Partida Rol por web

[D&D 3.5] El Paso del Demonio

Prólogo. Descanso en Karkaba.

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14/09/2019, 11:35
Narrador

Invierno del año 2291 de la p.e.H. Harvaka pasado el mediodía.

Tras lograr dejar atrás pasajes del pasado que no deseaban volver a recordar y mucho menos a vivir, los tres fugitivos llegaron a la ciudad imperial de Karkaba. Habían dejado atrás el este, las montañas Siemprenevadas, los apestosos trasgos, los intratables elfos y como no, sus antiguos mentores, líderes espirituales, enemigos acérrimos o tutores que por alguna razón del destino habían decidido acabar con ellos por muy diferentes razones.

Fuera como fuera, ahora que habían llegado al Imperio, se sentían más seguros. En las abarrotadas calles de Karkaba, iba a ser difícil que les localizaran, aunque como bien sabían, las ciudades tienen ojos y esos ojos le aguardan a uno donde menos se lo podría esperar. Un monje, una arcana y un sacerdote viajando juntos, difícilmente pasarían desapercibidos mucho tiempo si se mantenían quietos en una zona tan cercana al lugar donde pasaron la mayor parte de sus vidas. La información se pagaba cara en el Imperio y hasta la persona en la que uno más podía confiar, tenía un precio...

La taberna de "La Cueva y la Doncella", estaba bastante animada. El nombre de aquel lugar les llamó portentosamente la atención. En realidad si que parecía una cueva. Aquella taberna se encontraba en el sótano de un gran edificio de aspecto lúgubre, aunque... ¿Qué no era lúgubre en aquella ciudad, donde las calles estaban plagadas de ríos que discurrían por ellas, portando las deposiciones de sus habitantes y en la que el estado de las edificaciones era ruinoso debido en gran parte a las últimas guerras y en otra gran parte, a la dejadez de sus propietarios?

No obstante, la taberna de "La Cueva y la Doncella" tenía buena fama. El acceso era desde un oscuro callejón en el que normalmente se ofrecían servicios de prostitución a los más necesitados, pero eso solía ser al empezar a caer la noche, así que por desgracia no podrían contratar a una en ese preciso instante. Una vez dentro, la tenue luz de las velas y las linternas de aceite ayudaban a iluminar el gran salón común en el que la mayor parte del mobiliario se reducía a una amplia barra y un sinfín de barricas de vino vacías utilizadas como mesas y rodeadas por taburetes. Por extraño que pudiera parecer el olor a comida era bueno y despertaba el apetito. Al parecer cocinaban caliente en días fríos y lo hacían en una gran chimenea lateral. Además, aquella tasca de mala muerte era famosa también por su cerveza exportada de Ultar.

¿Que decir que las habitaciones? No es que tuviera muchas de ellas, tan solo cuatro y bastante cochambrosas, pero eran privadas, salvo por las pulgas que vivían en ellas y más concretamente en los colchones de sus lechos. Por suerte (o por desgracia), aquellas habitaciones se alquilaban por horas y normalmente siempre al atardecer, por lo que dichas pulgas no tenían mucho tiempo de subírsele a uno a la chepa. Su uso era rápido y fogoso. Dichas habitaciones solían ser utilizadas con las damas de la calle y sus clientes o por algún puto que tampoco estaba mal visto en aquella región. La mayor pega era el olor a humedad que inundaba el ambiente de aquellos cuartuchos, pero al menos cambiaban las sábanas cada tres o cuatro días, a veces cada cinco.

Fuera como fuera, quien quisiera entrar en aquel tugurio tenía que tener claras sólo un par de reglas. La primera era que no se permitía ningún tipo de magia en el interior. La segunda, tampoco se permitía imberbes y con imberbes se referían a niños y elfos. La tercera y última era una que rezaba en un cartel enorme y decía: "Hoy no se fía, mañana sí." Por último, era importante reseñar para todo aquel que acudiera al lugar, que "La Doncella" era tan vieja como el propio establecimiento. La dueña del local, debió ser tiempo atrás una joven y bella doncella, pero lo cierto era que la mujer que se encontraba tras la barra de doncella tenía poco. Se trataba de una anciana mujer de agrio carácter y peores modales.

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14/09/2019, 12:03
La Doncella

- ¡Muy buenos días! - Dijo aquella mujer tras golpear contra la mesa. - ¿Qué desean tomar? - Les preguntó en tono amenazante.

La mirada de aquella mujer era iracunda como la colérica barba de cierto pater que muriera traicionado por un gran amigo, en otra época, en otro mundo, muy lejos de allí... Pero era bien cierto que su mirada era colérica y eso que todavía ninguno de ellos había osado abrir la boca. Tampoco sabían que exquisitos platos se servían en aquel local, así que como mucho podrían pedir la bebida, pero... ¡Bien sabían los dioses cual sería su aciago destino si no pedían algo en ese preciso momento a aquella furibunda mujer!

