Partida Rol por web

Se quedó con los ojos abiertos como platos, y la boca igualmente, hasta que fué consciente de lo que estaba pasando...

-¡Eugen!, ¡el Capitán ha dado una orden! -Intentaba que el marinero se decantase de una jodida vez... para bien o para mal, lo que se fuese a hacer, debía ser ya, o no tendría sentido. De todos modos, intentó razonar...

-No me jodas... Max,... No. No te jueges el cuello por no esperar un cuarto de hora a que regresen esos dos idiotas. No merece la pena: después de lo que hemos pasado... ¿no vamos a aguantar 15 putos minutos?.. Y digo bién, "vamos", porque lo que pase aquí, nos afectará a todos, y en especial a nuestros pescuezos.

No quiso esperar mucho más, tenían que mantener la calma, la cabeza fría, y hacer esto lo más rápido posible, antes de que se fuese de las manos.

-Esos dos están ahí fuera. Irnos es matarlos. Voy a por ellos; si no quieren venir o pierden el tiempo,... ya me encargo yo.

Les miró a los ojos.. había angustia... se estaban jugando un consejo de guerra... sumario..., porque no se permiten estas cosas, y los castigos son ejemplares, de modo que hay que cortarlo por la raiz, y que no vaya a más...

"Está visto, que el destino no quiere que salga vivo de esta puta guerra..."-Pensó.

Eugen lo tuvo claro en ese momento. No iba a arriesgarse a un consejo de guerra, que era lo mismo que ser fusilado, así que se levantó de su puesto, se giró hacia el capitán y lo saludó militarmente.

-A la orden, señor -le dijo, mirando de reojo a Max. No estaba dispuesto a comprometerse por él pero sobre todo, no estaba dispuesto a jugarse el cuello.

Así que dejó los manos y esperó, de pie.

von Agstein respiró cuando vio que Max, quien tenía cierta influencia sobre los marineros, se ponía de su lado. O al menos, del lado de respetar el orden y la vida de dos alemanes, compatriotas y uno de ellos marino. La cosa estaba tensa, realmente tensa, y podía terminar mal para él. 

- Weitzmann, - Dijo Peter, golpeando con el puño su otra mano- el submarino está para subir, no para volver a bajar. Quieran la misión esos dos, o no, ahora mismo, es imposible continuarla. La conciencia de un marino no se queda tranquila abandonando a otro en el mar. - Bajó el tono, calmándose, respirando. Habló bajo, hondo. Casi daba miedo. - No somos piratas, no somos bárbaros. Somos hombres de honor, y debemos hacer lo humanamente posible por ellos. 

Se giró, para dejarle de lado, contando con que lo había relevado de su cargo, y dirigirse al jefe de máquinas, que iba a hacer más de lo humanamente posible por dos personas. - Johann, tienes mi autorización para abandonarles si no los encuentras en 15 minutos. Habrán muerto. Vete. 

Miró al resto de la tripulación. Esperando que... siguieran la cadena de mando. Tocó su cruz de hierro. Confió. 

Eugen se levantó, y lo saludó militarmente. - Strelitz, se que haces un gran esfuerzo con esta obediencia. No se si la reconocerán en otro lugar, pero yo personalmente, te agradezco que lo hagas y lo recordaré toda mi vida. - El marinero se retiró, y antes de eso, le dijo: - Tienes 20 minutos, luego, regresa. Yo te daré las órdenes de ascenso. 

Mientras parecía que en el centro de control todo estaba volviendo a su lugar, un grupo de hombres apareció de repente en la puerta. La mayoría provenía de la zona de torpedos y uno de ellos, el jefe de torpedos, dio un paso al frente.

-Capitán, los hombres hemos hablado y estamos con el señor Weitzmann. Le pedimos respetuosamente que nos saque d aquí. Estamos cansados y esta misión no tiene sentido. Deseamos volver a casa.

Detrás de él había varios hombres y muchos de ellos llevaban herramientas como martillos y llaves inglesas.

-Se vuestros sentimientos, chicos. Sólo quiero 15 minutos. Estoy cansado de toda esta misión, y deseo salir de este fondo odioso. Pero un marino no abandona a otro. Los 15 minutos son por Strauss. Hibbert le debe la vida, lo cargó a hombros, y al menos, le debemos ese margen de tiempo. - dijo von Agstein, viendo cómo los marinos estaban ya al límite. Sólo esa camaraderia podía ser argumento. Eso los marinos lo entendían... Y esperaba que valiese lo suficiente.

-Por el Amor de Dios... -Se estaba exasperando- ... Nos esperan meses, MESES, de camino de vuelta a casa... ¿y no podéis esperar 15 putos minutos?... mirad al que tenéis al lado, joder; si hacemos esto por ese par de ratas que parece importaros una puta mierda, ¿qué no haríamos por cualquiera de nosotos?, pensadlo bien, y pensad que si les dejamos ahí fuera... ¿quien garantiza que no os encontréis en otra situación igual o peor, y no os dejen en la estacada?

Se la sudaban muchsa cosas, pero la confianza en la tripulación, eso no...

