Partida Rol por web

Tras haber bajado a Piedralejo, y en habiendo llegado anteriormente al cementerio donde os habíais encontrado con lo inexplicable, pusísteis rumbo a la casa alejada. Mientras os acercábais veíais un reflejo bastante brillante junto a ella: era una pequeña laguna cerca de la misma, en la cual la luna se reflejaba hábilmente. Nada más llegar, vísteis que la casa no era sino una modesta cabaña hecha de adobe y madera. Tras acercaros, notásteis que justo al lado de la casa había una lápida (con su correspondiente tumba). Una pequeñísima luz sobresalía desde el interior por la rendija de la puerta, tal vez de una vela.

-Maldita sea la hora en la que ocurriósenos visitar aqueste funesto lugar... -mascullaba. La visión de la lápida me provocó un escalofrío que recorrió mi espalda desde la rabadilla hasta la nuca, pues trajo de nuevo ante mis ojos la visión de aquella... mujer muerta, o lo que fuese aquello que Lope había despedazado en el camposanto.

Siendo sincero, tuve miedo, pues realmente podría haber una bruja allí dentro o el mismísimo Lucifer.

-Zorro, aquesa luz indica que alguien hay despierto aún en el interior. Acércate, tú que eres ligero et silencioso, et dinos si puedes ver algo ahí dentro.

Llegámonos pues a la vera de aquella solitaria casa que no resultó ser más que una humilde cabaña. Al lado de ella habían enterrado a alguien, que una lápida bien claro lo dejaba. Y eso non fue del mi agrado.

Paréme junto a ella e intenté descubrir un nombre o algo que delatase a quien debajo de la tierra se encontraba, totalmente muerto, espero.

Finalmente otearon la cabaña a su paso, en plena noche y tan solo iluminada por una tenue llama danzarina desde el interior. Siguió la petición del mercader, quien parecía nervioso a toda costa ante la posibilidad de que estuvieran en lo cierto. Por su parte, Zorro también temblaba, sumido por la expectación y la adrenalina que fluía por su cuerpo ante el potencial peligro. Suerte de la compañía de Lope, que con su furia dejó bien claro que ni siquiera los demonios del propio Satán eran inmunes a un buen tajo de hacha.

Se acercó pues a la rendija de la puerta, a falta de una ventana mejor por la que poder ver con más comodidad, y bajo el silencio prodigioso de un mismo gato, observó el joven.

Et en estando allí, que Álvar el comerciante mandó al joven Zorro a ojear la casa. Éste, ni harto ni perezoso, aunque sí con miedo en el cuerpo, se lanzó a la suya ventana et alzó la vista a través de ella. Justo entones, ésta se abrió y una silueta apareció. Estaba a contraluz y sólo se notaba que era mujer por el aspecto. La ventana, entonces, volvió a cerrarse.

Acto seguido la puerta se abrió y de allí salió una mujer con un palo en la mano, con cierta hostilidad.

¿Quién anda ahí? ¡Eh! ¡Tú! -le dijo a Zorro, aún agachado junto a la ventana-. Vete a husmear a otra parte, ¡largo de aquí! -luego se percató de la presencia de Lope y Alvar-. ¿Y vosotros, qué queréis?

-¡Nada, muxer, tranquilizáos! -dije, intentando ser conciliador. No sabía con qué excusa salir de aquella situación, de modo que simplemente me dejé llevar y solté la primera mentira que acudió a mi mente-. Comerciante soy, Alvar el de Hinojosa del Duque -bajé la cabeza a modo de señal de respeto, y señalé a mis acompañantes-, aqueste es mi fiel guarda, et el "curioso" zagal non es otro que el mío criado. Sentimos haberos molestado, et más a aquestas horas, mas veréis... Ha habido cierto revuelo en el pueblo, debido a la muerte de la esposa del Barón don Diego -me santigué-, Dios la tenga en su gloria. Los omnes del Barón han estado registrando por el pueblo et faciendo preguntas, poniendo algo nerviosa a la gente. Et yo, recién llegado et sorprendido por la situación, habréme despistado, et han requisádome una bolsa de oros entre el gentío.

No sabía cómo terminar aquella historia, pero, ¿qué justificación podía dar si no para husmear en casa ajena a tales horas y con tanto descaro?

-Pensamos que la vuestra casa, tan alejada del resto, podría ser un buen escondite para quien hubiere robádome... Mis más sinceras disculpas... Eh... Disculpad, non recuerdo el vuestro nombre.

