La Leyenda de Slenderman

Es intensa la nieve que cae en el pequeño pueblo de Ault, Colorado. La escuela se encontraba cerrada por la constante nevada que se había presentado con vehemencia ya por casi siete días. El modesto edificio del Ayuntamiento se hallaba lleno de familias. Ahora, un poco después de la una de la tarde, está a punto de iniciar una reunión que contempla varios objetivos: solucionar un poco el problema del aislamiento debido al mal tiempo, organizar provisiones por si la madre Tierra sigue azotando con su capa de frío a la zona por más días, y también para dar cuenta de los daños.

Es un pueblo pequeño por lo que, en general, los problemas no son grandes. El total de habitantes, según el censo de 2017 es de 2500 (algunos dicen que 2501 porque Mary Sue va a tener muy pronto a su bebé) pero, sigue siendo un número bajo, característico de esos poblados en los que se conoce a todo el mundo, y todo el mundo te conoce a ti.

-Silencio, por favor, por favor. Todos tomen asiento.

En el salón donde se daban los anuncios, repleto de bancos largos, todos se sentaron ruidosamente. Joshua, acompañado de sus padres estaba a la derecha de una niña llamada Valery, quien había venido junto a su abuela. El pequeño Jay se hallaba a la izquierda de la familia de Joshua, junto a su joven madre. Por delante, se sentaban los tutores de John, en realidad se trataba de una monja de unos sesenta y tantos años de edad y un cura. El único cura del pueblo a decir verdad.

-Por favor, por favor, calma.

-¿Cuándo va a parar esta nieve, Alcalde?

Era la señora Righty, una mujer de unos 89 kilos que siempre vivía a dieta (de chocolates) El tema era que su estatura de 1,55 metros hacía que su peso se repartiera cual duende de jardín, dándole una estructura oblonga.

-Señora Righty, deme un minuto. Todos sabemos que esta nieve ha sido algo bastante nuevo para nosotros…

 Aquella mañana se mostraba como a Joshua le agrada, plagada de nieve y resguardada con un motivo especial, es que el frío invernal te invita a quedarte en la casa y por defecto la playstation se muestra como una buena opción para disfrutar del día sin asomar la nariz hacia los exteriores. Su madre le hacía tortitas ricas y le preparaba su chocolatada caliente desde ese cariño que sólo ella era capaz de ofrecer, entonces el estar aquí lo veía tan innecesario como tedioso. 

Pero como es un intento de adolescente que cumple con lo ordenado, allí se encontraba junto a sus padres, agradeciendo que Valery esté de su lado, odiaba tener a una vieja del pueblo chillona haciéndole preguntas o comentarios del tipo: "Te pareces a tu padre" bla bla, prefería pasar el mal trago junto a alguien conocido y específicamente de su misma edad. 

- Pues... Como si el Alcalde tuviera el poder de pararla... jajaja. Pregunta tonta. -susurra por lo bajo al sacar la lengua mientras se cubre el rostro con su mano, que obviamente no se aprecia ya que los puños de su chándal son largos. - Nadie mira lo bueno, no tendremos Colegio y las reservas de comida, si cada uno hizo bien su trabajo... No debería faltar. ¿A que si, ma? - pregunta desde su lógica mientras sonríe, adora a su Madre, ella es la que lo mima y lo atiende como a un rey. 

Y mientras todos por mera inercia se ponen a debatir, contar sus penurias, Joshua saca su dado d20 para ponerse a jugar, sin dejar de mirar al menos de reojo a su compañera. Tal vez se le ocurría algo interesante para hacer, tenía la esperanza por vana que sea, de echar unas risas un rato. - Oye Valery. ¿Qué harás después de aquí? ¿Podemos organizar algún torneo con la Play? ¿Te unes? - pregunta entre susurros, finalmente rompiendo el silencio ya que no puede estarse quieto y menos callado. 

