Partida Rol por web

[D&D 3.5] El Caso de Nav Hidad

Prólogo 1. Alguien se llevó a Siria.

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05/12/2017, 08:33
Director

Ripp había pasado la tarde en el bosque. Las temperaturas descendían día a día y amasar cuanta más leña fuer posible era su objetivo antes de que el invierno se instalara en el valle de forma definitiva. Había llenado su carro hasta arriba y su vieja mula había hecho un gran servicio para tirar de él hasta Nav Hidad. Muy posiblemente ese fuera el último invierno de aquel pobre y envejecido animal y de no serle, si sería uno de sus últimos viajes tirando de aquel antiguo carro. Estaba vieja y Ripp se había planteado comprar una mula joven para substituir a la que le había dado servicio durante tantos años.

Al caer la noche, la vida en las calles cesaba de golpe. Las bajas temperaturas helaban la sangre de quien se mantuviera a descubierto. El propio Ripp ya había empezado a sentir el frío en sus huesos pese a las pieles de oso que portaba sobre los hombros. Él también se estaba haciendo viejo y sin duda los estragos del invierno perpetuo en el que vivían empezaban también a hacer mella en él.

La puerta de la ciudad permanecía abierta y sin custodia, como de costumbre. Tan sólo eran cinco los miembros de la guardia que velaban por aquella pequeña y remota aldea athelloi. Un sargento y cuatro soldados rasos. Ripp había pensado en alguna ocasión alistarse para engrosar las filas de aquella guardia, pero el bajo salario había acabado por decantar la balanza.

Al llegar a la aldea todo parecía normal, como de costumbre. Las humeantes chimeneas indicaban que todos los habitantes de la aldea se encontraban a resguardo en el interior de sus viviendas. El olor del cocido o de la sopa que surgía desde el interior de las casas de sus vecinos le recordaba a Ripp el motivo de su cambio de vida, el formar un hogar alrededor de su familia.

Su estómago rugió. Estaba hambriento tras todo el día en el bosque. Llegar a casa después del duro trabajo era lo único que le reconfortaba. Un plato caliente, una manta junto a la chimenea y el calor de su mujer y su hija era lo único que aquel veterano de una y mil batallas necesitaba para ser feliz.

Ya casi se encontraba en su pequeña casita, una que se encontraba en el lado este de la aldea, entre la zapatería y la herrería, vio como un perro corría despavorido calle abajo y al pasar por su lado le miró de reojo. Conocía a aquel perro, gustaba de robar los embutidos a su vecino Martt. Sin duda huía de él, como de costumbre. Aquella visión provocó que apareciera media sonrisa en el rostro de Ripp, que sin embargo se borró de golpe cuando al alzar la vista, observó a Branda corriendo y mirando en todas direcciones al fondo de la calle. Sus ojos estaban enrojecidos por haber estado llorando y su expresión era de gran preocupación.

 

 

Notas de juego

Empezamos tú y yo. El prologo te dará algunas pistas y justificará lo que leiste por error!

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06/12/2017, 10:11

Ripp se tomó un descanso con el hacha y se enjugó el sudor de la frente. Su amplio pecho subía y bajaba mientras su respiración pesada se congelaba en nubecillas de vaho debido al frío de la tarde. Cada vez tenía que dar más golpes al tronco para partirlo. El hacha pesaba más que cuando era joven, y en cada vaivén, los impactos se ralentizaban. 

Podía talar un árbol más rápido que cualquiera de los vecinos de su aldea, y así seguiría siendo durante muchos años. Aunque más que a sus músculos, era debido a que su formación de espadachín le había enseñado a cómo mover el cuerpo para transmitir en el golpe la fuerza de la cadera y de las piernas. Pero era evidente que el paso de tiempo era inexorable. Se estaba volviendo viejo y, como la mula que tanto les había ayudado a lo largo de los años, llegaría un punto en el que tendría que dejar el trabajo físico pesado. 