Desde luego, señor, que habréis venido de bien lejos para encontraros con aquesto -dijo empática y amistosamente la mujer-. Et no sé si vos ha oído hablar de los mercenarios del campo... -la mujer parecía ni querer explicaros aquel problema, aunque bien que lo conocíais-. Et sé lo del barón. Un hombre de don Diego vino hace unas horas a preguntarme acerca de alguien sospechoso que pudiera haber visto. Et que me registró la casa muy por encima, como ese zagal -señaló con la cabeza a Zorro, pero sin maldad: las palabras reconfortantes de Álvar la habían convencido de vuestra no peligrosidad-. Pasad si queréis, en breves iba a irme a la dormir. Mi nombre es Marta, por cierto..., et no: no he guarecido a nadie aquí, si eso es lo que pensáis -dijo sonriendo levemente-. Bueno... no esta misma noche, para ser correctos...

Luego se giró, dejó la puerta abierta y se internó en la casa, sentándose en una chirriante silla junto a rescoldos de chimenea, aún candentes casi fríos.

Entré, e indiqué a mis compañeros que así lo hicieran detrás mía. Intenté cruzar una mirada con Lope, queriéndole decir que estuviese alerta: no me fiaba. Aquella solitaria mujer... Parecía, por sus palabras, buena gente, pero ya se sabe lo que dicen de las brujas y sus engaños a los hombres. Después de que una mujer muerta nos hubiera intentado matar aquella misma noche, casi podría decirse que ya no confiaba ni en mi propia sombra.

-Non queremos molestarvos, Marta -dije, cruzando el umbral-, si es que vos íbais a la cama. Mas, disculpad el atrevimiento... ¿Acabáis de decir que habéis guarecido a alguien aquí últimamente?

La mirada del zagal quedó petrificada con ojos como platos cuando se vió descubierto por la mirada inquisitiva de la muchacha, que, con razones, le miraba con desconfianza y a punto de gritar a la guardia. Le faltó tiempo para agradecer la labia del mercader que tranquilizó a la joven y poco más le vende alguno de sus cachivaches. Una pequeña herida quedó marcada en el orgullo del muchacho, al haber sido descubierto en un intento de espionaje, siendo el sigilo su especialidad.

Observó entonces el interior  de la humilde casa mientras Albar conversaba con la muchacha, tratando de reconciliarse con su maldita suerte y encontrar algo de sustancia que la muchacha pudiera estar guardando, que por otro lado, ya estaba preguntándose qué hacía una joven viviendo en solitario y tan apartada del resto de la villa. ¿Acaso se trataba de una bruja realmente? o quizás algo más mundano y simplemente se buscaba la vida vendiendo su cuerpo, a cuyo pensamiento, por cieto, pronto dirigió la vista a buscar alguna rama y despejara cualquier duda al respecto.

Capté la mirada de Alvar al vuelo y continué alerta. La muchacha estaba de buen ver y eso me hacía sospechar. ¿Cómo era posible que una joven en edad casadera se encontrase sola en una casa solitaria?¿Sería cierto que no hubiese nadie más en aquella casa?¿De quién era aquella lápida?

- Mi señora. ¿Sería muy descortés preguntarle de quién es la lápida que se encuentra a la entrada? – Pregunté con tiento y sin mala intención.

No sabía Zorro si aquella mujer se dedicaba a los placeres mundanos o si por el contrario no era así, empero que lo pensaba mientras ésta respondía a Álvar.

Pues hace días vino un hombre embozado durante la noche, pidiendo que le curase una herida en el brazo. Aquesto no se lo he contado a los soldados, pues estaban tan pendientes del registro que no querían ni que hablara -confesó la mujer-. Era un hombre alto y delgado vestido completamente de negro. La herida no era superficial, sino bastante profunda, aunque bien pude conserle la carne. Luego, nada más darme la vuelta, el tipo se marchó tan rápido como llegó, como en dirección a la aldea. No dijo ni un simple "gracias"...

La mujer, entonces, os hizo pasar, justo cuando Lope preguntó acerca de la tumba. Su casa era sobria y típica. Tras acomodaros como podíais, os contó sobre el tema.

Pues, veamos... -parecía pensar-. Hace bastante tiempo, un día de lluvia, un niño llamó a mi puerta asustado, pidiendo socorro para su madre. Tras seguirle, llegamos al lugar dónde me indicó entre sollozos, y entonces vi a la madre, malherida, que yacía moribunda a un lado del camino. La traje a casa como pude y traté de salvarle la vida. Por sus marcas, se había ensañado con ella.

A la mujer le costaba un poco narrar aquello. La imagen debió ser impactante.