El padre John y la monja Mary le habían preguntado a John si quería acompañarlos a la reunión, y John no se lo había pensado dos veces. Estos días no salían mucho por causa del tiempo, y había que aprovechar. Por lo demás, no era de extrañar que sus tutores le preguntaran a él, en lugar de a otros, simplemente porque eran sus tutores. Y, además, John contaba como uno de los niños favoritos de los religiosos del orfanato por ser un chico tan estudioso y educado.

Dejaba su mirada flotar por la sala y la concentró algunas veces sobre el chico de pelo erizado. Reconocía a los chicos traviesos, y pudo decir a ciencia cierta que el chico eso sí era uno de ellos. Tal vez tenía planeado ahora mismo alguna travesura…

John, para no caer bajo el foco de atención del chico, miró rápidamente en otro lado y sólo escuchó la propuesta del travieso a la chica de hacer un torneo de Playstation.

Mejor que leyeras un libro…, pensó divertido.

Estoy sentada junto a mi abuela y aunque mi pose de "patricia" de esta pequeña ciudad no lo delate ya que es una pose aprendida en mi corta edad todo esto me parece un verdadero tostón.

-Abuela ¿en serio tenemos que estar aquí? Nosotros en casa tenemos todo lo necesario para la nevada- digo bastante aburrida, la verdad no sé que hacemos aquí mi abuela y yo...

Ella educadamente me mira con esos ojos que solo sabe poner ella para decirme un "calla" de la manera más educada y vuelvo a retomar mi pose...

Observo la sala, miro a los demás niños, algunos me suenan del colegio, otros de verlos por allí andando...

Presto atención a las palabras del alcalde...Total...No tengo otra cosa mejor que hacer

Los mahyores parecen preocupados ¡Pero siempre lo están! Si no es por el precio de la gasolina es por el precio del repollo, que si es porque la SuperPresidenta está a punto de bombardear otro país, que si los nuevos impuestos, o que si el nuevo servicio militar. ¡Cosas de mayores!

Sarah, la madre de Jay.

En fin... Jay está junto con su madre, Sarah, que trabaja de bibliotecaria en el único establecimiento de este tipo que hay en todo el condado. Y aunque el señor alcalde habla con palabras grandilocuentes, el chaval sabe que este tio es más inútil que un peine en casa de un calvo.
Nota que el alcalde evita mirar a su madre. Por miedo. Por autentico pavor.

"Pst Joshua" le dice al compañero "Olvida la Play ¡Mira esto!"

Mientras los adultos -y los niños más formalitos- estan distraidos, él saca su teléfono movil y enseña la aplicación: Pokemon Gou.
"Fijate ¡Nunca habia visto a este Pokémon! Creo que lo han sacado ahora por navidad... ¡Y lo quiero!"

- Oye... ¿Se baja de la play Store? - pregunta Joshua al verse atraído por aquel juego que le muestra Jay. Es que dada la curiosidad que manifiesta el niño, poco es lo que tarda en sacar su móvil mientras le sonríe de bonita forma a sus Padres, tenía que ver aquello y confirmar lo que dice su amigo. - Están todos los conocidos... que guay. Después lo miramos bien, ya estoy descargándolo. jejeje. - responde divertido, ya tendría entretenimiento para jugar. 

Y mientras espera alguna respuesta de Valery o una reprimenda de sus Padres, guarda el móvil en el bolsillo del pantalón para comportarse como un niño bueno. Sólo que no pudo evitar fijar la mirada en John y soltar un palabra mentalmente para que nadie pueda oírlo: Pijo. Es la impresión que le daba, pero tampoco se metería con él, demasiada diversión hay en el mundo como para perder tiempo en otras cosas. 

Bethany Harrison pasa una mano por el cabello enrulado de su hijo de forma breve, el contacto con él siempre le facilita la vida pero tampoco quiere avergonzarlo, a duras penas sabe que está creciendo.

-No habrá escuela por varios días más –le dice, -incluso cuando la nevada pare, tendremos que esperar que se despejen todos los caminos.

Vuelve la vista al frente para oír al Alcalde que sigue respondiendo.