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18/09/2019, 09:26
Guideon

La punta de una lanza fue lo primero que La Doncella vio aparecer del trío de prófugos que acababan de llegar a su local. No es que fueran a atracar el local, sino que era una cuestión práctica: cuando uno quería entrar por la puerta con una lanza de casi tres metros de altura tenía que hacer ciertas concesiones a las apariciones teatrales. Tras la lanza apareció su dueño, Guideon, uno de los pocos sacerdotes de Saule que quedaban en aquellas tierras, si no en toda Gea. La lanza ya había dado alguna pista, pero la armadura completa de acero pulido, de un forjado exquisito, y la cota de malla fabricada con anillos plateados entretejidos, confirmaban que el recién llegado pareciera estar a punto de entrar en combate en cualquier momento. Una capa de piel oso le protegía del frío de aquellas tierras. 

Sobraban los motivos por los que quisieran matarlo, a él o a sus dos compañeros de aventuras. Guideon era un apuesto hombre de la tez morena de los hombres del sur, alto, esbelto y con la dignidad de un príncipe del desierto. Tenía los pómulos marcados, la barba larga pero cuidada, y unas pestañas muy largas que enmarcaban sus ojos de un vivo color miel. Sus ojos recorrieron la estancia en busca de amenazas y, al no encontrar nada digno de tal nombre, indicó a sus amigos que lo acompañaran al interior.

Guideon escogió una mesa cerca de la pared para poder apoyar la lanza, dejó la mochila en el suelo, y se quitó los guanteletes. Tendría que pedirle a Nindra que aflojara las correas de su armadura más tarde. Podía hacerse a la idea de por qué la mujer se había dirigido a ellos con tan malas pulgas. Los aventureros no eran bienvenidos en muchas tabernas y posadas, y a tenor del letrero que advertía sobre el uso de la magia, La Cueva y la Doncella parecía ser uno de aquellos lugares. 

—Buenos sean —respondió con una sonrisa tranquilizadora—. Yo tomaré una de sus famosas cervezas de Ultar. 

Iba a abrir la boca para hacer una oferta económica a fin de conseguir una habitación limpia, pero se detuvo. Preguntaría a sus compañeros si no preferían pasar la noche en otro lugar, pues la Cueva y la Doncella era tan famosa por su cerveza como por ser una alternativa a los revolcones de callejón. Por no mencionar las pulgas.

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18/09/2019, 11:48
Nindra

Hacía un frío del carajo en aquel sitio, pero Nindra no se quejó ni una vez de la maldita nieve. Acostumbrada a vivir en el cálido interior de una torre de magia, cerca de un pueblo de la costa donde hacía calor incluso en invierno, el cambio de vivienda había provocado que se enfadara con bastante frecuencia debido a las bajas temperaturas. Como maga precavida que era, antes de escapar se había aprovisionado con ropa de abrigo y la chaqueta forrada, además de ser una prenda de excelente calidad, muy bonita, confeccionada a medida y que le sentaba muy bien, abrigaba lo suficiente como para no sufrir. Pero ella sufría, porque se le enfriaba la nariz y las orejas, y era muy irritante. Ni que decir tenía que desde que abandonara la torre hasta llegar a Karkaba había vivido más aventuras que en sus veinte años encerrada en la biblioteca y había experimentado grandes placeres intelectuales y emocionales; los físicos los había probado poco, pero eso no tardaría en remediarse.

Entró en la posada detrás de Gideon, que de poco se queda clavado al techo con la dichosa lanza, era muy aparatosa para un lugar tan cerrado. Nindra había visto cómo la usaba en combate, era impresionante verlo en acción; las primeras veces se quedaba tan fascinada viendo a sus compañeros pelear por sus vidas que se olvidaba que ella también corría peligro. Pero claro, estaba tan poco acostumbrada a ver a hombres luchando -y a hombres hermosos y fuertes, en general-, que cualquier cosa la impresionaba. 

Su abrigo era de tonos grises con el cuello forrado de una textura que podía ser lana de oveja, mullida y reconfortante, muy ceñido a la cintura. Se quitó el gorro al entrar, revelando unos cabellos castaños del tono del fuego y un rostro joven y bien parecido, con los ojos de un común color marrón. Portaba un bastón de madera muy sencillo, más corto que la lanza, por supuesto, y un cuchillo en la cintura, además de unos cuantos saquetes. También una mochila pequeña en la que no debía de caber absolutamente nada. Se quitó los guantes para dejarlos sobre la mesa y puso la mochila en sus pies antes de sentarse frente al clérigo.

-Yo también quiero cerveza -comentó a la dueña del establecimiento-. Y esa comida que huele tan bien.

Pero no dijo nada de quedarse a dormir, el sitio la verdad es que no le gustaba demasiado. Miró a sus compañeros de esa forma tan poco discreta que ellos ya habían sentido en sus carnes en otras ocasiones, como si los estuviera tasando, evaluando o calculando su fuerza. El escrutinio tenía por objetivo algo de lo que ella no se avergonzaba en absoluto, ¿desde cuándo era algo malo que disfrutara contemplando hermosos ejemplares de varón aguerrido?