Un joven e inconsciente Ripp había pensado que, si en algún momento necesitaba caminar para hacer ejercicio, se limpiaría las orejas con un virote de ballesta. Aunque el Ripp de ahora no tenía la más mínima intención de seguir sus planes. Haría lo que pudiera para mantenerse fuerte y físicamente activo. Aunque fuera por ayudar a Branda (mucho más joven que él) y cargar en sus espaldas, anchas como la de un uro, a todos los nietos que Siria pudiera darle. 

Con esos pensamientos cargó la madera en la mula, pero se reservó un pesado haz de maderos para si mismo.

-Compartiremos la carga, amiga mía -dijo, palmeando la cruz del animal.

Sudoroso y cansado regresó a Nav Hidad. Se daría un buen baño, comería todo lo que se le pusiera por delante y descansaría con los pies en alto delante de una chimenea. Siria le pediría que le contara una historia de sus múltiples aventuras, y Branda le miraría con reprobación por inculcarle de ese modo a la niña la senda de la espada. Aunque Ripp tampoco deseaba que su hija recorriese un camino tan peligroso, era consciente de que era una decisión que le correspondía a ella cuando se hiciera una mujer.

La aparición de su mujer, en ese estado de preocupación, fue como un baño de agua helada. Siria. ¿Dónde estaba Siria? Ripp se acercó a grandes zancadas a su mujer y la cogió por los antebrazos como si estuviera a punto de zarandearla.

-¡Brenda! ¿Qué ocurre? ¿Dónde está Siria? -preguntó con ansiedad.

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07/12/2017, 15:50
Branda

- ¡No lo sé Ripp! – Gritó desesperada Branda con la voz entrecortada.

Las lágrimas recorrían sus mejillas como dos caudalosos ríos. Sus ojos estaban enrojecidos por los llantos y su angustiada expresión sumada a los temblores que no parecían querer abandonar su cuerpo hicieron creer lo peor a aquel hombre que había pasado prácticamente todo el día solo en el bosque.

- La llamé para la cena. – Continuó explicando Branda. – No venía y salí a buscarla al patio.

En ese momento Branda alzó sus temblorosas manos, las cuales parecían ocular algo entre ellas. Fue entonces cuando la amante madre de su hija le mostró lo que contenían. Se trataba de una figurita tallada en madera la cual representaba a un cervatillo.

- ¡No sé dónde está! – Exclamó angustiada. - ¡Llevo un rato buscando! ¡Nunca lo había hecho antes!

 

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07/12/2017, 15:51
Director

Ripp sabía que Siria no era la responsable de su desaparición. Ver aquella figurita hizo que todos sus temores se confirmaran. Ripp viajó mucho antes de asentarse en aquel valle. Viajó a lo largo y ancho de Harvaka y había vivido muchas experiencias y había escuchado muchas historias. Fue también el norte y durante un invierno tan frío como el que se avecinaba cuando escuchó de boca de un anciano en una taberna cercana a Keatar, la ciudad independiente que se encontraba justo al otro lado de las montañas Dragón, acerca de unos extraños sucesos que asolaron la región durante casi cuatro meses.

Un buen día comenzaron a desaparecer gran cantidad de niños. Desaparecían siempre en circunstancias muy similares. Se encontraban en el exterior de sus casas, jugando o realizando alguna tarea que sus padres les habían mandado. En algunos casos se encontraron figuritas de animales talladas en madera en el sitio de la desaparición. Algunos dijeron que escucharon un extraño cacareo y el resonar de pequeñas campanillas así como una sira maligna y se hallaron ruedas de trineo y cascos de renos marcados en la nieve.

Nunca se encontró al culpable, como tampoco a ninguno de los niños desaparecidos. Pasados los meses se dejó de buscar a los pequeños y aquel suceso pareció quedar olvidado de la memoria colectiva de los vecinos de los padres afectados. Sin duda los padres de los pequeños siguieron buscando, pero sin demasiada esperanza hasta que finalmente se rindieron a lo evidente, nunca volverían a ver sus retoños. Por desgracia para Ripp y Branda, aquella desaparición parecía tener similitudes con las que sucedieron en las cercanías de Keatar y lo cierto era que la zona donde aquello sucedió era muy próxima al Valle del Oso.