-Señora Righty, le aseguro que no va a haber falta de suministros… solamente queremos estar tranquilos de que la gente sepa cómo actuar para evitar accidentes innecesarios.

La redonda mujer parece más satisfecha y sus facciones se suavizan un poco, la tensión la está abandonando con el discurso del político.

Agnes seguía impasible las preguntas y respuestas entre el Alcalde y la señora Righty mientras estaba junto a su pupilo. Era una mujer tranquila, con bastante experiencia en los dramas de la vida para que una nevada supusiera algo que no pudiese imaginar, algo peligroso. Dios tenía sus maneras... y sus motivos para cada cosa.

Cuando la mujer dejó de avasallar al del Ayuntamiento, ella levantó la mano.

-Perdón señor Alcalde...

-Hermana Agnes, diga por favor.

-El orfanato tiene un ala sin calefacción, se ha cortado el otro día por lo que hemos pasado a los niños al sector Este, pero incluso así si la nieve persiste por varios días más, nos veremos superadas por el clima.

-Sí, sí. Lo sé, estábamos pensando en hacer un traspaso de algunos niños a otros domicilios de manera provisoria.

La abuela de Valery sonríe ante la pregunta de su nieta, con cara de hastío, de si realmente debían estar allí ahora, teniendo en su casa las comodidades para enfrentar la nevada.

-Oh, pero nunca se sabe lo que puede pasar luego -explica ella -además, estoy cansada de estar todo el día encerrada.

La mirada de hartazgo de la mujer confirma aquello, también no cabe duda de que se preocupa por lo que está aconteciendo en el orfanato.

-Mi casa tiene todo preparado para este tiempo -dice interrumpiendo con amabilidad a la monja -yo no tengo problema en recibir a algunos niños que lo precisen.

Carraspea y agrega:

-Siempre que sepan comportarse, claro está.

Jay habla con Joshua sobre el juego de Pokemon Go indiferente al Alcalde y sus cosas de adultos. La madre se halla sentada a su lado y poniendo atención a todo el diálogo que se está produciendo en el Ayuntamiento.

-Lo mismo digo.

Aclara Sarah, apoyando la propuesta de Gertrude -veo como algo bueno que nos apoyemos en estos momentos, como vecinos que somos.

-Señora Connor, no esperaría menos de usted.

En realidad es que al hombre le parece encantadora la madre del niño, como a muchos del pueblo. No que Sarah le prestara atención, es una mujer dedicada a su trabajo y a su familia; de carácter fuerte cuando la situación lo precisa. 

-Yo también estoy de acuerdo.

Interviene la madre de Joshua.

-Tenemos siete niños -alega la hermana -siete incluyendo a John aquí, que precisan ser enviados a hogares provisorios solo hasta que pare este tiempo y podamos hacer la refacciones necesarias.

Jay mira a su madre. Hablan con palabras que no entiende, porque al fin y al cbo no deja de ser lo que es: Un niño.

"Mamá ¿Que quiere decir "hogares provisorios"?" dice dejando de.mirar su terminal celular movil con tecnologia iMode "¿Nos vamos a ir de viaje al bosque, como en verano?" el pequeño no sabe realmente lo que es el frio gelido ni el peligro mortal que supone. En todo caso cree que si te enfrias mucho te resfrias, y si te enfrias muchisimo te resfrias más.

Lógica de niños.

Todo lo que esta en su mente es que si van a un hogar provisorio o de repósito, lo mismo pueden jugar con MUCHISIMA nieve. Al fin y al cabo en el bosque nieva mas que en la ciudad.

"Nieve, Joshua! ¡Vamos a poder hacer muñecos de nieve super-super-super-grandes!"

-¿En serio mi abuela va a recibir a niños del orfanato?- Pienso para mi y la miro como un poco con pesadumbre, con cara de ¿eso es verdad?

vuelvo a recomponer esa sonrisa estudiada que aunque sea una niña he tenido que ya aprender. Miro a los otros niños, jugando con su consola y miro a mi abuela ahora despistada, sé que ella no aprobaría ese comportamiento.