De lo que pronto se dieron cuenta sus compañeros es que la muchacha trasegaba cerveza casi como de un enano se tratase y a pesar de su apariencia de ninfa, era capaz de ventilarse varias jarras de vino sin perder el sentido. También descubrieron que tenía un carácter del demonio, aunque jamás se enfrentaba a ellos. Era un poco arrogante a veces y más terca que una mula, como habían podido comprobar. El episodio del mapa, por ejemplo, sería difícil de olvidar. Nindra había discutido a voz en grito con un enano en el puesto de un mercado en el cual se vendían mapas de la región. Ella quería ese mapa, pero no podía pagar un precio tan elevado cuando en el margen alguien le había dibujado un pene al dragón que señalaba el fin del mundo conocido. Avergonzó al enano, que al final se lo dejó a mitad de precio, y la vez siguiente que miraron el mapa, el dichoso símbolo fálico no estaba y Nindra tenía una sonrisa de traviesa satisfacción en la cara. El aislamiento al que se había visto sometida durante toda su vida comenzaría de un momento a otro a pasarles factura.

-Te ayudo -se ofreció al clérigo, solícita como de costumbre, a aflojarle las cinchas de la armadura.

Aunque en verdad, Nindra deseaba aflojarle las correas de otras prendas. Pero todo a su tiempo, aquel no era lugar para tales menesteres y el pobre hombre tenía que sufrir horrores con tanto hierro encima.

Cuando acabó, abrió su mochila para sacar un estuche de cuero donde guardaba sus varitas, solo para comprobar que seguían allí. Luego sacó un tubo demasiado grande del interior de la pequeña mochila donde tenía guardados los pergaminos, para hacer inventario de lo que había gastado y de lo que le quedaba, haciendo caso omiso por completo a la advertencia de no usar magia. Y en verdad no estaba usando magia, solo estaba comprobando que todo estuviera bien.

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18/09/2019, 23:23
Alderic

Sudoeste, desde que habían partido del templo en las Montañas Nevadas esa había sido la dirección de su vida. Gideon lo había guiado durante meses, primero por pasos de montaña, luego por caminos poco transitados, siempre alejándose del Alcázar en Keatar, huyendo del Valle Gris, dejando atrás un pasado siniestro. Siempre avanzaban en dirección sudoeste, ya fuera que estuvieran siguiendo un rumor sobre el dios muerto, o que tuvieran que huir ante los pasos de sus perseguidores. Visitaron criptas, templos olvidados, bibliotecas prohibidas, y combatieron par a par en cada uno de los lugares; a veces solos, la mayor de las veces en compañía de otros. El destino los guiaba al sudeste, tan es así que cuando conocieron a Nindra, cuando accedieron a rescatar a la doncella de la Torre, el caótico movimiento del edificio en los planos mientras combatían los dejó a pocos kilómetros de las fronteras del Imperio Umnio, del otro lado del bosque del crepúsculo en el que habían entrado.

A partir de ese momento fueron tres, se habían recuperado del combate en una aldea de pescadores en la costa del Mar Interior, y desde allí siguieron los caminos cada vez más amplios hasta la ciudad de Karkaba. El recorrido no había estado exento de peligros, de hecho había menos asaltantes en el camino después de que el trío pasó por el mismo, y si bien aún no podía decirse que fueran amigos al menos era claro que se cuidaban entre ellos.

Alderic consideraba que Gideon le había salvado la vida, le había dado un propósito, y ese propósito era compatible con acompañarlo y ayudarlo en su misión. Consideraba que era el líder del grupo sin importar quien formara parte del mismo, tal era así que en algún lugar del camino entre las montañas nevadas y el bosque del crepúsculo descansaba eternamente un guerrero que había querido dirigir la expedición.

Con respecto a Nindra, poco sabía de ella salvo que era extremadamente inteligente, una maga muy capáz, y una mujer muy bonita con un carácter de cuidado. En un principio su mirada tasadora lo había incomodado, había visto a los granjeros del valle mirar a sus mejores animales de manera parecida, aunque dudaba que Nindra los estuviera evaluando para venderlos en el mercado de esclavos... o al menos esperaba que no fuera esa su intención. 

Cuando entraron en la ciudad, por la puerta este, Gideon había obtenido direcciones generales hacia la zona de tabernas de paso. Alderic no había estado en muchas ciudades grandes, y las veces que las había visitado había sido con un plan concreto que se ejecutaba en unas horas y en la mejor zona. Incluso la visita higiénica que hacía antes o después de cumplir su misión carecía de un recorrido contemplativo de los barrios más bajos. Aún sin tener muchos puntos de comparación intuía que la ciudad en la que estaban, o al menos la zona en la que se encontraban, acumulaba más mugre y porquerías que todos los lugares que había visitado. Quizá por eso no puso reparos en entrar en la taberna con el nombre menos pintoresco que el resto, y con suerte uno que hiciera honor al mismo. "La Cueva de la Doncella" parecía prometedor para un hombre que no había estado con una mujer en semanas, y más aún cuando tenía la tentación delante de él cada día. Por algún motivo había asumido que Gideon se había encaprichado de la maga, y si era así él no le arruinaría la fiesta por darse un revolcón con la muchacha, eso y además de que si las cosas no salían bien y la chica quería algo más después el grupo se resentiría.

Nada más entrar resultó evidente que el nombre del lugar engañaba en la mitad de su contenido, y para peor en la parte que a él más le importaba en ese momento. Era una cueva, eso quedaba claro, húmeda, oscura y ruidosa... aunque el olor a comida era sorprendentemente bueno. La parte de la doncella... o bien era un chiste o bien el lugar tenía cien años, la vieja era fea con ganas y su humor denotaba que quizá seguía siendo doncella. Como Gideon escrutó la sala desde la puerta, dejando que sus ojos se acostumbrasen a la media luz. Esperó a que su compañero eligiera mesa y recién cuando Nindra comenzó a caminar hacia Gideon se quitó la capucha de su capa de invierno de color gris y entró.