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08/12/2017, 16:32

Ripp apretó la figurilla en la palma de su mano. Las aristas se le clavaron en la piel callosa, sin hacerle daño.

«Maldito bastardo enfermo.»

Cuando había oído la historia de los labios del aquel anciano, Ripp era un joven obsesionado con el secreto del acero. Había dejado atrás a la familia, que había sido un incordio a la hora de perseguir su destino. La única sangre que le importaba era la que se derramaba en su espada o, raramente, entre los muslos de una mujer al desvirgarla. Le era completamente ajena la preocupación de unos padres por sus retoños. Los niños eran un saco de mocos y de problemas. Y sus padres no podían pagar los servicios de alguien como él, de todas formas.

Tampoco es que hubiera podido ayudar, aunque quisiera. Él no era un investigador, ni un rastreador. No habría sabido cómo encontrar al responsable aunque hubiera querido. 

-Quiero que vayas a las casas de tus amigas y les cuentes lo que ha pasado -dijo a Brenda tomándole por los hombros-. Que te ayuden a buscar por todo el pueblo.

Ripp dudaba que Siria estuviera en Nav Hidad, pero quería asegurarse de que el asunto se extendiera con rapidez entre los vecinos y no hubiera más desapariciones. El verdadero trabajo lo haría él. Era el único que sabía a lo que se estaban enfrentando. 

-Yo iré a ver al jarl, le contaré lo que ha pasado, y le pediré toda la ayuda que nos pueda prestar. ¡Vamos!

Se despidió de su mujer y tiró de las riendas de la mula en dirección a la casa del jarl.

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09/12/2017, 11:59
Director

Branda asintió con la cabeza ante la sugerencia de su marido. La mujer se marchó aún sollozante, con la misión de dar aviso de lo sucedido a la mayor cantidad de habitantes del Nav*. Cuantas más familias estuvieran prevenidas, más raptos serían evitados de convertirse aquel hecho en una epidemia entre aquella pequeña población del Valle de Oso. Desde luego por como Ripp le había hablado, sospechaba que esa desaparición podía convertirse en la primera de muchas.

Ripp había optado por entrevistarse directamente con el jrag** de la aldea. Sabiendo de la incompetencia de la guardia de Nav Hidad, lo suyo era abordar el asunto poniendo a la máxima autoridad del lugar, en conocimiento os hechos que acababan de suceder. La mansión de la familia Hidad se encontraba al sur de la aldea. Al igual que el resto de la aldea, se encontraba rodeada por un grueso y alto muro de piedra, recuerdo de una era más esplendorosa de aquella pequeña aldea.

La única diferencia era que el muro de la mansión no era el mismo que el del resto de la aldea. Pese a que compartía varias paredes con la muralla principal, la de la mansión del jrag era de más reciente construcción y algo más elevada que la parte más antigua de la misma. El portón principal se encontraba cerrado y junto a él un viejo miliciano aguardaba a cualquier inoportuna visita que pudiera importunar al hombre que le propinaba la paga semanal.

- Buenas noches, buen señor. - Dijo aquel veterano soldado que vestía el uniforme gris de la milicia personal de la casa Hidad. - ¿Qué es lo que desea? - Dijo aquel enclenque tratando de ponerse en pie ayudado por un bastón, pues por su avanzada edad era evidente que no lo habría conseguido de otra forma. - No se admiten audiencias a tan elevadas horas de la noche. - Desveló finalmente.

Notas de juego

* Nav: feudo en idioma atheloi.

** Jrag: es el equivalente a Jarl en mi escenario.

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10/12/2017, 21:19

Un miliciano anciano y débil, más preocupado por tener la barriga bien llena de aguamiel que de servir y proteger. Una adecuada metáfora del pésimo estado en el que se encontraba la guardia de Hidad. Si algún día entraban en combate morirían como chinches, pues la guerra era más probable que la paz en aquellos tiempos oscuros.

