Partida Rol por web

Despertasteis. Oscuridad, traqueteo y polvo. Algo os decía que estabais en el algún carruaje en los caminos. 

No estabais pertrechados, apenas algunas finas pieles y telas cubrían vuestra piel protegiéndola de las inclemencias del tiempo. 

- ¿Dónde estamos, por todos los dioses?

Sacudió la cabeza desorientado. Le dolía la espalda, pero nada comparado con lo herido que estaba su orgullo. Trató de incorporarse. Comenzó a recordar a Kalep y el campamento lunar y las mejillas se le encendieron.  ¿qué hacían en ese carruaje?

- ¡Traición! -dijo Wulfric visiblemente enojado-. ¿Cómo hemos llegado aquí?, ¿que conjuraciones y hechizos han usado con nosotros?

Si hubiera habido suficiente luz en el interior del carro en el que iban encerrados, sus compañeros habrían podido apreciar su rostro enrojecido de ira y frustración.

Golpeó fuertemente en los tablones del carro con los pies.

- ¡Abrid!, ¡¿Qué traición es esta?!

Cuando me despierto, mi primer impulso es llevar la mano a la espada. No está. Miro a mi alrededor. Wulfric y Thorfinn están tan confusos como yo, lo que supone triste consuelo. Me incorporo lentamente ayudándome de la pared del carromato. Khalep, ese hijo de una víbora nos ha tendido una trampa y yo, en vez de escuchar a mis hermanos de clan, le he puesto las cosas fáciles. A medida que ese pensamiento se va instalando en el fondo de mi mente, siento una profunda vergüenza No, lo hice por la tribu. Por mi familia. No tengo nada de qué avergonzarme. Me lo creo a medias. 

De lo que estoy seguro es de que este no es el momento de quedarse meditabundo. Trato de encontrar una rendija en la madera lo suficientemente grande como para ver algo del exterior. 

Los gritos de Thorfinn y Wulfric despertaron al joven

... Qué... ¿un carro?... ¿cómo ha sucedido?... ¿Khalep nos traicionó? ... maldita sea... ¿estoy herido? mi espalda...

Confundido y desorientado Harold se incorporó como pudo utilizando las paredes del carro

Trato de comprender la oscuridad que me rodea y el suelo que se mueve a trompicones. Me parece oír las voces de Wulfric y de Thorfinn en la penumbra. De súbito, la realidad de la situación me golpea el alma y se me aferra al pecho como una zarza de espinos. ¡Nos han hecho prisioneros!

-¡Ivarne...! -balbuceo azorado pensando en mi esposa. Luego me incorporo y trato de mantener el equilibrio sobre el suelo inestable-. Wulfric, Thorfinn, ¿estamos todos aquí? -pregunto alarmado- ¡Garnath, Harold...! -susurro-. Por el Gran Oso, ¿estamos todos aquí? -repito palpando a ciegas. Al poco, Yinkin, el dios de los gatos sombríos, parece apiadarse de mí y mis ojos logran distinguir a mis compañeros con la poca luz que se filtra por las rendijas de nuestra prisión móvil. Suspiro aliviado al comprobar que todos parecen estar bien, pero la preocupación deja paso a la ira-. Ese maldito traidor... Que Orlanth le arrebate el aliento. No deberíamos haberlo seguido todos... Qué estúpidos hemos sido -murmuro serrando los dientes. Luego me sumo en el silencio que trae la vergüenza.

Ivarne, Belkar, Durevor... ¡padre, madre, hermanas...! ¡Os he fallado! -pienso para mí-. ¿Estarán transportando al resto de nuestro clan con nosotros? Me aferro a esta pequeña esperanza como a la más ligera de las brisas en un verano caluroso. Entonces me dirijo hacia una de las paredes y, con los brazos apoyados en ella para mantener el equilibrio, trato de buscar una rendija que me permita escudriñar el exterior, igual que mi hermano.

- El traidor no siempre esta donde lo esperáis... - esa voz tan humillada y llena de ira como la vuestra, no solo preso como vosotros sino insultado... 

Uno más en ese carruaje. 

La cara de Wulfric era de asombro, aunque en la casi completa oscuridad del interior del carro nadie lo apreció.

- ¿Qué pasó?, ¿recuerdas tú por una casualidad del destino qué ocurrió y cómo acabamos aquí?. ¿Fueron los encantamientos mancillados por la simiente del Caos de los hechiceros de la Luna Roja?, ¿tal vez nos subyugaron los efluvios de algunas hierbas malignas lanzadas al fuego de la hoguera?... no recuerdo haber bebido o comido nada que los imperiales ofrecieran... no parió mi madre hijos estúpidos.