Caminó con parsimonia hacia la mesa, desatando la capa y revelando una armadura de cuero tachonado de color negro. Una mochila desgastada colgaba de su hombro izquierdo, y de la misma colgaba una ballesta. Se podía ver la empuñadura de dos espadas en su cintura, una a cada lado, y resultaba evidente por el desgaste de las empuñaduras que no eran de adorno. Su rostro estaba marcado por el paso del tiempo y alguna que otra cicatriz, su barba y cabello eran negros como ala de cuervo, y el gesto hosco con el que miró a la tabernera cuando les tomó la orden hubiera puesto en fuga a alguien menos templado.

- Cerveza y lo que sea que le traiga a la chica para comer - dejó salir a bocajarro mientras descolgaba la mochila y la dejaba a un costado de la mesa - y dígame donde puedo encontrar una puta limpia en esta ciudad, porque claramente no será en este local. - Tomó un taburete y lo acomodó de forma que pudiera usar la pared como respaldar, y luego se repantigó en el mismo mientras se quitaba los guantes.

- Menuda mierda de lugar, al menos la comida huele bien, me toca a mi invitar la comida - dijo a sus compañeros cuando la Doncella se hubo marchado. Habían acordado que sólo uno sacaría la bolsa en lugares que no conocieran, de ese modo evitarán tentar a posibles rateros más de la cuenta. Vio como Nindra revisaba nuevamente sus pertenencias, parecía obsesionada con la idea de perder algo - Que, ¿tienes todo o algún ratón te ha robado un papelito desde la última vez que miraste? - le preguntó a bocajarro.

 

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19/09/2019, 10:07
Hija posadera

- Buenos días. - Dijo una joven de espesa cabellera roja y mirada lobuna. - Aquí tienen lo suyo... - Dijo de mala gana.

Acto seguido depositó tres cervezas sobre la mesa, tenían un color un tanto oscuro, se notaba que iban a tener un sabor muy fuerte. Acto seguido colocó frente a cada uno de ellos un plato humeante de lo que parecía ser estofado y pese al lugar donde se encontraban, tenía un aspecto igual de delicioso que el aroma que desprendían.

¿No sois de por aquí, verdad? - Les preguntó a aquellos tipos. - Nos gustan los extranjeros. Sobre todo si llevan dinero. ¿Vais a pagar, verdad?

Notas de juego

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19/09/2019, 10:22
Narrador

La taberna estaba abarrotada. Era evidente que por aquella zona tenia bastante éxito. El ambiente estaba bastante cargado por el olor a tabaco y sudor. El griterío del interior hacía imposible escuchar al mediano que tocaba el laúd tratando de amenizar la velada. Fuera como fuera, ya tenían la comida frente a ellos y no dudaron en empezar a comer. El sabor era bueno y hacia justica a las expectativas generadas.

A medida que iban comiendo se fueron fijando en algunos de los personajes que abarrotaban la sala. Los que más llamaban la atención eran un par de borrachos que se sentaban en la mesa contigua a la suya. Se trataba de un tipo enorme y barbudo, que portaba sobre la cabeza una especie de sombrero de tela. Reía a carcajadas cada pocos segundos y que bebía cerveza como si no hubiera un mañana. Estaba sentado frente a un enano calvo, de barba pelirroja y con un parche en el ojo. Él también bebía bastante, al estilo enano, una detrás de otra.

Se fijaron también en el hombre de la barra. También era calvo y llevaba bigote. Su mirada era profunda y triste. Parecía un alma en pena. Por como le trataba "la doncella", pronto dedujeron que se trataba de su marido. Entre ella y su pelirroja hija, sin duda alguna habían creado de él un pobre infeliz. No hablaba con nadie, ni miraba a nadie, tan solo limpiaba vasos, tazas, jarras y platos y luego los secaba.

En el fondo de la sala había una mesa de seis. Cuatro hombres una dama que parecía de alta cuna y una especia de mujer mestiza con mirada audaz y desconfiada. Vestían ropa de abrigo sobre sus armaduras, las cuales trataban de ocultar sin mucho éxito, al igual que sus armas. Todos menos la dama. La dama, una joven rubia de flequillo recortado y abundantes senos, parecía ser el centro de atención de sus cinco acompañantes.

En otra mesa se encontraba una pareja de enamorados. Un joven escuálido y de perlo anaranjado, que cogía las manos de sus enamorada sobre la mesa. Ella era todo lo contrario. Una mujer oronda, morena y de piel curtida. Parecía mayor que él no sólo en peso, sino también en edad. No hacían para nada buena pareja, pero como se solía decir, "el amor el ciego", aunque en ocasiones era también estúpido.

Y frente a la barra, un sinfín de rufianes etílicos, los que no podían faltar en cualquier taberna de mala muerte. Un total de siete hombretones sucios como ratas en una alcantarilla. Despedían un olor nauseabundo y parecía que habían hecho suyos los taburetes que ocupaban. Reían, bebían, comían frutos secos y lanzaban sus cáscaras al suelo, el cual era imposible de transitar si uno quería esquivar dichas cáscaras.