Ripp miró al miliciano con cara de pocos amigos. Era conocido por todos en el Nav: uno no podía retirarse de la vida de un aventurero y sentar la cabeza sin que hubiera habladurías y cotilleos sobre el tesoro que guardaba o dejase de guardar. Y Ripp había cosechado la fama de ser alérgico a las gilipolleces.

-¿Crees que estaría aquí si no fuera importante? -le espetó con voz tensa-. Mi hija ha desaparecido, y tengo indicios de que pueden haber más desapariciones si no actuamos de inmediato. Así que ve a llamar al Jrag. Por favor.

Aquello era lo más parecido a caballerosidad que uno podía esperar de Ripp: decir las cosas de forma educada cuando tenía ganas de arrancarte la oreja de un bocado.

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11/12/2017, 12:45
Director

- ¡Está bien, diablos! - Exclamó aquel veterano. - ¡Los jóvenes y sus prisas! - Murmulló por lo bajo. Entonces pareció caer de pronto en la cuenta de lo que aquel hombre acababa de contarle. - ¿Siria, la hija de Branda? - Preguntó con los ojos abiertos como una lechuza. - ¡Sígueme!

Se trataba de una aldea pequeña donde todos se conocían. Quizás Ripp era un personaje algo menos conocido por el común de la aldea, pues era un extranjero, pero quizás por ello y por su ruda y peligrosa apariencia, tampoco había pasado desapercibido por el resto de la población.

El miliciano se puso comenzó a caminar a pasos cortos que fueron haciéndose algo más largos a medida que avanzaba. Era evidente que la edad de aquel hombre había ralentizado su arranque y lo cierto era que también parecía haber provocado los mismos estragos en su mente. Pese a las evidentes prisas del recién llegado aquel hombrecillo no daba para más y tras casi diez minutos cruzaron al fin el patio ajardinado que separaba el muro de la imponente mansión familiar del clan Hidad.

Se trataba de un edificio de tres plantas, parcialmente cubierto por una frondosa enredadera, cuyas dos primeras plantas estaban fabricadas enteramente en piedra y la tercera en madera con unos amplios ventanales y un techo en pendiente de pizarra. Los arcos de las puertas y ventanas del primer y segundo piso eran en arco y mostraban vidrieras con infinidad de colores y formas que contrastaban con las ventanas cuadradas y de cristal ambarino del tercero. Se hacía evidente que la última altura era un añadido posterior a la construcción origina de la mansión.

El portón de entrada era muy amplio y lucía mampostería que representaba escenas mineras. Algo lógico teniendo en cuenta como la familia noble que vivía en el interior, había hecho la mayor parte de su fortuna. Unas argollas pendían del bigote de la aldaba de la puerta, la cual tenía forma del rostro de un hombre con expresión de enfado. El miliciano golpeó tres veces a la puerta y acto seguido dirigió una mirada a Ripp encogiéndose de hombros y alzando las cejas.

Cerca de un minuto después apareció un hombre vestido con un grueso abrigo de piel. Se trataba de un hombre delgado y con cierta apariencia enfermiza. Un frondoso bigote cubría sus labios asemejándose bastante al rostro que mostraba la aldaba. Miró al guardia y justo después al extraño invitado.

- ¿Qué es lo que sucede? - Preguntó aquel hombre. Ripp le conocía, se trataba del mayordomo de la familia Hidad, otra traba más antes de poder entrevistarse con el Jrag de la aldea, otra pérdida de tiempo que podía costar caro a su hija.

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13/12/2017, 13:47

Ripp prefería clavarse un tenedor en el ojo antes de que seguir lidiando con un burócrata tras otro. De modo que tendió las riendas de su mula al guardia de la entrada y, en cuanto el mayordomo abrió la puerta, se coló al interior de la casa con la inercia de un ariete.

-Mi hija ha desaparecido. Creo que pueden haber más desapariciones como se actúe de inmediato -resumió con voz tirante mientras examinaba el recibidor-. Llame al Jrag, haga el favor.

