Partida Rol por web

-Supongo que saldremos del mismo Refectorio. Ahora tenemos intención de volver, si lo desean, pueden acompañarnos e intentar hablar con nuestro superior. Creo que podrá atenderles. Puede que desee hablar con ustedes, y aclararles todo detalle que quieran requerirle. 

Se pellizcó un momento la barbilla, pensativa, para luego mirar a Kurt. Pestañeó un par de veces, mientras fruncía los labios y los movía de derecha a izquierda, dudando del proceder más adecuado a sus intereses.

-Está bien. Les acompañaremos. Hay asuntos que cuanto antes se resuelvan, mejor para todas las partes. Osito, en movimiento. Nos vamos de paseo -dijo colgándose del brazo de Kurt-. ¿De verdad no te quieres afeitar? Te aseguro que no te pediría que te afeitaras nada más. Me gusta que ciertas cosas estén abrigadas -rió suavemente, en una conversación que excluyó a los otros, aparentemente indiferente a lo que pudieran pensar o decir-. Y estarías tan guapo. Con esas canas, la mandíbula rasurada -dijo pasando coqueta un dedo por el perfil de la misma-. En fin, estarías mucho más interesante, pero como nunca me haces caso. Señor Ostrogov, les estamos esperando, así que cuando quiera póngase en marcha. Vamos, vamos, movimiento, que no tenemos todo el día.

Aprovechó el hecho de estar de espaldas a aquel par de canallas para mover los labios soltando unas cuantas maldiciones, hacia ellos y toda su estirpe, sin soltar aire, mientras la mujer le decía tonterías a aquel pedazo de carne de presidio. Pero parecía que, ahora, tenían prisa. Se levantó, recuperado el rostro serio.

-Está bien, seguidnos. Venga, en marcha. 

Kurt se había inclinado para susurrar algo al oído de Renata, y sus palabras le hicieron abrir los ojos y asentir.

-Sí, claro que sí, osito. Me parece una gran idea. Pero es tuya, así que proponla tú. Yo acepto encantada, ya sabes. Las oportunidades para socializar nunca deben despreciarse. Un momento, señor Ostrogov. Osito quiere decirles algo.

- Sí - asintió, frotándose con la mano que le quedaba libre la cara que Renata le quería podar.- Algo que solo los  más cabrones olvidarían, ¿verdad, jefa? Y ellos no son unos cabrones. Ahora son compañeros de negocios, y como compañeros de negocios tenemos que celebrar nuestro trato.

Kurt soltó una carcajada y con un par de fuertes palmadas llamó al posadero.

- ¡Eh, posadero! ¡Mueve tu grasiento culo hasta aquí y sírvenos una ronda! Tenemos algo que celebrar.

El posadero mira a Kurt con cara de malas pulgas.

- "Una ronda de cerveza de Amargura para seis son tres Tronos. ¿Tienes tres Tronos?" -

Quién iba a pensar que aquel gordo seboso abriría esa jodida boca para algo que no fuera masticar como un cerdo. Kurt desde luego no, que al escuchar cómo dudaba de si tenían dinero para pagar la ronda esbozó una sonrisa canalla.

- ¿Tienes culo como para cuatro sillas? Por supuesto que sí. Venga, sírvenos una ronda y tómate tú también una a nuestra salud.- El legionario penal dedico una mirada cómplice a Renata antes de añadir.- Paga nuestro nuevo jefe.

El posadero mira a Vladymir y asiente.

Poco después sirve seis jarras de cerveza de Amargura. Es una cerveza amarga y picante, aunque con bajo grado alcohólico. La espuma es densa, casi se mastica. En conjunto es una bebida sabrosa, seguro que alimenta.

El posadero la sirve acompañada de unos boles con frutos secos y cortezas de toro de las arenas.

Renata aplaudió encantada, sentándose una vez más, cogiendo la jarra con una mano y con la otra un puñado de cortezas.

-Señor Ostrogov, un detalle por su parte -dijo Renata con una sonrisa brillante-. No innecesario, claro, pues con él compensa su brusca irrupción y los pésimos modos ejercidos al principio de nuestro encuentro. Pero... pelillos a la mar. Hagamos un brindis, osito. Por las nuevas oportunidades y por el dinero -su jarra se alzó para brindar y una risa encantadora brotó de su garganta.