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19/09/2019, 10:43
Thaek

He oído que buscas putas...  - Dijo el gordo que reía en abundancia junto al enano al bueno de Alderic. - Todavía es un poco pronto, amigo. - Soltó una carcajada. - Debe ser complicado viajar junto a esa preciosidad y tener que cascársela contra una piedra... - Le susurró lo suficientemente alto como para que Nindra, la aludida, pudiera escucharlo. - ¿Quién se la beneficia? ¿Es ese tío? - Señaló con la mirada a Guideon. - Te recomiendo a Sarah. La llaman Sarah Coñors. Es su nombre profesional. - Soltó una estridente carcajada. - No es la más hermosa de todas, pero... - Sonrió y no pudo seguir con lo que estaba diciendo. Se llevo la jarra a la boca.

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19/09/2019, 10:48
Hern

¡No tiene dientes! - Intervino entonces el enano calvo y tuerto. - Es eso es bueno porque no muerde. - Les aclaró. Quien dio rienda suelta  sus carcajadas entonces fue el enano y su compañero, el rufían de taberna le siguió el juego. - Nunca la he probado. Pero los que lo han hecho han quedado satisfechos. Yo, bueno yo... - Se apartó el pelo imaginario de delante de los ojos. - Me gusta otro tipo de mercado. - Y sonrió sonrojado.

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19/09/2019, 11:10
Guideon

Guideon se había convertido en una suerte de líder de aquel grupo de fugitivos. Él nunca había reclamado semejante título para él, ni otros lo habían proclamado como tal, pero parecían respetarle y escuchar lo que tenía que decir. El sacerdote de Saule se había tomado esa responsabilidad con algo de reluctancia. Él siempre había sido un inadaptado que no tenía la más remota idea de cómo trabajar en equipo. También había sido un cretino y un impertinente, tanto con sus iguales como sus mayores, siempre con la amargura y el sarcasmo en los labios. No estaba orgulloso de ese Guideon, pero quería pensar que estaba aprendiendo a ser un hombre mejor; ahora que había encontrado el camino a seguir, el camino de Saule, no estaba siempre tan irritable. Sentía que estaba en tregua con el mundo, aunque era consciente de que únicamente había encontrado el camino: el lugar al que pertenecía, aquel que le permitiría estar en equilibrio consigo mismo y con el mundo, aún estaba por descubrir.

Vuelta a la taberna Guideon agradeció las solícitas manos de Nindra y gruñó ante las palabras de Alderic.

—¡Esa boca, Alderic, que ya no vives en el Alcázar!

Alderic y él habían llegado a conocerse bien a lo largo de sus viajes, tanto que lo consideraba como una de las personas más cercanas en su vida, casi como un hermano. Y como hermanos, a veces discutían, pero siempre se habían mantenido al lado uno del otro. La adhesión permanente de Nindra a su grupo había preocupado a Guideon tanto como a Alderic. Decir que se trataba de una mujer hermosa sería quedarse corto. Se había fijado en la forma anhelante en la que lo miraba, pero también miraba de la misma manera a Alderic. Eso significaba problemas. Se había percatado de cómo Alderic se había hecho a un lado, y aquella manera tan abierta de buscar un revolcón con una meretriz, delante de Nindra, parecía enviar, en opinión de Guideon, un mensaje claro: hermanos antes que mujeres. 

Guideon había agradecido el mensaje, pese a la reprimenda, y por partida doble: agradecía la preocupación sobre su amistad y el hecho de que dejara la vía abierta a tener algo con Nindra. Si Guideon no había dado un paso adelante en aquella dirección, empero, se debía a que parecía obvio que la maga no se había decidido por uno u otro, y a sus propias preocupaciones sobre las repercusiones que aquello pudiera tener en el ambiente del grupo.

Sus labios se tensaron cuando aquellos rufianes de taberna interrumpieron en su conversación. Todo aquel asunto de la puta sin dientes era divertido, pero no lo era tanto el asunto de que unos extraños metieran sus narices donde no les incumbían... y el dedo en la llaga. 

—Mira, amigo dijo repitiendo la expresión del rufían, pero con una inflexión amarga en el tono de voz—, no te metas en nuestros asuntos o te bajo la borrachera de un guantazo.

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19/09/2019, 12:06
Nindra

Nindra no cambió el gesto ante las rudas palabras de Alderic, porque si algo había aprendido de sus visitas a la ciudad antes de que la cambiaran de sitio era a no hacer caso a los ignorantes. Su compañero podía ser muy desagradable si se lo proponía, pero Nindra lo tomaba como cuando esos niños pequeños aullaban y lloraban intentando llamar la atención de los demás. Quizá lo hacía sin querer, quizá no sabía ser tan agradable como Gideon, pero Nindra suponía que a ella le sucedería lo mismo si su padre la hubiese atormentado como parecían haberlo atormentado a él. Ninguno de sus compañeros le había contado mucho sobre cómo se habían conocido, sus problemas antes de llegar a la torre, su vida en general; pero ella tampoco les iba a preguntar. Tenian pinta de haber llevado una vida de pena, pero cuanto más atormentados, desgreñados, heridos o exhaustos se encontraba alguno de ellos, su atractivo se multiplicaba. 

