Partida Rol por web

El aura del Señor Johnson te parece de lo mas normal. Teñida de rosa, pues saborea de verdad la voz de aquella mujer que cantaba. 

El lugar parecía bien vigilado a juzgar por la forma en que se aseguraron que tenían el pase que el Doctor mostró a la cámara.
El interior parecía también fuertemente vigilado, y vio a varios hombres armados en su paseo hasta llegar ante la camarera con aspecto de idol.
Kenjuro sintió cierta lástima por ella, obligada a rebajarse de aquel modo para poder ganarse el favor de su patrón.
Quizás una manera de sobrevivir, y quizás incluso no le importara a la propia chica, pero resultaba triste que una joven tuviera que hacer ese papel para divertir a hombres de dudosos gustos.

Sea como fuera, llegaron al lugar donde su presunto contratante les esperaba. Japonés como era de esperar, con un aspecto algo rudo y a la vez llamativo por esas gafas, que denotaba que no era un ejecutivo al uso, ya que se podía permitir el lujo de destacar.
Kenjuro le dedicó una reverencia antes de fijarse en la cantante. Realmente cantaba bien, y era un prodigio si lo hacía de forma natural.
Pero no es que hubiera venido aquí a escuchar cantar a una señorita. Estuvo atento a su alrededor en busca de cualquier cosa extraña.

El Dr. J apenas se inmutó ante el trato esmerado de la joven de ojos rasgados que les salió al paso al entrar en el Kraken. Diríase que pareció ensimismado por un instante. Sus oídos fueron a reparar en la sedosa voz que, en el mismo tono que una confidencia compartida a oídos de un amante al abrigo de las sombras, cantaba sobre las profundidades del océano y la inalcanzable altura del cielo.

Esto era otra cosa.

Jamal siguió a la asistente hasta el reservado, donde tomó asiento junto al Johnson, hombre oriental, bien plantado, mucho más firme que el mensajero que le habían endilgado como correveidile.

—Una meritoria versión. Y buena acústica. —dijo Jamal sin rastro de matiz emocional en la voz al tiempo que volcaba sus ojos rasgados velados tras los anteojos sobre la cantante que deleitaba al respetable. Se ahorró reseñar que la artista elevaba sobremanera la categoría de un negocio como el Kraken. Para entender a Jamal, algo que no era nada fácil, uno debía escuchar, más que sus palabras, sus silencios. 

—Es difícil cantarla como Billie. Creo que Irving Berlin no compuso nada malo durante su prolífica vida como compositor.

Lo dijo como si nada, con serena seguridad. Tuvo la cortesía de no avasallar a sus muchachos aportando la fecha de la composición, pues a un amante del jazz como él le era de sobra conocida como todas las de los grandes clásicos del género. Y así, con apenas un chasqueo de dedos, Jamal estaba conectado a la conversación con el Johnson con la misma fluidez con la que cualquiera de los presentes inspiraba y espiraba el aire de la metrópolis.

Cuando la vocalista abandonó el escenario recogido del reservado, Jamal sostuvo la mirada del Johnson un instante.

—Recibí su mensaje. Sobreentiendo la necesidad de discreción y sutileza. Quisiera saber qué podemos hacer por usted... Y qué puede hacer usted por nosotros.

Sobrio y preciso. Al meollo de la cuestión.

Al tiempo, hizo una nota mental: preguntar por el nombre de la cantante.

El Johnson sonrió al escuchar las palabras de Jamal. -Espero que mi subordinado no les haya causado mucho... desorden, al mandarle para que les contactara-. Otro sorbo lento de su martini le concedió tiempo para examinaros, uno a uno. 

-Los fantasmas están de moda en este día-. Dijo haciendo alusión a Bleidd, que aparecía como una figura semitransparente y enigmática. -También lo están los japoneses-. La disquisición fue lanzada para waveman, al cuál ignoró un segundo después para posar sus ojos sobre la musculosa orca. Si pensaba hacer algún otro comentario, se lo guardó. 