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13/12/2017, 16:01
Director

El enclenque mayordomo no pudo impedir que Ripp se colara en el interior de aquella mansión. El anciano miliciano perteneciente a la guardia de la casa Hidad, tampoco se opuso. Poco podría haber hecho para detener a aquel hombretón cargado de impaciencia. Ambos se limitaron a seguir al recién llegado hacia el interior del recibidor y le ayudaron a seleccionar una puerta que daba directamente a un pequeño despacho presidido por una larga mesa de madera oscura y rodeada por un sinfín de estanterías plagadas de libros.

Destacaban dos sillones dispuestos en un costado de la sala, junto a una pequeña mesita circular en la que reposaba una bandeja de plata con varias copas de refinado vidrio y una jarra que contenía algún tipo de bebida destilada con aroma similar al vino. El mayordomo cerró el paso de Ripp de forma sutil pero premeditada e ineludible hasta que lo arrinconó contra una de las butacas y en ese momento le sirvió una copa de aquel brebaje conminándolo a tomar asiento.

Ripp no desesperó y finalmente aceptó resignado esperar en esa pequeña estancia a que el señor del Nav tuviera a bien aceptar una audiencia con él. Acto seguido el mayordomo se marchó. No pasó desapercibida la mirada que le dirigió a veterano guardia, ni el asentimiento con el que le respondió. Evidente era que no se fiaban de él y que querían mantenerlo vigilado a toda costa.

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13/12/2017, 16:01
Beoric Hidad

Para sorpresa de Ripp, el señor Hidad se dignó a presentarse ante él tras muy pocos minutos de espera, cuando todavía no había decidido si probar la copa que le habían ofrecido o no. Se trataba de un hombre joven que no superaría de mucho la treintena de años. Ya lo había visto en otras ocasiones, pero desde luego no tan de cerca. Era un hombre de facciones alargadas y expresión severa. Lucía una fina melena castaña que caía sobre sus hombros y una prominente barba bien recortada. Sus ropas eran de gran calidad y evidentemente calientes, pero sin dejar de lado su objetivo ostentoso.

- Me han puesto al corriente de lo sucedido, buen hombre. – Dijo al fin la máxima autoridad de la aldea. – Entiendo su premura y pondré a su disposición todos los medios de los que dispone la aldea para tratar de encontrar a esa niñita. – En ese momento aquel hombre aceptó de su mayordomo, una copa del mismo vino que instantes atrás le fue servido a Ripp. – Mi nombre es Beoric Hidad, señor de ésta Villa. ¿El suyo, no tengo el placer de conocerlo? ¿Y dígame, qué indicios tiene para creer que éste no será más que el primero de muchos casos?

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14/12/2017, 11:59

«O no conoces quién habita tus tierras, o te estás haciendo el importante. En cualquiera de los dos casos eres un necio.»

-Todos me llaman Ripp -respondió, y sin hacer la intención de extenderse en las formalidades, puso sobre la mesita la figurita tallada de madera como un símbolo de interrogación-.  He viajado a lo largo y ancho de Harvaka, y en mis aventuras he visto cosas insólitas que no creeríais. 

En la ciudad independiente de Keatar, bajo la alargada sombra de las montañas del Dragón, escuché cómo un anciano relataba la desaparición de un un montón de críos en la zona, siempre en circunstancias muy similares. Se encontraban en el exterior de sus casas, jugando o realizando alguna tarea que sus padres les habían mandado. En algunos casos se encontraron figuritas de animales talladas en madera en el sitio de la desaparición, exactamente igual que la que mi mujer encontró en nuestra casa.

Nunca se encontró al culpable, como tampoco a ninguno de los niños desaparecidos. Y ahora está aquí. Ese maldito enfermo ha venido a robarnos nuestros niños.

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14/12/2017, 14:57
Beoric Hidad

La expresión ya de por si severa del mandatario del Nav se tornó aún más estricta a medida que Ripp avanzaba en sus explicaciones. Fuera teatro o de verdad sintiera preocupación por lo que acababa de escuchar, el Jrag sin duda parecía afectado y pensativo. Se llevó la mano a la barbilla y no apartó la mirada de los ojos de Ripp durante unos instantes que parecieron eternos.