Abrió la boca para contestar a Alderic cuando de repente cayó en la cuenta de algo y miró alternativamente a uno y a otro con el ceño fruncido, como si intentara descrifrar algo en sus caras. Cerró la boca. ¿Y si...? Era algo que no se había planteado hasta el momento, había sido todo muy intenso, la huída, sus perseguidores, el peligro. Nindra se había centrado en sus propias necesidades y quizá, quizá, había pasado por alto que aquellos dos eran amantes. Señaló a uno y a otro, trayendo a su memoria todo lo vivido con ambos, sacando sus propias conclusiones mediante las evidencias que había contemplado. Empezó a reírse.

-¡Sois...!

No llegó a terminar la frase porque llegaron las bebidas junto con la tabernera.

-Claro, pagará él, no te preocupes -le dijo a la muchacha con una sonrisa agradable mientras señalaba a Alderic con descaro-. Muchas gracias, está realmente delicioso. Me llamo Nindra, ¿y tú? Es la primera vez que estoy en esta ciudad...

Quiso darle más conversación a la chica, al menos parecía tener su edad y quizá podía entablar amistad con ella, pero unos tipos en la mesa de al lado comenzaron a parlotear. A Nindra no le gustaban las malas formas, pero desde que estaba con sus compañeros había visto y oído de todo, así que empezaba a endurecerse e incluso, a veces, iba más allá y les contestaba. Y Gideon estaba allí siempre para salir en defensa de los más necesitados, su diplomacia pasivo agresiva le provoca a Nindra un hormigueo en el vientre. La muchacha se mordió el labio intentando entender lo que decían aquellos dos, por el contexto empezaba a sospechar, pero había algo que no le quedaba claro. Miró a Gideon para preguntarle en voz baja.

-¿Qué significa cascársela contra una piedra?

 

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19/09/2019, 12:42
Alderic

Alderic refunfuñó algo cuando Gideon lo reconvino por el lenguaje, ya habían tenido esa conversación antes, una en la que el sacerdote lo reconvenía y le recomendaba cuidar las palabras en la civilización y él fingía interés. Lo cierto era que el consejo parecía bueno, su compañero conseguía mucho más que el con sus palabras, pero se le dificultaba mucho llevarlo a cabo cuando estaba tenso y cuando el ambiente no ayudaba. Poco recordaba de sus primeros diez años de vida en el monasterio, y esa era la única educación social que había recibido, pero como solía decirse esa no era excusa... tendría que esmerarse y cuidar su bocota, al menos mientras estuvieran en público.

Con esa resolución encaró el almuerzo, de hecho le dedicó una sonrisa a la muchacha mientras intentaba dilucidar lo que había intentado decir Nindra con su "Sois" - Yo pago, cuando terminemos trae la cuenta. - le dijo a la chica mientras la miraba apreciativamente - A mi me gustas tú... - y nadie sabe si hubiera terminado el piropo o si hubiera propuesto una transacción comercial, porque el vozarrón del borracho le voló el leve barniz de civilización que había conseguido.

Respiró una vez, y el enano completó  la frase de su compañero, respiró dos veces y Gideon respondió al grandullón en su estilo conciliador y diplomático, respiró tres veces y la pregunta de Nindra lo sacó de su centro... como era posible que no... ¿sería virgen?

Como fuera cuando contestó lo hizo fuera de su lugar pacífico... aunque intentó suprimir los insultos - A ti que - bufido - te importa quien se la beneficia, su coño es suyo y hace con el lo que quiere. Como dice mi amigo, métete en tus asuntos o métesela a tu compañero, no me importa - El gesto con el que terminó su discurso era universal, el dedo mayor de su mano derecha resaltaba solitario en el resto del puño cerrado.

Luego se giró hacia la maga y le sonrió - Cascársela es hacerse la paja - dijo mientras con su mano hacía los movimientos apropiados, luego le palmeó el dorso de la mano. - No les hagas caso, tu a tu ritmo y cuando decidas si quieres algo con alguno de nosotros nos dices, mientras tanto hay putas en cada pueblo y piedras en todos los caminos.

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19/09/2019, 13:36
Narrador

Aquel rufián de taberna abrió los ojos de par en par. Primero se quedó en silencio unos instantes mirando de lado a lado a los tres ocupantes de la mesa contigua. Luego miró al enano tuerto. Su mirada hablaba por si sola, pero... ¿Qué carajo quería decir.

El enano no dijo nada. Se mantuvo en silencio. Miraba con su solitario ojo a su colega de birras y alternaba de tanto en cuento con el resto de los involucrados en aquella situación un tanto tensa.

De pronto una tenue sonrisa apareció en el rostro de aquel enano. Una sonrisa que acto seguido se contagió al rufián orondo que tenía frente a él. La del enano se agrandó hasta que mostró sus dientes blancos como la tiza. Si gordo compañero imitó su sonrisa y entonces amigos estallaron en un mar de carcajadas.

Se golpeaban las espaldas el uno al otro mientras no podían controlar su risa. Miraban con los ojos llorosos, los tres que tenían entre los dos, mientras las lágrimas les caían de forma involuntaria.
Y reían, reían fuerte y de forma estruendosa.

