Partida Rol por web

Finalmente derrotó al tal Chuk, un oponente con el que había estado casi jugando ante la poca motivación de aquel combate.

Lo que no hubiera esperado era aquella especie de purga a la que los Dragoons parecían querer someter a Chuk y otros traidores.
Jamal y Frankie intervinieron cada uno a su manera, y finalmente Kenji también decidió hacerlo.
Frankie tiene razón.
Yo soy un luchador, no un sacrificador de perros. dijo, mirando con desprecio a Chuk.

Un traidor. Seguramente merecía un buen castigo, pero asesinar a alguien indefenso era algo que él no iba a hacer.

Jamal asintió ante las palabras de Frankie y Kenjuro, y esperó a ver la reacción de la mujer. Compartía la moral de sus compañeros, pero tenía un código prioritario:

"Completa el maldito trabajo. Si no completas el maldito trabajo no vuelven a llamarte. Si no te llaman no hay dinero. Sin dinero en Seattle, y con la fama de ser un fracaso, más te vale volarte la cabeza y dejar espacio para los demás".

Si tenía que joderse el sueño con pesadillas de sangre, qué mierda, lo haría. Podía evitar las pesadillas con un buen licor, un disco de Nina Simone, o el calor de una piel joven. Lo que no podía hacer era esquivar a la muerte con buenas intenciones.

La mujer miró fijamente a la orca con media sonrisa en los labios. Luego al japonés y finalmente a Jamal, al cual le levantó una ceja, con aquella media sonrisa en los labios, preguntándole en silencio si iba a obedecer sus órdenes y terminar con la vida de aquél desgraciado indefenso, o no.

Entonces, uno de los acólitos que estaba siendo encañonado, cayó de rodillas al lado de la líder pidiendo clemencia y vivir avergonzado. Sin mediar palabra, la líder desenfundó a la velocidad de la luz una Deserte Eagle plateada y disparó al pobre desgraciado en la cara descerrajándole un calibre .45 que le hizo volar un metro hacia atrás.

El retumbar del disparo reverberó en las paredes, pasillos y cámaras de piedra de aquella especie de cofradía pro-dragones. Nadie se movió, nadie osó interrumpirla de nuevo.

-Si tengo que hacerlo yo, negrito, te quedarás sin el nombre. Jiji.- Terminó con una risilla coqueta mirando a Jamal.

Decididamente la salud mental de aquella mujer no estaba bien.

La perra estaba loca, no necesitabas un título de psicología para saberlo.

Con la misma firmeza y determinación de la pelirroja, Jamal sacó su Predator y disparó cinco veces contra Chuk. No lo hizo para demostrar rudeza o brutalidad, aunque esperaba generar ese efecto en los presentes. No, lo hizo porque temía que Chuk no muriera al instante, no quería alargar su sufrimiento.

Jamal podía ser un hijo de perra manipulador y calculador, pero no le gustaba ni un poco todo eso.

- No es la mejor manera de iniciar una relación de negocios - le dijo a la líder de los Dragoons. - Pero aunque no me guste que me usen de esta manera, una cosa puedes dar por segura: somos confiables, cumplimos nuestra parte -

Guardó la pistola y maldijo a Cluster por haberlo metido en ese lío.

No hacía falta ser muy espabilado para darse cuenta de que aquella tía no iba a cambiar de opinión dijeran lo que dijeran, y que la suerte de aquel desgraciado al que Kenjuro había derrotado sin apenas despeinarse estaba echada desde el mismo momento en el que sus huesos habían tocado el suelo, así que Francine, aunque no lo aprobaba, entendía la decisión que había tomado Ahmad.

-¡Ya tienes lo que querías, ¿no? - gritó, mientras sentía como las ganas de de descuartizar al sectario que tenía a su lado aumentaban a cada segundo - ¡Así que acaba de una puta vez con este maldito circo de mierda que te has montado, y que no nos interesa una puta mierda, y dinos ya lo que queremos saber para que podamos largarnos de aquí! -

Las palabras de Jamal sobre el control de la ira aparecieron por arte de magia en su mente.

- No te haces una idea de lo difícil que resulta a veces - farfulló, hablando con el Ahmad que estaba dentro de su cabeza.

Ahora tocaba esperar a ver cómo transcurrían los acontecimientos, aunque la orca no sabía cuánto tiempo más iba a poder contenerse y, si no se marchaban pronto de allí, quizá se llevase como trofeo la cabeza de aquella zorra.