El trato parece haberse concretado todo lo concretable que es en esta instancia, sin contar con la presencia del Vidente Aristarchus. Ahora celebramos nuestro entendimiento con una ronda de una bebida considerablemente sabrosa, puesto por parte de Vladymir. La verdad es que yo también podría pagarla en nombre del grupo, pero no es apropiado que me tome atribuciones que solo debe tener el líder, cuyo cargo ostenta el Guardia Imperial. Es por eso que yo le apoyaré y ayudaré, pero no me meteré en donde no me llaman.

Bebo alegremente mientras observo como se dan las cosas e intento mirar alrededor para no ser tomados de improviso por algún atacante. Últimamente he notado que este planeta es considerablemente hostil desde un punto de vista poblacional y no quiero ser emboscado por esos jóvenes de caras tatuadas en las condiciones que me encuentro y menos sin estar preparado para ello.

- ¡Estupendo! - exclamé, encantado de poder tomarme una cervecita.

Tomé asiento junto a Vladymir, que desde luego no parecía tan complacido como yo, y alcé la jarra para brindar con aquella mujer, y con todo el que quisiera unirse, claro está.

- ¡Bien dicho! ¡Por el dinero! - y choqué mi jarra suavemente con la de Renata.

-Me encanta esta cerveza. Es como la vida. Amarga y algo picante, y a la que casi puedes hincarle el diente. Bien señores, parece que han pasado por una guerra con tanta herida y vendaje. Mal estado para enfrentar una misión -dijo al tiempo que se echaba un bocado de cortezas a la boca que masticó con evidente placer, como si hiciera tiempo que no comía-. Vamos osito, come. Ese cuerpo tuyo no debe pasar hambre -comentó soltando una risita-.  ¿Y puede saberse qué les ha ocurrido para acabar pareciendo muertos vivientes? Bueno, menos a la esfinge de hielo. Por lo que deduzco ella no estaba con ustedes. Pst, pelofino, ¿sabe hablar, es muda o simplemente no es muy lista? -susurró a Tercio inclinándote hacia él.

Parecía que, efectivamente, le iba a tocar seguir cargando con aquellos... En éste caso, gastando parte de sus escasas riquezas en una ronda de lo que sea que bebieran en aquel tugurio. El guardia pagó, aunque no dijo nada al respecto. El primer trago de la cerveza no le desagradó. La sacra era mil veces mejor, claro, pero aquello tampoco estaba mal. 

"Mucho han tardado en llegar las preguntas..." pensó el guardia imperial, cuando la curiosidad afloró sobre lo que les había ocurrido. 

-Un desagradable accidente-respondió, sin faltar a la verdad. 

-¿De verdad va a ser tan escueto, señor Ostrogov? Ahora somos un equipo y usted es el líder. No me irá a decir que va a seguir la escuela de su predecesor y ocultar información al grupo -dijo con picardía-. Un momentito, querido -pidió inclinándose hacia el adusto hombre-. Se ha manchado. Claro, con esos bigotazos -comentó al tiempo que pasaba sus dedos por los mostachos, tironeándolos suavemente y quitando la espuma de ellos-. Así mucho mejor. Parecía como si tuviera la rabia. Y sonría, que no se le va a romper la cara por hacerlo -dijo pellizcando las mejillas de Ostrogov y elevando sus comisuras-. Por Dios, casi está hasta guapo. ¿A que sí, osito? Y bien -afirmó volviendo a su posición-. ¿En qué ha consistido el desagradable accidente? ¿Acaso se han estrellado contra un muro?

El guardia contempló con ojos fríos las atenciones de aquella mujer. Nunca se había fiado de la gente que prodigaba sonrisas con tanta facilidad, y más cuando planteaban conflictos, de manera sutil o no tan sutil. Además, su "osito" no sonreía. De hecho, tenía agresividad por los dos. Lo mejor, en ésta ocasión, era aguantar estoicamente.

-Algo así. Es un accidente que no puede volver a repetirse, no se preocupe. Y tampoco tiene interés para nuestro desempeño en éste planeta. Nuestro anterior líder nos privó de datos que podrían ser importantes, pero lo ocurrido no tiene relevancia, más que para los implicados. 

Casi me parto de risa cuando habló de la sororita, realmente parecía que le hubieran metido un palo por el culo, era difícil hacerse una idea acerca de una persona que no hablaba nada. Me escondí tras mi jarra un momento para capear el jocoso momento y después le contesté, también en susurros.

- En realidad creo que todo se debe a una falta de... - hice un obsceno gesto con la cadera.- Tú ya me entiendes...