Cuando por fin empezaron a aflojar aquel ataque de carcajadas, bajo la atenta y estupefacta contemplación de los tres vecinos de mesa, se pusieron en pie al unísono y se acercaron a ellos de forma nada amenazante. Tomaron asiento y se unieron a ellos en su mesa.

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19/09/2019, 13:37
Thaek

- Mi nombre es Hern y el es Thaek. - Dijo entonces el enorme rufián de taberna. - ¿No sois de por aquí, eh? - Preguntó aún con la risita floja a flor de piel. - Suele venir gente de fuera, pero no son como vosotros.

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19/09/2019, 13:38
Hern

- La joven y el otro tipo parecen bastante amables. - Dijo entonces el enano. - Soy Hern por cierto, él es Thaek. Lleva una cogorza que ni sabe lo que dice. - Miró entonces al tipo con apariencia de monje, pero que on embargo no lo era. Parecía disgustado y a la expectativa de saber que le tocaba ser a él. Si Nindra y Guideon parecían tipos amables... ¿Qué parecía él? - Y usted parece un tipo honesto. Me ha gustado mucho su respuesta y a Tahek también, se lo puedo asegurar. - Empezó a reír. - ¿Qué les trae a Karla a, si se puede decir, claro? ¡No siempre se puede decir! - Soltó otra carcajada y llamó a la posadera. - ¡Otra ronda para esta mesa, rápido!

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19/09/2019, 14:42
Nindra

Ninda empezó a reírse cuando Alderic le explicó lo que era y entendió la broma de los tipos de al lado. Supuso que tenía todo el sentido del mundo, dado que la forma en que hombres y mujeres se daban placer era distinto debido a las diferencias físicas evidentes. Pero, ¿de dónde provenía exactamente la palabra "cascar"? Todo parecía relacionado para el género masculino, el movimiento y el nombre de sus partes anatómicas... ¿Estaría relacionado con cascar huevos? A Nindra le dio un ataque de risa parecido al que le estaba dando en aquellos momentos a los que estaban en la mesa de al lado y se secó una lágrima del ojo. Si la falta de sexo hacía que estuvieran todos tan tensos, ¿a qué esperaban para proponerle mantener relaciones? Quizá estaban esperando un movimiento por su parte, que fuese ella la que lo propusiera primero. Bien, aquel no era el lugar, ya lo plantearia más tarde en una posada en condiciones más idóneas, mientras decidía a quién quería probar primero. Los dos también era una opción válida, una vez escuchó a un chico en el mercado hablar de cómo había estado con dos mujeres. Era evidente que la mitad de lo que decía era mentira, sin embargo a Nindra le dio vueltas la cabeza aquella noche en la torre cuando fantaseó con la idea, poniendoles la cara, además, de los hermanos que llevaban la panaderia que frecuentaba. Oh, qué grata experiencia habría sido sido aquella...

Cuando se le pasó la risa, miró a los tipos que habían ocupado su mesa. Recogió un poco sus cosas para hacerles sitio y le dio un par de cucharadas al estofado, porque tenía hambre. Bebió cerveza, que no estaba mal, aunque podría ser mejor.

-Yo soy Nindra -les dijo, animada-. Pero no me queda claro quién es Hern y quién es Thaek, porque los dos habéis dicho lo mismo. Tú has dicho que eres Hern y él Thaek -dijo señalando primero al rufián y luego al enano-. Y tú has dicho lo mismo -se rió, señalando al enano-. Que te llamas Hern y él Thaek. ¿Os llamáis igual, acaso? De todos modos, ninguno de ellos me beneficia -comentó señalando a Alderic y a Gideon. ¿Qué significaba beneficiar? Nindra era rápida de pensamiento, pero habló antes de haber procesado el significado de la palabra y el contexto en el cual estaban hablando le dio la respuesta. Tarde, creyó haber entendido por fin la broma y por eso le dio otro ataque de risa-. Es decir, todavía no. Pero me complace que todos os preocupéis tanto por mi salud sexual.

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19/09/2019, 20:26
Guideon

A Guideon le molestó que el par de rufianes se tomaran el asunto a guasa. Le molestó que se sentaran a su mesa, se molestó por el lenguaje de Alderic y porque le preguntara a Nindra, de forma tan abierta y delante de todo el mundo, a quien prefería de los dos. También se molestó por el tono ligero con el que había respondido la maga, pero era muy, muy consciente de que a nadie tenía por qué importarle un ardite lo que a él le molestaba. 

Guideon se mordió la lengua y meditó sobre el asunto. Los encuentros sexuales no le eran desconocidos, pero sí raros, dado que su mal humor tendía a espantar a la mayor parte de las mujeres del templo que pudieran estar interesadas en él. Lo que sí que le era ajeno era hablar de aquellas cosas en público y con tanta naturalidad. No funcionaban así las cosas en el monasterio, y el tiempo que había pasado con Alderic no había cambiado aquello: le gustaba pensar que estaban muy unidos, pero no tendían a comentar intimidades, y quedaba claro que era problema suyo, y no del ex asesino. 

Dado que no podía hablar con naturalidad, y dado que no iba a conseguir gran cosa con quejarse, Guideon cerró la boca metafóricamente, porque en realidad la abrió para beber un generoso trago de cerveza. Dejó que la conversación siguiera su curso sin poner ni un mal gesto, pero deseando por dentro que aquello no terminara en algo que hiciera sonrojar a una fulana.