Tenía heridas en la espalda y en la cabeza. Mostraba muchos moratones en los brazos y piernas y había sido violada. Le pedí al niño que me contara lo sucedido. Me dijo que "un guerrero montado a caballo y con una espada le pegó a él y luego le rompió la ropa a su madre y la pegó mucho. Se echó encima de ella y le hizo mucho daño. Después cogió la espada y cortó a su madre..." Entonces examiné detenidamente las heridas de la espalda. En realidad eran dos profundos cortes que formaban una cruz. La mujer murió finalmente en mis brazos. No pude hacer nada...

El niño, con el corazón destrozado, se fue corriendo entre llantos, perdiéndose entre la lluvia. No pude hacer nada para detenerlo... Como ven, todos parecen huir de mí -dijo como dándose cuenta hasta ella-. ¡Ah! La mujer era judía. Luego me enteré por la gente que se llamaba Rebeca y la habían desterrado de Piedralejo, acusada de brujería. No supe el nombre del niño, no llegó a decírmelo. Y Rebeca descansa ahí: si la entierro en el bosque sacarán sus huesos para Dios sabe qué, y no creo que quieran guardar los restos en el cementerio, pues ocurría lo mismo... Una pena.

Aquellas eran muchas respuestas de golpe, teniendo en cuenta lo infructuoso de nuestro esfuerzo hasta ese momento. No me cabía duda de que había que digerir bien toda esa nueva información, pues quizá en ella estuviera la clave de todo este lío. De nuevo aparecía la misteriosa mujer judía de la que ya habíamos oído hablar, pero seguía sin entender cuál era su papel en toda esta historia. Sin duda, el hecho de que le grabaran a sangre y acero una cruz, símbolo de la cristiandad por excelencia, no era a mis ojos una coincidencia. Quizá el odio religioso fuese clave en este asunto...

Aquel niño traumatizado por la horrible muerte de su madre ante sus ojos quizá tuviera también algo que ver. A estas alturas ya no sería tan niño, y quizá hubiese regresado buscando venganza. A mi mente llegó un pensamiento que al poco descarté: ¿Y si el extraño hombre que Marta aseguraba haber sanado era aquel niño? Sin embargo, como digo, descarté aquella posibilidad, pues supongo que la mujer lo hubiera reconocido.

Se me escapa, aún así, qué demonios tenía que ver en todo aquello la resurrección de los muertos, y aquella "mujer" a la que Lope hubo de ajustarle las cuentas en el cementerio.

-Colijo pues de vuestras palabras... ¿Sois la curandera del pueblo? -pregunté, saliendo de mi ensimismamiento, dándome cuenta de que hacía ya unos instantes de incómodo silencio que la mujer había terminado de hablar.

Triste historia fue la que la aquella mujer nos contó acerca del morador, moradora en éste caso, ciertamente. Otra vez una judía que se encontraba en un lío. ¿Acaso no podían estar quietos los judíos sin meterse en problemas?

Aquello cada vez parecía más inextricable y yo no acertaba a sacar nada en claro de la situación. Entonces pareciome buen momento para preguntar a la mujer acerca de lo que nos atacó en el camposanto.

- Mi señora, ¿acaso tendrá vuesa merced conocimiento alguno de que se estén faciendo o usando hechizos o conjuros con las almas de los difuntos del camposanto?- Si a anterior pregunta habíala hecho con tiento, el cuidado que puse al hacer ésta no sabría como calificarlo.

No, no -dijo cual si fuera piropo a Alvar-: sé curar algunas heridas, lo que me enseñó mi señora madre, pero nada más. Además, este pueblo cuenta con la medicina del médico judío, el viejo Zacarías.

Luego se quedó mirando a Lope, un poco extrañada por la pregunta tan directa del hombre.

¿Conjuros? -arrugando su cara de extrañeza-. Valgame el Cielo que aqueso que decís suena horrible, en verdad. Nada sé. Quizá esos hombres que tienen atemorizado el pueblo... -en dejando caer que no eran buena influencia para la localidad-. ¿Et quieren algo más? -preguntó finalmente-, comprenderá que es tarde...

El muchacho escuchó todo cuanto Marta explicaba, sin reservas ni temores, como si se tratara de una atalaya de conocimiento y luz entre tanta tiniebla. Esa chica fue sin dudas, un camino que se abría por delante y quizás supiera más cosas de las que contara o incluso ella misma supiera.

Sonrió ante las preguntas de Lope, tratando de quitarle importancia al asunto de la brujería e intervino.

-No le hagáis mucho caso al eso de la brujería, que acabamos de llegar a Piedralejo y hémonos encontrado mal asunto con el tema de la baronesa. No nos guiamos del todo bien por el pueblo ¿Podríais indicarnos dónde vive Zararías, el médico hebreo?