Kenji cerró los ojos un instante al oír el disparo de Jamal.
No por la impresión del mismo, si no por lo injusta de aquella ejecución. En su fuero interno sabía que debería haber evitado aquel asesinato cobarde y despiadado, pero su mente le obligó a detenerse.
Evitar que Jamal apretara el gatillo hubiera despertado las iras de aquella loca que comandaba a los Dragoons, y les hubiera dejado sin la información que habían venido a buscar y con una mala reputación que podría comprometer su futuro como Runners.
Así que dejó Chuk muriera, suspirando para intentar relajarse.

Observó como Frankie estaba a punto de perder los papeles, y dio un par de pasos en su dirección, sonriéndole ligeramente. Después de haberse manchado las manos de aquella manera, no iba a dejar que Frankie se lanzara a por ella en un ataque de furia… al menos hasta que tuvieran el nombre que habían venido a buscar.

La sonrisilla de la líder loca, aquella mujer que sin remordimientos os había usado y desechado a su favor como un pañuelo, se acentuaba más a medida que la ira de Frankie crecía. Su mano derecha sujetaba la desert eagle plateada ansiando utilizarla, pero cuando la orca acabó, y aunque alterada permanecía quieta, la líder pareció decepcionada.

-Querida... cuanto sentimentalismo. Las calles de Seattle son un lugar peligroso, abarrotado de monstruos. Unos se ven a simple vista,- dijo mientras miraba a la orca de pies a cabeza -mientras que otros se ocultan en las sombras. ¿Estás segura que perteneces a este mundo?.- Con un rápido movimiento dio media vuelta y se sentó de nuevo en su trono. A una orden suya, los partidarios de Chuk fueron agrupados junto a una de las paredes. El círculo que os rodeaba comenzó a moverse, dejándoos libres. 

-El hombre que necesitáis buscar es el doctor Ambort Hemworth.- Dijo secamente mirando hacia el lugar donde sus hombres reunían a los sectarios traidores. -Llévatelos Lewinton.- Le dijo al mayordomo con un ademán de la mano, como una niña malcriada que ordena desechen sus juguetes. Estaba claro que habíais dejado de tener su interés.

-Si son tan amables de acompañarme.- Dijo el mayordomo con un gesto de su mano, iniciando el camino de vuelta.

Jamal había masticado las declaraciones demenciales de la líder de los Dragoons en la soledad de su estudio, durante las largas noches en vela que de vez en cuando le asaltaban. Monstruos asolaban la ciudad. Algunos evidentes, otros sutiles, otros agazapados en el interior de la mente o el corazón. Esos eran los peores, las verdaderas bestias.

Se despidió con un leve movimiento de cabeza. No hubo palabras elegantes ni comentarios ingeniosos. La manipulación y la seducción habían quedado atrás.

Miró a sus compañeros. - Tenemos lo que vinimos a buscar, vámonos - dijo con frialdad, sin intención de dar órdenes. 

Tenían un nombre y la noche todavía era joven. Necesitaban reagruparse, tal vez un trago para calmar los ánimos. Usó el comunicador y llamó a Bleidd.

- Estamos saliendo. Todo está bien. Espéranos en el auto -

Tal vez dos o tres tragos...

Te hallabas cerca del punto designado. La dirección quedaba detrás de unas casitas de madera con su jardín y verja blanca cuando una comunicación entrante asaltó tu oido. Era Doc, para informar de la situación. Al parecer habían acabado y te esperaban en el coche.

Francine comenzó a seguir al mayordomo, sin dignarse a responder a aquella mujer. Sabía quién era, lo que era, y sabía que, si en ese mismo instante hubiese querido, le hubiera podido arrancar de la mano esa zorra la desert eagle, y hundirle el hueso de la nariz en el cráneo, antes de que ésta tuviese tiempo a pestañear.

Pero no era el momento de seguir perdiendo el tiempo en aquel lugar. Tenían el nombre que necesitaban, y había que ponerse en marcha. Quizá cuando acabaran el trabajo se pasara a visitar a esa escoria, y entonces... Una amplia sonrisa asomó a los labios de la orca, mientras se imaginaba todo lo que le haría a esa malnacida.

- Tomaré todos los tragos que seas capaz de pagar - le espetó a Jamal, sin parar de sonreír - Y créeme, no te va a salir barato el que consiga quitarme este sabor a mierda de la boca -

Por fin habían conseguido el nombre que habían venido a buscar.
Era también un desahogo poder marcharse de aquel manicomio que era la sede de los Dragoons.
Kenji se sentía decepcionado por lo que había visto allí. Pensaba que la gente que veneraba a unas criaturas tan míticas y legendarias serían gente más venerable y culta.
Pero le dieron la impresión de ser más bien una panda de chalados.