Tengo que reconocer que mi orgullo se siente un poco aliviado al escuchar la voz de Khalep. Aún así, nos habíamos metido de lleno en una trampa imperial. No consigo ver nada por las rendijas del carro así que desisto, me siento con la espalda apoyada en la pared e intento organizar mis pensamientos.

Estoy aquí, hermano. Parece que estamos todos de una pieza. Me sorprendo por lo ronco de mi voz y descubro que tengo bastante sed y que el calor y el polvo del interior del carro no hace sino empeorar la situación. Carraspeo un momento. Estaremos en la caravana que iba a transportar a los prisioneros hacia tierras imperiales. ¿Podéis oír si hay más carros junto al nuestro? Si es así, aún podemos esperar nuestra oportunidad para... Me detengo a mí mismo. A estas alturas parece de locos seguir pensando en rescatar a nadie, aunque no he perdido toda la esperanza. Para ajustar cuentas.

El explorador no podía creer que ese traidor estuviese con ellos.
- ¡Por todos los dioses, no entiendo nada! ¿Quién no has traicionado?
No comprendía qué había ocurrido, el primer pensamiento era Khalep, pero evidentemente no podía ser el traidor, a no ser que se hiciera pasar por un prisionero lo que su traición sería doble.
- No entiendo como hemos llegado aquí - trató de clavar las rodillas en el suelo - de todas maneras nos lo has jugado, traidor, estamos aquí por tu culpa.
Trató de recuperar la compostura y pensar con claridad, aunque eso le costaba debido a las circunstancias. Al menos todos estaban bien. Ahora sería cuestión de no perder la calma´. Cerró los ojos y trató de pensar con calma.

Oír la voz de Khalep entre nosotros me deja atónito y, por un instante, se me olvidan el resto de preocupaciones, mientras trato de vislumbrar su rostro en la oscuridad.

-¿Cómo es que tú estás aquí también? -le pregunto intrigado-. ¿Es que no tenías la confianza de los lunares? -tan pendiente estoy de la respuesta del traidor, que no oigo las palabras de mi hermano Garnath.

Doy un par de golpes a la pared del carromato para atraer la atención de los presentes.  Escuchad, ahora tenemos que centrarnos. Toso. Argh, esta sed me está matando. Necesitamos conseguir cuanta más información del exterior mejor. Cuántos imperiales hay escoltando la caravana, cuántos carros la componen y quién o qué viaja dentro de ellos, en qué dirección estamos yendo... Si embestimos todos al mismo tiempo contra la pared creo que podríamos volcarlo, pero no se me ocurre qué hacer a continuación. ¿Cómo de resistente parece la puerta, tenemos alguna posibilidad de echarla abajo?

- Alguno de los vuestros ha hablado - acusa - ¿como se enteraron sino? os pudo la avaricia 

Sin duda habían más carros, caballos e incluso tropas a pie que os acompañaban, ¿se estaría trasladando todo el campamento? ¿era solo una pequeña parte? No dudabais de que, al menos, hubiera allí una centuria como escolta. 

- ¡De los nuestros, ni hablar! - respondió Thorfinn furioso - ¿qué dices perro sarnoso? ¡Habrá sido uno de tus hombres! ¡Vosotros habéis demostrado lealtad a los imperiales!

No, no lo veo factible. Si ni siquiera hablamos su idioma.  Cuando me hago una idea de qué puede haber pasado suspiro profundamente. Supongo que, al final, no vimos la traición en donde era más evidente. Ellos. Esos bárbaros no saben lo que es honrar la palabra dada y tienen que dejar escritas las cosas que pretenden cumplir.

Ahora que ha pasado un rato empiezo a distinguir algunos ruidos de fuera. Parece que viajamos con mucha gente, no sólo la pequeña expedición que esperábamos. Escapar por la fuerza no va a ser una opción. Parece que sólo podemos esperar una oportunidad.

Hecho  la cabeza hacia atrás y la apoyo en la pared. Cierro los ojos e intento buscar algún pensamiento agradable que me ayude a soportar el largo viaje que tenemos por delante.

Pasarían los días, incluso las semanas... se os daba agua, aunque a penas comida. Habíais perdido ya la noción del tiempo y las fuerzas para cuando se os entregó a uno de los esclavistas más famosos de la capital lunar. 

¿Seguían vivas vuestras familias? ¿Que os esperaba ahora? ¿Acaso vuestros dioses os habían abandonado?