas frente a vosotros. Se propocionaba él mismo de la bota, pues el tabernero habíasela "dejado". Éste continuó haciendo un desayuno para vosotros, y finalmente os sacó un plato con costillas fritas, queso y unos huevos fritos.

El hombretón miraba vuestro desayuno, pues Zorro ya se había incorporado y ahora habíase sentado con sus compañeros. El gigante parecía fisgar vuestros platos, levantando el gaznate con total indiscreción.

¡Buen vino tienes, tabernero! -apuntó- ¡Y ahora: fríe más huevos! -gritó al tabernero, que ya se encontraba fregando los utensilios en la cocina-. Parecía que también tenía hambre, et que este no tuvo más remedio que hacerlo.

Tras un rato en compañía de aquel tipo, este se levantó, os echó una seca mirada y salió de allí sin abonar lo que había consumido. Se tambaleaba, y vísteis el porqué: el pellejo de vino descansaba en la mesa en la que estuvo, vacío. Habíase bebido todo el vino, et habíase comido tres huevos con pan. Finalmente, el susodicho salió fuera, miró a izquierda y derecha, y desapareció.

-¿Son aquestos los modales que por aquí gastáis, posadero? Menudos los humos de aquese tiparraco...

Rompí el tenso silencio intentando dar un tono jocoso a mis palabras. Después de aquello, me pareció la mejor manera de tirar de la lengua del tabernero y ganarnos su confianza.

Mientras le sonreía, intentando quitar hierro al asunto, eran otros los pensamientos que inundaban mi cabeza. Si todos son tales salvajes como aqueste, llevamos bien claras las negociaciones...

-Et son todos aisí como este?.... -señaló con la barbilla el Zorro al tipejo en el segundo que éste salió por la puerta, siguiéndole con la vista a través de la mirada, sintiendo todavía el cosquilleo en sus dedos.

No negaré que la salida del animal aquel me hizo relajarme un poco. Tampoco que respiré un poco más tranquilo cuando quedamos en la taberna solos los tres y el dueño.

Dejé que mis compañeros de andanzas interrogasen al tabernero y, por mi parte preferí dar cuenta de los huevos y las costillas que nos había traído. Que comenzaba aún el día y no era bueno tener hambre ya de mañana.

Entre bocado y bocado, no perdía de ojo ni la puerta, ni de lo que hiciera el posadero. Mas pendiente estaba de qué confesiones pudieranle salir de la boca en relación a aquellos mercenarios.