Partida Rol por web

Pues echadla un vistazo hombre de Dios, pero después apresúrate a llamar a quien haga falta-le apremió Antón- Samuel muestrale el rostro de la joven.

Deposité el fardo en el suelo y con cuidado aparté la manta para mostrarle el rostro al hombre. No me había gustado lo que había dicho, estaba claro que aquella muchacha no había sido la primera en morir.

Se acerca y mira fijamente el rostro parcialmente devorado de la muchacha durante unos segundos, hace un gesto con la mano para que Samuel lo tape y se dobla varias veces a vomitar casi a vuestros pies soltando la lanza a pocos pasos. Véis que el hombre ha comido gachas recientemente y apunto estáis vosotros mismos de vomitar

- Es Roxanna, la hija del molinero -dice a la par que se pone recto mientras un hilillo de baba le cuelga del labio superior. Ni corto ni perezoso se limpia con la manga, se agacha a recoger el hacha y dice -aguardad un momento - se acerca a una de las puertas de una de las casas y empieza a tocar.

- Pobres gentes... -dice en apenas un susurro. Don Carlos está débil y ya el cayado apenas le sostiene -eso de allí parece ser una posada, iré a pedir cama y comida caliente- mucho os temíais que tenríais que quedaros en el pueblo bastante tiempo a juzgar por el aspecto que presentaba el hidalgo.

Fue caminando hasta el edificio mejor conservado de la plaza sin siquiera esperar a ver si alguien iba con él y se metió en su interior mientras una de las puertas de la plaza a se abría al soldado.

Del interior salió una mujer, el hombre de armas explicó que debía salir Fabián, el molinero, tenía que decirle algo importante, la mujer asintió y al poco salió un hombre delgaducho y esmirriado con los pómulos hundidos que en menos de lo que canta un gallo corría hacia vosotros y se derrumbaba a los pies de la joven envuelta.

Varias puertas y postigos se abrieron paulatinamente y una docena de personas lloraban y murmuraban frente al cuerpo de la muchacha, el soldado intentaba consoltar al molinero y a una mujer que había quedado "hechizada" que pensábais sería la madre de la joven.

Cuatro hombres levantaron el cuerpo y se la llevaron al interior de la casa del molinero mientras otro grupito de mujeres se volvió a sus respectivas casas a hacer los preparativos propios tras el óbito.

La poca gente que quedaba murmuraba y así os enterásteis de qué acaecía en Cotaña:

Al parecer habían sido encontrados media docena de cuerpos parcialmente devorados como el de esta muchacha, pero no sólo eso, habían encontrádose también  tres vacas y dos buenos jamelgos de vecinos del pueblo. Había sido normal encontrar devorado a algún viajero solitario de cuando en cuando, pero es muy raro encontrar tantos animales y tantas personas de "golpe".

Los vecinos echan la culpa a los lobos de los bosques cercanos, últimamente se han multiplicado en exceso, nadie se ha dedicado a cazarlos...

Casi todos se retiran y el hombre de armas se acerca a donde estáis, en medio de la plaza para continuar la conversación.

Quería disculparme por no haberos dado las gracias -miraba con admiración a aquel variopinto grupo -pero como habéis podido comprobar, las cosas andan muy revueltas. Hemos llegado a tal extremo que nuestro señor Don Pedro de Alcántara, ha ofrecido una moneda de oro por cada piel de lobo que se le entregue. Aunque hasta la fecha sólo han respondido un grupo de cinco cazadores que ahora mismo están hospedados en la posada de Xurxo Ozcor- el hombre hablaba el castellano con un marcado acento gallego que os rechinaba a todos menos a Aleixo.

¿Cazadores? -exclamó Braulio arqueando las cejas con extrañeza-. Luego miró al grupo, concretamente a don Antón, pues su amo aún estaba enfrascado en versos mentales y don Carlos ya se iba encaramando hacia la posada.

Don Antón -comenzó-, está claro que estas gentes están atemorizadas, y llevan así un tiempo, ¿no es así? -al soldado, aunque sin dejar que respondiese-, pues incluso ofrecer una recompensa no es fruto de unos pocos días... Quizá... quizá deberíamos hablar con ese grupo o con las gentes de la posada. Quizá sepan más detalles de todo este asunto.

Luego me giró hacia el soldado, me acerqué a conciencia, y mirando un poco a cada lado le hablé muy bajito.

Lobisome... ¿entiende lo que le digo? -las palabras pronunciadas contenían un poco de misterio al lanzarle la indirecta- ¿Podría tratarse de eso..., verdad? -al menos quería comprobar si las palabras del loco de mi amo tendrían algún fundamento en base a lo de esa criatura, la cual yo no creería hasta no verla, por supuesto-.
 

Si, es una buena suma para la piel de un lobo-dijo dando la razón a Braulio- será mejor que nos enteremos de que es lo que ocurre. Seamos discretos, no vayamos pregonando por ahi que pensamos que todo esto es por culpa de un monstruo de cuentos y canciones o nos tomarán por locos-sugirió al grupo.

- ¿Lobi...qué?- dice el hombre mirando a Braulio con cara de extrañeza - jamás oí tal cosa, es... ¿algún tipo de lobo grande o algo del estilo?