Dejó su copa sobre la mesa, enfrente de él, mientras volvía a centrar su atención en quien llevaba la voz cantante en aquél variopinto grupo.

-Señor J, a supuesto bien al pensar que la discrección era máxima. De no ser así les habría citado en un restaurante, sin intermediarios-. Con una mano os guió la vista hacia el escenario, que de momento permanecía vacío, mientras los camareros recorrían las distintas mesas de aquél elitista club subterráneo yendo y viniendo con las consumiciones pedidas previamente.

-La naturaleza crea maravillosas obras de arte que pueblan este mundo, Señor J. La voz humana, las hadas, unicornios... ¿Qué opinan sobre los dragones?-. Un escalofrío os recorrió la médula espinal cuando mencionó ese nombre. Un nombre poderoso como pocos. 

Mientras esperaban en la puerta del local a que les abrieran Frankie echó un vistazo al grupo que con tanta rapidez había conseguido reunir el Doctor J. A Miyagami lo comprendía, se fiaba de él, pero el otro era harina de otro costal. Bleidd. A pesar de que ya se conocían el tipo seguía siendo un misterio. Debía de ser jodido tener una conexión así con el otro lado. Fuera eso lo que cojones significara. Sí, ella era una mutación. Pero joder, aquel tío era capaz de proyectarse astralmente. Nunca había entendido cómo funcionaba aquello en realidad y tampoco había tenido con él la confianza suficiente para preguntarle la cantidad de gilipolleces que se le ocurrían al respecto. ¿Podía aparecer en cualquier sitio? Porque aquello le resultaba bastante inquietante. Es decir, joder, ni a mear podía ir una tranquila. Y no digamos ya a asuntos mayores. ¿Si le diera una hostia en su forma astral la sentiría? ¿Y dónde coño estaba ahora su cuerpo? ¿Tirado en el suelo en alguna azotea cercana? Hablando de lo cual... 

Mientras la puerta se abría, Frankie lanzó una mirada inquisitiva a los tejados cercanos. En algún lugar, allí arriba, estaba Diesel. Menudo cabrón. Ya rendiría cuentas con él y con Waveman luego. ¿Qué manera era esa de recibir a una vieja amiga? Aunque ahora había que centrarse, tenían trabajo por delante. 

Mientras avanzaba por el local la orca iba haciendo recuento. Personal de seguridad, armas visibles, salidas, posibles amenazas. La música la alcanzó lentamente. Había escuchado aquella canción en algún sitio antes. Seguramente en alguna de las escapadas musicales del Doctor. Puede que no fuera su estilo de música, pero joder, al menos esto podía comprenderlo. Había un sentimiento detrás de aquella voz. Los putos bongos es lo que le crispaba los nervios. "Jazz fusión" lo llamaba Doc. Una puta mierda es lo que era. 

Frankie se quedó junto a Jamal en la mesa mientras miraba a su alrededor con cautela. No le pasó desapercibida la mirada que le lanzó el japonés ni el silencio que se hizo tras su reconocimiento del mago y de Kenjuro. Sonrió al tipo mostrando visiblemente sus colmillos. 

@Mr. Johnson: -La naturaleza crea maravillosas obras de arte que pueblan este mundo, Señor J. La voz humana, las hadas, unicornios... ¿Qué opinan sobre los dragones?

—Nunca confíes en un dragón. —replicó Jamal, críptico, como si citase un dicho. Aún aguardó en silencio un instante antes de proseguir. —¿Qué son los hombres para Dios sino peones? —preguntó el Dr. J de modo retórico. —Son los dioses del Sexto Mundo. Y lo saben. Para ellos lo demás es atrezzo. Piezas prescindibles en el discurrir de sus largas e intrigantes vidas.

Inmiscuirse en los asuntos de un dragón era la forma canónica de reducir de un modo drástico y dramático tu esperanza de vida. Jamal tenía esto meridianamente claro.