- Keatar no está tan lejos de aquí. – Dijo el señor Hidad. – Es plausible tu deducción. Por desgracia también tengo conocimiento de esas desapariciones… - Afirmó el noble antes de suspirar apesadumbrado. – Las noticias vuelan, sobre todo las malas y ésta sin duda es nefasta.

El noble giró su rostro hacia la pared y golpeó suavemente con el puño cerrado contra una balda de una de las estanterías que rodeaban la estancia. De nuevo se mostró pensativo y preocupado. ¿Querría realmente buscar una solución a aquel asunto? El común de los mortales solía tener la impresión de que sus dirigentes realmente no velaban por los intereses de su pueblo. ¿Iba a ser el de Beoric un caso diferente?

- Está bien, iremos a hablar con la guardia. – Dijo al fin Beoric. – Si alguien tiene que tener conocimiento de tal suceso es la guardia. Tengo entendido que hay miembros nuevos con ganas de… - De nuevo resopló y se calló para sí la opinión que tenía respecto de su propia guardia. – Si deja que me ponga algo más apropiado, le acompañaré en persona hasta la oficina de la guardia. – Dijo al fin.

Notas de juego

Con tu siguiente turno concluimos tu prólogo y dependeremos del prólogo 3 para continuar. No les queda mucho tampoco. 

Por qué no te buscas un apellido?

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16/12/2017, 09:10

«Plausible no significa lo que tú crees que significa.» Lo cierto es que para ser conocido como un bruto con una espada enorme, Ripp era bastante más inteligente de lo que parecía. Y sus maestros de la espada se habían asegurado de que fuese un hombre cultivado.

Además tenía unas cuantas ideas sobre cómo mejorar el estado de la guardia. Para empezar, haciéndoles unos cuantos de kilos de músculo a cada uno a base de levantar objetos pesados antes de trabajar siquiera su técnica con la espada. Pero no era el momento para esas cuestiones. A decir verdad, Ripp estaba tan preocupado por su hija que ni siquiera se le pasó por la cabeza.

-Bien. Le esperaré en el exterior, mi señor. Dejé a mi mula con el guardia de la entrada.

Se levantó y apuró la copa de vino que le habían servido de un solo trago. No era la mejor forma de degustar un néctar delicado como ése. Pero la noche prometía ser larga, fría y angustiosa. Un poco de alcohol ayudaría a sobrellevarlo. No demasiado, porque si encontraba a aquel enfermo le pensaba colgar de sus vísceras con sus propias manos.

 

Notas de juego

Ripp es, de hecho, un diminutivo de su apellido Ripfang. Él se llama Hroki. 

Y aún tengo que terminar la ficha. Ya me vale.

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16/12/2017, 11:48
Director

Para cuando Beoric Hidad apareció vestido con unas botas de caña negras, unos calzones abombados y una camisa blanca con un pomposo cuello bajo una chaquetilla color burdeos de botones dorados a juego con una capa con capucha cuya cola llegaba hasta las rodillas. Del cinto pendía la vaina de una espada con empuñadura empedrada, más una decoración que un arma verdadera.

- Estoy listo. – Dijo el Jrag haciendo una seña a dos de sus guardias. Dos hombres algo veteranos para ostentar el título de guardaespaldas, pero que quizás en una tranquila aldea como aquella eran suficientes.

Ripp acompañado de tan extraño séquito y en compañía de su fiel mula, caminó hasta la oficina de la guardia, la cual se encontraba contra la muralla de la mansión en el lado izquierdo y cercana también a la puerta principal de entrada a la aldea. Justo en ese instante, salía de su interior uno de los guardias.

Un joven de estatura media y de cabello largo y barba corta pero no demasiado. Se trataba de un hombre con complexión atlética y buena planta. Algo que contrastaba con los habituales guardias del Nav. Lo único que le distinguía como guardia era su porte, pues aquel cuerpo carecía de uniforme alguno o distinción propia del cargo.

Cargando editor
16/12/2017, 12:09
Director

Notas de juego

Seguimos aquí: