Partida Rol por web

Bis se acercó al estanque con su mejo sonrisa e intentando parecer lo más casual posible gritó a Phillip, que estaba en medio des estanque recostado sobre un nenúfar, lamentándose mientras se mesaba el bigote y se bebía una botella de vino. ¡Ey Phillip ¿cómo te va? Alvin y yo vamos a buscar a mis hermanos ¿te apuntas?!

La rana los miró con desgana y dio un trago a su botella. ¿Y pog qué iba a queguer ir con vosotgos? Mi amada se ha ido y la vida no tiene sentido *hic* Es mucho más cómodo tumbagme aquí a ver pasag los días junto a mi botella de vino, ella no me abandonagá jamás.

Bis Gott y Alvin se miraron y entornaron los ojos, no era l primera vez que lo encontraban en ese estado, ya había tenido al menos diez amores para toda la vida, y cada vez que terminaba una relación le salía su vena dramática. Tal vez si dejara de fingir ese acento francés no se cansarían tan rápido de él. Pensó el ratón. Pero no hemos venido a juzgarlo, necesitamos que nos acompañe por si nos ocurre algo, piensa Bis, piensa ¿qué podría convencerlo para que venga? Por el sagrado queso no se me ocurre nada... ¡Espera, ya lo tengo!

Bueno, pues dejamos de molestarte, no podemos quedarnos aquí o no llegaremos a la fiesta donde están mis hermanos, seguro que se lo están pasando pipa con un montón de chicas guapas, y música, y queso, seguro que hay mucho queso, pero a ti no te interesa nada de eso. Bis dio media vuelta y comenzó a caminar mientras tiraba de Alvin que no paraba de susurrar que tenían que convencerlo, hasta que a su espalda escucharon. ¡Espega! ¿Has dicho chicas guapas? Bueno, no es que me integuese, pego no podgría dejag a mis amigos solos, apagtagué mi dolog y os acompañagué paga asegugagme que no os pasa nada.

Y así fue como comenzó el intrépido viaje de un ratón vacilón, una ardilla avispada y una rana borracha. ¡Todo apuntaba a éxito asegurado!

Bis Gott, asumiendo el papel de líder, supo que no había tiempo que perder con lo cual la mejor manera de llegar hasta el basurero de forma óptima era encontrar un medio de transporte que fuese capaz de hacer avanzar al variopinto equipo sin apenas esfuerzo y a mayor velocidad.

Fue entonces cuando el ratón se percató de que la cría humana que vivía justo al lado, tenía uno de esos coches dirigidos por radio control lo suficientemente grande y robusto para ser considerado una opción viable.

Con rapidez y audacia se colaron en el jardín aprovechando un trozo de valla roto. A veces Phillip se quedaba pensativo, mirando al cielo, momento por el cual Alvin siempre tiraba de él mientras fruncía el ceño.

De pronto, mientras casi estaban a punto de alcanzar el juguete que habían dejado descuidado en el exterior, se escuchó un estruendo.

Los amigos se miraron entre sí y contemplaron atónitos como el macho alfa de la estirpe hacía acto de presencia en el jardín. Con cara de disgusto, ese humano recogía todos los juguetes que de forma caótica "adornaban" el lugar... ¡y uno de sus objetivos era recoger el coche!

Afortunadamente, gracias al subidón de adrenalina lograron llegar al coche a tiempo antes de que lo quitasen del lugar. El humano extrañado miró a su alrededor al escuchar un ruido, pero por fortuna no miró al suelo donde se encontraban los tres animales aventureros.

- Vamos, vamos, vamos - dijo el ratón apresurando al grupo.

- No seags meteprisas - refunfuñó la rana.

- Callaos y montad, yo conduzco - con esfuerzo, la ardilla tomó el mando de radiocontrol esperando a que sus compañeras se colocasen cómodas en el vehículo.

- Que comience la fiesta - finalizó Alvin mientras movía la palanca haciendo que el coche comenzase a moverse, evidentemente a trompicones.

Todos sintieron el súbito empujón como si estuviesen en un cohete que ascendía de camino a la luna. Sus pequeños cuerpecillos fueron impulsados hacia atrás, obligándolos rápidamente a sostenerse para no caer al suelo, lo que hizo que Alvin, a los mandos, perdiese momentáneamente el control remoto y éste empezara a saltar de una mano a otra.

-¡Ay, ay, ay! –exclamaba Alvin, mientras se esforzaba por recuperar el equilibrio y conseguir agarrar el control y evitar que cayese al suelo.

Pero hasta que logró atraparlo, el pequeño coche no dejaba de dar tumbos, girando rápidamente de un lado a otro, describiendo curvas casi imposibles, y en un determinado momento, hasta girando sobre sí mismo.

-¡Madreeeeeeee….! –exclamó Bis Gott mientras daba vueltas.

-¡… míaaaaaaaa! –le acompañó Phil.

Y mientras tanto, Alvin, que sentía que su cabeza no solo daba vueltas sino que parecía estar a punto de salirse del resto de su cuerpo, hacía lo imposible por recuperar la rectitud.

-¡Uououououououoooooooo! –exclamó la ardilla

Por fin, un alarde de suerte, y no tanto de habilidad, Alvin consiguió cerrar sus dedillos entorno a la palanca y el coche volvió a saltar disparado en línea recta.

Todos los ocupantes chocaron entre sí como si fuesen tentetiesos, y tardaron unos segundos en recuperarse de sus mareos, pero para su horror, cuando lo hicieron, lo único que podían ver era que se movían a una velocidad endiablada por mitad de la acera, esquivando pequeños agujeros y hasta un perro, que dio un salto al sentir pasar al coche por debajo de sus patas.

-¡Ja ja ja! ¡Quién es el valiente ahora! –se jactó Alvin.

Para Alvin, que cada vez parecía dominar los mandos mejor, estaba siendo una diversión inigualable. Para sus dos acompañantes, cada vez que aparecía delante un obstáculo, volvían la cabeza para no mirar.

-¡Alvin, más despacio!

-¡Por ahí no, por ahí no!

Ninguno de los dos vio como los ojos de la ardilla se iluminaban al ver lo que acababa de aparecer delante. Una cuba con una tabla apoyada en el borde, que llegaba hasta el suelo. Para él, que estaba tan acostumbrado a saltar, lanzarse por el aire no suponía ningún problema, pero hacerlo a semejante velocidad era más de lo que había esperado. Entrecerrando los ojos y comprimiendo su cuerpecillo, no dudó en enfilar el coche hacia la table.

-¡Agarraros!

Bis Gott no sabía a qué se refería, ni tampoco Phil, pero sus cabecillas se inclinaron hacia el exterior para ver mejor… y lo mejor era no haberlo hecho. Sus bocas se ensancharon lo indecible, en una mueca de terror, y ambos se abrazaron al mismo tiempo que el coche iniciaba la subida por la tabla.

-¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!

Y mientras el coche iniciaba el salto por encima de la tabla, y los gritos de los tres se confundían, los tres cuerpecillos se alzaron sobre el vehículo como si la gravedad no existiese, hasta que iniciaron la caída y, afortunadamente, aterrizaron en el otro lado de la cuba con un golpe seco que los hizo temblar en sus sitios.

La ensanchada sonrisa de Alvin se contrarrestaba con las muecas de terror de sus dos acompañantes, pero lo peor de todo era que aquello no había hecho más que empezar, sobre todo cuando vieron como Alvin se volvía hacia ellos.

-¡Ha estado genial! ¿Repetimos?