Fuera este el caso, Jamal elegía sus palabras con sutileza. Sabía que podían adoptar figuras humanas, motivo por el que al deslizar el Johnson la sola palabra, DRAGÓN, Jamal desvió una cautelosa mirada hacia Bleidd. Tratar con un reptil del tamaño de un pequeño rascacielos exige calculado respeto y esmero, pero también una mezcla de loas y alabanzas. Jamal había escuchado que todos, sin excepción, tienen una personalidad muy marcada, algo altiva, pero a la vez egocéntrica, con fuertes tendencias a la confabulación.

—Dragón es una palabra que se pronuncia con temor reverencial en las calles. Son seres poderosos, majestuosos fuera de toda duda, escasos en número y, si nos atenemos al saber de la calle, poco confiables. Por supuesto, también tienen necesidades.

>> La pregunta es: ¿Qué tienen que ver los dragones con este asunto? 

El Johnson asintió a tus palabras. 

-Muy bien señor J, veo que viene con los deberes hechos.- El Johnson volvió a dar otro trago a su martini, dejándolo de nuevo encima de la mesa. -Los dragones son criaturas legendarias que no se ven hartas de poder. Pero la respuesta a su pregunta se encuentra delante de nosotros, Señor J. Han llegado puntuales para la sesión de la noche.- Y su mirada se desvió de nuevo al escenario, donde un único foco iluminaba el centro del mismo. Una persona apareció desde uno de los laterales, micrófono en mano, chaqueta roja de lentejuelas que brillaba proyectando miles de destellos con la luz que le proyectaba la única iluminación del escenario, pues toda la atención era para ese hombre y además la acaparaba con su labia.

-La maravillosa voz de Karen, damas y caballeros-. Sus manos dieron un par de aplausos a los que la gente de la sala se animó a seguir. -¡Magnífica!.- Gritó, acaparando de nuevo la atención de la gente y cesando los aplausos. -Pero esta noche... esta noche tenemos algo especial para ustedes. Lo saben, y por eso han venido aquí, a nuestro pequeño círculo especial, soy Chester Fox y voy a guiarles en esta maravillosa noche-.

-Cúbrete las espaldas. Dispara a matar. Ahorra la munición. Y nunca pactes con un dragón -dijo la forma espectral de Bleidd, citando el viejo proverbio callejero que había aprendido ya de niño. 

Sabía que debía dejar las negociaciones y la charla al Doctor J, pero si aquel asunto implicaba a un dragón auténtico, incluso si era uno de los menores, la mierda estaba a punto de alcanzar el ventilador. Mal Karma. 

Recordó aquella aura astral, tan poderosa y teñida de ira, que había percibido antes de entrar mientras peinaba la zona. ¿Acaso sería...? ¿Era posible? 

Entonces hizo su entrada Chester Fox, y Bleidd centró su atención en él, intentando leer su aura.

Kenjuro estuvo atento al lugar, a los movimientos de los empleados y de posibles invitados no deseados.
Aún así, escuchó lo que el Doctor y el Johnson hablaban, algo lejos de su interés sobre gustos musicales.

Pero entonces el Johnson hizo una extraña pregunta, “¿qué opina de los dragones?”
Kenji lo miró desconcertado, y mentalmente se hizo la misma pregunta.
Realmente para él los dragones eran criaturas mitológicas, que aunque ahora poblaran el mundo de nuevo, seguían siendo figuras a las que reverenciar por su infinita sabiduría.
Prácticamente divinidades, cuyo consejo era preciado como el mayor de los tesoros.

Había oído que existían dragones que se mezclaban en los asuntos mundanos e incluso en los negocios, pero para él aquellos eran falsos dragones de los cuales sólo tenían la forma.

La respuesta de Jamal y la posterior del Johnson, no aclararon el porqué de aquella pregunta.
Un tipo vestido de forma estrafalaria salió al escenario a despedir a la cantante y anunciar una sorpresa para el público…
Kenji entrecerró los ojos pensando en lo que podría ser.

Karen. La voz sin implantes. Ahora Doc tenía un nombre.

Jamal siguió la indicación del misterioso Johnson, echando un vistazo al escenario con el desapasionamiento que caracterizaba sus movimientos mientras estudiaba al histriónico personaje que ejercía de Maestro de Ceremonias, un tipo que lucía una arriesgada chaqueta retro que parecía vomitada de un viaje intertemporal al siglo XX.