Sea como fuera, tenían lo que necesitaban.
Asintió sin decir nada a lo que dijo Jamal, y luego no pudo evitar sonreír ante el comentario de Frankie.
Me pregunto si habrá suficiente alcohol en Seattle para ello… comentó en tono jocoso. Recordaba de Londres que la orca aguantaba muy bien el alcohol.
Pero aquello tendría que esperar; tenían un hombre al que buscar.

- Tomaré todos los tragos que seas capaz de pagar - le espetó a Jamal, sin parar de sonreír - Y créeme, no te va a salir barato el que consiga quitarme este sabor a mierda de la boca -

- La vida no es barata, ma chère. En especial una vida como la nuestra. Por eso es que tenemos que completar el trabajo -

 Jamal no solía responderle así a Francine. Siempre tenía una respuesta rápida, divertida, incluso a veces cariñosa aunque de doble sentido. Pero esta vez parecía que todo el asunto lo había afectado.

Dr. J estaba de mal humor.

Lewinton os acompañó hasta la salida. Volvía a llover, y a pesar de que entre la oscuridad y el agua no se veía bien, pudisteis distinguir la silueta de un hombre con abrigo largo y capucha, sentado en una motocicleta al lado del Bentley negro de Jamal. Sin duda era Bleidd, pues su aparición fantasma de antes era clavada a la cara del tío que allí estaba.

La puerta blanca de la casa se cerró detrás vuestro, dejándoos en la pequeña entrada, a merced del frío nocturno que ya hacía por aquella época.

Jamal saludó con la cabeza a Bleidd y miró a Kenjuro.

- ¿Conoces algún lugar donde podamos relajarnos un minuto? tenemos que planear nuestro próximo movimiento -

Hizo una seña al shamán para que los siguiera en la moto. 

- Tú conduces, ¿cierto querida? - le dijo a Frankie, y se sentó en la parte de atrás.

-Por fin-. Dijo el orco por el transmisor. -¿Dónde os habíais metido?. La señal de mi pequeño se había perdido y no podía ni visualizaros ni contactaros-. Guren emitió un sonoro bostezo. -Por aquí todo sigue igual jefe. Nadie se ha movido. ¿Me he perdido algo?-.

Tu comm vuelve a vibrar al recibir un mensaje entrante. Es de la doctora Blue.

El mensaje es breve y conciso:
"Sigo en mi clínica de mierda cosiendo balazos y tripas rotas. Si quieres verme ya sabes donde estoy."

Adjunta un link de posicionamiento gps ubicado en uno de los muelles de la zona norte de Tacoma.

- Justo a tiempo señor Waltz - respondió Jamal por el comunicador, ya sentado en el auto - nos estamos reagrupando, espere las coordenadas. Tenemos un nuevo objetivo -

Al salir volvió a llover y vieron a un motorista esperándoles al lado del coche de Jamal.
Supuso que sería Bleidd, su versión real, vaya.

Le dedicó un leve asentimiento como saludo, poco antes de que el doctor le preguntara por algún lugar donde relajarse.
Algo sorprendido, pues creía que Jamal conocería todos los garitos de Seattle, contestó.
Yotsuya, en el Japan Town, por ejemplo. Otra cosa no, pero tranquilidad sí debería haber… dijo, encogiéndose ligeramente de hombros.

El local era un restaurante japonés de alta cocina Kaiseki, donde habían Koshitsu (reservados) para comer al estilo tradicional, con mesas bajas sentándose en el suelo.
No era barato, pero viendo el coche del doctor, asumió que eso no sería un problema en absoluto.

- Por supuesto - respondió Francine ante la pregunta formulada por Jamal, mientras se ponía a los mandos del vehículo, y esperaba a que Kenjuro les indicase algún lugar al que ir.

La orca se alegraba de que por fin hubiesen abandonado aquella mansión llena de locos, y de poder centrarse en el siguiente paso de su investigación: la persona que atendía al nombre de Ambort Hemworth.

- ¿Al Yotsuya, entonces, jefe? - preguntó, después de que el luchador terminase de hablar, y esperó pacientemente a que Ahmad diese su aprobación antes de arrancar el motor.

Mientras, en el exterior, la lluvia seguia cayendo sobre la ciudad, sin importarle lo más mínimo la guardaespaldas, el hombre al que ésta protegía, o aquellos que les acompañaban a ambos.