Partida Rol por web

Valyëvan se quedó sola bajo aquel árbol y con el intenso frío de la noche en un continente desconocido muy lejos de la helada tierra que tan bien conocía, quería y por la que había luchado siempre. No le importaba el oro que les aguardaba al final del camino. De hecho, no confiaba en que pudieran llegar a hacerse con él. Si estaba allí era por amistad. Por amistad y por la extraña sensación de que debía cuidar de Aenifer.

¿No era ya una mujer adulta? Sin duda alguna conocía bien la respuesta. Se conocían desde hacía mucho tiempo. De hecho habían pasado media vida juntas. Desde su más tierna infancia habían descubierto la realidad del odio por lo diferente y eso las había unido. Las dos eran medio humanas y eran medio elfas. Ni aceptadas en un mundo, ni en el otro. Tan sólo se tenían la una a la otra y bueno... En el caso de Aenifer, ella también tenía a Alex.

Alex Ryder... no se fiaba de él. Ya le había arrebatado a Aenifer durante un tiempo. El tiempo que su amiga se marchó a la ciudad y el tiempo en que ambas perdieron contacto. Valyëvan siempre sospechó que el motivo de su distanciamiento fue un hombre y ahora podía ponerle rostro y nombre. Alex Ryder le había arrebatado a su única verdadera amiga y eso, si de ella dependía no volvería a pasar y si pasada sería ella la que se distanciaría de Aenifer y no al revés como había sucedido la última vez.

Entre todos aquellos pensamientos autodestructivos le sobrevino el sueño. Una vez se adentró en el mundo onírico, todos aquellos pensamientos la asaltaron con recurrentes pesadillas y aunque logró conciliar el sueño, no fue todo lo reparador que una pudiera desear. Y al fin apareció Seyran por el horizonte llenando de luz la llanura y calentando su congelada piel. Suerte que Aenifer le había traído una manta, pues de lo contrario igual ahora estaría en otro sitio muy lejano, rindiendo cuenta a los dioses, en el Vergel o cayendo al Gran Abismo...

Valyëvan regresó al campamento después de haber pasado la noche a la intemperie. Moqueaba de forma ostensible, pero trataba de disimularlo. Posiblemente se había resfriado y eso, para un viajero podía resultar ser un serio contratiempo. No admitiría que había sido un error no dormir junto a la hoguera y en el interior de la tienda de campaña, su honor se lo impedía, pero tampoco rendiría menos de lo esperado durante el viaje que debían emprender aquel día.

Para ese entonces Alex y Eliferum ya habían recogido gran parte del campamento. Mientras tanto Aenifer estaba cocinando el desayuno. De nuevo carne salada, que si bien se podía comer fría, podía aprovechar las últimas ascuas de la hoguera para calentarla y que tuviera un mejor sabor. Por su parte, Jacrow se afanaba en consultar el mapa aparentando estar decidiendo la ruta a seguir durante la jornada. Algo que ya todos tenían claro desde el principio, por lo que sin duda, se trataba de una excusa para librarse de hacer otras tareas más físicas.

Cuando Valyëvan llegó no pudo evitar percatarse de las furtivas miradas que se dirigían Alex y Aenifer de tanto en cuanto, aunque también percibió alivio por parte de su amiga al verla entre ellos. Sin duda, había creído que realmente Valyëvan podría haberse marchado en mitad de la noche dejándola sola y encontrarla allí al amanecer le calmó.

Y entre mirada y mirada lo que percibieron fue un sonido lejano acercándose. Se trataba de pisadas, muchas pisadas al galope, porque en efecto no eran pisadas de un humanoide, sino algún tipo de montura arcándose hacia donde ellos se encontraban. Al alzar la mirada vieron con claridad como una nube de polvo se acercaba hacia ellos a casi tres o cuatro kilómetros de distancia.

No tenían mucho tiempo. Por la densa nube de polvo, se trataba de no menos de una veintena de jinetes a lomos de... No sabían a lomos de que iban pero, si escuchaban gritos en la lejanía y parecía inevitable que acabaran encontrándose. Por muy rápido que acabaran de recoger o muy rápido que salieran corriendo, si la intención de aquella gente era dar con ellos, lo conseguirían.

Yo estaba allí para eso, para luchar, pero el momento no podía ser peor. No era porque la confianza que tenía en Aenifer se hubiese desvanecido, o porque fueran pocos, sino a causa del lugar. Había pocos sitios en donde esconderse, porque cuando no eres superior en número, solo la sorpresa puede ayudarte.

-¡Rápido, Eli! ¡Coge una manta y ava un pequeño hoyo junto a aquella roca, alejada de la hoguera. Yo haré lo mismo en este otro lado. Después nos taparemos con arena. 

Sin perder tiempo, empecé a quitar arena para conseguir crear un pequeño hueco con el que taparme. Una sábana bastaría para no ahogarme con la arena y podríamos sobrevivir lo suficiente como para atacar por sorpresa.

-¡En cuanto digáis -empezó a decirles a Jacrow, Alex y Aenifer -saldremos y atacaremos. Si existe una posibilidad de que pasen de largo es que no nos vean como una amenaza, pero de no ser así, necesitamos la sorpresa. Actuad con normalidad y gritad cuando queráis que salgamos.

En aquel momento lamenté no tener un ejército detrás con quien combatir cara a cara, pero en la guerra, estar en minoría implicaba agudizar el ingenio antes que sacar la espada. Ya habría tiempo de jugarse la vida. Seguramente, dentro de muy poco.