Acomodo mi abrigo y me doy cuenta de quien es la monja... Es esa que nos recibió a mi padre y a mi cuando fuimos en navidad a dar el cheque de todos los años para juguetes y calefacción eso que mi padre a veces dice que le desgrava no se que de Hacienda.

Pues Valery lo había ignorado y tras desviar la mirada hacia la chica, delineó con la yema de su dedo una lágrima, como si fuese un gesto triste de su parte al sentirse ignorado, quizás no le había escuchado bien. Lo bueno es que la caricia de su Madre siempre hace bien, más aún cuando es tan tierna y dulce con él, la adora muchísimo, para qué negarlo. 

- Wowowow, nada de escuela. Esa son buenas noticias ma. - responde a la mujer mientras dibuja un sonrisa de niño bueno en su rostro. Es que cuando quiere, pese a que habla sin parar se comporta como tal. 

Y mientras intenta lidiar con la inquietud que genera el aburrimiento, al escuchar la invitación de Jay, asiente con ganas y alza un pulgar hacia arriba. - Okeyyy. Muñecos de nieve y guerra de bolas de nieve. ¡Quiero repartir hostias! Digoooo quiero jugar. - termina por decir entusiasmado, hasta que baja un poco los decibeles, no quiere una regañina extra. 

John asintió de la cabeza escuchando lo que su amable tutora, la madre Agnes, contó en su manera habitual de serenidad de las condiciones de verdad bastante pésimas en esta temporada, en el orfanato. Él mismo fue uno de los niños que tuvieron que abandonar el ala en cuestión por causa del frío insoportable. Y los niños del orfanato católico no eran precisamente de la índole mimada.

Sin embargo, estaba un poco inquietado por la evolución siguiente de la discusión. La abuela de la chica – o la que parecía ser su abuela – ofreció su hogar para acoger algunos huérfanos, y lo mismo hizo … o ya casi hizo… la mujer que parecía salir directamente del cartel de la película.. cómo se llama.. Terminator que John había visto alguien día.

Y luego John dio un respingo oyendo la intención de la madre hermana de trasladar todos los huérfanos provisionalmente a otros hogares. Casi instintivamente aferró la mano de esta y le susurró: “Madre, por favor, quiero quedarme con usted, en el orfanato. Seré muy bueno, como siempre. Y no me importa el frío, realmente no me importa.”

No tenía ganas de terminar en la casa de la mujer Terminator con su niño travieso de Pokemón Go.

"Mamá ¿Que quiere decir "hogares provisorios"?" dice dejando de.mirar su terminal celular movil con tecnologia iMode "¿Nos vamos a ir de viaje al bosque, como en verano?"

Su madre voltea la cabeza y le responde: -están buscando casas temporales para esos niños que no pueden habitar en el orfanato, tú sabes, hasta que puedan reparar los problemas y puedan volver.  Y para eso necesitan que el temporal de nieve se detenga.

Jay vuelve a hablar con Joshua y Sarah retorna su atención hacia el Alcalde.

-Bien –dice éste –deberíamos entonces repartir a los niños entre los que se han ofrecido aquí. Creo que podemos manejarnos bien con siete dado todos los voluntarios.

La abuela de Valery asiente ante la idea mientras su nieta se acomoda el abrigo y sigue atentamente la conversación. Ella no interactúa por lo pronto con los demás chicos, aunque sí recuerda el orfanato, lo ha visitado junto con Gertrude para hacer donaciones en momentos de necesidad.

- Wowowow, nada de escuela. Esa son buenas noticias ma. –

La joven madre le guiña un ojo de manera cómplice. Ella sabe que hay más contras que beneficios de esta tormenta invernal pero no quiere quitarle la ilusión a su hijo.

Por delante, la hermana escucha la petición de John, no le agrada la idea de ir a otro hogar y se lo hace saber con palabras de súplica.

Madre, por favor, quiero quedarme con usted, en el orfanato. Seré muy bueno, como siempre. Y no me importa el frío, realmente no me importa.”

-John, es por tu bien. Tú sabes que siempre cuido de ti, y que volveremos a vernos pronto. Si quieres te visitaré todos los días, pero el orfanato es peligroso así. ¿Entiendes?

-Bien –se oye la voz del Alcalde ultimando detalles –ahora voy a pasar, entre los posibles custodios de estos niños, una bolsa con sus nombres anotas en papel. Tomen un papel, cada familia, y veremos con quién se queda cada uno. Luego serviremos chocolate caliente y seguiremos con la reunión.

Una mujer petisa, delgada y de pelo gris empezó a avanzar entre los bancos. La madre de Joshua cogió un papel, luego la abuela de Valery tomó otro; al momento Sarah sacó otro y después de ella lo hicieron el matrimonio Fitzgerald, la señora Bellafonte y dos personas más. La opción de chocolate caliente era algo bueno para los niños que se estaban aburriendo sobremanera. Sus caras poseían esa mezcla de fastidio y aceptación…

-Después de tomar los papeles, señor Alcalde –dijo Gertrude –tal vez podríamos dejar que los niños jueguen en el salón rosa del Ayuntamiento, y nosotros seguimos discutiendo todos estos asuntos aburridos. ¿Le parece?

-Oh, sí, sí. La señora Hamilton los puede acompañar solo para asegurarnos de que un mayor esté cuidándolos un poco. Pero me parece fantástico. Tomaremos el cocoa y luego les daremos un respiro mientras seguimos arreglando las cuestiones.

En total había en este momento  en el edificio unos 15 menores de edad. Pero de ellos había unos cinco que eran casi bebés, así que serían 10 los que podrían ir a jugar al salón rosa, un espacio de recreación y arte del lugar.

Cuando los adultos ponen esas caras tan serias, es que algo va a salpicarnos. De un modo u otro. Mamá suele poner sobras frias de cena, mientras las preocupaciones la devoran por dentro (Bueno, SIEMPRE pone sobras frias, pero esos dias son sobras MAS frias aún. Como si las tuviese reservadas)

Pero hasta él comprende que no se puede dejar a otro niño sin una casa.

"Mamá ¿Vamos a invitar a que se quede mientras tanto a Feoncia la Fea? " dice refiriendose a una niña que él conoce del colegio. Su nombre es "Teofila Fugilda Ruipaula", pero como ese nombre es simplemente horrendo, la apodan "Teofila". Y ella es "La Fea" de la pandilla.

Cuando su madre se acerca para coger un papelito de la bolsa, Joshua camina hasta quedar a su lado así puede espiar el nombre. Le interesa saber quién será su nuevo compañero, quizás era alguno majo y podía jugar un rato con él, eso sí, debía preparar los oídos para lo que estaba por tocarle. Es que el chico se emociona y no hay quien lo calle. 

- ¿Y madre? ¿Quién será el elegido? - termina preguntando porque ya las ansias lo superan, tanto que la inquietud hace mella. 

John vive, como en una pesadilla de conciencia lúcida, como su temor de deber alejarse del orfanato, el único sitio en este mundo que puede nombrar su hogar, se manifiesta en la realidad muy concreta del alcalde procediendo a preparar la elección por el azar quién lo acogerá y sus compañeros huérfanos.

John retira la mano con la que pocos segundos antes había aferrado a su tutora de ella. No es un gesto de rencor, sino el reconocimiento del inevitable. La hermana Agnes siempre hace lo que dice; con ella, sus palabras se transforman con seguridad en cosas tangibles. Y con la ecuanimidad, casi frialdad que había sorprendido tanto los religiosos al acogerlo hace muchos, muchos años ya, John murmura simplemente: “Está bien. Sí, le pido visitarme cada día, si no supone una molestia.”

Y mira con ojos medio cerrados delante de sí, esperando el final del sorteo. Con tal que no sea la mujer Terminator...