Dragones, showmen y la voz natural de Karen hablando de océanos y firmamentos. La noche podría exigir discreción, pero, al menos, empezaba a tomar un cariz interesante a ojos del hermano Jamal. Se acomodó en el asiento y aguardó el as en la manga que a todas luces se reservaba el tal Fox para proseguir su entrada triunfal.

Jamal estaba seguro de haber visto a ese tipo antes, en alguna parte.

La cuestión, claro, era... ¿Dónde?

-¿Y por qué es tan maravillosa?, Se estarán preguntando. Porque yo estoy aquí.- dijo señalándose a si mismo. -Por que ustedes,- continuó alzando un poco la voz mientras el dedo con el que se señalaba se movía hacia el frente. -ustedes, mi querido público, están aquí-. Su mano abarcaba todas las mesas delante de él mientras a un lado, entre las sombras no iluminadas del escenario, los tramoyistas movían algo grande y lo dejaban cerca de Chester. -Y porque ha terminado sucediendo lo que tenía que suceder-. En cuanto su dedo terminó de abarcar a todo el público continuó hasta señalar a su lado. ​Las luces del escenario se iluminaron dejando ver un objeto rectangular que abarcaba el solo la mitad del escenario. Chester lo señalaba mientras dirigía las miradas de los espectadores hacia ese objeto cubierto con una lona de color negro y la altura de un hombre.

-Todo comenzó aquél fatídico día, ¡el día!- dijo de repente en voz alta -Que nuestra autoridad quedó menoscabada por esos...¡Seres!- pronunció con un tono de asco en su voz. -​​​​​​Los mismos que hoy día nos atracan por las calles, amenazan a nuestros hijos en el colegio y se enriquecen a nuestra costa. Desde el día de la goblinización, desde aquél fatídico día, ¡los humanos hemos tenido que luchar contra esta plaga!. Elfos, enanos, orcos y...trolls ¡no hacen mas que joder el planeta!. Los estados unidos antes estaban unidos. Ahora son un puñado de regiones dispersas entre autoproclamadas naciones de comehierbas y chamanes que beben tequila creyendo que hablan con el espiritu de un lobo-. El publicó soltó unas risas ante la burla hacia aquellos que se hacían llamar despertados. -Ah, pero no vinieron solos. Vampiros, molestas hadas, pegasos que se comen el cesped del parque central. Ya no puedes hacerte una fotografía con la estatua de la libertad sin que un ser volador aparezca cerca de ella. -El público volvió a reir. Caísteis en la cuenta de que no había a vuestro alrededor nadie que no fuera humano. Ni guardias, ni la chica de recepción, ni entre el público. Era un puto local de los humanis, la secta que infundó el miedo en los corazones de la gente y por los que cientos de metahumanos murieron en la noche de la ira.

-Pero eso se ha acabado. Su era ha llegado a su final. Aquí,- dijo acercándose al objeto cubierto con la lona -​​​​​​esta la prueba de ello. He soñado con una era de paz. Una era de igualdad donde todos volvamos a ser humanos y dejemos de ser monstruos. Y esa era está llegando, no porque yo lo diga, ¡sino porque la propia madre naturaleza elimina a sus aberraciones! ¡ESTA ES LA PRUEBA!

​​​​chester retiró la lona que tapaba el objeto y ante la vista de todos apareció... UN DRAGÓN MUERTO!!. Era un pequeño dragón oriental de unos tres metros de longitud, con escamas doradas y rojas cubiertas por una especie de costra de color violeta. Su lengua colgaba flácida entre los dientes de su mandíbula abierta y presentaba el mismo color violeta que las costras de la piel.

Todo el público quedó perplejo. Todos se levantaron para verlo mejor, querían ver a un auténtico dragón, muerto. La falta de vida en el ser parecía darles fuerzas. Saboreaban cada segundo que lo veían muerto en aquél ataúd de cristal.