- ¿Pieles de lobo, dices? - pregunté mientras echaba mano de mi fardo.- ¿Cómo estas? - le tendí la piel de lobo, la sangre ya estaba seca.- Había lo menos cinco o seis de estos, estaban atacando a un leproso, el pobre desgraciado se tuvo que subir a un árbol para que no le mordieran el culo.

Miraba embobado las pieles

- ¡ Eres rico amigo! Don Pedro paga por cualquier tipo de piel de lobo, y esas claro que lo son -se le veía alegre por Samuel, un plebeyo con una moneda de oro para nada era  rico ,  se ve que este tipo era muy muy miserable o puede que fuera un siervo con armas - yo que tú la llevaba al castillo en cuanto pudiese- dijo guiñando el ojo a Samuel.

—Bueno, pues entonces, creo que deberíamos ir al castillo a vender esas pieles. Muchas gracias por todo, buen hombre —termino diciendo al guardia.

Desde luego, ir a vender pieles era lo que menos me importaba. Pero era posible que en el castillo obtuviésemos un punto de vista distinto al que nos diesen las gentes del pueblo, fuese para mejor o para peor.

Además, tal vez podríamos apelar a la condición de noble de parte de los del grupo, y pasar la noche allí mejor que en otro lugar. Desde luego, Don Carlos lo necesitaba más que ninguno.

- Toma, a ti te va a hacer más falta - le dije tendiéndole la piel del lobo.- Ya vas tú al castillo y que te den el dinero... Y esos cazadores ¿Qué nos puedes contar de ellos? Puede que nos pasemos por la taberna a ver si andan tras algún rastro.

Se tira como un loco a por la piel

- ¡DIOS TE BENDIGA AMIGO!- Samuel con su gesto, había hecho un amigo para siempre y quién sabe si un amigo como ese fuera útil en los días venideros. Ya se sabía el dicho de "hay que tener amigos hasta en el infierno" - Pues son cinco o séis que vinieron hace tres días, visten pieles de animales y al parecer conocen los bosques a la perfección. Mas no les he visto yo salir de la posada en el tiempo que llevo de guardia... me da que están más ocupados en divertirse.

Antón sonrió al ver el gesto de Samuel. No esperaba un gesto tan amable por parte de su siervo y se dio cuenta que pese a algunos desacuerdos pasados Samuel seguía siendo ese muchacho de confianza que llevaba desde Muel con él.

-¿Han causado algún problema? ¿Han hecho algo que demuestre sus palabras? No debeis fiaros de lo que os digan buen hombre...-preguntó el noble.

Niega con la cabeza

- No, tan sólo que no les he visto moverse de allí.

- Vayamos a ver cómo está Don Carlos, no le he visto muy bien al hombre - le dije a Don Antón.- Me parece que le he visto meterse en la taberna, así de paso podemos hablar con los cazadores.

Fue un gran gesto del joven Samuel, sin duda.

Bien hecho, muchacho -dije dándole un par de leves palmaditas en el hombro y mirando al frente como aquel que habla discretamente y en secreto sin mirar a los ojos-. Te honra... -en bajito y como con dificultad al reconocerlo-.

Ni mi señor, tan versado, tan cuidado y tan perfumado, el muy "galán", haría tal cosa, ¡jamás! Lo primero que se me ocurre que haría si hubiera tomado él esas pieles sería pedirle al soldado que actuara para él como indigente, mendigo, o tal vez un mal bufón de corte para reirse en su propia cara a cambio de alguna de las pieles. Exprimiría su dignidad con certeras risotadas para luego contarle su "hazaña" a alguna de sus usuales fulanas de turno mediante versos hiperbólicos y falaces.

Me encaminé a la taberna; según lo que contó el soldado de esos cazadores, lo mejor sería acompañar a nuestro líder, maltrecho, eso sí, pero cabeza visible.

Y el Vizconde Fedro vio tal escena mientras se bajaba del caballo y ya caminaba hacia la taberna, y no pudo contener su mente, y sobre todo su lengua:

Regalarle así unas pieles... -despreciando la bondad de Samuel-
¡Ay, qué risa, Catalina! -una prima del Vizconde-
Yo al soldado le mandaba
por una piel una prueba...

Mmmm... -Fedro se quedó pensando llevándose una mano a la barbilla y el dedo índice a la cabeza, ridículamente-

Con una piel de estos lobos...,
¡Mantear a una gorrina!

Ja Ja Ja... -y se imaginaba él solito la escena, el muy imbécil, mientras Braulio le echaba otra de sus miradas penetrantes y se mordía los labios...-

—Hiciste bien, muchacho —comento a Samuel mientras nos dirigimos a la taberna. Puede que hubiese salvado el día de aquel hombre y su familia con esas pieles, aunque esa acción podría tener consecuencias para nosotros. Pero era mejor no pensar en ello.

Mientras avanzamos hacia la taberna, mis temores comienzan a disiparse sobre la oscuridad de este lugar. Al parecer, es una bestia la que ataca a la aldea, y no toda una aldea llena de lobisomes. Pero no podía bajar la guardia.

De momento, tenía que centrarme en Don Carlos. Tenía que ver qué le ocurría, y si podía curarle o no. Era un hombre noble, que no merecía sufrir así.