Hola! Les pongo los personajes y una breve descripción, ya que la idea es que los terminen de componer ustedes. Los nombres tachados ya fueron asignados.
HéctorSalazar:DetectiveHéctor Salazar no es el tipo de hombre que uno esperaría ver relajado en la cubierta de un crucero. Aunque su silueta alta y ligeramente encorvada por los años y los casos mal cerrados lo delata, su atuendo veraniego —bañador azul Francia, camisa hawaiana de fondo blanco con flores rojas y un fedora beige que ya ha visto mejores días— intenta disimularlo sin demasiado éxito. Lleva encima una libreta vieja de tapas gastadas, una grabadora portátil y un paquete de cigarrillos que no logra abandonar, aunque prometió dejarlos hace cinco años. La pistola que una vez fue reglamentaria ahora viaja con él más por costumbre que por necesidad. O al menos eso dice.
Después de más de tres décadas en la policía, Héctor se retiró sin ceremonia, con el cuerpo cansado pero la cabeza demasiado activa como para colgar el saco y vivir del recuerdo. Abrió una pequeña agencia de detectives en Madrid, de esas que aún reciben mujeres con sombrero y hombres con miedo. Pasaron por su escritorio maridos infieles, empresarios tramposos y algún que otro asunto turbio que nunca terminó de cerrar del todo. Nunca se acostumbró a los casos sin cadáver, decía.
El crucero era un regalo atrasado que él mismo se prometió hace años, una promesa que quedó sepultada bajo expedientes y ceniceros llenos. No está del todo convencido de querer estar a bordo, pero aceptó la invitación del Capitán, un viejo conocido de sus años mozos, cuando ambos compartieron una noche de borrachera en el puerto de Cádiz y terminaron arrestados por desacato. El Capitán insistió: “Es hora de que descanses, coño”.
Pero Héctor no sabe descansar. Aún observa a los pasajeros como si todos escondieran algo. Escucha conversaciones con un oído entrenado para detectar la mentira. Toma notas. Se despierta en la madrugada y camina la cubierta como un guardián sin relevo. No está buscando nada en particular, pero su instinto le dice que los secretos flotan en el aire, como el humo de sus cigarrillos. Y si algo ocurre, algo fuera de lo común, algo que desentone con las luces y la música, no podrá evitar involucrarse.
Quizás este viaje no sea el retiro que esperaba.
Quizás sea su último caso.
Victoria Miranda - InfluencerVictoria Miranda no llegó al crucero para descansar. Para ella, los días de sol, los buffets interminables y las vistas al mar son parte del trabajo. Con 25 años y millones de seguidores pendientes de cada paso que da, su vida se mueve al ritmo del algoritmo. Cada sorbo de cóctel es una toma pensada, cada sonrisa frente al atardecer, una estrategia.
Empezó en Instagram subiendo fotos de platos coloridos y escapadas de fin de semana, pero su presencia explotó cuando supo mezclar humor, estética y una autenticidad que, aunque muy cuidada, parece espontánea. Hoy, marcas internacionales compiten por tener su rostro asociado a sus campañas, y fue precisamente una de ellas la que la subió a este crucero, con todo pago y un itinerario lleno de “momentos instagrameables”.
Lleva consigo lo esencial: celular, trípode, micrófono, anillos de luz, maquillaje para emergencias, lentes de sol caros que rara vez se saca y una libreta donde escribe ideas para sus videos y frases que le vienen a la cabeza, aunque nunca las publique. La tablet va con ella como una oficina portátil, aunque rara vez logra desconectarse del todo.
Victoria observa a los demás pasajeros con la misma mirada que usa al analizar las estadísticas de sus posteos: buscando patrones, historias, algo que contar. No puede evitar grabar pequeños clips de todo lo que ve, aunque no siempre sabe si los usará.
No vino a resolver un misterio. Pero si algo extraño sucede, no tardará en convertirlo en contenido. Porque si hay algo que aprendió en este mundo, es que todo se puede monetizar, incluso el miedo.
PedroCortez-CoachdeFitness- "Fan"delaInfluencerPedro Cortez nunca pensó que su comentario casual en un sorteo de Instagram iba a cambiarle los planes del verano. Entrenador personal en un gimnasio de barrio en Málaga, su vida transcurría entre rutinas de fuerza, batidos de proteínas y sesiones de stretching con jubilados que lo adoraban por su carisma y paciencia. No era un fan acérrimo de las influencers, pero Victoria le caía bien: fresca, simpática y, por qué no admitirlo, guapísima. Participó en el sorteo sin demasiadas expectativas, y cuando le llegó el mensaje de que había ganado un viaje todo pago en un crucero de lujo... pensó que era una broma.
Nunca había viajado en barco. Ni siquiera había salido de España más que para una excursión a Portugal con amigos. Así que armó una mochila con lo básico —su celular, el smartwatch que tanto amaba, una botella térmica, bandas elásticas para entrenar "por si hay gimnasio"— y se lanzó a la aventura.
Está deslumbrado por todo: el tamaño del barco, los restaurantes, la vista del mar desde su camarote. Pero lo que más lo tiene inquieto es estar al lado de Victoria. No quiere parecer un pesado, pero tampoco un tonto. A ratos intenta conversar con ella; otras veces prefiere mantener distancia, tomando fotos del paisaje o haciendo flexiones en la cubierta para liberar tensión.
No esconde que está fuera de su ambiente. No entiende nada de marcas de lujo ni de cámaras profesionales. Pero observa todo con curiosidad sincera y una pizca de asombro infantil. Y aunque no lo dice en voz alta, se pregunta si esta experiencia va a cambiarle algo más que sus vacaciones.
