Partida Rol por web

Ya pensaba que sería el último en llegar, cosa que por otra parte ocurría con frecuencia, sin embargo, al volver al lugar dónde había pasado la mayor parte de la noche anterior sólo encontré a Vladymir. Ni rastro de los demás ni de Aristarchus. Me encogí de hombros y me acerqué a Vladymir, no sin antes dirigirle a Forst un saludo en forma de inclinación de cabeza.

- Buenos días, Vlad. Pensé que sería el último en bajar, pero ya veo que hay alguno al que se le han pegado las sábanas - dije en mitad de un bostezo.- Bueno ¿Cuál es el plan para hoy?

El hombre, que se hallaba sentado en una mesa, con una taza de recafeinado, saludó con la cabeza a Tercio al ver que se acercaba. Tras asegurarse de que no había oídos indiscretos cerca, le respondió.

-Intentar hablar con las autoridades, que nos pongan al corriente y nos informen de todo lo que ha ocurrido. A partir de ahí, actuar en consecuencia. Supongo que ayer la fiesta se alargó...-dijo, dando otro sorbo a la taza, y mirando al hombre por encima del borde de ésta. 

Forst os sirve recafeinado humeante y un bollo de azúcar a cada uno.

El sueño reparador de la noche hace su efecto y me despierto con mejor salud que la que tuve la jornada anterior. El cuerpo me duele y las quemaduras ya han formado ampollas que cuido de no reventar para no aumentar aun más el dolor y la incomodidad.

Al despertar veo que la Hermana Scythia aun duerme, por lo que me visto con mis ropas ceremoniales y me arrodillo a rezar por la iluminación al Dios-Emperador. Le pido que guíe nuestro camino y que arroje una pequeña parte de su infinita grandeza para así inundarnos de su resplandor y no dejarnos afectar por ninguna de las sombras que puedan poblar nuestro camino hacia la verdad y el éxito.

Una vez he terminado con mis plegarias, me pongo dificultosamente de pie y me dirijo con mi ya clásica cojera hacía el comedor de la posada, donde espero poder comer algo que me ayude a tener las energías y la salud para seguir sirviendo a la Sagrada Inquisición con toda mi alma y lo que queda de mi cuerpo.

Una vez llego allí, veo a Vladymir y a Tercio sentados en nuestro privado. Me acerco hacía ellos con paso dificultoso y me siento en una silla al momento que les saludo:

- "Bien hallados, Hermanos míos. ¿Como les ha sonreído el Dios-Emperador esta mañana?"

Espero a que se acerquen a servir un poco de alimento y algo que beber, pues mi estómago está vacío y como dicen por ahí: "Enfermo que no come se muere", yo planeo vivir una larga vida de servicio y si he de morir será con un arma en las manos y SU nombre en mis labios, no en una pocilga de un mundo perdido.

- Bueno... en cierto modo si - respondí a Vladymir.- pero nada del otro mundo, en realidad estuve haciendo algunas preguntas - llegó entonces el sacerdote, con mucha mejor cara que el día anterior.- Tienes mejor aspecto, Tauron.

-Buenos días Tauron, ya veremos como nos sonríe... Espero que podamos ponernos en marcha rápido. ¿Qué preguntas fueron ésas, Tercio?-preguntó el guardia con curiosidad, mientras hacía un gesto a Forst para que trajera otra taza de recafeinado y otro bollo. 

Renata bajó las escaleras que conducían a la planta baja, bostezando discretamente tras su mano. Miró con los ojos hinchados por el sueño a un lado y a otro hasta localizar al grupo en el reservado de la víspera y se dirigió con cierta pereza hasta ellos.

-Buenos días a todos -dijo sentándose pesadamente y sirviéndose una taza de recafeinado hasta los bordes-. Kurt bajará pronto -comentó sorbiendo la taza sin moverla, acercando los labios hasta que bajó a un nivel en que podía maniobrar la taza sin temor a que se derramara-. No tiene buen aspecto. De algún modo creo que estas tierras afectan a osito. Me tiene preocupada -señaló mirando a Ostrogov-. Habitualmente su comportamiento es muy distinto. Pero no quería interrumpir -dijo haciendo un gesto con la mano de disculpa y sonriendo a Tercio que parecía querer decir algo.