-En 15 minutos pueden pasar muchas cosas. Si esa mujer vuelve a estar a bordo, usted capitán seguira sus ordenes... Strauss no se pondra en su contra y nosotros tendremos que seguirles como cerdos al matadero.

-Ya dararemos las explicaciones pertinentes. Sobre su "desaparición". Nadie les mando ir alli. Sabian lo que se jugaban. Max se sintio de nuevo respaldado por los hombres que minutos antes le habian ofrecido su apoyo. No cederia. -Usted Martin a demostrado ser demasiado util como para dejarle hacer esa locura.

Se dejó caer en el suelo,  resbalando la espalda por la barra lateral de la escalera de mano que subía a la torre... esto... no podía estar pasando... con manos crispadas se arrascaba el pelo... No, no podía estar pasando...

-Esto.. es increíble... hemos sobrevivido a todo lo que los ingleses nos han echado encima, allá en el Atlántico, y sin embargo, una travesía en que no nos han disparado ni una vez, desde las Malvinas, hace que os volváis locos, locos de remate... ¿A qué idiota se le ha ocurrido esta idea? ¿Que quiere conseguir? ¿una medallita? ¿un ascenso? ¿un submarino propio?... Joder, todo da igual... Solo había que esperar un rato más, dejar que esos cretinos recuperasen la chatarra que les ponga cachondos, y dejarles con su feiz utopía... nada más, no meterse en líos... pasar en silencio, y llegar a casa....

Se quitó las pesadas botas de buzo,... y el cinturón de plomos de lastre; una cinta con varios kilos....

-Sabed desde ahora mismo -les señaló a todosm desde Max, al Capitán, y acabando en sí mismo- que somos hombres muertos; del primero al último. TODOS.

No había odio ni en sus ojos, ni en sus palabras, solo... tristeza. Entendía lo que iba a pasar de ahí en adelante. Sabía que el U-2004 no regresaría a casa, ni su tripulación.

-Y ahora, señores, me voy a emborrachar hasta morir. Ruego me disculpen, pero lo veo más amable que morir con los pulmones encarcados por agua de mar, u otras formas más sutiles de dejar esta mierda.

Se levantó y enfiló hacia donde tenía su camastro, y entre sus cosas, una botella de vodka; cosas del trapicheo en puerto. Al pasar junto al capitán, le dió una palmada amistosa en el hombro...

-Peter... los locos ganan; ya han ganado en Alemania y la han mandado a la mierda; ahora mandan aquí, y conseguirán lo mismo. nuestro destino estaba sellado desde que nos embarcamos la primera vez en una máquina de estas... Te recomiendo que hagas como yo... Elige la forma de terminar con esto, y deja que ellos mismos caven sus tumbas.

...

¿Que si valoré usar el cinturón de buzo como arma y cargarme a un par de ellos? ... si, pero no conseguiría nada,... me matarían.

Nos matarán, al capitán y a mí... somos testigos incómodos, no nos pueden controlar, somos de otra ralea; tal vez de noche; tal vez, degollados... Tal vez nos mantengan con vida por si somos necesarios ante un encuentro con los americanos cuando vayamos a suplicar combustible a un Japón en retirada, o en el Atlántico Norte, pero al final nos matarán...

... Por eso, prefiero refugiarme en el alcohol, y esperar el fin...

Es lo más coherente y sincero que puede hacer, al verse traicionado por los demás camaradas...

Incrédulo, Peter von Agstein se irguió en toda su estatura, dio un paso adelante, y los miró a todos. Uno por uno. Desde Max a Eugen, pasando por los muchachos de la cámara de torpedos, y al pobre Johann, que se retiraba a beber hasta emborracharse y olvidarlo todo. -Johann, guárdame un poco.  Gracias por confiar en tu capitán. Voy a poner a estos vulgares piratas en su lugar.  -Dijo, con fría ira en sus palabras, y los volvió a mirar uno por uno, como queriendo leer sus almas. 

-No son ustedes más mi tripulación. No son hombres de honor, no son marineros dignos de tal nombre. No les he dado motivo personal contra mi, y me desean apartar de mi mando. -Gesticuló con vehemencia, apoyando sus pies paralelos en el suelo, con firmeza marcial. -No, no me despojarán de mi mando unos vulgares bucaneros, no. Me niego. Aquí y ahora, reniego de mi mando, y solicito a quien sea la autoridad competente que se me deposite en el puerto neutral más cercano. -Dijo, arrancándose las insignias de Capitán de Corbeta que le acompañaban. -Si como capitán no les he inspirado respeto cuando si les he dado el mío, no se merecen a este capitán. -Les lanzó la gorra y la gabardina, se arrancó la cruz de Hierro y la guardó en el bolsillo. 

Adios. 

Peter von Agstein se dirigió a su camarote, con paso firme y sin dejar de mirar al infinito. Entró, abrió su armario personal con su llavín pequeño, y sacó su pistola. La cargó parsimoniosamente, la amartilló, se la colocó ostensiblemente en un lateral, y salió, para beber con Johann, y así coger valor para hacer lo que debía... O quizás, lo que debía. 

Todos lo vieron cargar con la pistola en dirección al camastro de Johann. 

-Amigo Johann, bebamos por los caídos y olvidados, y por nosotros. La locura no nos llevará.