SebastiánRuíz-PeriodistaDurante más de veinte años, Sebastián fue corresponsal en zonas de conflicto, cubriendo desde crisis humanitarias hasta revoluciones sociales. Su nombre sonó en medios importantes cuando publicó una serie de artículos crudos sobre la vida en campos de refugiados, lo que le valió algunos premios… y varios enemigos. Aunque nunca lo admitió abiertamente, su salida de los grandes medios coincidió con una investigación que rozó intereses poderosos.
Desde entonces, escribe por encargo para revistas de viajes, aunque muchos de sus textos están teñidos por una mirada crítica, casi melancólica, que le cuesta vender en una industria obsesionada con el optimismo. No le interesa mostrar "los mejores cinco cócteles de cubierta", sino entender por qué la gente viaja, qué busca, qué oculta. Es de los que hacen preguntas que incomodan, incluso en contextos livianos.
El Bohemian representa, para él, una ironía perfecta: un crucero de lujo en medio de un mundo en llamas. Vino enviado por una revista cultural que busca "una mirada aguda sobre el turismo de élite". Él aceptó porque hace tiempo que no se permitía un viaje sin sobresaltos, aunque sabe que la calma le cuesta.
Sebastián viste con un estilo algo anticuado: pantalones de lino gastados, camisas remangadas, siempre con su libreta a mano. A menudo se lo ve sentado en rincones tranquilos, haciendo crucigramas o leyendo artículos viejos que recorta y guarda como reliquias. Lleva una grabadora portátil por costumbre —dice que graba sonidos, no solo voces— y unas gafas de lectura que ya no puede evitar.
No entabló grandes relaciones en el barco, aunque se ha cruzado varias veces con Héctor Salazar. Hay un respeto tácito entre ambos, quizás por lo mucho que callan. A Sebastián le intriga Victoria Miranda, pero aún no sabe si como fenómeno social o como persona real.
Sabe escuchar, pero también sabe cuándo callar. No subestima los detalles. Si algo extraño ocurriera a bordo, Sebastián no sería el primero en reaccionar… pero sí en entenderlo.
Julián Gamboa - Médico Clínico
A los 51 años, Julián Gamboa ha aprendido que curar no siempre significa sanar. Médico clínico durante más de dos décadas en un hospital de Barcelona, dedicó su vida a cuidar a los demás, muchas veces olvidándose de sí mismo. Fue siempre el profesional correcto, el compañero confiable, el amigo prudente. Pero también el hombre que volvía tarde a casa, con la mente en los pacientes y la distancia creciendo silenciosamente entre él y su esposa.
El crucero Bohemian es, en teoría, una celebración: 25 años de matrimonio con Alicia, su compañera de toda la vida. Ella fue quien insistió en hacer el viaje, convencida de que necesitaban tiempo juntos, lejos del trabajo, de la rutina, de las excusas. Julián aceptó, aunque en el fondo no estaba seguro de merecerlo.
Hay algo de nostalgia en su manera de mirar el mar: un intento de reconciliarse con el hombre que quiso ser y el que realmente es. En su valija lleva lo justo —un par de camisas, un libro de medicina olvidado entre las páginas de una novela y un estetoscopio que no logra dejar atrás—. No lo usa, pero tenerlo cerca le da cierta calma, como un recordatorio de quién fue.
En el barco, su primo Saverio, el chef principal le organizará la cena especial de aniversario: velas, vino, música suave y un menú preparado con esmero. Julián le prometió que, esta vez, dejaría de preocuparse por todo.
Pero los viejos hábitos no se pierden tan fácil. Observa demasiado. Escucha más de lo que debería. Nota los gestos, los silencios, los rostros tensos. Y aunque vino a descansar, su instinto clínico —ese que aprendió a no ignorar— le dice que algo no encaja del todo en ese crucero.
Quizás sea solo su mente que no sabe relajarse.
O quizás, sin saberlo, el destino lo haya subido al barco por una razón más oscura.
SaverioFernandez-ChefPrincipalA primera vista, Saverio Fernández parece el alma del barco: un hombre corpulento, de sonrisa franca, con un delantal siempre manchado de harina y un aroma a especias que lo acompaña a todas partes. Tiene 49 años, nació en Valencia y lleva más de veinte viajando por el mundo como chef en cruceros de lujo. Su cocina es una mezcla de recuerdos familiares y técnica precisa; una fusión entre lo mediterráneo y lo que el mar le enseña en cada puerto.
Detrás de su simpatía, sin embargo, hay un hombre que aprendió a sobrevivir en una industria dura, donde los egos se cocinan más rápido que los platos. Saverio no solo cocina: observa. Desde la cocina, el corazón del barco, todo pasa ante sus ojos. Sabe quién cena con quién, qué pasajero pidió algo fuera del menú, quién se queja, quién coquetea con el personal o quién parece no disfrutar el viaje. Y aunque todos lo ven como un tipo bonachón, Saverio tiene memoria de acero.
El Bohemian es su orgullo. Participó en la creación del menú inaugural, eligió personalmente a su equipo y convenció al Capitán de que la gastronomía sería la joya del viaje. Pero su verdadera motivación para estar a bordo es más íntima: su primo Julián Gamboa, médico clínico, viaja con su esposa para celebrar su aniversario, y Saverio quiso asegurarse de que esa cena especial fuera perfecta. Lo considera un hermano, el único vínculo familiar que le queda firme después de tantos años navegando.
En el barco, Saverio es querido por todos. Su equipo lo respeta, los pasajeros lo adoran y el Capitán confía plenamente en él. Sin embargo, esa confianza le da acceso a lugares y personas que pocos pisan: las cámaras de seguridad de las bodegas, los registros de alimentos, las listas de provisiones, los pasillos de servicio donde las cámaras no llegan.