- Todos vais bajando a desayunar.

- Forst y sus empleados os dan los buenos días con expresión somnolienta y os ponen recafeinado muy caliente y bollos de azúcar.

- "Urgh..." -

Kurt da los bienvenidas casi como un cavernícola de algún perdido planeta feral y sorbe su recafeinado sin reparar en que está ardiendo. Engulle casi sin masticar un bollo de azúcar y guarda un hosco silencio.

- "Loado sea el Dios- Emperador, hermanos. Buenos días." -

Saludé a todos según fueron bajando, unos estaban más despiertos que otros, pero estábamos todos al fin y al cabo. Sólo faltaba Aristarchus, aunque no tenía claro si se uniría a nuestra investigación o no, quizás tuviera otras obligaciones o deberes.

- Intenté averiguar algo de información sobre lo que nos atañe, ya sabes, lo que ve o piensa la gente de a pie suele tener relación con lo que realmente pasa - dije, continuando con la conversación con Vladymir.- Parece haber una división de opiniones entre los que piensan que este es un lugar sagrado y los que afirman que, por el contrario, está maldito... Esta última parece ser la opinión de las tribus Ashleen, uno de ellos me dijo que es lo que la anciana de su tribu dice. Otros, como Forst, y supongo que demás peregrinos y gente de Desesperanza, opinan que los sucesos son un intento de sabotaje. Cuando la catedral esté terminada este será un lugar de peregrinaje y eso traerá prosperidad a este lugar, puede que alguien esté en contra de eso. Además parece que hay por ahí un libertario conocido como Seth la Voz, antes vivía por aquí pero parece que ahora está organizando un ejército en el Yermo con algún propósito desconocido. Solía ser amigo del abad, pero parece ser que hubo diversidad de opiniones: de nuevo sobre la bendición o maldición de este lugar.

- "Disculpen, su superior les ha convocado en su habitación." -

-La ignorancia es lo que tiene -masculló Renata pertrechada en su taza y mordisqueando un bollo-. Para qué preocuparse si todo puede reducirse a un simple binomio. Esto está maldito. Que no, retrasado. Que está bendito -parodió con voz meliflua-. En resumen, querido Tercio, los locales creen que las cosas no van bien y los de fuera prefieren creer que todo está perfecto y que hay sabotajes. No quisiera pecar de mal pensada ni escarbar en los intereses económicos que hay detrás de ese edificio a la fe. Supongo que tampoco me corresponde, pero si tuviera que buscar un responsable a lo que está ocurriendo, ciertas direcciones de búsqueda apuntarían hacia quienes saldrían beneficiados de que esa catedral no llegara a erigirse -dijo como quien no quería la cosa-. Osito, pareces un cerdo comiendo como si se fuera a acabar el mundo -afirmó mientras sacudía de su barba de varios días unas migajas-. Oh, parece que nos reclaman. Y yo sin haber podido fumarme un ilho. Tsk, eso sí que es molesto -dijo con una enorme sonrisa.

- "Se nos ha acabado el lho, y en este maldito planeta creo que no venden. Al menos podrías comprarme un poco de polen, jefa." -

El guardia asistió en silencio a las palabras de Tercio y Renata, mirando primero a uno y luego a otro, en varias ocasiones, por encima del borde de la taza. Frunció levemente el ceño ante las insinuaciones de la mujer, pero finalmente acabó asintiendo. 

-Supongo que ésa puede ser una de las explicaciones. Si algunos no están de acuerdo con la construcción de este edificio, intentarían sabotearlo. Lo que nos lleva de cabeza a la herejía. 

Poco después, se vio interrumpido por el recado del vidente. 

-Nos convocan. Expongan ése pensamiento ante el vidente, a falta de algo mejor, es una pista lógica. Después intentaremos hablar con los responsables de la Eclesiarquía.