Como la tal Sarah Coñors.

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19/09/2019, 20:34
Narrador

La espontaneidad y inocencia de aquella muchacha, fuera real o simulada, provocó una nueva risotada entre sus nuevos amigos. El enano empezó a dar golpes con la palma de su mano sobre la mesa descojonádose literalmente. El grandullón también reía echando todo su peso hacia atrás mientras se sujetaba la barrigota, amenazado con volcar el taburete.

Antes de que dejarán de reír ya habían traído una nueva ronda de cervezas, la ronda encargada por el enano tuerto que se había revelado como un tanto afeminado, sin perder su hombría claro.

Pues bien, tenían dos jarras de cerveza casi llenas frente a ellos y unas buenas risas por compañeras de mesa. La noche en la cueva de la doncella prometía ser interesante, o al menos divertida.

Divertida para la mayoría, porque la Doncella seguía con su rostro agrio. Su marido con expresión lastimera y su hija con cara de resignación por tener que aguantar a ambos.

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19/09/2019, 21:29
Alderic

Sabía que se había pasado tres pueblos, que Gideon le echaría la bronca después de la enésima pelea de taberna provocada por su bocota, y por tanto vigiló los movimientos de los borrachos mientras educaba a su compañera. La risa de Nindra ante su explicación lo distrajo inicialmente de la reacción del gordo y el enano, recién cuando escuchó la segunda carcajada cristalina de la maga mezclarse con las broncas carcajadas de sus interlocutores se permitió relajarse.

Cuando los risueños borrachos decidieron autoinvitarse a la mesa a punto estuvo de tirar todo por la borda y golpear, pero las palabras del enano lo hicieron reir y tomó un trago de cerveza para evitar soltar una carcajada. Claramente "honesto" era de lo mejorcito que le habían dicho en meses, "cabrón", "maleducado" "muere"... esa era normalmente la reacción que obtenía cuando se dejaba ir. En el tiempo que le tomó vaciar media jarra Nindra se había presentado, y casi le hace escupir la cerveza con su última frase.

Alderic dejó la jarra en la mesa y miró el guisado, le extrañó que Gideon no hubiera intervenido, él era el que normalmente hacía las presentaciones. Dado que Nindra había olvidado el detalle y aprovechando la confusión de la chica con los nombres el joven habló sin perder la sonrisa. - Nindra ya se ha presentado solita, él es Gideon, y yo soy Alderic - señaló al gordo - El es Thaek y tu - dijo señalando al enano - eres Hern... claro, a menos que estés tan borracho como tu amigo y te hayas confundido los nombres. - tomó un poco del guiso, ya que el hambre empezaba a molestar, y tras comprobar que estaba tan bueno como parecía asintió.

- Si te dijera que nos trae la cerveza y la comida de este lugar no me creerías, y sin embargo es lo mejor que tiene esta ciudad hasta ahora. - tomó un poco del caldo con un gesto de satisfacción y lanzó a bocajarro - ¿Realmente hay hora de putas? ¿no teneis desagües apropiados pero controlais a que hora se folla?

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20/09/2019, 12:01
Nindra

A Nindra le dolía el estómago de tanto reírse. A decir verdad lo había hecho poco o casi nada, sus compañeros eran bastante serios y habían encontrado poca diversión por el camino. De ahí que no estuviera acostumbrada a tener agujetas. Se masajeó el vientre mientras echaba otro trago de cerveza, ya había vaciado la jarra y agarró otra de la ronda que habían traído los dos invitados a la mesa. No bebió, solo la mantuvo cerca para que todos supieran que era suya y que tarde o temprano acabaría bebiéndola, no fuera a ser que alguien se la quitase.

Observó a Gideon, estaba demasiado silencioso, así que le sonrió. ¿Alguna vez había visto a Alderic o al clérigo reír a carcajadas? Poco o casi nada, aquellos dos estaban siempre tiesos, siempre huraños, demasiado solemnes. A ella le gustaba que fuesen tan responsables, pero pocas risas frescas había tenido en su vida y quería diversión. Volvió a su estofado. 

-Estamos de paso -comentó-. ¿Vosotros sois de por aquí o también vais de paso? ¿De dónde sois, exactamente? Vaya obsesión tienes hoy con las prostitutas, Alderic. Tendré que preguntar yo también si hay prostitutos. ¿Los hay, señor Hern? -preguntó al enano-. Pero yo lo quiero con dientes, a ser posible. Uno bien apuesto, moreno, con barba, pestañas espesas, pómulos marcados. -Lanzó un sonoro y evidente suspiro bastante exagerado-. Y que sea limpio, por supuesto. ¿Hay algo de eso por aquí? Me he dado cuenta de que la higiene es poco común en cuestiones íntimas. Desde luego yo no dejaria que cualquiera de vosotros me la metiese sin antes sacarle brillo a la... lanza.

Se rió de su propio chiste y con toda naturalidad, siguió comiendo estofado. Como si no fuese evidente lo que acababa de decir, pero ¿de qué tenía que avergonzarse? Era una mujer joven, con ganas de reír, de disfrutar, de viajar y de explorar cualquier faceta de la vida; y los mentecatos que tenía por compañeros necesitaban un mapa para entender las indicaciones.