El plan de Valy era bueno, fuese lo que fuese a llegar usariamos a los demas como carnada y tener una oportunidad tanto ella y yo como de atacar flanqueando al enemigo solo que....

Justo en donde estaba parada no encontraba un lugar en donde ocultarme o enterrarme como habia hecho mi compañera, tal vez si pongo la manta encima?

El grupo siguió al pie de la letra las instrucciones de Valyëvan. Rápidamente se pusieron manos a la obra para tratar de ocultarse lo mejor posible a ojos de los jinetes. La idea no era mala del todo, pero cuando Aenifer se escondió dejando fuera de su escondite sus piernas y parte de un brazo, Alex supo que el plan de la bárbara no iba a resultar. Por ello corrió junto a ella y tiró de su brazo sacándola de su escondite.

- ¿Qué pretendes Aeni? - Le dijo con tono serio. - ¡Ven conmigo! - Le dijo. - ¡Escóndete a mi lado!

Mientras todo aquello pasaba, Eliferum y Jacrow acababan de ocultarse en sus respectivos agujeros y se tapaban con sus respectivas mantas. Antes habían podido apreciar que era lo que se les venía encima. Se trataba de no menos de nueve o diez jinetes de lobo. 

Pieles verdes armados hasta los dientes y apoyados con aquellas criaturas diabólicas. Un enemigo del todo temible que podía acabar con ellos en un abrir y cerrar de ojos. Por lo tanto, el efecto sorpresa que Valyëvan había pregonado era tan importante. Si no lograban conseguir pasar desapercibidos, entonces la única opción era atacar primero.

Además de poder contar su número y discernir la naturaleza de la amenaza, fueron también conscientes en ese preciso momento de que portaban un estandarte a la vanguardia del grupo. Se trataba de una banderola en cuyo centro se podía ver con bastante claridad un hacha ensangrentada al revés.

Veía a los demás con problemas, y para empezar, no me habían entendido. Mi primera idea había sido que algunos de nosotros se quedaran a la vista, mientras los demás se ocultaban, pero por lo visto, había cundido el pánico y todo el mundo había empezado a enterrarse en la arena como si fuésemos tortugas.

De no ser por la urgencia de la situación, ver a Aenifer con la mitad del cuerpo descubierto habría hecho que me echara a reír y continuara así durante varios días.

Pero yo tenía otros problemas.

Si uno de nosotros conseguía evitarlos, podía ser suficiente para cogerlos desprevenidos e iniciar una contraofensiva. Pensaba en términos militares, mi especialidad. Era mi momento, y quizás el de Eli. Nuestra misión requería inteligencia y discreción, y había que intentar no ser advertidos antes que entrar en una batalla directa.

-¡Venga, daos prisa! -exclamé, mientras agarraba mi hacha con fuerza y me tapaba, preparándome para salir en cuanto hiciese falta.

Ahora oculta con Alex estaba convencida de que no verian y tenia mi ataque de oportunidad contra lo que viniese. Si tenia oportunidad podria encontrar quien era el lider y atacarle primero. 

Escondida saque mi flecha y la monte en el arco. Alex estaba junto a mi y tambien se preparaba. No era la primera vez que peleabamos juntos y eso tambien nos trajo recuerdos.

Lo mire por un instante y sonrei. 

- Como aquella vez en Paramo Sangriento. Susurre.

Un rapido recuerdo a aquel Paramo teñido de aquella grama roja que le daba su nombre ocultando peligrosas alimañas que se alimentaban de errantes pocos precavidos.

Los jinetes siguieron aproximándose hacia el lugar donde el grupo había montado el campamento. Cinco de ellos se llegaron desde el oeste y cuatro más desde el norte rodeando el campamento. Uno de ellos se bajó del lobo y comenzó a caminar hacia la hoguera agarrando todavía las riendas de su animal. Se agachó junto a las ascuas y tocó el carbón. Justo entonces alzó la mirada y comenzó a olisquear. ¿Les había detectado por el olor? Al menos en lo que respectaba a su escondite, parecía que no les habían visto. Podía ser que fuera su momento para salir de forma sorpresiva y asestar un primer golpe.

No tuve que esperar demasiado antes de oír a los trasgos a nuestro alrededor. Estaban sobre nosotros, olisqueando y mirando por todas partes para encontrarnos y sabía que no tardarían mucho en hacerlo; nuestros escondites eran solo provisionales. Así que me asomé y cuando me pareció que era el momento, no me lo pensé más.

Me puse en pie de un salto, quitándome de encima la manta llena de arena y esgrimiendo mi hacha sobre mi cabeza, y me lancé hacia delante, atravesando la tienda de campaña, rasgando la tela de entrada y salida, y gritando como una maldita loca.

-¡AAAAAAAAAAAAAHHHH!

El trasgo apenas se dio cuenta de lo que se le venía encima, es decir, yo, que descargué con furia mi hacha sobre él y el que estaba a su lado, esperando que la sangre brotase de sus cuerpos y cubriese el suelo de miedo y horror.

Tan pronto mi amiga salio disparada como alma que llevaba el diablo salio de mi refugio y la flecha me acompaño flotando en el aire en el dulce siseo que llevaba a la muerte.

Solo que por alguna extraña razon era el peor disparo que habia hecho en mi vida, por poco y le daba a alguno de mis compañeros aunque esperaba que sirviera de algo.