Tras ésta frase, Vladymir se puso en pie, esperando a que el resto le siguieran. 

Saludo con un gesto a los recién llegados a la mesa y como con calma mis alimentos para reponerme lo más que pueda. Escucho sus palabras, las que suenan con mucho sentido, a pesar de una salvedad:

"Una herejía puede ser provocada por intereses, pero eso no la hace menos herejía. Esos hechos nos pueden guiar en la investigación, pero de todas formas son herejes que van contra la Fe del Dios-Emperador, lo que los vuelve pugnables por el Ordo Hereticus."

Al escuchar que somos convocados por nuestro superior, me pongo de pie lentamente y camino con dificultad, siguiendo a Vladymir y al resto.

- Ciertamente, yo también había pensado en eso - respondí a Renata.- Aunque me cuesta imaginar quién podría estar en contra de esta construcción... ¿Quizás algún grupo activista de defensores del Yermo? - lo dije con clara ironía, aunque en el fondo por ahí iban los tiros de lo que estaba yo pensando.- Todo apunta a alguna tribu Ashleen, pero quizás sea pronto para saberlo...

Las palabras de Forst me sorprendieron, pero porque fue como si se anticipase a mis intenciones. Si Renata no hubiera intervenido le hubiera preguntado por Aristarchus, pero mira por donde que no había hecho falta...

- Si, será mejor que hablamos con Aristarchus - dije levantándome y siguiendo al resto.

Me levanto después de haber comido frugal y rapidamente. El descanso de la noche no ha sido tan efectivo en mí como me hubiera gustado.

- Vayamos a ver a Aristarchus. - corroboro las palabras de los demás. Imagino que el Vidente tendrá novedades o querrá comenzar a organizar esta misión. Son tantas las posibilidades, tanta gente y tantos motivos para comenzar una herejía que empezar por un lado u otro es indiferente. Las tribus Ashleen podrían ser un buen candidato, así como ese tal Seth... y en cualquier caso hay que tener en cuenta que al menos un psíquico anda suelto por ahí...

Me pregunto si pertenecerá a alguna de las tribus, al ejército de Seth, o si irá por libre.

Echo un último vistazo a Forst antes de subir a la habitación: - El Emperador provee. - digo a modo de despedida.

Parca en palabras, como siempre, y sumida en mis reflexiones y pensamientos, me dirijo hacia nuestra reunión con el Vidente esperando que mi actitud no incomode a mis compañeros.

El grupo al completo llega a la habitación de Aristarchus, que es la más grande de la posada e incluso cuenta con una mesa y sillas.

El Vidente les sonríe cálidamente, dándoles los buenos días mientras les invita a pasar y a sentarse.

Una vez dentro, Aristarchus se sienta pesadamente a la cabecera de la mesa en su habitación. Está obviamente fatigado y con grandes bolsas ojerosas bajo los ojos.

- "Buenos días. Díganme, ¿han podido averiguar algo que no supiéramos ya?" -

Renata saludó educadamente y se sentó en una de las sillas, arrastrando a Kurt con ella y casi obligándolo a ocupar la plaza vecina. Aquella venía a ser su primera reunión de trabajo en campo y le interesaba el proceder de cada uno en aquel contexto. Esperó paciente a que o bien Tercio o bien Ostrogov hablaran, pero ambos dos parecían dispuestos, para su desesperación a prolongar el mutismo que su labor en equipo parecía exigir. Bufó sonoramente, antes de ahuecarse el pelo. Echó una mirada subrepticia a su osito y negó en silencio con la cabeza. Si lo hacía por el estado de Kurt o por el silencio ambiental, fue algo que quedó en el aire.

-Errr, sí. Hay novedades. Pero parece que el señor Tercio se muestra tímido en relación a la información obtenida. Lo cierto es que por abreviar hasta me dan ganas de contarlo yo, pero creo que es mejor que lo haga él -dijo señalando a Tercio-. A fin de cuentas, el mérito es suyo.