La escena siguiente de la "mami" limpiándole el bigote a Vladymir me arrancó una nueva sonrisa, hacía tiempo que no me reía tanto. Era una pena que perseguir herejes no fuese tan divertido y que, a menudo, los horrores presenciados le borraran a uno la sonrisa de un plumazo. Sólo esperaba que fuese tan hábil con las armas como lo era con la lengua, o me temo que no viviría lo suficiente como para volver a saborear una jarra de cerveza.

- Un muro... ¡Ja! Tendría que haber sido un muro de fuego entonces.

HOMBRE DE ARMAS OSTROGOV:

FONDOS ACTUALES:

- Efectivo: 116 Tronos.

- Cognomen (formato electrónico): 115 Tronos.

-Señor Ostrogov, usted, de mujeres, ¿entiende poco, verdad? Pues permítame darle un consejo. Nada como mostrarse evasivo y esquivo para que una mujer en condiciones sienta que hay algo que le ocultan y eso... Eso no es bueno, señor Bigotitos -dijo meneando negativamente un dedo-. Oh, en serio -fue su comentario ante el gesto de Veridio, al tiempo que mostraba un rostro falsamente escandalizado-. Eres un bribón, pelofino. Vaya que sí -añadió riendo-. El Emperador quiera que yo no acabe así o la leche se cortará a mi paso. Tendré que practicar más... gimnasia.

Bebió la cerveza hasta apurarla y se pasó la lengua para hacer desaparecer los restos de espuma.

-Esto es la gloria. Imagino que usted no va beberse esto, ¿verdad? -dijo mirando a la sororita que seguía en la misma postura que cuando entró en la posada-. Pues nada, no permitiré que se desperdicie -añadió cogiendo la jarra entre sus manos-. Mmm, muy interesante. Un muro de fuego. Así que su accidente, ese del que no quiere hablar el señor Ostrogov, fue consecuencia de un encuentro... caliente, ¿no?

Kurt se sumó al brindis y a las palabras de Renata, primero alzando su jarra y después bebiendo con fruición. No se le pasó ni por un instante abrir la boca para otra cosa que no fuera terminarse la cerveza, y cuando terminó tan solo la abrió para soltar un suspiro de satisfacción.

- Y yo qué coño sé si está guapo- gruñó privado ya de su cerveza.- Tú sabrás, jefa. No es mi tipo, demasiado pelo y pocas tetas. ¡Pregúntale a pelofino!

Entonces se percató de que la cara acelga con espadón no había hecho ni caso a su jarra y que Renata pretendía reclamarla para sí. Sin pensárselo demasiado alargó el brazo y se la quitó de entre las manos a la mujer que tantas varillas le había “cogido prestadas”.

- No, no, jefa- Sonrió.- Este cuerpo mío no puede pasar sed. No te preocupes, ya brindo yo por ella.- Alzó su recién adquirido botín y entonó su propio brindis.- ¡Por los amigos que te dan su cerveza!

La risotada que soltó espantó el aire que podía joderle el placer de beber. Solo entonces bebió y como en la anterior ocasión no tardó en comenzar a vaciar la jarra.

Sonrío ante los comentarios graciosos, pero miro a Tercio con cara de desaprobación, aun sonriendo, por su comentario sobre la Hermana de Batalla:

- "¡Que falta de respeto más grande para alguien que ha puesto su cuerpo y alma al servicio del Dios-Emperador! Me enojaría contigo si no fuese que me has salvado la vida en muchas oportunidades."

Luego miro a nuestros dos nuevos compañeros y les explico algo que de seguro ya intuyen:

- "Quizás el arma que mejor sepa manejar la Hermana Scythia no sea la lengua, pero con el espadón ya nos ha salvado la vida en una oportunidad y su eficacia en combate compensa cualquier conducta que desee ejecutar, como el silencio. Espero que ustedes también tengan eficiencias que compensen vuestras... singularidades. Los comentarios ingeniosos y mordaces no matan a los enemigos que intentan volarte la cabeza... o devorártela."

Sonrío amigable pues mi comentario no es malintencionado, sino un recordatorio de que este trabajo es más peligroso de lo común que enfrentan los humanos en el Imperium. Es una labor sagrada donde el Dios-Emperador puede reclamar tu vida de un momento a otro y solo la efectividad con las armas puede salvarte de dejar tu servicio permanentemente.